DES-IGUALDAD CASERA
Por Cecilia Curbelo*
Miriam picaba finito el tomate, la cebolla, el morrón… Llevaba un delantal floreado, un poco gastado por el uso y con cierto «olor a entre casa» que a ella más que agradarle, le hacía sentir que era el motor del hogar.
Pensó esto mientras miraba a su marido, despatarrado en el sofá del living que ella había limpiado el día anterior, esperando que empezara el partido de Croacia frente a Francia. ¿Qué sentido tendría ver eso? Y se sonrió. Como le decía su abuela, lo más importante en un hombre eran tres cosas: que no tomara, que no golpeara y que no jugara. Mientras se cumplieran esos tres requisitos, lo demás era perdonable.
Comenzó a fritar lentamente las verduras, que se transformarían en la salsa para los tallarines recién escurridos. Ya había comprado el queso rallado, ése del sobre amarillo y verde, que a él tanto le gustaba. Seguro que, desde donde estaba, él la estaría observando (y admirando) a través del pasa–platos. Ella volvió a sonreír feliz y se hinchó de orgullo.
«La reputa que lo parió, maldito partido que no empieza… Ni que uno tuviera todo el día para esperar. Y esto de no tener cable… Si tuviera cable, estaba viendo el de Ecuador contra Suecia. Pero no señor, acá me tienen sufriendo esos basuras del canal abierto, que jamás se dignan a cumplir con el horario que anuncian, como si uno tuviera todo el tiempo del universo, como si uno no tuviera otra cosa que hacer, como si uno no valiera nada. Ya llevaban diez minutos de retraso y él seguía ahí, en ese sofá de mierda mirando esa bobada de no sé qué agropecuario…»
Agregó sin pausas pero con la cadencia que la caracteriza, un poquito de caldo, que había preparado previamente.
La pulpa de tomate era también casera y la fue volcando con cuidado para no salpicarse su delantal floreado.
Le agregaría orégano al final, para que quedara bien fresco. Como a él le gustaba.
Ella tenía ese instinto de mujer que le decía cuánto él valoraba esas tareas hechas con sus propias manos.
«¡Ah, no! Voy a llamar al canal… ¡Qué falta de respeto! ¡Por Dios! ¡Perdiendo el tiempo así un domingo!»
Echó los tallarines en una fuente, la más linda… El aroma que comenzó a desprenderse de la sartén inundó el espacio, brindando esa calidez que ella tanto valoraba… y sintió en su corazón que la armonía se apoderaba de su cuerpo: estaba en su hogar, con su marido y a punto de disfrutar de una comida casera.
Él le halagaría la salsa y ella se sentiría plena. Y cuando tuvieran hijos, todos podrían percibir esa unión maravillosa que…
«¡Mierda! ¡Esta baranda me va a dejar la ropa con olor a cebolla!
Pero ¿esta mujer no se avivó de prender el extractor?»
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* Cecilia Curbelo es escritora uruguaya. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica, y Guionista Literaria para Cinematografía por la Escuela de Cine. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos la Mención de Honor otorgada por el Instituto Nacional del Libro. Es autora de los libros: Mujeres Simples , Terapiadas y Secretos Bien Guardados. Escribió diversas obras teatrales para niños: Manolo el loro, Hechilandia. Y otras tantas para adultos: La Terapiada, Consolate con Don Basilio. Fue guionista de varios programas televisivos para Canal 10 de su país. Ha editado y redactado revistas como Padres e Hijos (Diario El País), El Escolar (Diario El País), La Escollera y Campanas (Cámara de Anunciantes del Uruguay), entre otras. En la actualidad es editora de la revista Upss! (Diario El País).