DANIEL GIL LEMOS, TEMIDO EPIGRAMISTA (PERFIL CRÓNICO)
Por Rubén Darío Figueroa*
Daniel Gil Lemos y Bonilla nació en Popayán en 1874 y murió en la misma ciudad a los 49 años de edad. Diríase que vivió acaballado en el período de tránsito del siglo XIX al siglo XX, y su vida, como la de sus contemporáneos y hoy, los míos, estuvo sumida en el trasegar de batallas políticas y de guerras, en el camino hacia una modernidad aún no consumada casi un siglo después de su muerte.
Abogado de señero y adusto rostro, como lo denotan las fotografías que han llegado hasta mis manos; poseedor, no obstante, de una habilidad sin igual para cultivar la amistad sincera, hasta con las víctimas de sus diatribas epigramáticas.
No se pudo graduar como abogado en la Universidad del Cauca, pues fue expulsado por recitar en público unos versos que contradecían las ideas políticas y morales imperantes en la época, enaltecidas y defendidas por las directivas del claustro universitario. Hubo de irse para Bogotá a terminar sus estudios en la Universidad Republicana.
Daniel Gil fue alcalde de Popayán por un corto período de tiempo. Se casó con doña Rosa Arboleda y tuvo varios hijos, abogados y periodistas como él. Uno de ellos, Francisco, fue dos veces gobernador del Cauca y ministro de Comunicaciones; otro, mi abuelo, sólo alcanzó a ser juez y abogado litigante.
De Daniel Gil, dijo José Ignacio Bustamante, en su obra sobre los poetas payaneses, que era «tempestuoso como Mirabeau, soberbio como Nietzsche, librepensador a la manera de Pompeyo Giner, mordaz como Quevedo y como León Bloy, acre e irónico hasta la blasfemia. Su epigrama era un crisol en ascuas donde todo lo que no fuera oro fino quedaba reducido a polvo».
Su carácter arrojado y su pensamiento crítico se manifestaron con agudeza en esa forma literaria donde se conjugan el ingenio y la ironía, el epigrama. Tanto en la conversación diaria como en la tribuna, sus epigramas eran celebrados por el efecto que producían en quienes los escuchaban, de su propia voz o en boca de otros: «Si te enredas otra vez, que la culpa no es del otro, pues si en el espejo te ves, la desfachatez cubre tu rostro», «Lo de noble ya lo sé, lo de poeta convengo, pero lo grande que tengo, ¿cuándo me lo ha visto usted?, «Cosa sabida y sin treta es que en Popayán comulga por cada nigua un poeta y un prócer por cada pulga».
Librepensador y liberal de partido, más lo primero que lo segundo, fue un seguidor impenitente de las ideas reformadoras de Rafael Uribe Uribe y líder del radicalismo político liberal, en una Colombia marcada por las disputas partidistas y la presencia de caudillos y gamonales regionales que imponían sus intereses en la vida pública. La Constitución Política de 1886 propuso la terminación del federalismo y la construcción de un Estado central fuerte, que estableció el concordato con la Santa Sede. En el gobierno de Marroquín se excluyó a los liberales de las instituciones y se inició el desmonte de las políticas proteccionistas. A las puertas de un nuevo milenio, sólo había un congresista liberal, Rafael Uribe Uribe. Ello condujo a la Guerra de los Mil días y a una espiral de violencia que, con sus momentos de calma chicha, se ha prolongado hasta el siglo XXI.
Por fuerza de las persecuciones de los regímenes conservadores tuvo que asilarse en el Ecuador, bajo el amparo de su amigo, el líder radical liberal Eloy Alfaro, en ese entonces Presidente de la República hermana. Hizo parte de su gobierno y con su apoyo conformó grupos de combatientes liberales que marcharon desde Ecuador con el propósito de dar al traste con el gobierno de turno que imponía en Colombia una política represiva y contraria a los idearios liberales. Sin embargo, las fuerzas gobiernistas contaron con una poderosa e incontenible alianza, el obispo de Pasto, Fray Ezequiel Moreno y Díaz, español, que no contento con las monsergas antiliberales y antimasónicas lanzadas desde el púlpito, apoyó con dinero y armas a los recalcitrantes nacionalistas de la época. Las fuerzas liberales fueron derrotadas y perseguidas. Algunos rebeldes volvieron a refugiarse en Ecuador.
Este venerable representante de las huestes católicas asumió como suya la bandera conservadora bajo el lema «O con Jesucristo o contra Jesucristo o Catolicismo o Liberalismo». Usó su investidura para llamar a la feligresía a empuñar las armas contra la horda liberal. Al final de su vida, en su testamento, consignó su obcecado odio a las corrientes políticas proclives a la libertad de pensamiento: «Confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado, enemigo fatal de la iglesia y del reinado de Jesucristo y ruina de los pueblos y naciones». Fue canonizado por el Papa Juán Pablo II el 11 de octubre de 1992.
Durante su estancia en Cali Daniel Gil cultivó amistad con Ignacio Torres Giraldo, propagandista del socialismo y líder de la naciente izquierda colombiana, a quien le brindó su apoyo en las lides periodísticas y le reservó un espacio en su oficina de abogado para que pudiera cumplir con su labor. Torres Giraldo también le reservó un espacio en sus memorias para honrar la amistad del abogado payanés.
Siempre estuvo ligado a actividades periodísticas: fundó periódicos, escribió en otros, alentó a otros a practicar el periodismo como una forma de promover las ideas liberales y de defender la libertad de expresión, acallada por las ideas dominantes. Como escritor y polemista trasegó en diferentes periódicos y revistas del país con temas políticos y literarios. El testimonio de su pensamiento y su estilo se puede encontrar en publicaciones de la época como «El Grillo», «Floreal», «Savia Nueva», «Relator» y «El Zapador», de Bogotá, Cali y Popayán, ciudades en donde vivió en diferentes épocas de su agitada vida. De algunas de dichas publicaciones fue redactor y director.
Fundó El Relator, primer diario liberal del Valle del Cauca, que le fue arrebatado con argucias legales, según consta en la Historia de Cali-Tomo II Política: «al parecer su propietario era Daniel Gil Lemos, quien inició el periódico junto con Hernando Zawadsky en 1915, y quien reclamó ser su dueño original. Según los chismes de la época, en una ausencia de Gil Lemos, los Zawadsky aprovecharon para cambiarle el nombre a El Relator por Relator, quitándole el artículo al nombre del periódico y registrándolo como si fuera de su propiedad» [1].
El 15 de octubre de 1915 en Cali, Daniel Gil Lemos tuvo el honor de ser uno de los oradores del acto de conmemoración de la muerte de Rafael Uribe Uribe, asesinado un año antes mientras se dirigía hacia el Capitolio Nacional. Estas fueron las últimas palabras de su largo discurso:
«Ahora nos congregamos en protesta solemnísima al amor de su nombre. Otra será la hora en que vayamos en turba jubilosa a llamar cave esa tumba para anunciarle a él la reivindicación de todos los derechos. Entonces, lívidos de espanto se mirarán unos a otros los que concertaron en la tiniebla el sacrificio, y más de una amiga mano que estrechamos se crispará al contacto de la nuestra. Víctimas de su insania rompieron brutalmente el equilibrio, y han precipitado lo que quisieron retardar. Que clamen a sus dioses mientras nosotros ofrendamos reparación a nuestros mártires».
En la memoria de mi abuela paterna quedó grabado su ánimo anticlerical, que se puso de manifiesto en los instantes de su agonía: sabiendo próxima su muerte exigió que no le trajeran un cura, solicitó en cambio un crucifijo que colgaba sobre el espaldar de su cama. Abrazado a él mi bisabuelo se despidió de sus familiares y entregó su alma al dios que convivió con su espíritu libertario.
NOTA
[1] Historia de Cali, siglo XX. / Gilberto Loaiza Cano [et al.]. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades / Universidad del Valle-Alcaldía de Santiago de Cali, 2012.
__________
* Rubén Darío Figueroa es sociólogo y administrador público especialista en políticas públicas, nacido en Cali (Colombia). Ha sido funcionario público en las áreas de educación, salud y cultura en los ámbitos Departamental y Municipal. Fue profesor en las Universidades del Valle y la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. Hace parte del Grupo Literario Cismátikos de Cali. Ha publicado en revistas de administración algunos artículos. Participó en los Talleres de Escritura Creativa: Taller COMFANDI 2017-2018. Taller Écheme el cuento del Banco de la República y la Red Relata 2019. Como reconocimientos ha recibido el Estímulo en Narrativa audiovisual de la Secretaría Municipal de Cultura de Cali, 2017. Fue incluido en la Selección de los talleristas de la Red Relata del Ministerio de Cultura 2019, así como en el proyecto editorial colectivo Ases Negros, del Grupo Literario Cismátikos con Fallidos Editores Medellín 2020.