Cronopio para pensar

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Don Tomás Carraasquilla

DON TOMÁS CARRASQUILLA NARANJO, UN NOTARIO DE COSTUMBRES

Por Orlando Ramírez-Casas (Orcasas)*

Tengo una curiosidad: ¿Cuántos saben lo que quiere decir filipichín? No lo digan. Simplemente piénsenlo. El diccionario no ayuda mucho. Significa lechuguino. Lechuguino o petimetre, que es lo mismo. Es decir, un hombre afeminado que se preocupa mucho por su compostura. La palabra filipichín viene del príncipe Phillipe de Orleans que en Francia era el último grito de la moda y recorría las calles de París tomado de la mano y jugando chupaté con su amiguito Giulio Mancini Mazzarino, Duque de Nevers.

La ropa que usaba fue copiada y se volvió de moda para jóvenes en todo el mundo. Cuando le pregunté a un literato por Carrasquilla, me dijo con tono despectivo: ¡Qué me va a gustar la obra de ese mariposo! Él y otro escritor valioso, su paisano Francisco de Paula Rendón, eran un par de filipichines vestidos a la moda parisiense del siglo XIX, a los que llamaban Pacha y Tomasa en la Universidad. No estoy de acuerdo con ese literato que aplicaba la censura a una costumbre del escritor, como si fuera una crítica literaria. Son dos cosas distintas, y la literatura tiene que ver con el talento, que en Carrasquilla era inmenso, como fueron inmensos el de Oscar Wilde, tan elegante; o el de Truman Capote, tan fafarachero. A personas como Carrasquilla, que escribieron sobre las costumbres y modos de decir de su tiempo, o sea «costumbristas», se debe que palabras como filipichín no caigan en el olvido.

Sobre el escritor Tomás Carrasquilla (enero 17 de 1858 – diciembre 19 de 1940) se han hecho estudios desde que él vivía. De su obra y acontecer se ocuparon ya en su tiempo El Dr. Antonio José «Ñito» Restrepo Trujillo, el Dr. Carlos E. (Eugenio) Restrepo Restrepo, y su amigo de infancia y juventud, del que luego se distanció, Francisco de Paula Rendón. Hasta su contradictor el Dr. Alfonso Castro Jaramillo. No fue Carrasquilla un personaje olvidado de su tiempo, todo lo contrario.

Cuando Baldomero Sanín Cano, Antonio Gómez Restrepo y Jorge Zalamea Borda le concedieron en 1935 el Premio Nacional de Literatura y Ciencia por su novela Aguas y pedrejones, lo reconocen en el acta del jurado, ya eran conocedores de su obra y lo descubrieron tras el seudónimo. No hay trampa. Tuvieron que inventarse después el calificativo de «fuera de concurso» y el premio a «toda una vida» para esas personas que estaban sobradas del lote, como Carrasquilla. Alberto Lleras Camargo se ocupó de su obra. ¿Cuántos más?

Dos extranjeros, notables, lo hicieron: el inglés Malcolm Deas lo tuvo entre sus muchos intereses colombianos, y el germanocanadiense Kurt Levy Jr., estudiante de Español y Literatura en su Universidad, que encontró uno de los libros de ese escritor desconocido de algún lugar de Suramérica y se le ocurrió hacer su tesis sobre la obra de ese personaje. Se convirtió en furibundo estudioso de su obra y ensayista sobre la misma. Se hizo hincha y conocedor de nuestro país, por culpa de Carrasquilla, y formó parte de una Sociedad de Colombianistas que agrupó personas importantes de los Estados Unidos y de otras partes, amantes de lo nuestro. A ella pertenecieron, porque está activa, el Dr. Belisario Betancur Cuartas y el Dr. Otto Morales Benítez. Fue Carrasquilla la carnada que atrajo a Levy Jr. hacia nuestro anzuelo y quedó atrapado de por vida.

No voy, pues, a llover sobre mojado. Está en los libros que tenemos a nuestra disposición, y me limitaré a algunos datos básicos para ocuparme del hecho de que Carrasquilla fue, a propósito o adrede, memoria del lenguaje y de las costumbres de su tiempo y fue un contertulio, un conversador extraordinario.

Nació en 1858 en el Municipio de Santo Domingo, en el noreste antioqueño, en cercanías de Alejandría, Yolombó y Yarumal. Era un pueblo con la lejanía que imponían los caminos y la mula, antes de que lo acercaran a Medellín las carreteras y los carros. Era como vivir en otro lado del mundo. No llegó a graduarse en ninguna carrera, aunque empezó varias. Aún así, fue lector incansable desde niño, lo que lo familiarizó con la literatura universal. ¡Quién lo diría, en un escritor tan montañero! Montañero porque el hecho de cultivarse no le impidió relacionarse y observar las costumbres y el modo de hablar de las gentes de pueblo en todos los niveles, lo que le permitió luego escribir como campesino, como minero, como cura o sacristán de pueblo, como gamonal, en fin, sus frases están escritas de la manera como cada uno hablaba en ese tiempo. Es autor costumbrista por excelencia y es notario del lenguaje coloquial. Gracias a su esfuerzo se conservan, como hoy se conservan gracias a Manuel Mejía Vallejo, palabras que de otro modo se perderían en el tiempo. En ese sentido han formado, como quien dice, museos de palabras para que no se las lleve el viento. Una encontré en Carrasquilla que me atrae mucho. Fue para mí como si un muchacho de los de ahora se encontrara de pronto con la palabra pispa para referirse a una mujer bella, o con la palabra piernipeludo para referirse a un muchacho de su edad. Me refiero a la palabra crisocal, acerca de un vestido de mujer. Crisocal no aparece en el diccionario y muchos, muchos, a quienes pregunté no me supieron decir de qué se trataba. «Vestida de crisocal» era pues algo cuyo significado no alcanzaba a imaginar. Al fin alguien me lo descubrió: era un vestido de reina, o de princesa, tachonado de pedrería y lentejuelas. La que me lo descubrió lo hizo gracias a que su padre y su abuelo le transmitieron oralmente el significado. Y luego lo confirmé gracias a Carrasquilla que, por haberla puesto en uno de sus escritos, no dejó que se perdiera en el olvido. Como esa, muchas. El primer mérito que le encuentro a Carrasquilla es el de ser, como ya dije, un notario de la palabra. Un notario que raras veces escribía porque prefería dictar a su sobrina y amanuense (Juan Luis Mejía Arango, en Bitácora de los Talleres Literarios en Colombia).

Fue contemporáneo, contertulio, y muy amigo del doctor Carlos E. Restrepo, expresidente de la República. En una de sus tertulias había un tema en discusión: de si en Antioquia podía escribirse novela o no, como en Europa, puesto que hasta ese momento no había novelistas ni novelas conocidos. Fue Carlos E. el que lo impulsó a escribir una: Frutos de mi tierra, para demostrar que sí había elementos suficientes y personas capacitadas para hacerlo. «Yo no puedo en este momento, pero tú sí» —le dijo, y lo impulsó a escribirla. Fue contemporáneo Carrasquilla, por lo tanto, con el padre de éste, el doctor Pedro Antonio Restrepo Escovar (sic), fundador de Andes. Tuvo por costumbre el Dr. Pedro Antonio escribir en diarios de cuaderno, de libreta, los aconteceres de su familia y del mundo político del momento del que él fue miembro y testigo muy destacado. Por su cultura, lógicamente, escribía de un modo correcto, bien redactado. Pero no era escritor «literario» y hay diferencia. Veamos un ejemplo del estilo del doctor Restrepo Escovar, recogido en un libro publicado por un descendiente suyo: Retrato de un Patriarca Antioqueño, del doctor Jorge Alberto Restrepo Restrepo:

(pag. 235). El 4 de julio de 1862 fui examinado cuidadosamente por mis excelentes médicos Manuel V. de la Roche y Manuel Uribe Ángel… que me aconsejaron retirarme al campo… Por fortuna mía, escogí a Caldas, lugar delicioso por su clima, por sus baños, y donde tengo una gran parte de los miembros de mi familia. El señor Abelardo Ángel, sobrino segundo mío, me franqueó su cómoda casa en la plaza del lugar, allí comencé a bañarme todos los días; iba cada semana a Medellín, a ver a mis suegros y a informarme de la marcha de la política, que era oscura y aterradora, por demás.

El novelista Carrasquilla habría contado cómo era ese paisaje, cómo la llegada en mula desde Andes, cuáles sus cascadas y pozos, qué de sancochos a la orilla del río, qué de parejas enamoradas en los alrededores, cómo su hablar y cuáles las cosas que se dicen, y cómo las dicen: es decir, le habría dado tratamiento literario a ese escueto párrafo.

Citemos las palabras de Kurt Levy Jr.:

El arte creador de Carrasquilla trasciende las fronteras de su tierra natal a fuerza del enfoque consistente de sus personajes y a fuerza de la verdad humana que dicta sus actos y reacciones. La «comedia humana» de Carrasquilla evoca reminiscencias en todos nosotros, cualquiera que sea el lugar de procedencia, lo cual explica su universalidad. ¡Que sirvan de ilustración unos cuantos ejemplos de la obra creadora del maestro! (Contraportada de Antología de Cuentos de T.C.).

Veamos el estilo de Carrasquilla tomado de La Marquesa de Yolombó:

(pag. 32 y 21). En las noches brama el más funesto y espantoso de los enemigos en que creen a pie juntillas: El Bracamonte, incógnito y misterioso. Ningún ojo humano le ha visto, porque nunca sale de sus espesuras; mas, desde ellas, hace sus estragos; sus bramidos y balandros son tan pavorosos que, en oyéndolos, se echan a temblar los ganados y perecen entre horribles convulsiones. De cuanta peste sobrevenga en hatos y en corrales, tiene la culpa El Bracamonte. ¿Qué contra puede tener este malvado?… Recostado a la pared se aprecia un bastón que remata en una bola terráquea, con mares argénteos y continentes áureos. Esta pelota, y una carta de España, a la aguada, vuelta un cochambre por las moscas y una criba por las cucarachas, que decora la oficina de alcabalas, son todos los mapas que en Yolombó se conocen.

A su hija doña María de la Luz… la obesa y descomunal señora… «pueda ser que mi taita y el pendejo de Vicente no se pongan a negriar… lo que es al puerco de Vicente no se le escapa ni la bruja de Sacramento… como si no supiera yo lo indecentes que son los hombres»… y sigue concretándose en el hidepú de Fulano y el hidetal del Zutano porque doña María de la Luz no larga de su boca infanzona su palabreja favorita. (pag. 44 y 45). (La idea de Carrasquilla es ilustrarnos a una mujer muy mal hablada que no se saca el «hijueputa» de la boca, pero guardando las apariencias eufemísticas usadas por los escritores de la época. Ese «hijueputa» escrito ya no asusta a nadie).

El hombre se identifica, más que con su nación, con su terruño nativo; más que con éste, con su barrio; más que con su barrio, con su casa; más que con ella, con el gabinete particular donde más vive. El hombre cosmopolita o genial podrá identificarse con el universo mundo, por el espíritu; por el corazón se identificará siempre con un rincón cualquiera del planeta, con las cuatro paredes en donde lo amolde el hábito y lo vincule el cariño. (pag. 73).

El hablar de una negra, tomado de La Marquesa de Yolombó:

Ya lo vide, bien visto, de cerquita y le oí la prenuncia y echamos conversa y le menté a su Mercecita y hasta me regaló patacón. ¡Él es, Amita: ya lo sabe toíto el sitio! Su Mercé no lo vido sino de refilón. ¡Eso sí es Marqueso! ¡Tan apersonao y bien repartido y tan mandatario él y tan respetible, sin ser orgullento ni jaito; y con ese rostro tan perfeuto! Nu-está ni muchacho ni jecho; está, precisadamente, en el punto pa querelo a toda gana. La color es asina, medio cafioca; y tiene una boca y una dentadura y una zalamería, pa rise y hablar, que ¡no le digo más, Amita! (pag. 292 y 293).

El habla de un montañero, tomado de En la diestra de Dios Padre:

  1. «Que yo gane al juego siempre que me dé la gana». (pag. 47).
  2. «Que cuando vaya a morir me mande la muerte por delante y no a la traición». (pag. 47).
  3. «Que yo pueda detener al que quiera en el puesto que yo le señale y por el tiempo que a yo me parezca». (pag. 47).
  4. «Que su divina Majestá me dé la virtú de achiquitarme como a yo me dé la gana, hasta volverme tan chirringo como una hormiga». (pag. 48).
  5. «Yo quiero, ultimadamente, que Su Divina Majestá me conceda la gracia de que el Patas no me haga trampa en el juego». (pag. 48).

Hablar montañés en El Padre Casafús:

«¡Qué pesar traigo, doña Milagritos! —dícele el montañés—. Si´acaba de morir el padrecito Casafús. Quizque fue que trasantier llegaron unos confinaos de las malfias; y´uno d´ellos, qu´es muy rico, le mandó mucha plata al padrecito, y fue y las hermanas pusieron muchos potajes enteramente, y el padrecito…».

—¡No me digas más! —exclama ella, mirando el cielo al través de sus lágrimas—. ¡Murió de hartura! Se le veía. (pag. 94). (Textualmente dice: Si acaba de morir…, pero creemos que el si aquí no es una conjunción que denote suposición, sino una onomatopeya de «Seacaba» debida al hiato).

Palabras coloquiales tomadas de El Padre Casafús:

1 ¡María Santísima con el laborinto! (pag. 60). (Por laberinto).

2 Los domingos salían señoras al mercado a recoger limosnas en especias. (pag. 79). (Es posible que así les dijera el pueblo, pero el que habla aquí es el narrador, o sea Carrasquilla, que es hombre culto. «Especias» son condimentos. «Limosnas en especie», sería la palabra correcta. ¿Estaré equivocado?).

3 Se quedaban tamañitos. (pag. 9). (Encogidos de aprensión).

4 Miren que encontrarle la merijunjuña a ese avistrujo de Maleta. (pag. 10). (Encontrarle una habilidad a ese vago).

5 Calzado que se hubo los botines de vaqueta herrados con carramplones. (pag. 19). (La vaqueta es el cuero de la vaca curtido para la zapatería, y los «carramplones», esos trocitos de hierro fundidos, con taches en puntilla taches, como los de los guayos se clavaban en el tacón del zapato para evitar su desgaste y darles más durabilidad. Eran como las herraduras para los caballos. Los muchachos de hoy desconocen ese elemento).

Atrabilis
Amojamado
Tirabeque
Penates
Égida
Arrechuchos
Telémaco
Gollerías
Oliscadas
Supuesta (e hipócrita)
Compartos
Mielejeja
Amoló
Bedoya
Apropincua

En primer lugar hemos hablado de la característica de Carrasquilla de ser un notario de la palabra. En segundo lugar, Carrasquilla cultivó el arte de la conversación y presidió en Medellín y Bogotá grupos de tertulia de café que dejaron huella. La tertulia del café La Bastilla, a principios del siglo XX, giró a su alrededor y es natural. Era un hombre que podía hablar de cualquier tema, con propiedad. Que podía defender sus argumentos con vehemencia. Y que sabía expresarse con gracia. Cuando murió en 1940, a los 81 años, había dejado un sólido prestigio de escritor y de buen conversador. Una persona puede saber mucho de cualquier tema, pero no tener gracia para decirlo. Él la tenía. Entonces muchos llegaban a su mesa a conversar con él y a oírlo, desde tempranas horas de la noche, y podían verle la cara al sol conversando sin cansarse. Ese es un arte que se desarrolló en los tiempos en que no había luz eléctrica en el campo, no había radio, no había televisión, no había computador, no había Nintendo. Después de comer y de rezar el rosario, a la luz de una vela que medía las horas hasta que se consumía, los hijos se sentaban alrededor de sus abuelos y de los adultos de la familia a oír historias familiares y cuentos de espantos y cosas de todo orden. Así aprendían ellos mismos a conversar. No sucede hoy en día. No me sorprende que en días pasados me encontrara con el sobrino de un amigo en el bus y se me ocurriera ponerlo a dialogar:

¿Cómo te ha ido?
Bieeeen.
¿Qué tal tu estudio?
Bieeeen.
¿Vas muy adelante?
Psss, sí.
¿Y qué estás estudiando?
Comunicación social.

Ocurre con frecuencia. Se acerca alguien y dice:

¡Ah!, usted escribe, ¡qué bueno! Si yo le contara las cosas que a mí me han pasado. Con la historia de mi vida se puede escribir un libro.

Lo dijo Barba Jacob: Si acongoja un dolor a los humildes, / o si miran un monte, un río, un mar, / dicen tal vez: dichosos los poetas / porque todo lo pueden expresar.

Todos tenemos adentro una historia o muchas historias que quisiéramos contar. Todos podemos recordar algo de lo que nos contaban los abuelos o podemos recordar cuando llegamos a vivir por aquí y esto apenas eran mangas o cuando me trajeron a Medellín y me montaron en tranvía o una cantidad de cosas que están ocultas en la memoria y que podemos sacar de ahí. No estamos inventando el agua tibia, eso se ha hecho. Uno de los tres Jorge Franco que conocemos (Vélez, el de Hildebrando; Ramos, el de Rosario Tijeras), Jorge Franco Duque en Comfama ha reunido las conversaciones de los grupos del programa de la tercera edad y ha editado ya dos libros con esos recuerdos. Cada quien puede hacer de sus recuerdos un ejercicio de escritura para que esos recuerdos queden escritos y no se los lleve el viento. Cada quien puede ser notario de su tiempo.

* * * *

(Anexo con los títulos de sus obras completas)

TOMÁS CARRASQUILLA NARANJO, OBRAS COMPLETAS

Edición «Primer Centenario» de su nacimiento, en dos tomos, ordenada por la familia de don Tomás Carrasquilla y dirigida por don Benigno A. Gutiérrez. Editorial Bedout, 1958. Se imprimieron quinientos ejemplares numerados, en edición de lujo, uno de los cuales fue donado a la B. P. P.

PRELIMINARES:
1 Prólogo de Roberto Luis Jaramillo Velásquez
2 Informe del jurado calificador (Antonio Gómez Restrepo, Baldomero Sanín Cano y Jorge Zalamea) del Premio de Literatura y Ciencias Vergara y Vergara en 1935 a la novela Por Aguas y Pedrejones (Alfonso López Pumarejo, Presidente; Darío Echandía, Ministro de Educación)
3 Tomás Carrasquilla, por Antonio José «Ñito» Restrepo
4 Autobiografía, por Tomás Carrasquilla
5 Índice de obras publicadas por el autor

ÍNDICE DE OBRAS PUBLICADAS POR EL AUTOR:

1          Novelas:

1.1 Frutos de mi tierra: (Por la mañana-Historia antigua-Historia de la edad media-Las queseras del medio-Un cuarto alegre-Otro ídem-La venganza-Estrofas y pescozones-Después de un gusto-La mar de cosas-Bilis y atrabilis-Milagro disputado-La cueva de Montesinos-Galita lee-Llegada-César Pinto-En el Tabor-De claro en claro-Los baúles-Leña seca-Topetón-Los tres Pachos-Encadenado-Nostalgia-Amor del alma-Ilusiones y realidades-Idilio-El vuelo-¡Es un sueño! El oráculo de doña Chepa)
1.2 La marquesa de Yolombó
1.3 El padre Casafús (o Luterito)
1.4 Salve, Regina
1.5 Entrañas de niño
1.6 Grandeza
1.7 El Zarco
1.8 Ligia Cruz (acuarela)
1.9 Por aguas y pedrejones

2          Cuentos:

2.1 En la diestra de Dios Padre
2.2 Simón, el mago
2.3 Blanca (Carrasquilla Naranjo)
2.4 Dimitas Arias
2.5 El ánima sola
2.6 San Antoñito
2.7 ¡A la plata!
2.8 Mirra (fragmento)
2.9 El prefacio de Francisco Vera
2.10 El ángel
2.11 El gran premio
2.12 La perla
2.13 El rifle
2.14 La mata
2.15 Esta sí es bola
2.16 Rogelio

3          Acuarelas:

3.1 El hijo de la dicha
3.2 Ligia Cruz (novela)
3.3 Palonegro
3.4 Fulgor de un instante
3.5 Los Cirineos
3.6 Regodeos seniles
3.7 Superhombre
3.8 Tranquilidad filosófica
3.9 Por Jesús, recién nacido

4          Crónicas:

4.1 El guarzo
4.2 El baile blanco
4.3 Alas
4.4 ¡Ave, oh vulgo!
4.5 ¡Ave, urbe capitolina!
4.6 Gris
4.7 La justiciera
4.8 Flores
4.9 Los toros
4.10 El buen cine
4.11 Almas
4.12 Abejas
4.13 Invernal
4.14 Resurrección
4.15 Pro Patria
4.16 ¡Sursum corda!
4.17 Escobas
4.18 «Venenete»
4.19 Diciembre
4.20 Humo
4.21 Semana Santa
4.22 Sábado
4.23 Techo

5          Ensayos:

5.1 Liceos
5.2 La sencillez en la ciencia
5.3 La sencillez en el arte
5.4 La sencillez en la vida
5.5 Sobre Berrío
5.6 Tonterías

6          Teatro:

6.1 Alabanza a Virginia Fábregas
6.2 Guadalupe, la blanca
6.3 Reconquista
6.4 Maestá
6.5 Zazá

7          Medellín (Crónica urbana):

7.1 Ermita
7.2 Por fuera
7.3 Por más afuera
7.4 Sus pueblos
7.5 El río
7.6 Arrabales
7.7 La Quebrada
7.8 El alto de las cruces
7.9 Camellones
7.10 Las calles
7.11 Parques
7.12 Plazas
7.13 Iglesias viejas
7.14 Iglesias nuevas
7.15 Aguas
7.16 Enredos e incongruencias

8          Otros

8.1 Hace tiempos (Memorias de Ely Gamboa)
8.2 Por cumbres y cañadas
8.3 Del monte a la ciudad
8.4 Grandeza
8.5 De tejas arriba (folclore antioqueño)

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Cronopio para pensar es un espacio en el que encontraremos diferentes escritos de autores y amigos de la Editorial Libros para pensar.

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Orlando Ramírez Casas (Orcasas). Nació el 2 de octubre de 1945 en Medellín, donde reside. Casado y padre de dos hijos, trabajó en la empresa privada y en la actualidad está jubilado. Asistió a los talleres de escritura literaria del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, orientados por Mario Escobar Velásquez; a los de Comfenalco, orientados por Carlos Sánchez Ocampo, Pedro Arturo Estrada Zapata, y Oscar Castro García; y a los de la Biblioteca Pública Piloto, orientados por Jairo Morales Henao. Con posterioridad a la escritura de «Retazos», el autor publicó los libros «En Altavista se acaba Medellín» y «Buenos Aires, portón de Medellín», y ha sido colaborador ocasional en periódicos, revistas, y libros compilados de autores colectivos. Mantiene el blog Postigo de Orcasas, y una sección permanente con el mismo nombre como columnista de la revista trimestral Melómanos Documentos, de Cali.

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