Sociedad Cronopio

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¿POBRE EL QUE SE ENFERMA?

Por Jairo Espejo*

Antes de realizar cualquier tipo de análisis objetivo sobre  las consecuencias de los decretos de emergencia social, emitidos por el gobierno nacional, se deben entender razones por las cuales se ha llegado hasta este punto. La opinión pública, los estudiantes de medicina y  los gremios de la salud privada y pública del país, llegan al consenso unánime de que los decretos son un atentado contra los médicos y la salud de los 42 millones de colombianos. Principalmente, porque los primeros sienten la presión de abandonar su autonomía profesional para adoptar un recetario tipo «check point», y los segundos porque sienten miedo de enfermarse.

Estas posiciones de la población son válidas y tienen derecho de tener un espacio público para hacerse escuchar. La pregunta ahora es ¿Cuánta y qué tipo de información conoce la ciudadanía de la verdadera naturaleza de los decretos? La realidad es cruel, pues parece que la redacción de esos decretos fuera para el entendimiento de doctores en salud. El pueblo es ignorante y el Estado parece no entenderlo.

Esta ignorancia generalizada en la población puede crear ambientes que no ayudan a solucionar el problema y que al contrario lo nutren de forma que en las calles se escuchan protestas impulsadas por el miedo, las enfermedades y el sentimiento humano de que algo los está perjudicando. Ellos no tienen la culpa, ya que están respondiendo de la forma más humana como lo haría cualquier colectividad.

Los responsables son los que se encargan de redactar los decretos con palabras y conceptos ambiguos que hasta el presidente de la República encuentra confusos. Entonces imagínese lo que la gente del común puede entender acerca del tema. Para bienestar de las madres, de los padres, del señor de la tienda del barrio, de la señora que nos ayuda en la casa y de muchas personas que tiene este país. Cada uno de nosotros tiene el deber de explicar en palabras sencillas la realidad de la emergencia social.

El tema relevante es que el sistema de salud en Colombia es inviable financieramente, es decir, el dinero destinado para la salud por parte del gobierno no alcanza a cubrir la demanda de servicios de salud de los colombianos. Tanto los médicos como los jueces encargados de resolver las tutelas están tomando sus decisiones sin consultar la realidad de los recursos para la salud. Los médicos, por su parte, están haciendo su trabajo sin tomar ninguna precaución financiera, es decir, están dando la orden de exámenes de alto costo sin la suficiente evidencia científica. Mientras tanto, los jueces están aplicando las leyes que rigen la salud colombiana sin detenerse a pensar si éstas realmente están sincronizadas con la salud financiera del sistema. El debate se presenta por la naturaleza de las  anteriores situaciones, ya que tanto los médicos y jueces se rigen por normas que ellos no crearon. Sencillamente están cumpliendo con su deber para el cual han sido contratados.

El verdadero problema no está en las acciones de médicos y jueces, sino en la falta de información del sistema ante temas tan relevantes como lo son las causas de las enfermedades de los colombianos y los verdaderos costes de sus procedimientos. Especialmente es necesaria la creación de un P.O.S. (Plan Obligatorio de Salud) que se amolde a las necesidades de la población y a las capacidades financieras del Estado colombiano.

El país necesita entender que los decretos de salud están elaborados con el fin de solucionar los problemas arriba expuestos, y que el análisis se debe hacer como un beneficio para todo el sistema de salud del país y no como respuesta a necesidades individuales. Es notable que el estado colombiano haya entendido que el sistema de salud no es viable financieramente ni a corto ni a largo plazo y que haya desarrollado herramientas para solucionarlo. No quiere decir que el Estado no tenga la culpa por los inconvenientes generados, pero es válido que esté dispuesto a corregir su error.

Estudios realizados han demostrado que la población del país estará envejeciendo hasta el año 2030 lo que generará un aumento del costo de mantenerse con buena salud, por lo tanto es clave hacer un alto en el camino y redireccionar la ruta para no tener lamentaciones en el futuro.

Luego de que el Estado ha entendido la inestabilidad del sistema financiero de la salud, éste se debe solventar mediante algún mecanismo. De tiempo atrás se encontró en las actividades que atentan contra la salud: los juegos de azar, los licores y los cigarrillos; los recursos para financiar el sistema. A todos ellos se les «clava» un impuesto que individualmente trae leves reacciones en los empresarios de esta industria y que en su conjunto aportarán gigantes recursos para mejorar la atención del sistema de salud.

Esto deja claro que para recuperar la estabilidad del sistema financiero de la salud todos debemos meternos la mano al bolsillo para así contribuir a que los decretos de la emergencia social contribuyan a que 25 millones de colombianos sigan teniendo acceso al régimen subsidiado y que los 4 millones restantes puedan ingresar con la viabilidad del sistema en un futuro no muy lejano.

En conclusión el ministerio de protección social en cabeza del ministro Diego Palacios, el Estado y las instituciones de la salud colombiana, aunque tarde, han elaborado un plan de salvamento para el inviable sistema de salud colombiano. El déficit se puede convertir en algo tan gigante que la salud de millones de colombianos puede verse perjudicada y por lo tanto es deber del Estado actuar por sus ciudadanos.

El escenario no es el mejor para ninguno de las actores de esta película. Hospitales, médicos, trabajadores, EPS y el Estado deberán cooperar para mejorar la situación. En general el problema ha llevado a que las soluciones perjudiquen el bien individual a favor del colectivo y que por lo tanto los individuos se lleven consigo una enseñanza de que  pertenecen a un conjunto de personas y no a la soledad del individuo.

Entonces lo importante es crear conciencia en la sociedad de lo que está sucediendo y a partir de ahí escuchar opiniones y fortalecer uniones de una verdadera sociedad del siglo XXI que entiende su realidad y desarrolla formas para mejorarla.

Tranquilo, enfermarse no es sólo problema de pobres.
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* Jairo Espejo es estudiante de economía y administración de empresas de la Universidad de los Andes. Ha participado en la Revista Económica Supuestos.

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