EL ALEPH, LA MULTIPLICIDAD INFINITA DEL UNIVERSO
Por Fernando Andrés Chelle Pujolar*
El Aleph, de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, Suiza, 14 de junio de 1986) es considerado por cierta parte de la crítica literaria mundial como una de las mejores ficciones del siglo XX. El texto fue publicado por vez primera en la revista Sur en el año 1945 y posteriormente formó parte del libro homónimo que publicó la Editorial Emecé de Buenos Aires en 1949.
Este cuento paradigmático de la literatura borgiana, es el que cierra un libro que contiene diecisiete relatos, en el que cada uno de ellos trata sobre algún conjunto en particular (sobre algún catálogo) y donde se encuentran los temas más recurrentes del autor argentino: el tiempo, la muerte, la inmortalidad, la búsqueda del conocimiento vinculada a la curiosidad, la cábala, los laberintos, las bibliotecas, la referencia a diferentes obras del canon universal, la incapacidad del ser humano de enfrentarse a la eternidad, el universo, la infinitud, los dioses, el azar, entre otros.
La obra toma el nombre del símbolo matemático א (número álef) que señala el tamaño de conjuntos infinitos y que para las doctrinas místicas de la Cábala significa la multiplicidad infinita del universo. En esta primera letra del alfabeto hebreo, los místicos judíos vieron la raíz espiritual de todas las letras, una letra que las contiene a todas y por ende contiene todos los elementos del lenguaje humano. Según esta tradición la letra (álef) es un símbolo del universo y de la voluntad divina ya que fue la única letra que los mortales escucharon de la voz de Dios.
Este cuento de Borges, donde confluye lo tradicional y lo metafísico, está escrito con una prosa, si bien profunda, sobria, fácil de leer, posee la virtud de abordar temas sumamente complejos en tramas sencillas. Si bien se recrea una experiencia trascendental, la narración es simple, lineal.
Está narrado en primera persona por un narrador protagonista, que curiosamente tiene el mismo apellido que el autor, esto no es más que un juego que utiliza el escritor de la narración que ayuda a que aparezcan desdibujados los parámetros que separan la realidad de la ficción y que se suma a otros elementos de carácter verosímil que aparecen en el texto y que forman parte de una realidad reconocible.
Esta obra tiene como principal tema la experiencia del enfrentamiento de un individuo —en este caso el narrador protagonista— con el infinito, representado en un objeto llamado el Aleph, que no es otra cosa que un punto en el universo (microcosmos) que contiene a su vez todos los puntos del universo (macrocosmos). Borges–autor ha utilizado en este relato de características fantásticas un procedimiento consistente en ubicar un objeto de características simbólicas en un ámbito cotidiano y real como es un sótano en plena ciudad de Buenos Aires. Lo fantástico se caracteriza por incluir lo sobrenatural en lo cotidiano, en el caso de este cuento no solo es que se narran acontecimientos completamente realistas sino que estos acontecimientos están anclados en una realidad perfectamente reconocible, verosímil. Allí está no solo la ciudad de Buenos Aires, sino también el barrio Constitución, los nombres de autores como Juan Crisóstomo Lafinur y Pedro Henríquez Ureña entre otras referencias del mundo real; esto le permite jugar con una realidad verosímil, ficcionalizarla [sic] y luego adentrarse en otra dimensión fantástica que es donde se encuentra el Aleph.
A la hora de describir la multiplicidad de las cosas del universo que refleja el Aleph el narrador se enfrenta a la imposibilidad de hacerlo de forma completa mediante un instrumento tan limitado como el lenguaje humano y por esa razón es que acude a enumeraciones caóticas que de alguna manera lo acercan a una sucesión interminable. Pero si bien este es el tema central del relato hay otros dos que también forman parte del eje narrativo del cuento, ellos son la relación de amor frustrado entre Borges–protagonista y la desaparecida Beatriz Viterbo y por otro lado la relación de carácter personal y literario que mantiene Borges–protagonista con el primo de Beatriz, Carlos Argentino Daneri.
El relato se podría dividir en tres momentos: en primer lugar, los hechos que suceden en la vida del protagonista antes de la contemplación del Aleph; luego, la contemplación propiamente dicha y, por último, las reflexiones que despierta en el personaje la contemplación del maravilloso objeto.
Luego de dos breves citas, una tomada de Shakespeare y otra del Leviatán, comienza el relato haciendo referencia a la muerte de Beatriz Viterbo, amiga del narrador protagonista. En la primera parte del relato, que se corresponde con los hechos que le suceden a Borges–protagonista antes de la contemplación del Aleph, el personaje nos cuenta como se fue haciendo un visitante frecuente de la casa de su difunta amiga, lugar donde se encuentra con el padre de Beatriz y fundamentalmente con su primo, Carlos Argentino Daneri, autor de un poema titulado «La tierra» con el que intenta mostrar toda la redondez del planeta. El personaje Borges mantiene extensas charlas con Daneri que le sirven al Borges–autor para dar sus puntos de vista sobre diferentes conceptos referentes al mundo literario. Satíricamente el autor ha creado un personaje como Daneri que es quien personifica dentro de la narración la imagen de un seudo–poeta, consagrado por premios nacionales, es indudable la crítica implícita que se hace a la mala literatura por parte de Borges ya que las estrofas transcritas del primo de Beatriz y que este considera valiosas, no son más que torpes versificaciones extravagantes. En una ocasión, Daneri llama por teléfono a Borges para invitarlo a tomar la leche en el bar de Zunino y de Zungri, los propietarios de la casa de la calle Garay donde tradicionalmente había vivido. Allí le lee algunas estrofas del poema y Borges teme que Daneri termine pidiendo que le prologue el libro, cosa que no sucede ya que el pedido que le hace apunta a que Borges funcione como un intermediario con el escritor Álvaro Melián Lafinur, para que este último prologue la obra. En una primera instancia Borges acepta cumplir la función de intermediario y hablar con Lafinur, pero una vez que se despide de Carlos Argentino Daneri lo piensa mejor y decide no hacerlo y hacerse responsable de su decisión. Meses después Borges recibe otro llamado de un desesperado Daneri quien le cuenta que Zunino y Zungri planeaban derrumbar la casa de la calle Garay, lugar donde, le cuenta a modo de confesión, hay en el sótano un Aleph, un espacio donde se confunden todos los espacios del orbe, el cual había descubierto desde niño y ahora le era necesario para culminar una novela que estaba escribiendo. Ante estas palabras, Borges se sintió tentado de ir inmediatamente a conocer el maravilloso objeto. Una vez en la casa, Daneri ofrece a Borges una copa de coñac, lo invita a bajar al sótano y le indica la posición que debe adoptar para poder contemplar el Aleph. Por un momento Borges sospecha que Daneri lo quiere matar y que su curiosidad lo había hecho caer en la trampa, pero nada de eso sucedió sino que al cabo de seguir los pasos que Daneri le había indicado para poder ver el objeto, finalmente pudo contemplar el universo en un punto preciso. Así es que el maravillado protagonista ve una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, un objeto donde se refleja el Todo, sin límite de espacio y donde el tiempo son todos los tiempos fusionados en una realidad simultánea, ve diversos sitios de diferentes lugares, ve el pasado, el presente y el futuro y accede en ese momento a los más recónditos secretos que guarda el universo. La fantástica contemplación, hace sentir al protagonista infinita veneración e infinita lástima y solo atina a decirle a Daneri, quien busca la complicidad de su invitado: «Formidable. Sí, formidable». Borges elige no hablar con su anfitrión de la magnífica visión y lo termina instando a que finalmente aproveche la demolición de la casa para alejarse definitivamente del Aleph. Nunca sabemos si son coincidentes las visiones que tienen ambos personajes acerca del Aleph, Borges opta por no contestar la pregunta que le hace Daneri «—¿Lo viste todo bien, en colores?»
El cuento finaliza con una posdata donde el protagonista informa que la casa fue finalmente demolida en 1943 y por ende el Aleph fue destruido. También hace referencia a la suerte que corrió Daneri como escritor y a dos circunstancias sobre la naturaleza del Aleph, una sobre su origen y otra sobre su posible falsedad, estas reflexiones están basadas en citas de algunos textos de autores clásicos y de otros contemporáneos. A las distintas hipótesis sobre lo sucedido con el objeto, el protagonista suma la posibilidad de que lo haya visto pero lo haya olvidado.
Es innegable el paralelismo que se podría establecer en este relato con algunos pasajes de obras como «La Divina Comedia» de Dante Alighieri, donde Beatriz Viterbo sería comparable a Beatriz Portinari, porque es gracias a ella que Borges al igual que Dante puede llegar a la divinidad, en este caso representada en el Aleph. Algo similar sucedería con «La República» de Platón, donde se podría comparar el descenso al sótano con el mito de la caverna, donde los personajes están inmóviles y ven imágenes que vienen a sustituir la realidad; pero tanto estos paralelismos como las numerosas posibles interpretaciones que podemos hacer del cuento desde distintos puntos de vista que irían desde lo literario, pasando por lo filosófico y lo teológico serían parte de un estudio que excede a este artículo que ha intentado ser simplemente un acercamiento a un texto imprescindible en la literatura del pasado siglo.
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Este artículo forma parte del libro El cuento fantástico en el Río de la Plata, del mismo autor.
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* Fernando Andrés Chelle Pujolar (Mercedes, Uruguay 1976) es profesor de literatura en Uruguay (en los departamentos de Soriano, Montevideo y Canelones). En el año 2011 se radica en Colombia, en el Departamento Norte de Santander, en la ciudad de Cúcuta, donde se ha desempeñado como Profesor de Lengua Castellana en el Colegio Sagrados Corazones, como corrector de estilo en la Universidad Francisco de Paula Santander y como docente universitario al frente de la Cátedra de la asignatura Competencias Comunicativas de la Universidad Simón Bolívar Extensión Cúcuta. Fernando Chelle es poeta, ensayista, corrector de estilo y crítico literario. Autor de los libros, Poesía de los pájaros pintados (Colombia 2013) y Curso general de lectoescritura y corrección de estilo, guía para formular escritos correctos (Colombia 2014). Ha sido corrector de estilo de las revistas, Respuestas (Universidad Francisco de Paula Santander, Norte de Santander, Colombia) y Fronteras del saber (Universidad Simón Bolívar Extensión Cúcuta) como también Director de Contenido y Redacción del Periódico El Libertador (Universidad Simón Bolívar Extensión Cúcuta). Sus ensayos y críticas literarias se han publicado en diversas revistas, periódicos y portales literarios de diferentes países. Blog del autor: Palabra escrita