EL AUGURIO DE CELESTE
Por María del Rocío Vallejo-Alegre*
«Nadie nace odiando a otra persona
por el color de su piel o su origen o su religión»
(Nelson Mandela)
Discutiendo el libro «Our Missing Hearts», de Celeste Ng.
«Nuestros corazones perdidos», la novela de Celeste Ng, me transportó a los primeros días de marzo de 2020. Las vacaciones de primavera están por empezar y al igual que en el resto del mundo, el desconcierto en todos los pasillos de la universidad era palpable. Tom, uno de mis estudiantes, me dijo: «mis padres no quieren que regrese a la Ciudad de Nueva York durante las vacaciones. Prefieren que me quede en la universidad». No alcancé a comprender. Con el caos y la incertidumbre que estamos viviendo, ¿por qué tus padres prefieren que te quedes en la universidad?, le pregunté. Su respuesta me dejó helada. Mis padres son de China y empiezan a haber brotes de violencia contra nosotros, pues nos culpan del virus. No podía aceptarlo, esta situación era absurda. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia. La universidad cerró, todos los estudiantes fueron enviados a su casa y las clases continuaron en línea. El proyecto que Tom estaba trabajando conmigo se canceló. Era su último semestre en la universidad. No volví a saber de él. Sin embargo, cada vez que veía las noticias escuchaba las recurrentes menciones de Donald Trump al «virus chino». Pronto el mundo completo siguió sus pasos y es así como la palabra «Si·no·pho·bi·a» (1) empezó a ser encabezado de artículos y reportajes.
Han pasado tres años y tristemente este fin de semana escuché el monólogo presentado por Dan Bongino, en el noticiero de FOX, atribuyendo a China «El crimen del siglo», COVID-19. Obviamente para él China es la responsable, no solamente del número de vidas perdidas sino también de la crisis económica producida y todas sus consecuencias. ¡Podrán imaginar mi indignación! Nuevamente la misma absurda situación de la que me habló Tom. Aún más impactante fue cómo el presentador fue capaz de borrar al resto del mundo y particularizar «el crimen del siglo» exclusivamente para los Estados Unidos. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Pareciese que la distopía que nos presenta «Nuestros corazones perdidos» no es tan descabellada como puede haber creído.
La novela nos muestra un escenario en el que Estados Unidos establece una serie de medidas represoras ante todo lo chino y/o asiático, justificando actos de violencia, la desaparición de la libertad de expresión y utilización de la «separación familiar» como control político. La correlación de estos hechos con nuestra realidad es impactante. La narrativa utilizada por Bongino responsabiliza directamente a China de la crisis económica que Estados Unidos está enfrentando. Imagínense las dimensiones que esta situación podría alcanzar si se sigue alimentando esta culpabilidad, este enojo, esta fobia. Ahora imaginen las dimensiones de esta locura cuando para el año 2060 se proyecta que los inmigrantes asiáticos sean el principal grupo étnico, con unos 46 millones de miembros (2) en el país. Por muy absurdo que parezca, de seguir alimentando esta fobia, no es nada descabellado que en pleno siglo XXI el racismo sería capaz de controlar a toda una nación, como nos augura Celeste Neg en su novela.
El racismo es definido por la RAE como la creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social. Pep Ruf i Aixas nos explica, que las sociedades se han construido siempre a partir de las relaciones de dominación y obediencia colectiva. Este mecanismo opera de maneras obvias o sutiles, pero siempre con un patrón común: una mayoría numérica establece unos rasgos cualitativos que se tienen que cumplir para ser aceptado y delimita las diferencias excluyentes que identifican y clasifican a los segregados (3). Desafortunadamente, en este momento, como todos bien sabemos, Estados Unidos está dividido. Por una parte, Trump nos demostró como los sentimientos de racismo y xenófobos están enraizados en un sector de nuestra sociedad y que con la correcta «motivación» podrían generar alguna situación semejante al asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Por otra parte, con base en los resultados de las últimas elecciones presidenciales podemos asegurar que existe una mayoría en la nación que valora la equidad, diversidad e integración de la sociedad. Soy testigo de los grandes esfuerzos que se están realizando para establecer estos valores como rasgos cualitativos de la sociedad estadounidense. Sin embargo, Etienne Balibar agrega una variable al concepto de racismo que explica el «porqué» esta mayoría numérica podría cambiar. Una variable que me hace temblar, «el poder».
Para Balibar, el racismo, históricamente es una configuración ideológica sucesiva claramente vinculada a conflictos culturales y a la práctica de la violencia (en particular de la violencia de Estado). Cada una de estas configuraciones presenta la tensión y los antagonismos de una vasta empresa de dominación universal (4). El término «dominación universal» parece el «sueño» de alguno de los villanos de los comics de Marvel, algo que podría ser completamente ficticio. Tristemente la historia del ser humano nos brinda numerosos ejemplos de que este «sueño» no es ficción, es una cruel realidad. Basta que veamos nuestra historia para comprobarlo… el Imperio Romano, la Cristiandad, la expansión europea, los nacionalismos… por mencionar algunos ejemplos.
Desde la pandemia y la subsecuente crisis económica hemos visto como el equilibrio del poder mundial está cambiando. Es fácil comprender los intereses existentes por mantener los privilegios que disfrutamos y por no alterar el statu quo que gozamos. A mi juicio esta es la verdadera razón que da origen al racismo, a la xenofobia, a la «sinophobia», etc… El miedo de perder nuestra posición privilegiada, de perder el poder que poseemos. Este miedo nos lleva a buscar un chivo expiatorio, alguien a quién culpar. Obviamente alguien que a nuestro juicio amenaza con quitarnos esos privilegios que consideramos propios. Desafortunadamente como seres humanos cualquiera de nosotros puede ser ese villano. Aunque resulta mucho más sencillo pensar que los otros lo son en el instante en que vemos que nuestro statu quo se ve alterado, que nuestros privilegios se ven afectados.
Observemos la retórica que se utiliza: China es la responsable del COVID-19, ni siquiera se culpa a su dirigente Xi Jinping o al director del laboratorio de Wuhan donde se cree que inició todo. Se culpa a toda una nación. «China ha cometido el crimen del siglo», China es culpable, China es el villano contra el que debemos luchar. Si esto no fuese suficientemente un absurdo, no solo voy a culpar a la nación, sino a todos aquellos descendientes de esta nación. Así que tristemente no me importa si eres ciudadano estadounidense, si tus características físicas me hacen pensar que eres de China, has sido juzgado, eres culpable de lo que estoy viviendo. Te hago el centro de mi enojo, mi rencor y mi frustración. No importa que seas la tercera generación que radica en este país, o que nunca hayas puesto un pie en China. Tus características físicas corresponden a la imagen que tengo de las personas de China y por ello eres culpable del COVID-19, las pérdidas humanas, la depresión económica, el cierre de negocios, el desempleo y todas las demás consecuencias que se me ocurran. Mi ignorancia es tal que no me permite distinguir entre chinos, coreanos, japoneses… Así que ya no culpo solo a una nación, ahora culpo a todo un continente y es así como los sentimientos antiasiáticos se extienden. Prueba de esto son los datos ofrecidos por la organización Stop AAPI Hate. Solamente entre marzo y diciembre de 2020, Estados Unidos registró 2.808 denuncias, resultado de esta «sinofobia». De estos ataques 8,7% involucraron agresiones físicas y 71% supuso acoso verbal (5). Esta era la razón por la que los padres de Tom deseaban que su hijo se quedara protegido en la villa universitaria de Geneseo y que no regresara a la ciudad de Nueva York.
«Nuestros corazones perdidos» Justamente expone este sentimiento antiasiático llevado a sus máximas consecuencias en una sociedad. Irónicamente el presidente en la novela continuamente aclara que la persecución no es debido a la raza, es sobre patriotismo y la mentalidad antipatriótica de las personas (página 9). Podríamos juzgar como fantasiosa esta situación. Desgraciadamente, la historia nos dice que la imaginación de Neg no está nada fuera de la realidad, ya lo hemos hecho en el pasado. Así que si continuamos alimentando esta fobia el augurio podría cumplirse.
Remontémonos a finales del siglo XIX y veremos que esta fobia al «peligro amarillo» como algunos suelen llamarlo, lleva rondando en esta nación ya por un largo periodo de tiempo. Al grado tal que en 1875 se creó la Ley Page para restringir la inmigración china, y en 1882 la Ley de Exclusión China para detenerla (6), siendo esta la primera ley en Estados Unidos que prohibió la inmigración basada únicamente en la raza, contradiciendo los principios con los que esta nación se fundó:
«Todos los Hombres son creados iguales,
que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables,
que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad.
Que para asegurar estos Derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres, los cuales derivan sus Poderes legítimos del Consentimiento de los Gobernados».
(Declaración de Independencia de Estados Unidos de América, 1776).
También la historia nos muestra lo vulnerable que es el sistema ante la depresión económica y la pérdida de empleos. Durante la Gran Depresión, el secretario de Trabajo William N. Doak buscando crear más trabajos para los estadounidenses realizó la «repatriación» de un millón de personas mexicanas, siendo aproximadamente el 60% de los deportados ciudadanos estadounidenses (6). Ahora, esta situación toma otra dimensión cuando el tema es la seguridad nacional. En esta situación nuestra vulnerabilidad es aún más sensible. Ejemplo de ello es la Orden Ejecutiva 9066 en 1942, que autorizó a los comandantes militares a excluir a los civiles de las áreas militares. Aunque el lenguaje de la orden no especificaba ningún grupo étnico, sino naciones enemigas (Alemania, Italia y Japón). Se procedió a anunciar toques de queda que incluían solo a estadounidenses de origen japonés llegando a crear campos de internamiento para ellos (6). La mayoría de los enviados a los campos de concentración, cerca de 80 mil personas, eran ciudadanos norteamericanos por nacimiento (7), pero lo que los diferenciaba eran sus rasgos físicos. Otro ejemplo, en pleno siglo XXI, lo encontramos en las múltiples órdenes ejecutivas emitidas por Trump al iniciar su periodo presidencial. Estas órdenes detenían la emisión de visas a inmigrantes y no inmigrantes de varios países de mayoría musulmana, basándose en la afirmación de que serían perjudiciales para la seguridad nacional (6).
El segundo factor del augurio que «Nuestros corazones perdidos» nos plantea son las medidas gubernamentales que coartan la libertad en favor de una supuesta seguridad nacional o preservación de unos valores determinados. La novela nos habla de defender el patriotismo, de «Preservar la Cultura Americana y sus Tradiciones» (PACT) (página 10). Desafortunadamente este escenario ficticio, me resultó conocido. Me recordó la guerra fría y la horrible cacería de todo aquel que fuese presuntamente comunista. Varias leyes y decretos se establecieron durante esta época para justificar dicha cacería. Por citar un ejemplo hablaré del «Decreto 9835» que permitió la investigación de la lealtad de los empleados federales afectando a 6,6 millones de personas entre 1947 y 1952 (8). También es en esta época cuando se crean comités y grupos de vigilancia privados para los «antiamericanos». El paralelismo es claro, «antipatriotas» son como se identifican en la novela. Durante la cacería comunista, al igual que en la novela, existen arrestos, interrogatorios indiscriminados y la violación de derechos humanos. En la vida real se habla de algunas ejecuciones, como la del famoso matrimonio de Ethel y Julius Rosenberg, ambos militantes del Partido Comunista y acusados de pasar la fórmula secreta de la bomba atómica a la URSS (8). En la novela se habla de familias o hijos reubicados que nunca son localizados y de la desaparición de Margaret, la protagonista, dejando entrever la posibilidad de un fin muy similar al del matrimonio Rosenberg.
La desaparición de libros resulta una práctica común a lo largo de la historia de la humanidad, este es el tercer factor que Neg nos presenta en su novela. Censura utilizada hoy en día por los ultraconservadores estadounidenses. El fenómeno ha sido reportado por la American Library Association, entidad que lleva varias décadas documentando los volúmenes que son víctimas de censura. Señalando que, desde la cacería comunista, jamás había visto la persecución que se está llevando actualmente (9). Como si esto no fuera suficiente, debemos reconocer la fuerte estocada que en materia de libertad de prensa y de expresión ha sufrido la nación durante los cuatro años de Trump en el poder. Aunque Joe Biden ha expresado su deseo de que Estados Unidos recupere su estatus de modelo de la libertad de expresión, una voluntad que se ha traducido en la restauración de ruedas de prensa periódicas de la Casa Blanca y de la agencia federal. Existen problemas aún sin resolver, como el puñado de acaudalados propietarios que monopolizan y polarizan los medios, la desaparición de la información local o el debilitamiento del periodismo y de la democracia, provocado por las plataformas digitales y las redes sociales (10).
Recapitulemos y veamos la simetría entre la novela y nuestra realidad. «Nuestros corazones perdidos» establece que el origen del problema es la depresión económica la que lleva a desarrollar los sentimientos antiasiáticos. Nunca se especifica la relación de la depresión económica con los sentimientos antiasiáticos. Sin embargo, nosotros conocemos la excusa del «COVID-19». Contamos con el mismo responsable: «China». Y obviamente la misma razón: el cambio en la balanza de poderes. El pasado nos demuestra que somos capaces de romper nuestras propias reglas y traicionarnos en aras de mantener nuestro statu quo, probando que el sistema puede ser manipulado bajo falsos conceptos o promesas. Todo esto confirma que la sociedad imaginaria, que nos plantea Neg, bajo un poder totalitario antiasiático es completamente factible. No obstante, nos falta analizar el «cómo» esta sociedad ha podido ser doblegada y este es el cuarto factor que la autora nos presenta: la «separación familiar».
Esta práctica ha logrado históricamente el dominio deseado y el silencio requerido. Todos aquellos que son padres, comprenden muy bien el poder de esta arma. Qué no daríamos por nuestros hijos, son el tesoro más grande que poseemos. Justamente son nuestros hijos los «corazones perdidos» que PACT (Preservar la Cultura Americana y sus Tradiciones) utiliza para lograr la sumisión en la novela. Un arma de doble filo. Por un lado, tenemos el temor de perder a nuestros hijos. Por el otro, tenemos el pánico de que, habiendo perdido a nuestros hijos, no contemos con la posibilidad de recuperarlos. Así que guardamos silencio y nos doblegamos al sistema. Desgraciadamente, esta es un arma que se ha utilizado como un control político a través de la historia de Estados Unidos. Este es el punto álgido en el que Celeste Neg desea que nos centremos, como ella misma nos explica en sus notas.
Recordemos en qué momentos esta política se ha aplicado. Empecemos por la separación que sufrieron las familias de color durante la esclavitud, donde se arrancaba a los bebés de sus madres cuando ellas o sus hijos eran vendidos como esclavos (11). Tras la abolición de la esclavitud, a finales del siglo XIX, se volvió a adoptar una política oficial de separación de familias obligando a los niños indígenas a internarse en escuelas administradas por el gobierno o la iglesia. El fundador de uno de estos internados, el capitán Richard Pratt, explicó con toda claridad su objetivo: «Matar al indio y salvar al hombre» (11).
Hoy en día los sistemas de bienestar infantil enfrentan una gran crisis que requiere atención y acciones inmediatas. Investigaciones por parte de Human Rights Watch y la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), demuestran que estos sistemas tratan con demasiada frecuencia la pobreza como base para las acusaciones de negligencia y las decisiones de separar a los niños de sus padres injustamente, lo que tiene un impacto desproporcionado en las familias negras e indígenas (12).
Y qué opinan del caso más reciente que causó sobresalto en el mundo entero y que todos ustedes recordaran: la separación de las familias migrantes en la frontera sur en el 2020. Ninguna ley ni reglamentación federal exige que los niños sean separados, en forma sistemática, de los miembros de su familia extendida al ser aprehendidos en la frontera, y tampoco existe obligación de separar a los menores de sus padres, salvo que el padre o la madre represente una amenaza para el niño o la niña (13). Sin embargo, los intereses nuevamente doblegaron al sistema.
Todas las cartas están en la mesa, y la perspectiva no es nada agradable. La correlación entre la novela y la realidad es espeluznante. Podríamos cambiar nuestra narrativa para que el augurio no se lleve a la realidad. Podríamos empezar dejando de establecer generalizaciones. No todos los chinos son los responsables del COVID-19. Dejemos de crear un resentimiento hacia toda una nación, a un continente y sus descendientes. Aprendamos de nuestros errores y no nos dejemos manipular por el miedo.
Si pudiésemos aniquilar al villano que busca la dominación universal y lucháramos por hacer realidad que «Todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad» en el mundo, no solamente en un estado o en un país. Quizás podríamos romper el augurio de Celeste Neg.
NOTAS:
(1) Utilizo la palabra «senophia» en inglés debido a que aún no está registrada por la RAE.
(2) Redacción Voz de América, Población asiática en EE. UU. aumentó a 24 millones de personas, 2021
(3) Pep Ruf i Aixas, El miedo al diferente, La Vanguardia, Redacción, 2012
(4) Etienne Balibar, Racistas y antirracistas, ¿De dónde viene el racismo?, El Correo de la UNESCO, Collation :p. 3-50, illus.1996
(5) Redacción BBC News Mundo, El «peligro amarillo»: cómo se ha perseguido y estigmatizado a los asiáticos en EE.UU. a lo largo de la historia. 20 marzo 2021
(6) Andrew M. Baxter and Alex Nowrasteh, A Brief History of U.S. Immigration Policy from the Colonial Period to the Present Day
AUGUST 3, 2021 • POLICY ANALYSIS NO. 919
(7) Sergio Hernández Galindo, La orden ejecutiva 9066 y la persecución de los inmigrantes japoneses en Latinoamérica, DiscoverNikkei.org, 19 Feb 2021
(8) teleSUR – rmh – Redacción, HR. Joseph McCarthy y la cacería de brujas anticomunista
(9) Guadalupe Treibel, La peor situación desde el macartismo, «Quema de libros» en Estados Unidos: los títulos prohibidos en los colegios, Página 12, Marzo 2023
(10) Reporteros sin Fronteras (RSF), América, Estados Unidos
(11) BBC News Mundo, Separar a niños de sus padres: la cruel práctica que Estados Unidos ya había hecho antes en su historia, junio 2018
(12) Human Rights Watch, Estados Unidos: el sistema de bienestar infantil perjudica a las familias, 2022
(13) Human Rights Watch, Estados Unidos: La separación familiar causa daños a niños y sus familias, 2019
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* María del Rocío Vallejo Alegre nació en México. Hija de inmigrantes y refugiados españoles, Vallejo creció en la ambigüedad que le otorga la pertenencia a dos tierras: España y México. El destino, integrar una tercera tierra, Estados Unidos, que le permita afianzar sus raíces y redescubrir su pasión: la enseñanza. Trabajó durante doce años como docente en la Universidad del Estado de Nueva York, en el campus de Geneseo. Recibiendo en el 2017 Chancellor’s Award for Excellence in Adjunct. En 2021 participó en la creación de la organización sin fines de lucro llamada «Cultures Learning TOGETHER» ( Culturas aprendiendo JUNTAS) https://www.cultureslearningtogether.org/ donde sigue participando en la actualidad.