EL BOSQUE LITERARIO DE ROBERTO BOLAÑO: PREFIGURACIÓN SOBRE EL AUTOR Y SU OBRA
Por C. Valeria Bril*
«La literatura es un vasto bosque y las obras maestras son los lagos,
los árboles inmensos o extrañísimos,
las elocuentes flores preciosas o las escondidas grutas,
pero un bosque también está compuesto por árboles comunes y corrientes,
por yerbazales, por charcos, por plantas parásitas,
por hongos y por florecillas silvestres».
(Roberto Bolaño, 2666).
El enfoque crítico actual delimita la figura de Roberto Bolaño desde la situación particular evocada por el autor en sus textos cuando éste se encarga de incluir una gran cantidad de datos personales para manifestar lo paradigmático de la literatura, y en definitiva de su ficción, y para caracterizar una configuración de autor que estuviese por encima de otros escritores convencionales. Y es así como Bolaño se sustrae del ideal de escritor, aquel que se sostiene para el resto de los autores contemporáneos para diseñar un mapa literario con coordenadas básicas vinculadas a sus propios impulsos poéticos. A nuestro modo de ver, se constituye como un sujeto–objeto de observación compleja, puesto que su figuración de escritor se corresponde con una prolífica obra narrativa que se construye desde una figura velada que se manifiesta literariamente con connotaciones especiales en su obra. Este mecanismo figurativo que desarrolla Bolaño en sus textos es el que lo lleva a ver su propia vida —una fuente inagotable de experiencias para Bolaño— como algo inseparable de su obra.
Así Bolaño configura su rol de autor desde sus textos y logra decir aquello que no puede decir públicamente para no acumular más «enemigos literarios» de los que ya posee. El hecho de poder hablar a partir del espacio ficcional de sus textos, supone un devenir de una realidad muy particular en su obra, que se instala más allá de los propios límites de un escritor centrado en el trabajo riguroso y en el amor por la literatura.
Bolaño fue capaz de compartir nuevas ansias ficcionales para encauzar su vocación de escritor y sustentar así una identidad de autor que logre recorrer con sus operaciones de escritura una muestra de lo más relevante de su creación literaria a través de una biblioteca universal acumulada en su memoria. El despliegue textual de Bolaño imprime sin duda un tamiz crítico único a partir de su sello autoral por toda la atención dispensada por este autor para intentar explicar detalladamente el proceso de escritura.
Bolaño no escatima esfuerzos para hablar de la literatura, porque como dice uno de sus personajes en Los detectives salvajes (1998), Fabio Ernesto Logiacomo: «La literatura no es inocente, eso lo sé yo desde que tenía quince años» (Bolaño, 1998: 151). Lo que opera en definitiva como trasfondo en el universo narrativo de Roberto Bolaño, como en el de su amigo y poeta Bruno Montané, es «su poesía [que] está hecha de sangre suspendida en el aire» (Bolaño, 2004: 90).
Por todo ello, necesitaremos explorar la novelística de Bolaño a partir de una serie de presupuestos conocidos, pero también de otros poco explorados para sustraer una definición sobre el sentido de su literatura. Un sentido que estará seguramente próximo intelectualmente a sus lecturas, dado que este escritor de ficción fue un lector voraz y un escritor empedernido, pero sobre todo parece haber sido un hombre atrevido y apasionado por el mundo literario.
PREFIGURACIÓN SOBRE EL AUTOR Y SU OBRA
Un giro crítico se produce en la vida del escritor Roberto Bolaño cuando va progresivamente marcando su literatura desde la expresión de su interioridad y desde la afirmación de su perfil de autor. Su paso obligado por el terreno de las letras está unido a las exigencias internas de su obra. Los medios culturales, la experimentación poética, los juegos estéticos y el esfuerzo desmedido para lograr la calidad literaria son algunos de los factores y/o variables que crean tensiones y que van desgarrando el trabajo de este autor.
La combinación de la angustia por una carrera literaria con una proyección incierta (en sus comienzos) y la necesidad de profundizar en las verdades más desalentadoras de la literatura hicieron de Bolaño un escritor de difícil definición para analizar y para sintetizar en pocas líneas. Así una descripción de su figura a la luz de una inagotable producción literaria, nos obliga a indagar en su mundo privado para conocer, o al menos tratar de asimilar, su incipiente logro personal con la literatura. Fue un poeta por convicción y un viajero de profesión, pero sobre todo fue —y quizá esto puede ser considerado lo más importante— el artífice de su propia transformación figurativa. A lo largo de los años, sus inquietudes personales lo ayudaron a definir una figura de autor que se asume como la destinataria propicia para recibir como dote: una fama escandalosa en el mundo de las letras.
Su obra comenzó siendo conocida muy lentamente con sus primeros trabajos de poesía, y no es mera coincidencia que la crítica, sobre todo la que proviene de la Academia de Letras, se haya volcado en su totalidad a este autor que siendo un poeta desconocido culmina su carrera literaria en la cúspide narrativa.
Desde el inicio, su obra tuvo la particularidad de resultar con una contención visceral notable que provenía indudablemente de su experiencia previa con la poesía y de su capacidad personal para construir su obra y su figura de escritor, siempre desde el exceso de las pulsiones más lúcidas que fundamentan su pensamiento literario y que logran hurgar en los rincones más oscuros de su memoria. En este sentido, las primeras consideraciones que se podrían señalar para hacer explícitas las ideas más perdurables de Bolaño, las que tienen un carácter fijo y que fueron convertidas en obsesiones por el autor, y que hacen a lo esencial de su literatura, son las que dejan atrás el perfil inocente de poeta y nos aproximan a los interrogantes básicos de un narrador comprometido con su rol de escritor. Porque la literatura, ya sea como advertencia o simple mensaje hace parte de, o en, la desventura trágica de su autor. Esta desventura es un modo de aislamiento que necesita cualquier autor, y sobre todo Bolaño en su vida diaria, para pasar a formar parte de la historia de la literatura, puesto que no hay otras opciones (según la perspectiva bolañiana) que lo encaminen hacia el sendero del reconocimiento de su escritura.
Y es a partir de ir aprendiendo de los errores y olvidando los pormenores de una vida con sobresaltos que Bolaño se transforma paradójicamente en una figura de escritor que se muestra impertérrita ante sus más célebres colegas, pero vulnerable en su círculo íntimo con sus jóvenes amigos escritores. La búsqueda literaria de Bolaño, sus anhelos primarios, los que lo llevarían por una bohemia mexicano–española como poeta hasta impulsarlo como narrador, más allá de los desórdenes procedentes de esa vida, fue impactando en sus autoconfiguraciones de autor que acompañarían sus preocupaciones por la lectura y la escritura de una literatura de calidad.
Bolaño siguió fiel a aquellos poetas franceses que admiraba, a esas lecturas concentradas en la poesía, además de su interés por las obras clásicas y por los libros perdidos y olvidados de la literatura universal, y por ello recurrió a su poesía y a la de otros, como la de Nicanor Parra, a quien convoca en varios de sus textos, para lograr inmortalizar de algún modo ese arte poético que se descompone prudentemente en toda su novelística.
Al hablar de Bolaño debemos ubicarnos en una imagen reducida de escritor que coincide con la de sus lectores cuando encuentran en él a un escritor sin malentendidos y con virtudes excepcionales (a diferencia de sus críticos), que demuestra con su frenesí literario una capacidad total para la poesía y la narrativa. Esa imagen de Bolaño se presenta como una muestra más que suficiente para desencadenar la aceptación masiva de su literatura. Pero es su cólera la que lo empuja a la desmesura literaria al hablar de otros colegas–escritores, y que incluso ese ímpetu literario llega a un punto sin retorno posible cuando se encarga de criticar la literatura de escritores afamados. Estas acciones de Bolaño que lo caracterizan como un escritor hiperbólico, resultan eficaces para captar más lectores entre sus obras y alcanzar un reconocimiento público impensado por el autor.
Aunque, creemos que, nunca dejó de ser en el fondo un hombre ansioso y obstinado, y así lo demuestra cuando encuentra una forma de evadirse de su realidad literaria al oponerse sin razones aparentes a las opiniones de otros escritores. Por eso Bolaño expresó sus ideas en su narrativa como una continuación de su manifiesto literario, y se opuso entonces con fuerza a todo y a todos los que lo contradecían. Este Bolaño caprichoso, por momentos agresivo y siempre extasiado por la literatura, trata más bien de postular como única promesa cumplida su manera especial de actuar en el marco de su carrera literaria, cuando logra mantener esa suerte de figura odiosa de escritor que persigue críticamente a sus colegas y a sus compatriotas, figura que puede resultar aun más compleja para aquellos que no tuvieron la oportunidad de conocer realmente a Bolaño.
Además de lo perturbador de sus insistencias literarias que conllevan un análisis pormenorizado, estas maniobras literarias de Bolaño son las que terminarían precisando el contexto inmediato de aquel autor. Es decir, su posición o lugar en las letras desde su rol de crítico incansable. Tal condición de crítico se convertiría luego en un engranaje textual que se reflejaría en sus libros, en sus discursos, columnas literarias y en todos sus textos en general y, por supuesto, en su existencia como escritor.
No ha habido un solo momento de crisis que el autor no haya sabido superar en su vida literaria, ni tampoco que lo haya dejado pasar sin convertirlo en un gesto o en un guiño textual. El auge de la figura de escritor de Bolaño o su retorno como un ave fénix en los medios literarios, hace pensar en su literatura como una obra inagotable y en lo relevante que resulta el ejercicio de su escritura e incluso en sus personajes escritores: los poetas «perdidos» —en sus novelas como Los detectives salvajes, Amuleto (1999), Estrella distante (1996), entre otras—.
La obra de Bolaño fue forjando una centralidad en los cánones literarios, en donde parecían prescindir de su figura, de su talento literario y de su condición de narrador. Nadie, ni los críticos, ni los escritores, ni la institución académica, se atrevió a redimensionar su figura y su obra durante la primera impronta crítica que Bolaño tuviera en las distintas áreas literarias, por el desconocimiento total de su figura de autor, por la utilización de múltiples registros (géneros, tipologías textuales: poesía, o narrativa) y de conceptos o de testimonios críticos argumentales, con los cuales el autor estaba provocando a los medios culturales para intentar plasmar una figura (de autor) que fuera el reflejo de una original producción textual.
Pero las nuevas voces críticas son las que descubren la capacidad por aquel entonces virtual que había detrás de la escena literaria de Bolaño. Este trasfondo escénico lo constituye como un escritor capaz de formular desde un canon literario «personal» una figura de autor que impulsa los mecanismos inusuales de creación en la experiencia de hacer literatura, tal como postulara el propio Bolaño «en libertad». Este tema sobre la formulación de un canon personal que abre otros debates, es un sesgo autoral importante de Bolaño que permite diferenciarlo de sus contemporáneos y desvincularlo de otros grupos de escritores de su misma generación.
OTRAS OPINIONES SOBRE BOLAÑO
Una de las voces críticas que se aleja de la indiferencia para construir una perspectiva más favorable para el escritor Roberto Bolaño, es la de Carlos Orellana Riera cuando afirma que:
Finalmente, no hemos considerado la producción, cada día más relevante, de los chilenos que han hecho su carrera literaria en el extranjero, como Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ariel Dorfman o —el más reciente de todos— Roberto Bolaño. No todos aceptan la idea de integrar con plenitud de pergaminos esta literatura al tronco madre, la narrativa que se produce y se publica en el interior de Chile (Olivárez, 1997: 51).
Otra señal de importancia es la atención puesta en Bolaño por el consagrado escritor Jorge Edwards quien admite que: «Era un escritor verdaderamente original, de una gran fantasía e imaginación. Yo lo estaba postulando para un premio que entrega [sic] en Francia Unión Latina. Es una lástima. El año pasado dije que merecía el Premio Nacional de Literatura y aún me lo parece» (AA.VV., n.f.: n.p.).
Estos comentarios son una prueba del virtuosismo literario de este autor, cuya obra se ha traducido —y se sigue traduciendo— a varios idiomas. Sus libros se encuentran distribuidos en los mercados editoriales de diferentes países como Italia, Alemania, Holanda, Estados Unidos, entre otros.
Y en efecto, siguiendo las palabras de Mario Vargas Llosa que vienen a afirmar la presunción sobre quiénes son los nuevos talentos, el escritor peruano hace referencia a Bolaño cuando habla de la inclusión de dos de sus novelas en una encuesta de la Revista Semana de Colombia. En dicha revista de alcance continental, se mencionan cuáles son las obras maestras de la literatura en lengua española de los últimos veinticinco años. La encuesta está encabezada por una novela de Mario Vargas Llosa, otra de Gabriel García Márquez, y seguidas de dos novelas de Roberto Bolaño: Los detectives salvajes y 2666 (2004a). Vargas Llosa sostiene lo siguiente sobre el talento literario de Bolaño:
Los detectives salvajes me parece una magnífica novela. Es muy ambiciosa. De la que me gusta sobre todo la primera parte, antes de que se desate la intriga policial; esas cien primeras páginas de descripción de México, del grupo real visceralista del cual forma parte el narrador, me parecen admirables, por la textura, naturalidad, y por la forma en que se va creando una atmósfera pesadillesca, espléndida. Luego la novela se vuelve mucho más literaria, con la intriga detectivesca, pero es una novela que va a contracorriente de lo que es la moda, que más bien prescribe hacer una literatura ligera, breve. Bolaño fue un escritor muy interesante en la línea de los escritores ambiciosos que son los que a mí me gusta leer (Vargas Llosa, 2007: n.p.).
Habida cuenta de ello resulta necesario precisar que lo que debe entenderse en torno al caso Bolaño, es que se suele hacer —coincidiendo con la crítica de Álvaro Bisama— «una lectura más afectiva que académica» (Espinosa, 2003: 80) sobre la obra del autor chileno. Lectura que está movilizada por una admiración que puede ser vista en algunos casos como desmesurada y, que afecta sobre todo, a los desprevenidos lectores que asisten a una primera aproximación novelística en la producción de Bolaño. Puesto que, como afirma Bisama, «Bolaño es eso: sus libros funcionan más como cajas de resonancias, como trampas borgianas, como laberintos de citas que sí conducen a alguna parte, más que como novelas perfectas, cerradas y acotadas. Ahí el lector lee lo que quiere leer, ve lo que quiere ver y saca, en consecuencia, lo que le resulte más interesante» (Espinosa, 2003: 80).
Desde el horizonte crítico de Bolaño, se dijo, entre otras cosas, que éste era el escritor más promisorio de su generación. Ante tal inquietud crítica, Bolaño responde aclarando que: «Me parece generoso, pero a los 45 años ya nadie es el escritor más promisorio de nada; el ser un escritor promisorio es algo que se suele decir cuando uno tiene 18 ó 20 años. Me llena de agradecimiento porque si me encuentran promisorio debe querer decir que aún tengo remedio, que no todo está perdido» (Soto, 1998: n.p.).
De lo que se trata en realidad y consecuentemente con los dichos del autor, es de señalar que con su afianzamiento crítico se inician también los rumores y las desconfianzas, los elogios y las envidias, en su entorno literario. El mcondiano [1] Alberto Fuguet —compatriota de Bolaño— afirmó: «Lo admiré tanto como lo temí. Un personaje genial, tanto por su genio como por su mal genio. Pocos escritores nacionales han sido tan tan literarios. […] Creó un mundo, una ética y una estética» (AA.VV., n.f.: n.p.).
Por todo lo descrito oportunamente por los críticos, la muerte de Bolaño trajo indefectiblemente el luto a las letras hispanoamericanas. Este autor se encontraba en la plenitud de su capacidad creadora, y dejó inéditos: relatos cortos y novelas, que se publicaron —algunos— con la autorización de sus herederos de manera póstuma, y queda todavía una parte de su obra sin publicar en sus cuadernos originales.
Por eso cuando se recuerda a Bolaño se habla «de [su] talento literario extraordinario, [que] forzó los límites de la literatura y jugó sabiamente con todos los géneros. Su apuesta renovadora ha dejado huella en escritores de ambas orillas del Atlántico. Como dice Juan Villoro [2], ‘deja una obra que es un torrente de vida’» (Mora, 2003: 26). Y ese parece ser, a nuestro criterio, el Roberto Bolaño que todos esperábamos.
Al asumir la visión particular que tiene Bolaño, su compromiso y su experiencia de vida con la literatura, podemos comprobar así que dejando de lado los apuros críticos —que aparentemente sufriera el autor al comienzo de su carrera—, se podría finalmente discutir la valiosa obra de este escritor, quien resulta ser hoy el más elogiado y aprobado por todos. Lo que nos lleva una y otra vez a esa multiplicidad crítica de ocurrencias con relación a la figura de Bolaño y a su literatura, asimiladas no en términos estrictamente teórico–estéticos, sino más bien biográficos, como portadoras de ideas de vida, que recaen sobre un escritor profesional cuyo estilo de autor queda vinculado a su perfil personal. Y es justamente esa doble vertiente la que adquiere un estatuto de unidad y de totalidad de sentido entre la obra y la figura de Bolaño.
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV. (n.f.), «Saludos desde casa. Testimonio escritores chilenos», Club Cultura, <https://www.clubcultura.com/clubliteratura/robertobolano/escritores.html>.
BISAMA, Álvaro (2003), «Todos somos monstruos», en ESPINOSA H., Patricia (Comp.), Territorios en fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño, Santiago, Frasis Editores, pp.79-93.
BOLAÑO, Roberto (1999), Amuleto, Barcelona, Anagrama.
BOLAÑO, Roberto (1996), Estrella distante, Barcelona, Anagrama.
BOLAÑO, Roberto (1998), Los detectives salvajes, Barcelona, Anagrama.
BOLAÑO, Roberto (2004), 2666, Barcelona, Anagrama.
BRAITHWAITE, Andrés (sel.) (2006), Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
ESPINOSA H., Patricia (comp.) (2003), Territorios en fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño, Santiago, Frasis Editores.
FUGUET, Alberto y Sergio Gómez (eds.) (1996), McOndo, Barcelona, Mondadori.
OLIVÁREZ, Carlos (1997), Nueva Narrativa Chilena, Santiago, Lom Ediciones.
SOTO, Marcelo (1998), «‘Yo me siento chileno’. Entrevista a Roberto Bolaño», en Qué Pasa, 20-27 de julio.
MORA, Rosa (2003), «Muere Roberto Bolaño, un gran renovador de la literatura en español», El País, España, p.26.
VARGAS LLOSA, Mario (2007), «Mario Vargas Llosa crítica a los críticos», La Nación, Argentina, 8 de julio.
NOTAS
[1] Hacemos referencia a la antología McOndo (1996), publicada por Fuguet y Sergio Gómez.
[2] El escritor Juan Villoro menciona que Roberto Bolaño fue alguien que hablaba con un exaltado afán de veracidad, pronunciado las palabras con espontánea cautela, y que mostraba genuina curiosidad por los datos más nimios «como si los detalles precisos fueran cuestión de honor» y que no aceptaba la menor crítica sobre México ni toleraba elogios a Chile (Braithwaite, 2006: 12).
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* C. Valeria Bril es Doctora en Letras y Licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Fue investigadora becaria doctoral por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la misma universidad. Ha publicado artículos y ensayos en revistas nacionales e internacionales como por ejemplo: «Una mirada crítica en el horizonte simbólico de Roberto Bolaño» (2008–2009), «La ficción de oralidad como ‘intertexto’ en los cuentos rulfianos» (2009), «Roberto Bolaño, un habitante extraviado en la literatura chilena» (2009), «La ‘caja negra’ de Roberto Bolaño, una literatura sin residuos» (2011), «La representación social de la ‘otredad’ en el discurso literario. El caso Bolaño» (2011), «La pasión imaginaria de Roberto Bolaño» (2011), «La ‘otredad’ latinoamericana: el ‘conocimiento del otro’ en la narrativa de Roberto Bolaño» (2011), «Las voces chilenas bajo la mirada bolañiana. Notas críticas sobre Chile y sus escritores» (2011–2012), «Aproximaciones teórico–críticas a la novelística de José Donoso: lecturas para pensar en El obsceno pájaro de la noche» (2013), «Roberto Bolaño: las conspiraciones críticas alrededor de un escritor imaginario» (2014), entre otros. Correo electrónico: cvbrilvaleria@yahoo.com.ar