Filosofía Cronopio

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EL DEBATE DE LA POSMODERNIDAD, OTRA VEZ

Por Jhonny Jaramillo*

Si se está de acuerdo con la proclama posmodernilla, esto es, que los campos de conocimiento de la modernidad no son sino campos de meta–relatos, entonces se tiene que mostrar cuál ha sido la falla de esos meta–relatos al incluir la diversidad de voces que aparentemente propugnan autores posmodernos (los posmodernos confunden normalmente el uso adecuado de conceptos de conjunto con exclusiones de contenidos plurales que se desligan de esos conceptos; como el caso de «Todos los estudiantes», que no excluye la diversidad de estudiantes, pero, además, señala lo común de un grupo determinado, lo característico); si se está por el contrario en desacuerdo, se debe mostrar que la cuestión de los meta–relatos abandona el debate epistemológico, y no permite discutir racionalmente las fundamentaciones de esos campos de conocimiento, puesto que:

1., no es cierto que la fundamentación epistemológica sea un meta–relato, sino un intento de racionalidad para entender el mundo (independiente de si es el físico o el simbólico):

2., no es cierto que la fundamentación epistemológica excluya la pluralidad del contenido empírico, esto es, «voces» como los gays, los negros y los aborígenes tienen cabida en la investigación científica, por ejemplo como lo han tenido en la biología con los desarrollos en etología y evolución de la diversidad sexual y racial, o como lo han tenido las culturas aborígenes con campos interdisciplinarios como la antropología y la arqueología, para mostrar cuál es la génesis de los pueblos aborígenes y cuáles son sus prácticas culturales [1].

No obstante, si por voz se quiere decir voz propia de un gay, de un negro o de un aborigen cualesquiera, el posmoderno tiene que responder precisamente cómo es que una voz se constituye en una prueba de verdad suficiente para alcanzar la verdad de una proposición (y no asumirlo de entrada, como parece ser el caso), puesto que si el único valor que le adjudica es el narrativo, el posmoderno desconoce por ejemplo que en algunas metodologías de investigación cualitativa ya están incluidos esos procesos narrativos de construcción (pero ellos por sí solos tampoco se constituyen en un reemplazo sólido de la fundamentación epistemológica ni de la totalidad del método resultante de ella, aún para el caso problemático de la investigación cualitativa).

Parece ser que el conceptico de narrativa no es suficientemente sólido para reemplazar la fundamentación epistemológica. Otros conceptos débiles como reemplazos de la fundamentación epistemológica son: lo histórico, lo diferente y lo contrahegemónico. Cualquier examen mostraría lo fácil que es plantear, por historia, por diferencia, por contrahegemonía y por narrativa, que una postura de una voz cualquiera admite tanto la validez como la invalidez, dado que el criterio de demarcación mismo (lo histórico, lo diferente, lo contrahegemónico y lo narrativo) admite el relativismo irresponsable, esto es, admite la contradicción y niega el principio de identidad; y eso que sin hablar de las muchas falacias que suelen cometer, argumentos circulares como «Todo es político», ¿»Todo es político» es también político?, ¿el movimiento de los cuerpos celestes es político?, ¿los procesos digestivos, la selección natural y la fosilización son políticos? Todo es todo, pero los posmodernillos son así. Tienen que introducir defensas ad hoc, porque no son capaces de aceptar que no usan bien los límites del lenguaje.

Un argumento contra el historicismo puede ser éste: si yo digo que la racionalidad está constituida históricamente, tengo que revisar mi definición de racionalidad. Supongamos que una definición de racionalidad sea ésta: una facultad que ordena o produce órdenes lógicos de razones para afirmar, sustentar y concluir X. ¿Es la racionalidad algo que atañe esencialmente a cuestiones cognitivas y nerobiológicas? [2] Si digo que sí, entonces tengo que buscar qué hay en estas cuestiones que permite ordenar o producir órdenes lógicos de razones para afirmar, sustentar y concluir X. Si digo que no, entonces tengo que mostrar cuáles son las cuestiones que mejor respaldan la definición de racionalidad antes expuesta. O bien, debo ofrecer una definición de racionalidad que tenga como requisitos:

1. que sea X:

2. que esté relacionado con un sujeto A de una especie B: y

3. que pueda ser fácilmente relacionada con una serie de cuestiones externas a su definición.

Supongamos ahora que yo doy la siguiente definición alternativa: una praxis que en determinado momento histórico hace que yo ordene o produzca órdenes lógicos de razones para afirmar, sustentar y concluir X. Si quiero que mi definición alternativa de racionalidad sea plausible, debo mostrar cómo una praxis no está relacionada —o si se quiere, no está constituida por cuestiones cognitivas y neurobiológicas—, o bien, si no estoy en desacuerdo con ello, tengo que mostrar por qué en diferentes momentos de la historia de la humanidad, y en todas las culturas imaginables de las que se conocen estos casos, un sujeto A aislado de una especie B puede acoplarse bastante bien a la primera definición, aún si no ha sido constituido por la historia que, se supone dicen los historicistas, debería haberle implantado una especie de praxis en el cerebro (en caso de que no estén en desacuerdo con las cuestiones cognitivas y neurobiológicas).

Según el historicismo, un sujeto A aislado de una especie B que no participare de una historia de lo que ellos llaman la «racionalidad occidental», no sería racional. Pero entonces, ¿cómo se explican los correlatos cognitivo y neurobiológicos que les son comunes a la especie humana, y que son factores exteriores a los procesos de la supuesta «racionalidad occidental»? El historicista tiene dos opciones, o acepta dichos correlatos como parte de su definición de la racionalidad, anulando de hecho su propia definición y aceptando la primera, o niega los correlatos como parte de su definición de la racionalidad, con lo que incurriría en un rechazo a la evidencia significativa a favor de dichos correlatos. La respuesta que se sigue es fácil de ver contra los demás intentos de reemplazo a la fundamentación epistemológica.

Se podría señalar que los autores posmodernos se dirigen a tres puntos en los que aparentemente la modernidad ha fallado:

1. la racionalidad occidental ha fallado en incrementar la autonomía:

2. la racionalidad occidental ha causado desastres y dominios sobre la ecología: y

3. la racionalidad occidental ha negado otras formas de pensar.

El primer punto confunde dos cosas, que los mismos «Ilustrados» de la modernidad han sabido diferenciar muy bien, pero que la posmodernidad mezcla en una sola palabra, «racionalidad occidental», a saber: la razón produce órdenes lógicos y de pensamiento, para guiar el entendimiento. No produce hechos normativos. Como dijera David Hume, es la voluntad la que sí produce hechos normativos; si los seres son menos autónomos hoy día, los autores posmodernos tienen que mostrar evidencia a favor de la supuesta ausencia de esa autonomía, pero teniendo siempre en cuenta que no es un problema de racionalidad o entendimiento, sino de hechos normativos producidos por voluntades. La razón, vuelve a decir Hume, sólo ofrece claridades a la voluntad. Nada que hacer con el manejo que los políticos y los demás actores sociales dan a los asuntos relativos a la autonomía del ser humano: ¿es esto una réplica elegante y sólida contra la racionalidad? El punto 2 es una inferencia que se sigue de la confusión ya aclarada del punto 1, ya que una cosa es el hecho normativo de la política, otra distinta la racionalidad que la guía.

La bomba atómica no es una consecuencia directa de los avances científicos (racionales) de la física, puesto que tanto pudo darse la energía nuclear limpia como la bomba atómica. El problema fue, como en otros casos similares, político. El punto tres puede ser entendido de la siguiente manera. ¿Hay distintas formas de pensar? En efecto, dado que el pensamiento tiene distintas vertientes cognitivas, de ahí que uno de los pilares fundamentales de la ciencia sea el diálogo abierto y la crítica fundamentada. No obstante, de la pluralidad de posturas no se infiere que haya una pluralidad de posturas correctas, sino sólo inicialmente una pluralidad de posturas. Es el caso que algunos autores de la modernidad (como Spencer) negaron ese pilar de la ciencia; pero es también sabido que él mismo, como otros, fueron arduamente criticados como anti–científicos por la misma comunidad científica, como lo hicieron los neo–darwinistas, haciendo un llamado de atención a ese discurso mañoso entre una sociología conservadora y una biología que supuestamente la fundamentaba. Por lo tanto, no es cierto que la supuesta racionalidad occidental le niegue el paso a otras formas de pensar. Se lo niega a formas incorrectas de pensar, que llevan a argumentos falaces y a conclusiones erróneas, como lo mostraría cualquier meta–análisis científico o cualquier ejercicio de análisis lógico. Las réplicas de los posmodernillos, eso pienso, están mal planteadas, y las supuestas alternativas a la supuesta «racionalidad occidental», no son lo suficientemente sólidas como para constituir algo así como la supuesta «superación de la modernidad».

NOTAS

[1] Ver (Boghossian, 2009) para una exposición crítica de las visiones del mundo alternativas, y en cómo fallan en su intento de fundamentación epistemológica.

[2] Para una exposición detallada de la literatura científica en el campo de las Neurociencias, ver (Kandel, 2001). Para una propuesta de epistemología naturalizada, ver (Quine, 1992).

REFERENCIAS

Kandel, Eric (2001). Principios de neurociencia. S.A. MCGRAW-HILL / INTERAMERICANA DE ESPAÑA.

Quine, V. W (1992). La búsqueda de la verdad. CRÍTICA, (Grijalbo Comercial, S.A.), Aragó, 385, Barcelona.

Boghossian, Paul (2009). El miedo al conocimiento. Alianza Editorial, S.A. Madrid.

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* Jhonny Jaramillo. Estudiante en curso del Pregrado de Pedagogía de la Universidad de Antioquia. Sus investigaciones se centran en las implicaciones del razonamiento analítico iniciado por la tradición analítica de la Filosofía, y que, a grandes rasgos, mantiene similitudes estructurales con el Pragmatismo filosófico Estadounidense y con la Filosofía de la Ciencia iniciada por el programa estructuralista al que pertenece Ulises Moulines, entre otros. Implicaciones que une a los debates informes sobre la cultura, la política y otras disciplinas alternativas a las consideradas como más fuertes.

 

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