EL DOCTOR JOHNSON
Por Gustavo Arango*
Samuel Johnson nació en Lichfield (Inglaterra) el 18 de septiembre de 1709. Su padre, Michael Johnson, era un modesto librero; de su madre sabemos que se llamaba Sarah Ford. Se dice que la pareja vivía en conflictos permanentes y que su situación económica nunca dejó de ser precaria.
Samuel Johnson tuvo problemas de salud desde la cuna. A través de su nodriza se contagió con una infección linfática que lo dejó medio sordo, casi ciego y con cicatrices en el rosto y el cuello. A eso se sumó una viruela que casi se lo lleva. Las secuelas de esos males seguirían aquejándolo hasta el final de sus días. Con el tiempo se ha establecido que también sufrió de desorden obsesivo compulsivo y de una constante melancolía.
Johnson empezó a escribir poemas cuando tenía quince años. A los diecinueve entró a estudiar a un college de Oxford, pero los problemas económicos de su familia lo obligaron a retirarse sin haber completado sus estudios. Su carácter, que algunos consideraban áspero y desconsiderado, le dio inestabilidad a sus empleos como profesor de letras en escuelas de provincia. Entre un empleo y otro se refugiaba en la librería de su padre y leía. Así acumuló una cultura tan deslumbrante como su modestia y nutrió un lenguaje —poblado de influencias latinas— que sigue siendo insuperable.
A los veinticinco años Johnson se casó con Elizabeth Porter, una viuda veintiún años mayor que él. Tres años después, en 1737, la pareja se mudó a Londres en busca de mejores condiciones. Allí recibieron el apoyo de un ex–alumno de Johnson, David Garrick, quien con el tiempo alcanzaría la inmortalidad como comediante.
En Londres, Johnson empezó a escribir notas de prensa para The Gentleman´s Magazine. Desde entonces no paró de escribir (poesía, ensayos, biografías, crítica literaria), sin que su copiosa producción consiguiera sacarlo de la pobreza. En ese mar de tinta se destacan poemas como «London» (1738) y «La vanidad de los deseos humanos» (1749), biografías como la de Richard Savage (1745), amigo de Johnson, tan pobre como él, muerto un año antes, y el Diccionario de la Lengua Inglesa, cuya escritura le tomó ocho años. De sus colaboraciones en la prensa se destacan las series The Rambler (El deambulante) y The Iddler (El ocioso), cuyas observaciones sobre la ética del arte no perderán vigencia mientras exista la humanidad.
Las muertes de su esposa y de su madre, en 1752 y 1759, afectaron a Johnson de manera profunda. Para costear los funerales de su madre escribió en dos semanas una novela histórica: Rasselas, príncipe de Abisinia. La ironía del asunto es que aquella novela sería su publicación más exitosa y conocida en toda Europa.
En 1762, gracias a la intervención de amigos influyentes, Johnson recibió una pensión de trescientas libras anuales por parte del gobierno. Por esa época era figura central de las tertulias londinenses, donde su conversación amable e ingeniosa dominaba el escenario. Así conoció a James Boswell, autor de su biografía más notable, gracias a sus meticulosos apuntes sobre sus conversaciones y viajes al lado de Johnson.
En 1765, Johnson recibió un doctorado honorífico del Trinity College, en Dublín, y diez años después recibiría otro de Oxford. Desde entonces también se le ha conocido como el doctor Johnson. Su última obra importante fue una serie de biografías de poetas ingleses, contratada por una asociación de libreros de Londres. Pero, con todo y las dimensiones de leyenda que adquirió al final de su vida, Samuel Johnson nunca tuvo un momento de holgura.
En 1781, con la muerte de su amigo y mecenas, Henry Thrale, las condiciones económicas de Johnson volvieron a ser precarias. La pensión del gobierno no le alcanzaba, vivía en una buhardilla que lo exponía a los rigores del invierno y su salud empezó a decaer. Lo sostenían los regalos disfrazados de préstamos que le hacían sus amigos.
Johnson era sabio, generoso, modesto y candorosamente humano. El respeto que sentía por los hombres —o, mejor, su temor reverencial— lo llevaba a ser muy fiero en los debates. Nunca ocultó el temor que tenía de morir. A finales de 1784 el gobierno rechazó la solicitud de sus amigos para que se duplicara su pensión, y el desencanto lo sumió en la depresión. Después de una agonía de dos meses, murió el 13 de diciembre de ese año.
Tras su muerte abundaron los homenajes. En la catedral de San Pablo, en Londres, se erige un monumento en su honor. Está enterrado en la «Esquina de los poetas» de la Abadía de Westminster. Su Diccionario sigue siendo referencia obligada en debates filológicos y legales. Después de Shakespeare, se considera a Samuel Johnson el autor más importante en lengua inglesa.
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* Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).