El Gran Ojo Cronopio

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El principito lo esencial es idear y vivir en nuevos mundos

EL PRINCIPITO: LO ESENCIAL ES IDEAR Y VIVIR EN NUEVOS MUNDOS

Por John Harold Giraldo Herrera*

Una coincidencia, entre muchas, en la literatura fantástica, es la de contar historias con otros mundos que se abren o forjan en medio de los que vivimos. Y ahora que el cine las convierte en masivas, como la actual de El  principito, queremos obtener un terreno para también co-existir en el planeta Asteroide B, uno un poco menos o quizás un poco más, del tamaño de ese ser diminuto y grande como lo es El Principito.

¿Por qué su sitio de vivencia es de su mismo tamaño? ¿Qué nos quiere comunicar?

Pero también quisiéramos como lo hizo Alicia,  la del país de las maravillas, atravesar el otro lado del espejo e irnos a ese mundo con conejos y demás. Si por nosotros fuera, hace rato, habríamos colonizado un espacio en Narnia, y así de repente, esa magia del mundo externo, se ampliaría. Necesitamos más de una realidad, y una de ellas puede ser la de la magia de la ficción. El Principito es un alter-ego de su creador. De igual modo, una metáfora viviente para desplazarnos con la imaginación.
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Nuestro yo se extiende y proyecta, al convivir con la fantasía y con esa capacidad innata y esencial, que nos ha sido otorgada. La de fabular. Cuando nos duplicamos, al participar de una historia, encontramos eso que es grandioso: otros mundos, más realidades, una especie de viaje, de exploración, de aventura. Y ver El Principito, significa, como lo sabemos, para su propio autor, Saint- Exupery, la posibilidad de recuperar su niño, ese mismo que a veces abandonamos, y que siempre debería habitarnos. Entonces, ocurre una epifanía: emprendemos esa interiorización, esas esencias que no están en el mundo de lo concreto y nos movilizamos con un arsenal de metáforas. El mundo somos cada uno de nosotros.

Lo visible, ese mundo de lo tangible, es apenas una cáscara, una superficie, que además pretende determinar todo, como si fuera posible medir la vida, e ir acumulando, como parte de una carga, una serie de acciones y propósitos, el cumplir unas disposiciones. Tenemos que darle rienda a la materialidad, y es allí donde la película resignifica el relato y nos introduce en un escenario contemporáneo, en el que una niña, por su mamá, debe ingresar a una prestigiosa academia, sin importar nada más que eso, para poder ser (como si ya no fuera), para alcanzar unos logros que se nos imponen.

De manera que a esa niña que actúa de modo mecánico, y responde a esas obligaciones, le imponen nada más que vivir al lado del escritor y narrador de esa historia, la del Principito. La versión en imágenes en movimiento, es hecha por el francés Mark Osborne (ya había hecho Kung Fu Panda y Bob Esponja), 70 años después de que la escribiera otro francés, en medio del exilio en los Estados Unidos. Y constituye una bofetada contra las presunciones de volver todo algo tangible, con esa deidad suprema de time is gold, cuando el oro no vale nada y lo que quizás cuenta es el hecho de explorar y de que viajemos como seres.
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Nada mejor que recordar que la vida puede ser como la de ese aviador que cae en el desierto: reparar nuestras alas y salir surcando los aires, es decir, volar con el lenguaje, con nuestras ideas hacia otras latitudes. Cuando imaginamos, creamos, y al crear, resistimos. Impedimos que la dejadez nos agobie y que la suerte de encajar nos resuelva la existencia.

El Principito, se ha dicho, es para niños. Sin embargo, esta curiosa fábula, encarna los elementos mayores para mantener vivos a los adultos, desde el sentido, de apropiar mundos, esos que se arrinconan con la marcha de los días. La película funciona muy bien.  Podrán haber esperado algo espectacular desde los efectos, pero la simple historia, hecha a cuadros, animada, nos devuelve a nuestra infancia, a los sueños, cuando aún todo era posible. El propio narrador del libro nos promulga una sentencia: “Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas”. Quizás uno deba seguir siendo un infante.

Es fácil, aunque la realidad suponga estar condicionados, crear nuevos mundos. El que tenemos es abarrotado, impide que seamos del todo felices, hace que vivamos en competencias ramplonas y desesperantes, nos angustia y provoca malestares. De ahí, lo significativo de alzar vuelo, abrir el interior y ver hacia dentro y hacia otras dimensiones. Nos ataja sólo nuestro yo y las decisiones que tomemos. Es un manantial asistir a ver El Principito. Su adaptación nos refresca, hace que por esos momentos de función, queramos tener otro mundo, despegar en un destartalado avión e ir piloteando fantasías y experiencias. Ya sabemos que con la imaginación, podemos emprender rutas, lo cual  es además de factible, indispensable, en un periplo en el que nuestros pasos vayan hacia la dirección que deseamos.

Es paradójico porque vivir en nuevos mundos, supone, regresar a nuestros orígenes, donde teníamos menos cargas y el equipaje era menos sofisticado y contábamos con una conexión con lo propio. El Principito ya nos ha puesto unos ojos para ver el mundo. Lo esencial no se mira, se siente, provoca desgarraduras, genera un placer incalculable, y no es de calcular ni premeditar: “Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos”. El legado de esta obra, que se ha traducido a más de 247 lenguas, es para recuperar alientos y enfrentar el hecho de que a veces nos perdemos en medio de nosotros mismos. Es muy posible crear otros mundos, cuando este ya no nos satisface.

Ficha técnica
País, año y duración: Francia, 2015, 106 minutos
Director: Mark Osborne
Guion: Irena Brignull (Novela: Antoine de Saint-Exupery)
Música: Richard Harvey, Hans Zimmer
Fotografía: Animación
Voces: James Franco, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Jeff Bridges, Benicio Del Toro, Mackenzie Foy y Paul Giamatti.
Productora: Onyx Films / Orange Studio / M6 Films
Género: Animación. Fantástico. Drama | Stop Motion. Literatura. 3-D
Página web: https://www.lepetitprince-lefilm.com/

El principito, de Mark Osborne. Cortesía de Onyx Films / Orange Studio / M6 Films. Pulsa para ver el trailer del filme

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* John Harold Giraldo Herrera es docente Universitario y Periodista. Estudiante del Doctorado Rud de Colombia en Educación, Universidad Tecnológica de Pereira. Uno de sus temas de interés es el estudio de Los pueblos originarios. Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, 2011. Licenciado en Español y comunicación Audiovisual de la UTP, 2004. Con estudios de diplomado en Narrativas audiovisuales, Fundación Universitaria Área Andina, 2003. Democracia y formación ciudadana con énfasis en Derechos Humanos, paz y cultura de resolución pacífica de conflictos para el sector educativo. Universidad Católica Popular del Risaralda, 2004. Periodismo público, Escuela Superior de Administración Pública, 2008.
Correo-e: john.giraldo.herrera@gmail.com

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