El Gran Ojo Cronopio

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El hijo de Saul

EL HIJO DE SAÚL

Por John Harold Giraldo Herrera*

Los alemanes y sus allegados (en este caso los húngaros) levantan vuelo y continúan con su deber de memoria. Nada los ha detenido para contar lo sucedido durante el Holocausto. Ningún país ha hecho tantas películas de la historia de la violencia, de un suceso tan cruel, abominable y drástico como el de las matanzas de miles de personas y cada una la idea de cerrar con lo vivido, hasta que de nuevo llega un latigazo que nos confronta. La vida es un privilegio y nos asistiría el hecho de preservarla, de continuar cultivando las semillas del latido del existir. Y esta perorata para llegar a un hecho tan curioso como altamente humano. Los nazis reventaron cualquier precepto de moral, pensar después de la barbarie parece un imposible. Sin embargo, yace una lucecita escondida, con poca luminosidad, pero termina siendo un faro.

Cuando creíamos entonces que ya nos habían dicho todo sobre las víctimas del Holocausto, aparece El hijo de Saúl (del director debutante (Lázló Nemes); nos han conmovido historias como la de una niña que roba libros para poder sobrevivir; Ana Frank es un símbolo de la vida. Hemos visto que muchos judíos vivieron en condiciones inimaginables: debajo de la tierra, violentando su propio espíritu, colocando cualquier forma de supervivencia, así fuera la de sobrevivir por encima de amigos, familiares o conocidos. Que un padre nos haya permitido la belleza y la creencia en lo posible, fue gracias a la Vida es bella; que un padre reconociera la letal infortunia de perder a su hijo (aun siendo victimario) lo pudimos percibir por medio de la película El niño con el piyama de rayas. El Holocausto, podemos decir, fue uno de los tantos casos inefables contra la Humanidad, no el único, sí del que más rastros hemos tenidos; como también ese mismo insuceso ha permitido la creación de obras para la reflexión y con una formidable brillantez.

La historia de la película que superó a El abrazo de la serpiente y otras en los Oscar, fue la de un cadáver insepulto. Decirlo así es apenas una insinuación leve. Aunque en la tragedia griega constituyera un tremendo desparpajo. Sin embargo, el cadáver insepulto en medio de tanta lluvia ácida, de tanto río de cadáver, cuando los cuerpos desvanecidos por la mente criminal de los nazistas parecieran no tener fin, ni agotar los modos de la tortura, del silenciar el respirar, allí cuando lo que brota es la inhumanidad, Saúl acoge un hijo. Uno que ni siquiera es suyo, no obstante lo carga en sus huestes, lo lleva como si en él reposara un bálsamo para sanar.
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Con el tratamiento de una cámara al hombro y con tremendos planos secuencia, la película nos asfixia, nos hace cargar la pesadumbre, nos lleva en los hombros de ese ser, y sentimos su drama. Uno tan áspero que nos revuelca, nos deja atrincherados, nos golpea, nos sacude las entrañas, hace calcinar nuestro respirar y vamos con las pocas fuerzas esperando que exista un descanso, una pausa al martirio, pero este se agrava, su convierte en una pesadilla, no hay escapatoria ni vuelta atrás. Sepultar el cuerpo de un niño, es la esperanza, la venganza y el amor, la pausa, el termómetro de una bondad. Saúl hace todo lo que fuera para conseguir su cometido. Ha visto y participado tanto de la muerte, que uno de miles cadáveres le hace asumir una postura carismática de misericordia.

La historia se desenvuelve en un campo de concentración del fatídico Auschwitz, y un supercomando (los judíos ayudantes de los nazis) son quienes nos hace llevar en nuestro cuerpo y mente la increíble manera de acercarnos a la belleza en medio del espanto. Se trata desde luego de una película terrorífica. Con una carga de moralidad (incómoda, inexplicable, casi intangible y cuestionable) apenas para enfrentar el acabose. Verla es vivir una experiencia para no olvidar. Seguro si la empatía ha dado su lugar, queremos que un cuerpo insepulto encuentre un sitio donde no sea ni una fosa común, ni el humo que sale de las calderas, ni el enterrar la memoria. He ahí donde nos asiste un territorio posible: no se puede olvidar la barbarie y es nuestro deber contarla.

Ficha técnica

Año, país, duración: 2015, Hungría, 107 minutos
Director: László Nemes
Guion: László Nemes, Clara Royer
Música: László Melis
Fotografía: Mátyás Erdély
Actores: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting
Productora: Laokoon Filmgroup
Género: Drama | Holocausto. II Guerra Mundial. Drama carcelario
Premios: 
2015: Premios Oscar: Mejor película de habla no inglesa
2015: Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI
2015: Premios César: Nominada a mejor película extranjera
2015: Globos de Oro: Mejor película de habla no inglesa
2015: Premios David di Donatello: Nominado a mejor film de la Unión Europea
2015: Independent Spirit Awards: Mejor película extranjera

El hijo de Saul. Pulsa para ver el video completo

+El Gran Ojo Cronopio es la nueva columna de cine y literatura de Revista Cronopio.
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* John Harold Giraldo Herrera es docente Universitario y Periodista. Estudiante del Doctorado Rud de Colombia en Educación, Universidad Tecnológica de Pereira. Uno de sus temas de interés es el estudio de Los pueblos originarios. Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, 2011. Licenciado en Español y comunicación Audiovisual de la UTP, 2004. Con estudios de diplomado en Narrativas audiovisuales, Fundación Universitaria Área Andina, 2003. Democracia y formación ciudadana con énfasis en Derechos Humanos, paz y cultura de resolución pacífica de conflictos para el sector educativo. Universidad Católica Popular del Risaralda, 2004. Periodismo público, Escuela Superior de Administración Pública, 2008.
Correo-e: john.giraldo.herrera@gmail.com

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