LOS AFROS EN EL CINE DE HOLLYWOOD
Por John Harold Giraldo Herrera*
Pese a que existen leyes en muchos países para controlar y castigar el racismo, aún seguimos viviendo prácticas de exclusión para sectores de la población. En la pasada entrega de los Óscar, no hubo una sola nominación de afrodescendientes y si bien se perfilaron temas tabúes como el de la pederastia, se notó un sinsabor. Muchos, como el actor Will Smith, se quedaron esperando el ser tenidos en cuenta: su destacada representación de un médico forense (en La verdad oculta) quien descubre cómo en el famoso juego del fútbol americano hay una asociación directa de los suicidios y muertes con la dinámica bélica de este deporte, no le fue suficiente. De un promedio de tres mil estatuillas entregadas, sólo 14 han sido para los actores negros.
Will Smith es uno de los muchos actores afros que se destacan en Hollywood. Su historia no es sólo de recaudos significativos en taquilla, pues en los filmes que participa suele haber un acopio importante. Por ejemplo, en 8 películas consecutivas, en la taquilla de los Estados Unidos, cada una superan los 100 millones de dólares. Will empezó como cantante, se fue a la pantalla chica y saltó a la grande con muchos méritos por su versatilidad. Se le recuerda mucho por sus participaciones en El día de la independencia, la saga de Hombres de Negro, Bad boys, Yo, robot y otras más. No obstante, también ha encarado rostros dramáticos, y uno de los más emblemáticos es donde hace las veces de un padre que sale adelante con su hijo, En busca de la felicidad (2006) le valió una nominación al Óscar como mejor actor; otras de sus películas que el público recuerda es la de aquel ser humano desprendido y que dona sus órganos en Siete almas (2008). Su historia es desde luego de triunfos, sin embargo, la inclusión de afros, ha sido más bien por obligación de rodajes que por un ejercicio de democracia.
Destinados entonces muchas veces a salir de su propia condición de esclavos o de personas marginadas, nos han dejado la construcción de una identidad, de una presencia en las pantallas, de una historia que se repite. El talentoso Morgan Freeman, nos ha entregado su figura como parte de un rostro que no sólo identificamos, sino que además nos ha permitido conocer hoy en día ciertos misterios a través de seriados y trabajos en la televisión. En el cine lo hemos visto haciendo de las veces de Nelson Mandela en Invictus (2009), o de personajes muy entregados a causas sociales y con una amabilidad, sapiencia y liderazgo sin igual como en la saga del Caballero de la noche o Batman. De esclavos, matones y personas en fuga como en la muy aclamada Sueños de libertad (1994), la legendaria Unforgiven (1992), la muy crítica S7ven (1995), y así como muchas más.
Freeman ha vestido de oro a Hollywood y cada uno de sus trabajos en ese lienzo pintado nos ha agrandado el ojo, es decir, ver realidades y situaciones con mucho beneplácito. Seis veces nominado al Óscar y una vez ganador con Million Dollar Baby (2005), dirigida por el polémico Clint Eastwood. Sin duda es uno de los grandes y su capacidad de mutar a diversos papeles, y estando muy activo nos seguirá llenando de buenos augurios.
Otro de los memorables es Denzel Washington, el más galardonado con dos Óscar. Pasado de los 60 años, es además el de los más prolíficos: de detective, de activista, de policía, de profesor, boxeador, guardaespaldas, militar, entrenador de fútbol, de padre, de mafioso y así sucesivamente ha construido un perfil en pantalla. Ha sido un actor que pasa de ser el de un lado para estar luego en el otro. Una de las películas más comentadas de Denzel es Man on fire (2004), hace las veces de un justiciero, colocando su humanidad como heroica al rescatar una niña y para ello como súper hombre acaba hasta con los preceptos morales (sin mencionar las mafias, carteles, asuntos legales y demás). El público aplaude la osadía y legitima unas acciones en contra del orden y de lo legal, si dice “Él impartirá más justicia un fin de semana que un tribunal en 10 años”, será vanagloriado. En fin, esa es una diatriba contra la película, el hecho es la conversión del personaje.
Si hablamos de su manera de representar activistas, nos sacudió cuando lo hizo para mostrarnos la vida de Stephen Biko en Grita Libertad (1984), un líder perseguido por ser un contestario y defensor de los derechos de su comunidad, participó del movimiento Soweto (una masacre de afros que se opusieron al Apartheid). Fue masacrado por el Estado, humillado, mancillado su nombre, y ahí Denzel encarna una parte de su vida. Se convirtió en un símbolo de lucha. Como también lo hiciera el rebelde Malcolm X (1992), que para Denzel representó un honor y un vuelco en toda su carrera. Repasar sus películas es darle créditos a un hombre con creatividad en la actuación. Así habría otros actores por mencionar.
Mujeres afros actuando las hay y de sobra. Algunas son bellas cantantes, también criadas, lucidas y misteriosas. Líderes y trabajadoras. La querida Whoopi Goldberg, la reciente Lupita Ñungo, la bella Octavia Spencer que hizo una película de esclavitud como Criadas y señoras (2012), la protagonizan varios afros, habla de sus reivindicaciones y de los modos como fueron oprimidos, pero resulta irónico que quien la dirija y escriba sean blancos. Pareciera como que la presencia negra en el cine también fuera para generar burlas o fetiches, risas y uno que otra ironía a modo de boomerang. Si nos remontamos a la propia historia de la técnica, una cámara Kodak no venía para capturar pieles negras, no podían sino hacer balances de blancos; al tiempo la primera actriz negra en ganar un Óscar, Hattie McDaniel, con la película Lo que el viento se llevó, no podía ingresar al hotel de la premiación porque existió hasta 1959 en Estados Unidos una ley que así lo prohibía: “No black-people”.
Ya en nuestros días, la segregación no es de tal dimensión, pero sin existir esas leyes las cuotas y la participación sigue siendo apenas un privilegio para algunos. El tema es para hacer muchas más películas y al ver cómo ha sido en Colombia, tendríamos que preguntarnos por la ridiculez que se ha ejercido en pantalla: el negro es el jocoso, la negra es la criada servil y pintarse de color negro es sinónimo de chiste (como hasta hace poco lo hizo un comediante en Sábados felices). O el afro es el delincuente, el sucio, quien se presta para hacer de sicario.
Dejamos de lado esas intenciones de convertir lo negro en maligno. Y nos concentramos en que las actuaciones, arrojan un sentido de lo social, de las causas por la no discriminación, el propio Freeman haciendo de Mandela así lo proclamó: “Perdonar libera el alma. Remueve el miedo. Es por es que es un arma tan poderosa”. Los afro entonces no sólo han cargado en los rodajes los utensilios, como tampoco solo se limitan en reflejar su condición de esclavitud, han sido partícipes de una industria cultural para entretener, con la que se nos marca las emociones, los deseos, además una que otra manera de pensar sobre la vida.
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+El Gran Ojo Cronopio es la nueva columna de cine y literatura de Revista Cronopio.
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* John Harold Giraldo Herrera es docente Universitario y Periodista. Estudiante del Doctorado Rud de Colombia en Educación, Universidad Tecnológica de Pereira. Uno de sus temas de interés es el estudio de Los pueblos originarios. Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, 2011. Licenciado en Español y comunicación Audiovisual de la UTP, 2004. Con estudios de diplomado en Narrativas audiovisuales, Fundación Universitaria Área Andina, 2003. Democracia y formación ciudadana con énfasis en Derechos Humanos, paz y cultura de resolución pacífica de conflictos para el sector educativo. Universidad Católica Popular del Risaralda, 2004. Periodismo público, Escuela Superior de Administración Pública, 2008.
Correo-e: john.giraldo.herrera@gmail.com