Filosofía Cronopio

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EL METARRELATO DEL POSTMODERNISMO: UNA CRÍTICA DESDE LA ÓPTICA DE ANDERSON, JAMESON, EAGLETON, TOULMIN Y HABERMAS

Por José Antonio Gómez Di Vincenzo*

El postmodernismo no es una mera continuidad del modernismo sino algo distinto, una mutación que, en un primer momento, se muestra como un fenómeno cultural y posteriormente, una reflexión filosófica.

Desde nuestro punto de vista, el principal acierto de las críticas al postmodernismo (presentes en variopintos autores) es haber establecido un relación entre el fenómeno cultural con la estructura social. Este es el enfoque marxista que se plasma sobre todo en el trabajo de los críticos anglosajones.

Según Jameson (n. 1934), el fenómeno del postmodernismo comienza con la obra de Venturi (n. 1925) en arquitectura, quien propuso una vuelta a las fuentes populistas; es decir, el abandono en el ámbito artístico de toda actitud elitista y la vuelta a una reflexión acerca de lo que la gente hace. Hay que tomar el ejemplo de la ciudad de Las Vegas. ¿Qué debemos aprender de Las Vegas? Las Vegas, como ciudad, es pura imitación. Jameson remarca el hecho de que algo central en la postmodernidad es el tema de la imitación burda. Jean Baudrillard (1929–2007) enfatiza esto de la imitación e introduce la categoría de simulacro; esto es, algo que pretende ser algo.

Según Jameson todas estas características responden a una etapa del capitalismo. El postmodernismo es un dominante cultural que atraviesa todas las artes en el que no hay hilo conductor, argumento central o eje dramático. Junto con estas notas, tenemos un individuo fragmentado, una exacerbación de lo que le sucede al sujeto en el contexto del capitalismo tardío, la desaparición de los sentidos o significados coherentes, la atomización del discurso sin hilación, un cambio permanente de tema, la idea de zapping.

Uno de los más representativos pensadores de la posmodernidad es Lyotard (1924–1998). En La condición posmoderna, argumenta acerca del discurso postmoderno sobre el acontecimiento que todo es una sucesión rápida, que lo que importa es pasar de una cosa a otra sin buscar sentido. La aceptación de lo dado, sacralización y eternización de algo que tiene dimensión social contingente (es decir que se da en un tiempo y espacio determinados) ocurre desde siempre. Eso, desde nuestra perspectiva, se llama naturalización. Algo se naturaliza cuando se toma como dado. De este modo, es como se legitima. Una nota característica del postmodernismo es la naturalización de lo dado, el acriticismo o eliminación de la distancia crítica. Cuando se legitima la tragedia y se adopta el grito de que «no queda otra». Al sujeto alienado moderno le sucede el fragmentado posmoderno. El sujeto enajenado que había sido separado de su completitud ahora se fragmenta, está en cambio permanentemente.

NOTAS CONSTITUTIVAS DEL POSTMODERNISMO: CONTRA LA RAZÓN Y LA HISTORIA

A continuación, expondremos las principales características del postmodernismo. Ellas son:

· La eliminación de la distancia crítica.

· Una nueva superficialidad. En el discurso posmoderno, la superficie lo es todo. No hay más profundidades. Desaparece toda separación entre superficie y profundidad, significante y significado.

· Un nuevo tipo de emocionalidad o emotividad. A la profundidad de las emociones propias del discurso moderno le sucede lo agradable del posmoderno.

· Lo estilístico es sustituido por lo decorativo. Desaparece el estilo y cobra énfasis la imitación.

· Se disuelve el sujeto moderno que otorga sentido o que busca sentidos en la historia.

· Entonces, lo que queda es la instantaneidad, la fragmentación del hilo temporal. La historia desaparece y el hecho histórico es sustituido por el espectáculo fragmentario.

· Se elimina el sujeto y la historia.

· Para hacer cualquier cosa lo único que queda es volver al pasado. Pero no al pasado tal cual ocurrió sino a una imitación, a un simulacro del pasado. No al denso pasado histórico sino al vacío de la imitación. Es un recurso constante al simulacro.

Como decíamos más arriba, de nada sirve negar la existencia de todas estas notas que hacen al postmodernismo. Hay que tratar de entender qué es y explicarlo tomando cierta distancia crítica.

Esta fragmentación típica del postmodernismo tiene como objetivo destotalizar, impedir ver el todo. Desde nuestro punto de vista, esta destotalización y deshistorización es funcional a la globalización del capitalismo tardío. Al enfatizar lo particular, se legitiman las diferencias producidas por el modo de producción capitalista. Esto se hace presente en el uso postmoderno de categorías tales como «poscolonialismo», que sirve para ocultar el hecho de que la historia pasa por el centro o categorías como «multiculturalismo» utilizada frecuentemente para resaltar desde una suerte de elitismo una posición por más aceptación que haya de otras.

En rigor, la cuestión es quién tiene el poder económico. Lyotard dice «mueran las totalidades, vivan las diferencias». Las mismas relaciones de poder se mantienen históricamente en lo económico y en lo cultural. Es la misma pregunta de siempre que ahora se pretende ocultar apelando a esta categoría de la multiculturalidad. La cuestión es quién tiene el poder. La idea que recorre todos estos discursos es no mirar la totalidad. Jameson en su crítica nos propone justamente todo lo contrario; es decir, no destotalizarnos, que tratemos de explicar las particularidades en su relación con una totalidad.

El postmodernismo modifica nuestra concepción de conocimiento. Representa en sí mismo un estado alterado de conocimiento. El conocimiento es una mercancía más en el mercado. Esto fue posible porque el conocimiento se materializó, se objetivó en las computadoras y fluyó por el hiperespacio. Entonces, el conocimiento objetivado está en las computadoras y fluye como una mercancía más en un mundo globalizado. Esto representa también la desaparición del sujeto portador de saberes. Este fenómeno es para Lyotard, la condición básica del postmodernismo. Pero para ser aceptado el conocimiento debe ser legitimado. En la modernidad, Descartes (1596–1650) legitima el modo de construir y fundar el saber con el famoso cogito. Pero el conocimiento posmoderno no puede legitimarse de la misma forma que la legitimaban los modernos. Lyotard dice que no se puede justificar el conocimiento posmoderno apelando a grandes metanarrativas. En un primer momento hubo dos metanarrativas: el idealismo y la política de la ilustración. Según Lyotard, estas grandes metanarrativas han fracasado porque en el desarrollo histórico han surgido constraejemplos que contradicen la efectividad legitimadora de dichos relatos. Entonces, ¿qué hacer para legitimar el conocimiento? Como el conocimiento se ha fragmentado, su legitimación tiene que ser pluralista y diferenciada. Cada disciplina científica es, por ejemplo, —apelando a la noción wittgensteniana— un juego del lenguaje con sus propias reglas que se debe legitimar en su propio uso. Las legitimaciones se darán viendo las reglas del lenguaje particulares en cada disciplina. Las grandes metanarrativas que también eran un gran juego del lenguaje fracasaron porque fueron incapaces de abarcar y explicar las distintas particularidades, las especificidades de cada disciplina. Lo que Lyotard va a decir es que debemos abandonar el uso del concepto universal de humanidad porque el mismo distorsiona, es incapaz de describir las diferencias. Pero entonces, como sostiene Eagleton (n. 1943), si abandonamos la utilización de universales no podemos ni empezar a hablar. Esto es así porque si no puedo extraer notas comunes no puedo ver lo singular. Todo predicado es universal. Todo conocimiento surge de lo universal. Conceptos como estuche, negro, (mirando el estuche de los anteojos sobre la mesa) caracterizan lo singular del estuche de mis anteojos mediante categorías universales. Este estuche negro es singular porque existe lo negro universal. Este misterio de los tipos de relación entre predicados está también en la dialéctica.

¿Cómo podemos dejar de lado lo universal? Lyotard propone algo inviable puesto que lo singular se define mediante la suma de universalidades. En lo referido a las ciencias Lyotard está equivocado al plantear que la ciencia cambia permanentemente. Hay fuertes lazos en común aún entre las ciencias. Justamente, los rasgos comunes son los que busca el filósofo de las ciencias puesto que lo común es lo abarcable. Es falso que no pueden establecerse rasgos comunes entre las ciencias.

Lyotard sostiene que la postmodernidad es lo moderno en estado naciente. No hay modernidad sin que antes haya postmodernidad. Lo postmoderno es la novedad permanentemente introducida en lo moderno. Postmodernidad es en Lyotard, lo nuevo, lo original. No usa la categoría en el sentido temporal. Para él las metanarrativas modernas que cayeron son las siguientes:

· La emancipación progresiva de la razón y la libertad (Kant, Hegel).

· La emancipación progresiva del trabajo (Marx).

· La emancipación por enriquecimiento a través del progreso de la ciencia y de la técnica (capitalismo).

· La emancipación por la salvación lograda a través de la conversión a la narrativa cristiana del amor martirizado.

Por supuesto que los ejemplos dados para sostener esto son tremendamente triviales y poco convincentes. Lyotard sostiene que la primera se derrumba por Auschwitz, la segunda por el movimiento solidaridad polaco de Lech Waleza, la tercera cae por el derrumbe de la bolsa del 29 y la última, por el modo de vida contemporáneo que contradice la moral cristiana.

Lyotard se rehúsa a creer que exista una historia universal, un sujeto colectivo homogéneo, una idea de humanidad, una idea de humanidad liberada, una idea de emancipación global, una idea de Razón.

Cuando hablamos de razón lo hacemos con mayúscula porque universalizamos, hablamos de razón universal.

Al final de La condición posmoderna, Lyotard sostiene que hoy tenemos una tarea, una misión central: hacer de la humanidad una humanidad adepta y adaptada. Una nueva maravilla está en nuestro horizonte: el respeto por el hecho. No podemos agregar más puesto que las palabras hablan por sí mismas. ¡Qué mejor muestra de legitimación y naturalización!

Eagleton realiza la crítica más detallada a las principales tesis del postmodernismo, aquellas ideas comunes a todos los autores posmodernos. En líneas generales, sostiene que las tesis postmodernas se han aceptado por lo fácil y superficiales que son al no exigir del lector un compromiso serio con la construcción de conocimiento.

En Las ilusiones del postmodernismo, Eagleton comienza por presentar una distinción entre postmodernidad y postmodernismo. Desde su perspectiva, el postmodernismo es un estilo de cultura que refleja un cambio de época, un arte descentrado sin fundamentos, autorreflexivo, ecléctico que rompe la distinción tanto entre alta cultura y cultura popular como entre el arte y la experiencia cotidiana de los sujetos. La postmodernidad, por su parte, es un estilo de pensamiento que sospecha de la verdad, la objetividad, la identidad y la razón, de la idea de progreso universal, de la emancipación, descree de los marcos de referencia únicos, las grandes narrativas, fundamentos últimos y fines últimos. Este estilo de pensamiento ve al mundo como diverso, inestable, indeterminado, como un conjunto desunificado de culturas e interpretaciones. Está constreñido por ciertas condiciones materiales marcadas por el paso a un nuevo tipo de capitalismo, dando lugar al mundo de la ciencia y la tecnología efímeros y descentralizados, el consumismo, el dominio de las industrias de las finanzas, servicios e información que por añadidura, genera un reemplazo de políticas de la identidad en lugar de políticas de clases. Esto es observable al comparar las fotos en archivos históricos de actos políticos realizados a principios de siglo XX y las de los actos actuales y ver cómo en las primeras se interpela al pueblo, a las grandes movilizaciones proletarias y en la actualidad, al individuo. Antes en los afiches y propagandas se representaban clases, ahora se representan personas individuales.

El postmodernismo, como estilo cultural, apela a la superficialidad, lo descentrado, ecléctico y pluralista.

En el texto de Eagleton existen dos tesis principales: la primera de ellas sostiene que el postmodernismo caricaturiza a sus opositores y a partir de esa caricaturización los critica. La segunda tesis sostiene que no debemos abandonar la misión de construir una sociedad justa por lo que no debemos estar de acuerdo con el berenjenal y la mezcolanza que proponen los intelectuales orgánicos del capitalismo tardío.

Eagleton se pregunta: ¿cuáles fueron las condiciones estructurales que hicieron posible este paso de la modernidad a la postmodernidad?; ¿de dónde viene conceptualmente todo esto?; ¿cuáles son los comienzos de la postmodernidad y el postmodernismo?

El intelectual sostendrá que todo esto proviene de un dejar de lado facilista a la noción de totalidad, de una negación de la totalidad, de no ver que las totalidades se imbrican formando totalidades mayores y más complejas. Esto es funcional al statu quo e invita a concentrar la mirada en lo individual, lo particular y no concentrarse en el sistema al cual pertenecen dichas particularidades. Dicho sistema es el modo de producción capitalista.

En esto hay una gran ambigüedad. Por un lado, se niegan algunas totalidades porque conviene para legitimar lo dado y por otro lado, se afirman otras totalidades inocuas para el sistema. Se niega la existencia de modos de producción, formaciones sociales y la sociedad como un todo pero no se niegan ciertos órdenes absolutos y totalitarios.

Tenemos también la tesis del «sólo lenguaje». A partir del giro lingüístico y gracias a la influencia de intelectuales como Wittgenstein (1889–1951), sabemos que todo conocimiento está mediado por un cierto lenguaje y que el mundo que vemos se clasifica según las categorías de nuestro lenguaje. Cualquier análisis del lenguaje debe hacerse desde un metalenguaje para evitar el surgimiento de paradojas.

Por ejemplo en la proposición «La rosa es bella», la palabra rosa se usa como distinta a sí misma. De otro modo, en «Rosa tiene cuatro letras», rosa se refiere a sí misma. Decimos en este caso que está siendo mencionada. Quiere decir que las palabras, por sí mismas, pueden referirse a distintas cosas. «La nieve es blanca», por ejemplo, es un enunciado que habla acerca del mundo. Aquí tenemos el lenguaje como objeto. «La nieve es blanca es verdadero» es un enunciado que habla acerca del enunciado mismo. El lenguaje aparece como metalenguaje, está mencionado. Entonces, el lenguaje objeto es el lenguaje como objeto de estudio mientras que el metalenguaje es el lenguaje que utilizo para estudiar el lenguaje objeto. Se puede hablar del lenguaje apelando al metalenguaje.

Aristóteles (384 a. C., 322 a. C.) había propuesto su principio de correspondencia sosteniendo que la verdad es un estado de hechos que se corresponde con el mundo. «La nieve es blanca» es una proposición verdadera si es blanca. Pero esto lleva a una contradicción si se aplica a la siguiente proposición: «yo miento». Se trata de la famosa paradoja del mentiroso. Esto tardó veinte siglos en resolverse. Tarski (1902–1983) la resuelve haciendo la distinción entre dos lenguajes pero todo esto se exacerbó hasta decir que la verdad no es una propiedad sustancial. Eso ocurre cuanto todo se transforma en un juego del lenguaje.

Eagleton lo que hace es enfatizar con la afirmación «sólo lenguaje» este hecho. Esto ha llevado a olvidar la relación que existe entre lenguaje y mundo.

Otro de los comienzos mencionados en el texto de Eagleton es el del fin de la historia que los posmodernos aceptan. Una cosa es haber resuelto todos los problemas como dicen los postmodernos y otra es haber abandonado todo intento. Si abjuramos de la emancipación jamás resolveremos el tema de la liberación de los oprimidos.

Existen, en general, un buen número de ambigüedades. El postmodernismo acepta algunas cosas y no otras, denuncia la opresión pero se olvida de la opresión del capital, predica la apertura hacia la pluralidad pero se presenta fuertemente conservador. Se puede hablar de cultura, género y pasarla bien pero no se puede hablar de naturaleza humana, clase y justicia. Propone un relativismo cultural extremo que denuncia al hombre de occidente pero ese mismo relativismo no le permite defender críticamente a la mujer occidental u oriental de prácticas degradantes. En rigor, relativismo extremo y absolutismo extremo son dos posiciones que en un punto coinciden. El absolutismo extremo siempre fue una forma de relativismo extremo. Cuando uno estudia la historia ve que cuestiones como Razón con mayúscula expresan una forma de razón. Foucault (1926–1984) está bien orientado cuando desnaturaliza la razón y dice que es un subproducto cultural de Descartes y la ciencia moderna que sacraliza un modus operandi de argumentar. El absolutismo puede verse como formas de relativismo expandidas con poder. El postmodernismo en la ansiedad por no referir a las totalidades ha afirmado que se libera lo local pero por otro lado, se ha universalizado esta liberación de lo local en todo el mundo. Ahora, todo es local debido a que se niega la posibilidad de hablar del mundo por eso de que todos son juegos del lenguaje pero los intelectuales postmodernos hacen justamente eso: decirnos cómo es el mundo.

Por una parte, niegan la historia como proceso con significados inmanentes y por otra, afirman el fin de la historia. Dicen que debemos vivir el mundo tal como es y adaptarnos pero por otro lado, sacraliza lo dado. Afirma la muerte de las metanarrativas pero apelando a una gran metanarrativa. Por un lado, se sostiene que el progreso universal parece en crisis, pero por otro lado, no se puede negar que hay progresos históricos.

El postmodernismo niega la historia como proceso teleológico. Pero… ¿De qué modernidad nos habla el postmodernismo? Marx (1818–1883) nunca caracterizó a la historia como teleológica y se mofaba de aquellos que hablaban de propósitos y fines últimos. Las leyes que formula no son transhistóricas sino que dependen de cada modo de producción y principalmente, del proceso de la praxis.

La modernidad, dice Eagleton, nunca despegó. Porque sus principales valores fueron desvirtuados al ser llevados a la práctica política en el siglo XIX. ¿Libertad, fraternidad, igualdad? ¿Cuándo se cumplieron concretamente en la práctica?

EL SUJETO MODERNO COMO HOMBRE DE PAJA

El concepto que los autores postmodernos tienen del sujeto moderno es otro tema interesante para tratar. Los sujetos autónomos, autodeterminados son vistos como atomistas no relacionales, deshistorizados, fundados metafísicamente; pero todo esto es leer mal a los modernos. Los critican pero a partir de una distorsión, se crean un hombre de paja.

En opinión de Eagleton, los postmodernos acusan a la modernidad con argumentos falaces. Acusan a la modernidad de jerárquica, esencialista, teleológica, metahistórica y humanista.

En el caso de la acusación de jerárquica el error es que confunden jerarquía con elitismo. Se pueden establecer diferencias y jerarquías sin hacer elitismo. No se podría decir que Bach es mejor que Chopin. Desde el pensamiento postmoderno a lo sumo se puede decir que es diferente, cosa que no estamos dispuestos a otorgar.

En cuanto al esencialismo, Popper (1902–1994) sostiene que los griegos usaban la categoría para explicar las preguntas últimas pero hoy la ciencia moderna evita esa clase de preguntas. ¿Qué precio pagamos apelando a la esencia de las cosas y qué precio no queremos pagar? No vale la pena abordar este problema por el lado ontológico. Aristóteles sostenía que sin la presencia de propiedades definitorias no puedo caracterizar nada. Eagleton respeta esto a rajatabla. Los postmodernos, por su parte, ponen el acento en lo particular. Pero como decíamos, Aristóteles argumentaba que no puedo caracterizar lo particular sin contar con categorías universales y definitorias. Por ejemplo: X: animal, racional, latinoamericano. Cada una de las categorías remite a un predicado universal. Aristóteles afirmaba que el individuo, sus propiedades esenciales (hoy decimos definitorias) surgen al final de un número de categorías que lo definen y que cada una de estas categorías remite a un universal. Eagleton sostiene que si todo es aleatorio no puedo definir, caracterizar ni establecer ningún orden o jerarquías. Si no puedo predicar apelando a categorías universales, no puedo establecer ninguna jerarquía. Para decir que A es mejor que B debo, en primer término, caracterizar primero a A y luego a B.

FINES O PURA CIRCUNSTANCIA

En relación al aspecto teleológico, ya hemos expresado el caso de Marx que es un buen ejemplo de pensador moderno que no hace referencias a propósitos y leyes transhistóricas. Aunque debemos admitir que muchas lecturas dogmáticas de la obra marxiana tienden a mostrar un Marx distorsionado, en muchos casos teleológico.

Los postmodernos son escépticos a la creencia de que exista una propiedad universal definitoria de humanidad. Son liberales radicales pero socialmente conservadores para usar la categoría de Habermas (n. 1929). Necesitan del autómata determinado para el mercado pero no libre en el cuarto oscuro.

La tesis del fin de la historia no hace al futuro diferente al presente pero en realidad, hay un futuro no inocuo y este futuro es el fascismo. Porque cuando uno escucha a los intelectuales postmodernos con su escepticismo acerca de las verdades, su localismo, pragmatismo, énfasis en las diferencias, relativismo cultural, desapego por la idea de humanidad; todas esas notas características de la postmodernidad que son también categorías del fascismo.

La tan atacada modernidad tenía un gran mérito: hacer crecer nuestra sensibilidad frente a la injusticia, el sometimiento a la opresión.

Toulmin (1922–2009) sostiene que el error que cometen los intelectuales postmodernos es relativo a esta pregunta: ¿De qué modernidad hablan los postmodernos? Los intelectuales postmodernos hablan de modernidad en singular cuando en realidad podemos hablar de modernidades.

Gracias a la acumulación de capitales en la Europa post descubrimiento de América, el centro económico político mundial pasa a Europa. Después del descubrimiento de América, comienzan a darse cambios en la estructura social. El pensamiento legitimador de esa nueva forma de pautar las relaciones sociales es la modernidad pero va tomando distintas características a medida que transcurre el desarrollo de la burguesía y a mediad que está va conquistando posiciones de poder. Los viajes comerciales y sus distintas opciones repercuten en la variedad filosófica del siglo XVI, dando un matiz plural y multicultural al panorama europeo.

Esto colapsó en 1610 con el comienzo de la guerra de los 30 años y el asesinato de Enrique IV en Francia. El resultado fue enfatizar el orden, la necesidad de terminar con las dudas y las pluralidades para pasar a preocuparse por ver cómo acceder a las únicas verdades últimas. Esto es lo que aporta Descartes desde su filosofía: única verdad, método, forma de entendimiento. Newton (1643–1727) lo concreta en la física y Smith (1723–1790) en la economía. A fines del siglo XVIII, se tiene la primer gran cosmópolis que explica todo. La primera forma de discurso moderno fue el de la razonabilidad del siglo XVI caracterizado por la tolerancia a lo plural. Con la Revolución Francesa hay que pensar todo de nuevo y la segunda modernidad de la cosmópolis del siglo XVIII sigue con Kant (1724–1804) la autonomía de la razón y ni que hablar con la crítica de Marx. Toulmin sostiene que no se trata de la misma razón moderna sino que hay distintas razones que abarcan los discursos legitimadores que van desde el siglo XVI al siglo XIX.

Habermas habla de una modernidad cultural y una modernización societal. Lo que ha pasado a lo largo de la historia es que no se ve que haya diferencias entre ambos. En el ámbito cultural, se dio esto de lo nuevo pero en lo societal nunca. Por eso, la modernidad no se ha completado. Aclara que este proyecto se puede dar si se renueva la estructura de la sociedad.

REFERENCIAS:

Anderson, P., (1996), Los fines de la historia. Buenos Aires: Anagrama.

Eagleton, T., (1997), Las ilusiones del postmodernismo. Buenos Aires: Paidós.

Jameson F., (1991), Postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Buenos Aires: Paidós.

Lyotard, JF., (1989), La condición posmoderna. París: Les Éditions de Minuit.

Toulmin, E., (1991) Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad. Buenos Aires: Península.

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* José Antonio Gómez Di Vincenzo es docente e investigador del Centro Babini, Escuela de Humanidades, UNSAM, Argentina. Se graduó como Licenciado en Educación en la UNSAM. Cursó sus estudios de posgrado en la UNTREF, obteniendo el título de Dr. en Epistemología e Historia de la Ciencia con la tesis doctoral «Estudio sobre la relación entre ciencias biomédicas, tecnologías y orden social. Biotipología, educación, orientación profesional y selección de personal en Argentina entre 1930 y 1943». Ha participado en numerosos congresos como expositor y tiene publicados una serie de artículos en revistas académicas y libros de texto tratando diferentes problemáticas propias del campo de la Filosofía y la Historia de la Ciencia y la Tecnología. Desde 2007 es investigador del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica «José Babini» y docente en la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

 

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