EL VIAJERO, EL AHUEHUETE & EL VIEJO LAGARTO
Por Gloria de los Ángeles Bennets Carlock*
Antes de que llegara aquel extraño hombre, nadie entendía el concepto del tiempo, ni siquiera los hombres más sabios de nuestra aldea… cuando él me preguntó cómo es que sabía la hora de comer, respondí que mi cuerpo sabía cuándo tenía que alimentarlo así que era trabajo de este avisarme. Cuando me preguntó cómo sabía cuándo era mediodía, le respondí que bastaba con mirar la sombra de los árboles en los campos de siembra; pero no fue hasta que preguntó cómo es que sabíamos la hora en que anochecería si el sol no existiera cuando mi respuesta penetró hasta lo más profundo de su curiosidad. Mi respuesta fue simple: cada vez que el sol se agota en el cielo el más viejo ahuehuete del bosque silva notas tristes y amargas para arrullar al sol, aquella estrella que deambula cerca de las nubes, la misma que es su eterno amor. Es por ello que el sol jamás dejaría de existir y de ser así toda la naturaleza de este mundo se marchitaría.
El hombre rió a carcajadas; parecía que todo lo que le decía a partir de ese momento era un chiste. El extraño hombre, vestido de un negro como la noche, exclamó: ¡Cómo puedes decir esas extrañas cosas!, tú me estás mintiendo o es que tienes una gran imaginación.
Sus preguntas me impacientaron y mi rostro se tornó enojado; ¡Está bien!, no te enfades, solo ayúdame a regresar a mi poblado, comentó. ¿Sabes quién renta una carroza? Dijo el extraño hombre; mismo que vestía ropa que nunca antes había visto… ahora mencionaba palabras aún más raras que la corona que traía sobre su cabeza.
¿Carroza? ¿Qué es una carroza? Le pregunté, a lo que él me reveló: una carroza es aquello que te lleva a un lugar que quieres o necesitas visitar y está lo bastante alejado como para ir caminando. No sabía si el hombre se estaba burlando de mí, pues en el bosque en el que había nacido, no existía nada parecido a una carroza, así que lo único que le dije fue: Ninguna persona que viva en la cercanía del bosque de los silbidos conoce o ha viajado en «carroza», porque cuando queremos llegar a un lugar por más alejado que esté lo hacemos a pie.
El hombre eliminó la sonrisa de su rostro, dibujando en ella una cara de preocupación. ¡Eso no puede ser posible! Gritó despertando a centenares de mariposas de color neón. Enseguida su mirada se perdió en el carmesí, el ámbar aguamarina y el índigo… Esas mariposas tienen un color profuso, exclamó.
La noche había caído y era demasiado tarde para caminar hasta mi aldea, así que decidí llevar al hombre al único lugar donde podrían responder a sus tantas preguntas, de modo que dejé que el silbido del ahuehuete nos guiara hasta su tronco; cuando empecé a comunicarme con el viejo árbol, el hombre se quedó impresionado… y cuando percibí la voz grave del ahuehuete, cayó de espaldas en las prolongadas raíces, que enseguida temblaban de la risa debajo de él.
El viejo ahuehuete era tan sabio como me habían dicho mis antecesores; al solo ver al extraño supo que era un viajero de singulares costumbres. Así que se apresuró a responder al viajero aun sin que este pudiera preguntar; tras lo cual expresó sus fuertes palabras: ¿Qué haces aquí pequeño viajero?, estás muy lejos de tu hogar… o quizás quise decir a mucho tiempo de llegar a tu casa, debes irte antes de que mi delicada estrella despierte y alumbre las sombras oscuras de la fría noche, de no ser así tendrás que esperar hasta el próximo solsticio. A lo que el hombre respondió, ¡no quiero quedarme en este lugar, tengo muchas cosas que hacer, muchos mensajes que entregar, mucho trabajo que realizar, no tengo tiempo para descansar!
Cuando supe que el hombre era un mensajero, me emocioné, ¿cuéntame de esos mensajes? hombre extraño, enseguida exclamé. El hombre me miró y dijo; si yo hiciera eso estaría violando las reglas, no puedo abrir las cartas, solo tengo permiso de entregarlas a quien se las mandan.
No podía creer lo que decía, pues yo era la mensajera de mi tribu, ya que tenía los pies más veloces, la voz más agraciada y la memoria más ágil; aun así jamás había escuchado la palabra «carta», al preguntar sobre ello, el extraño hombre que ahora era un viajero de lejanas tierras y mensajero de cartas, respondió: Una carta es un papel que contiene escrito algo que se quiere informar a otra persona.
El viejo ahuehuete enseguida le dijo que pronunciara los nombres de todas las personas a las que les debía entregar aquellas cartas. Así que comenzó a leer y entre tantos nombres el sabio árbol reconoció «Bea». ¡Por supuesto! Exclamó.
El gran ahuehuete le dijo al viajero que tenía que entregar esa carta a su amigo Bea y que solo haciendo eso, podría regresar automáticamente a su hogar; así que llevé al viajero hacia los manglares, donde vivía Bea; cuando llegamos al pantano, salió un enorme lagarto. ¿Qué es lo que necesitan? preguntó con una estruendosa voz, a lo cual respondimos intimidados: solo veníamos a entregar un mensaje a Bea, el amigo del viejo y gran ahuehuete. Enseguida el impresionante lagarto respondió: Entonces entréguenlo, que yo soy aquel que buscan.
El hombre sacó la carta de una pequeña bolsa y empezó a leer: «Hola, mi querido Bea. Lamento haberte hecho esperar tanto, aunque para ti eso no es problema, tengo que decirte muchas cosas… pero las palabras me llevarían toda una vida, eso, mi gran amigo, para ti no sería un inconveniente pues tú eres eterno. El mundo en que ahora vivo me tiene pensando mucho, pues todos corren de lado a lado, nadie tiene un momento de tranquilidad, parece que quieren imitar a las extrañas máquinas de metal de las cuales te conté en la carta anterior. Dime, querido amigo ¿qué debo decirles a estas personas?»
El lagarto replicó: querido viajero ahora debes llevar mi mensaje hasta el lugar donde vienes… dile a mi amigo más querido que el tiempo que la juventud nos da es tan solo el necesario, que la vida es tan hermosa como para pasarla intranquilo por lo que hagan o no hagan los demás; pues hacer cambiar el pensamiento de otro equivale a colocar cada gota de mar en el pico de un colibrí, así como preocuparse es igual a dejarte atornillar las patas de un elefante a nuestras espaldas.
Cuando el viejo lagarto terminó de hablar y antes de que pudiera verlo a los ojos, la figura del viajero se fusionó con la niebla del pantano.
Para el mensajero fue el primer día en que todos sus paradigmas cambiarían. Pero para mí fue aquel día en que me di cuenta que jamás despertaría, pues solo las almas errantes pueden ayudar a los extraños viajeros del otro lado del espejo a salir con vida del enorme bosque de los silbidos.
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* Gloria de los Ángeles Bennets Carlock es Magíster en Investigación Educativa, originaria de Oaxaca, México. Ha realizado diversas publicaciones literarias y académicas en su país natal, así como en Colombia, España, Perú y Chile. Actualmente es la Directora General del Blog y la Revista Digital Internacional Educación Alternativa «Un Vistazo», un proyecto que se basa en tres premisas (comunalidad, multiculturalidad e inclusión).
Blog: https://angybennettscarlock.blogspot.com/