Literatura Cronopio

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ELEGÍA A LA NECEDAD

Por Juan Ramos Martín*

A Javier ‘El Cuco’, filósofo, bueno, parte del aire.

I. ELEGÍA A UNA HORMIGA DE TRASCASTILLO

¿Qué fue de ti?
Cuando corrías atenta
los miles de caminos
que la primavera abría
en tu pecho incierto,
latente, rojo de ganas
de gritar desasosiego,
miedo, indecisión,
vida inmortal, en fin,
todo ese cúmulo contradictorio
que nos precede y,
casi siempre, otorga sentido.
¿Qué fue de aquella tarde
en que, sonriente,
al calor de un sol joven,
tan joven que,
de creerse invencible,
coloreaba todos los rostros
y contornos a su antojo,
avanzabas dando saltitos,
despreocupada,
por entre los cañaverales vacilantes
de una memoria incipiente,
impredecible, aún por crearse?
¿Qué fue de ti?
¿Acaso estarás dormida?
¿Acaso muerta?
¿Acaso seguirás corriendo,
alegre, dispuesta, inconsciente,
oculta como ese sol que, prepotente,
traicionado y melancólico,
perdió la batalla contra la noche,
y es por eso que ya no te veo?

II. ELEGÍA A UN PUNTO NEGRO

Un punto largo y redondo suspendido en pleno centro del infinito.
No hay dios ni ser, ni fuerza ni monstruo vivo que ya lo aplaque.
Y todo comienza a girar en torno a este conjunto anárquico y planetario.
Así es como yo imagino que empieza la vida.
Afuera, la lluvia empapa de lágrimas los cristales
de unas gafas que ya no podrán alcanzar su gloria.
Adentro, el hombre que nunca quiso hacer ruido
es ya parte del arrullo eterno que mece la sombra de los buenos tiempos.
En este instante, y solo por este instante, la llama duele,
como solo duelen de vez en cuando las cosas que son demasiado buenas.
El viento quema, de tanto soplo que busca, desesperado, calmar la herida
en la redención del limbo de unos recuerdos por poco olvidados.
El golpe es aire. Y en esta atmósfera clara, terrible y acogedora,
algunas almas cansadas nos acurrucamos a la espera descreída
de que todo pueda, al menos, volver a ser lo que era antes.

III. ELEGÍA DE LA ESPERANZA

Y el sol, de nuevo, al ponerse, ya no volvió a ser el mismo,
por mucho que creyera ciegamente en las leyes básicas de una geometría celeste.
No lo fue en su color, ni en su figura, ni en el abrigo atento, ni en la certeza antes suscrita.
Tampoco lo fue la tierra, húmeda y fértil bajo sus pies, y sin embargo errática y discontinua
en la transmisión del calor perdido entre los pliegues de sus entrañas.
No lo fue el viento, ni la lluvia, ni la noche, ni el rocío.
Ya no lo fue, ni siquiera, la luna que en su retorno cotidiano
siguió meciendo a la tierra en su cuna, mezcla de sangre, salitre y pena.
Fue, para aquel entonces, como esta ciudad perdida,
esperando eternamente una primavera que nunca llega.

IV. ELEGÍA DE LOS CAMPOS

Pasó a divisar su atalaya
la sierra que, más al norte,
disputa —obstinada— en su cielo
vencer el añil de la noche.
Ya hay calma sobre sus hombros,
ya el aire sobre su pecho
retuerce entre sus recuerdos
las veces que en esas cumbres
perdió en tantos sueños su cuerpo.

Y sonríe.

Y vuelve a sentir los campos,
lagos, montes, charcos, ríos,
veredas que fueron llenando
de su rostro sonrojado
aquella felicidad completa,
por instantes distraída,
sin perderse en la certeza
de haber recibido tanto.

Y con la brisa de otoño,
sin las cargas del pasado,
ni ya se escuchan las voces,
ni ya lo acompaña el llanto.
Y desde hoy y para siempre,
en su camino diario,
volverán pájaros trinos
a buscar ración de mimos
en las ramas de sus cantos.

Y acompañará la guitarra,
rezando palabra y mambo,
boleros, cuecas y bossa,
pasodoble, zamba, tango.
Y en el temblor de sus notas
vislumbrará allá en lo alto,
por encima de las nubes,
hasta ver el sol y el manto
de miles de estrellas fijas
—titilantes—
que acompañen su descanso.

___________

* Juan Ramos Martín nació en la ciudad de Zamora (España) el año de 1986. Después de muchas vueltas por Europa y Latinoamérica, actualmente es profesor de comunicación en la Universidad Javeriana en Bogotá (Colombia). Si bien cuenta con numerosas publicaciones científicas, en el campo literario su producción aún es inédita y volátil. Correo–e: jrm1404@gmail.com

 

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