PARANOIA, CINE Y METÁFORA: EL CINE DE OSCAR CAMPO
Por: Juan Manuel Zuluaga Robledo
“La obra del director colombiano Oscar Campo ha mantenido una perturbadora coherencia desde sus documentales de comienzos de los noventa hasta sus trabajos más recientes, que incluyen su opera prima en el largometraje de ficción: Yo soy otro. Lo que incomoda en esta continuidad no es tanto su gusto por el delirio y la locura, por las cloacas y las sectas, por los submundos y las conspiraciones, como el hecho de que estas atmósferas y personajes no estén acompañadas por un relato tranquilizador donde la anormalidad sea al fin neutralizada, a la manera del cine mainstream” Pedro Adrián Zuluaga. Crítico de cine.
Al verlo de lejos a Oscar Campo, mientras llega a tu encuentro, se te viene a la cabeza la imagen de un viejo sastre, con sus anteojos grandes y redondos, ideales para amplificar la imagen del hilo enhebrado en la aguja. Al detallarlo de frente, de inmediato piensas en un hobbit de tamaño mediano, coronado por un corte de pelo desordenado, el rostro blanco, contraído y de expresión preocupada. Ante el primer contacto verbal, sus manos se accionan alborotadas para acompañar el borbotón de palabras, matizadas con un marcado acento caleño, que se desprenden de su boca.
Corría la Guerra Fría con Vietnam abordo. Los grupos insurgentes motivados por la Revolución Cubana desarrollaban su guerra de guerrillas contra el Estado colombiano, mientras el Grupo de Cali, aquel famoso cine club que revolucionó el adormecido cine colombiano en los 70, se reunía y comenta las fascinantes creaciones de la nueva ola francesa en cabeza de Traffaut. Eso pasó hace mucho tiempo, cuando Oscar Campo, siendo aún muy joven, tenía acaloradas conversaciones cinematográficas con el joven escritor Andrés Caicedo y el director de cine Carlos Mayolo.
Ahora Campo es considerado uno de los mejores documentalistas del país y un sui generis realizador de largometrajes de ficción en los que presenta una particular visión sobre el conflicto colombiano La Revista Cronopio tuvo el privilegio de entrevistar al director caleño, en medio de las proyecciones programadas en el Séptimo Festival de Cine Colombiano Ciudad Medellín. ¡Disfruten de esta amena conversación!
¿Qué tipo de cine y qué directores lo han influenciado a lo largo de su vida?
Generacionalmente estoy marcado por el cine norteamericano clásico. Sobre todo por el cine de terror. Recuerdo en los años 70 que ese tipo de producciones llegaron al Cine Club de Cali y las disfrutábamos bastante con Carlos Mayolo y Andrés Caicedo. También veíamos películas de Traffaut, Godart, Visconti o Passolini. Esas películas eran geniales, pero yo sentía una empatía hacia ese cine clásico norteamericano que narraba historias de psicópatas y delincuentes. Por ejemplo quedé impactado con Alexander de Large, aquel protagonista sicótico de la Naranja Mecánica de Kubrick. También me impresionó mucho el cine de terror propuesto por Roger Corman y las primeras películas de Cronenberg. Todo eso influenció en mi manera de hacer cine y fue permeando la cultura intelectual y literaria caleña que se puede ver reflejada en la obra de Andrés Caicedo. Por esa época hice cortos fantásticos que incluían a estos personajes atormentados…
Usted es reconocido como uno de los grandes documentalistas del país, hablemos un poco sobre ese oficio
A partir de 1988, me dediqué de lleno al documental que es lo que he venido haciendo hasta la actualidad, a excepción de Yo soy otro, mi primer largometraje argumental, presentado el año pasado. Lo que trato de representar en los documentales es la manera como el conflicto bélico en Colombia afecta nuestra psicología, como llevamos el conflicto por dentro. Hace poco terminé mi último documental llamado “La última piedra”, sobre las peleas y conflictos universitarios, las huelgas y los paros. Mis primeros documentales eran muy testimoniales y les hacia mezclas con el cine fantástico, del terror y el thriller.
Cómo se le ocurre crear el guión de Yo soy otro, una de las propuestas cinematográficas colombianas más extrañas de los últimos años
La primera idea se me ocurrió cuando estalló una bomba de Pablo Escobar en Cali a principios de los 90. Yo pensé en un hombre que está cerca de la explosión. Entonces su mente queda lesionada y fragmentada. Su yo sale volando por el mundo y el hombre se va encontrando con clones suyos a lo largo de la película.
Pasó un tiempo y esta idea argumental, la retomé en el 2005 con la idea de hacer un largometraje. Pensé desde el imaginario de los colombianos, la manera como siempre tenemos una relación enemigo-amigo, muy interiorizada en la mente. A veces estamos de un lado y de un momento a otro pasamos al bando contrario. Perfectamente pasamos de un personaje malvado a uno bueno. La película fue duramente aporreada por la crítica. La gente se preguntaba ¿Cómo un empleado corriente puede tener un guerrillero y un paramilitar por dentro? Yo creo imaginariamente que si los tenemos por dentro. En la cinta trato de reflejar la manera como los colombianos manejan los conflictos psicológicos desatados por el conflicto.
Es un miedo que genera determinados tipos de actitudes evidenciados por ejemplo en las votaciones para elegir nuestros funcionarios públicos.
Sin embargo, el tipo de cine que usted realiza no es tan clásico, es más de tipo post modernista y apocalíptico
Ese planteamiento es acertado. Existe una tendencia en el cine norteamericano, desde los 80 y 90 que se desvía del modelo clásico, cuando se producen mezclas con el cine europeo contemporáneo. Recientemente me he sentido bastante influenciado con películas tipo El Club de la Pelea de David Fisher. También con los personajes extraños y locos de algunas películas de los Hermanos Coen o las propuestas visuales de David Lynch…ese es el cine que más me gusta.
¿Por qué es el cine que mas le apasiona?
Es un cine que se sale de los parámetros clásicos y produce desviaciones. Por otro lado, tiene una serie de personajes que emigraron del héroe al psicópata. No sé porque pero tengo una fijación con eso. Esa tendencia ya se hace visible en los 70 con Taxi Driver de Scorsese o en la década pasada, con el Silencio de los Corderos.
En ese sentido ¿Por qué le atrae tanto esa paranoia, esa esquizofrenia en los personajes que usted crea?
No sólo soy yo. Realmente si te pones a observar el cine colombiano actual, de inmediato notas que está muy influenciado por héroes psicópatas. Al observar el cine de Víctor Gaviria, por ejemplo Rodrigo D es un personaje siniestro que es lanzado al abismo por una sociedad que no le da oportunidades, que lo margina de entrada. Inclusive en producciones nuevas como los Caminos del viento de Ciro Guerra, eso también es evidente: el personaje principal, el acordeonista es un hombre enfermo que busca frenéticamente a su padre, por esos hermosos paisajes costeños, pero que a la final descubre que está muerto hace mucho tiempo. Yo creo que ese cine no es solo una escogencia personal. Es un gusto mayoritario de los cineastas y cinéfilos de esta generación. Eso mismo se puede ver en Perro come perro o Karma, por citar algunos ejemplos.
Cambiando de tema ¿Cómo puede ser usted independiente cuando trabaja en la Universidad Pública que está sujeta muchas a veces a decisiones estatales?
En Colombia, el realizador puede tener opción de trabajar en medios como la televisión, la publicidad, cuyas propuestas son convencionales o simplemente puede optar un ejercicio más independiente de la profesión. No niego que es muy difícil ser independiente y estar por fuera de los medios. Personas como yo estamos comprometidos con la academia y desarrollamos un trabajo netamente documental en la Universidad. Aunque no sea fácil, procuramos estar al margen de las imposiciones del establecimiento, ya sea oficial o lo que proponen los grandes medios de comunicación de carácter privado. Intentamos construir una generación de cineastas que tengan una visión distinta, alejada del modelo televisivo que afecta profundamente al cine colombiano.
¿Su cine aboga mucho por las metáforas para explicar la realidad?
Sí…me encantan las metáforas, sin darle al espectador elementos fáciles de interpretación. Me encanta ponerlo a pensar. Por eso yo creo que mi cine no es fácil de digerir. En ese sentido me meto en la piel del cine arte y el video experimental. Con esos dos elementos, intento mezclar todo lo que viene del mundo postmoderno: líneas narrativa rotas cuando se va contando la historia y la utilización de trompos retóricos que hace que la trama no sea lineal, sino más bien fragmentada. Son investigaciones que sólo se pueden hacer dentro de la academia, porque en muchos casos, la gente no está preparada para asimilarlas en un ámbito comercial.
Precisamente usted es un experto en crear metáforas sobre el conflicto
El conflicto incide mucho en la mente de los colombianos, de eso no hay duda. Y los cineastas no están por fuera de eso. Los noticieros y la información pública que se emite en el país está centrada primordialmente en el conflicto. Esta disputa ha creado un espacio común donde los colombianos nos encontramos. Yo creo que en todos nosotros sí hay algo que compartimos en común son las noticias y el enfoque que los medios le dan a ellas. Esas noticias generan consensos maniqueos, definen quienes son los buenos y quienes son los malos. Es difícil escapar de esa lógica.
Yo prefiero salirme de esa visión mediática impuesta desde arriba y analizar la realidad, utilizando metáforas en un cine documental y de ficción que exploré formulas diferentes. Un cine que está tocado por los tentáculos del poder, el sometimiento y la manipulación. Me interesa abordar ese fenómeno, estudiarlo, hablar sobre eso…
Entonces ¿Se puede considerar a Yo soy otro una visión apocalíptica del conflicto muy parecido a lo planteado en películas como Max Mad?
En esa película retrato una sociedad colombiana enferma, marcada por fuerzas oscuras, incontrolables, que nos hacen perder el rumbo y donde siempre nos preguntarnos ¿Donde cárajos estamos parados? La guerra colombiana ha generado unas ciudades terribles e inseguras. Trato de acercarme a eso, utilizando elementos propios de películas apocalípticas como Matrix.
¿De qué manera los espectadores asumieron la película?
La película no fue muy bien recibida, en parte porque no tuvo publicidad y en buena medida porque no es una película comercial. Después me di cuenta que es una película experimental, difícil…el resultado es que al público no le llegó.
¿Es posible por medio del cine, crear memoria histórica, colectiva, algo que nos enseñe a no cometer los errores del pasado?
Por ahora es complicado. Creo que la fuerza mas notoria del cine colombiano actual está fuertemente determinada por la televisión y los noticieros. La gente construye su opinión por medio de los noticieros que son allegados al poder. Hay propuestas que intentan crear memoria, pero en realidad son escasas. Nuestra visión está influenciada por los noticieros que generar unos consensos terribles en el público, sobre el conflicto. Los otros trabajos generados desde el cine y el documental podrían tener el reto de construirse de una manera distinta, pero es bastante difícil que desde los medios se pueda construir una mentalidad distinta. De hecho ellos obedecen a decisiones de alto poder, de políticas económicas que deciden de manera egoísta el destino de la sociedad.
¿Tiene pensados otros proyectos cinematográficos a futuro?
Sí, ya tengo listos los guiones para empezar a producir tres largometrajes. Uno de ellos es un thriller, en el que unos tipos están encerrados en una casa. La idea es mostrar la realidad y los conflictos que se desatan en el interior de la vivienda
Haga clic para ver los cortos de Yo soy otro
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Muy buen artículo y entrevista. Buena!