Escritor del Mes Cronopio

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Maquino

LA MÁQUINA NO DEVUELVE

Por Rubén Vélez*

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Damas y caballeros tengan ustedes muy buenas tardes primero que todo les presento excusas por incomodarlos y quitarles un minuto de su valioso tiempo soy uno de los tantos jóvenes de esta ciudad que no han podido conseguir empleo y utilizan los medios de transporte público con la única intención de ganarse la vida honestamente voy a pasar por cada uno de sus puestos para entregarles un producto recién importado espero que me lo reciban sin ningún compromiso como pueden observar se trata de un bolígrafo muy aparente que se vería bien hasta en el bolsillo de una camisa de marca su tinta es mojada y su punta delgada el bolígrafo ideal para firmar documentos esenciales tales como la hoja de vida y la declaración de renta este hermoso y útil producto de fabricación extranjera solo cuesta la módica suma de mil pesos para mayor economía lleven el par por mil quinientos a las personas que me brinden su colaboración mil gracias mi dios les conservará la salud y el trabajo.

Damas y caballeros tengan ustedes muy buenas tardes perdonen que les quite un minuto de su agradable tiempo me veo en la penosa obligación de pedir su colaboración porque no me siento capaz de hacerle daño a nadie para llevarle un poco de sustento a mi familia como pueden observar hoy estoy ofreciendo una fina y deliciosa golosina que todavía no ha sido puesta a la venta en los grandes supermercados de la ciudad ni en el éxito ni en carrefour podrán encontrar algo tan especial por un precio tan favorable no se trata de un confite más de uno de esos que saben bien pero que no le convienen a nuestra salud antes de adquirir una golosina no solo debemos tener en cuenta su sabor en la actualidad son más los confites deliciosos pero dañinos que los deliciosos y benéficos son más los azúcares malos que los buenos la exclusiva goma que ahora estoy ofreciendo contiene un tipo de azúcar tan delicioso como saludable el más reciente descubrimiento de un gran laboratorio de europa probar para creer ni más ni menos que el azúcar que cura el costo de la unidad es de doscientos pesos para mayor economía las tres por quinientos.

Damas y caballeros. No los molestaré por mucho tiempo. Sé que después de un duro día de trabajo, lo que menos quiere uno es que le hablen de problemas. Que mi mamá está grave y no tiene seguro. Que mis hijos están aguantando hambre. Que se quebró la empresa donde yo trabajaba. En fin, que no hay plata para esto ni lo otro. Después de un duro día de trabajo, nadie quiere que le pongan el disco de la dureza de la vida. ¡Y se les aparece un tipo que no ha podido conseguir trabajo para hablarles de un montón de hambres atrasadas y de una úlcera que se lo está comiendo! Damas y caballeros, ustedes se dirigen a su casa, propia o alquilada, pero en todo caso, un sitio donde podrán sentirse bien y a salvo de los desconocidos latosos. Yo no sé qué va a ser de mí esta noche… Pero, por favor, no se sientan obligados a colaborarme. La unidad, a quinientos. Para mayor economía, las tres por mil.

Damas y caballeros, en este preciso momento yo podría estar ganándome la vida de otra manera. Ustedes saben de qué estoy hablando. No creo que sea necesario entrar en detalles. Por donde yo vivo, me hacen muchas ofertas. ¡Trabajo es lo que hay en esta ciudad! Y esa gente paga bien. Algunos de mis amigos ya no tienen que montar en bus. Para ellos, yo soy un güevón. ¿Todavía pegado de los chicles y las galleticas? ¿Todavía de limosnero? Parce, no nacimos pa´rogar. Pa´humillarnos. Güevón, despertá, ponéte las pilas… Damas y caballeros, mil pesos no hacen a nadie ni rico ni pobre. Gracias por su colaboración. Quiera Dios que lleguen sanos y salvos a su casa.

Sin decir palabra, el quinto vendedor entrega a todos y cada uno de los pasajeros una estampa del patrono de las causas imposibles. La colaboración del único ocupante de la banca de atrás lo deja de una pieza.

2

Algo que no se había visto en esta ciudad. Ayer, en horas de la tarde, una usuaria de nuestro transporte público colaboró con un billete auténtico de alta denominación. A eso de las cinco, John Alexander Santamaría, un muchacho que se gana la vida en los buses, recibió, a cambio de su bendita mercancía, la suma de veinte mil pesos. Lo que él suele ganarse a duras penas en un día, le cayó del cielo, allá, en la última banca. Para colmo de la suerte, no recibió, de encima, un sermón, que es lo que enciman casi todas las almas caritativas de este país. No se gaste esa plata en vicio, cómprele algo a su mamá, etcétera. John Alexander no fue socorrido por un hada madrina de alma de madrastra. A continuación, presentamos un fragmento de la entrevista que sostuvimos con el afortunado vendedor. Si no quieres quedar empezado, visita nuestra sección de videos. Ahí aparece la entrevista completa, que dura media hora.

—¿De qué ruta estamos hablando?
—De la ruta 315.
—¿Hacia dónde se dirigía esa buseta?
—Venía del Centro.
—¿En qué parte de la ciudad pasó eso?
—Acabábamos de entrar en el área de Belén.
—¿Solo había puestos libres en la banca de atrás?
—Esa buseta iba medio vacía.
—¿No le pareció raro que su colaboradora fuera en la última banca? Es la más incómoda. Y si el bus o la buseta van medio vacíos, con mayor razón. Usted lo debe saber tan bien como nosotros: esa banca se vuelve saltarina.
—A mí me pareció raro que ella me diera tanta plata por una estampa que no vale nada.
—¿Tienen precio las cosas de Dios?
—Esa señora debe de tenerle mucha fe a San Judas Tadeo.
—Háblenos de ella. Peinado, cara, vestido, etcétera.
—Una señora bien.
—¿Llevaba joyas?
—Yo solo tuve ojos para ese billete. No todos los días se gana uno el premio gordo.
—¿No le pasó por la cabeza que ese billete podría ser falso?
—Ahí mismo supe que era verdadero. Sé mucho de billetes.
—¿Se dio la bendición tan pronto como recibió esa plata?
—Es lo que debe hacer todo vendedor que se respete.
—Pensándolo bien, esa señora le hizo un gran daño. De ahora en adelante, usted pondrá mala cara cuando reciba una colaboración de poca monta. Es más: se le envenenará la sangre.
—Se me envenena cuando no me dan nada. ¿Qué son hoy en día cien o doscientos pesos? Si la gente fuera más colaboradora, pasarían menos cosas.
—¿Por qué no pone un disco antes de ofrecer su mercancía? ¿No cree en la eficacia de las palabras?
—Creo que la gente está cansada de oír el mismo disco. Damas y caballeros… Con esa música ya no se llega a ninguna parte.
—¿No tiene amigos poetas?
—Solo uno, y es el que me recomendó la estrategia del silencio.
—¿Es usted devoto de San Judas Tadeo?
—Desde ayer lo soy.

3

En el Centro de Recepción de Pacientes Extranjeros usted y su familia se sentirán como en un oasis. Un oasis donde podrán hacer negocios, ver televisión, navegar, tomarse un refrigerio, ducharse o simplemente disfrutar de un momento de privacidad.

Nunca cerramos.

Siempre estamos listos para atender a nuestros huéspedes, sean cuales fueren sus necesidades. ¿No sabe cómo llegar al supermercado más cercano? ¿Le gustaría conocer el centro comercial más grande de la ciudad? ¿No se siente a gusto en el hotel que le consiguió su agencia de viajes? Nos ocupamos de todo, hasta de la reservación de los vuelos de regreso a casa. En el Centro de Recepción de Pacientes Extranjeros usted y su familia podrán escapar del aire de hospital.

Este es un fragmento del libro publicado por Silaba Editores.
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* Rubén Vélez nació en Medellín. Ex abogado y ex poeta. Publicaciones todavía legibles: La abuela huele a lobo (2005), Usted no sabe con quién se está metiendo (2006), Noticias del Holocausto (2008), Nuevo brindis del bohemio (2009), La piscina ahogada (2011).

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