EL PERIODISMO HISPANO EN LOS ESTADOS UNIDOS
Por Gerardo Piña–Rosales*
Entiendo por periodismo hispano en Estados Unidos aquella prensa escrita en lengua española que se publica, con periodicidad regular o a salto de mata, a todo lo largo y ancho de la Unión Americana.
Nótese que he dicho «en lengua española», porque los periódicos, revistas, gacetas, folletos, opúsculos y otras publicaciones de ese jaez, aunque se disfracen de Hispanic World, Spanish Times o Latino Woman, no están escritos en la lengua de Mariano José de Larra o José Martí, sino en inglés (sazonado, aquí y allá, con algunas gotitas de la más inocua y topiquera latinidad).
En otras palabras: este periodismo, con todo el saborcillo y olorcillo latinoamericano que se quiera, pero pergeñado en english only, se inscribe, por derecho propio, en la historia de la prensa anglosajona. Al pan, pan, y al vino, vino. Uno pensaría que en la National Association of Hispanic Journalists (cuyo logotipo se engala nada menos que con una rotunda eñe) predominan los periodistas que ejercen su oficio en español; de lo contrario, ¿por qué se autodenominan Hispanic? Pues no. Basta echarle una ojeada a los programas de los últimos congresos organizados por esta asociación para que nos llevemos un chasco: el 90 % de esos periodistas «hispanos» escriben en inglés.
Mi iniciación —hace ya muchos años— en la prensa hispana vino de mano de El Diario —La Prensa—. Al principio, ni sabía que existiera tal periódico, tan imbuido estaba yo en mi New York Times (con el que aprendí más inglés que en todos los cursos que tomé en la universidad). Lo descubrí en el subway. Junto a mí viajaba un individuo de mediana edad, al parecer enfrascado en la lectura de un periódico llamado el Daily News. Cuál no sería mi asombro cuando en uno de los traqueteos del tren, al individuo se le cayó el periódico de las manos, quedándose aferrado a otro, que era en realidad el que había estado leyendo: El Diario–La Prensa. Al buen entendedor, pocas palabras bastan.
Poco tiempo después comencé a colaborar en ese mismo Diario–La Prensa, decano de los periódicos hispanos en Estados Unidos. En las páginas de su Suplemento Literario, y por mediación de su director, Fernando Moreno, publiqué mis primeros cuentos y ensayos. Mi colaboración con el Diario–La Prensa ha continuado, si bien de manera guadiánica, hasta hoy. Desde aquí agradezco a Fernando Moreno y a Reginaldo Atanay su generosidad y fidelidad a la causa hispánica.
Y, por último, es justo que mencione a uno de los periodistas hispanos que más ha hecho por nuestras letras en este país: me refiero a Luis Mario, del Diario Las Américas. A lo largo de muchos años, y desde sus páginas culturales, de Literatura y Arte, Luis Mario —poeta y ensayista de quilates— supo, con sabiduría, perspicacia y amplitud de miras, mantenernos informados de cuanto de valor se publicaba en español por estos lares.
Hoy las cosas han cambiado gracias a los numerosos periódicos hispanos en formato electrónico, algunos excelentes, otros mediocres y muchos deleznables. De estos últimos es mejor no hablar, porque ¿a qué hispano que aprecie su lengua puede gustarle leer unos textos plagados de anglicismos innecesarios, de léxico paupérrimo y sintaxis cojitranca? Lo sabemos todos: esa prensa, en muchos casos todavía hoy tan deficiente, sólo podrá adquirir calidad y prestigio en la medida que la población hispana de este país tenga acceso a la educación, a la cultura. Por tal motivo, un sector del periodismo hispano en Estados Unidos se encuentra hoy ante un dilema, que yo —y por parafrasear a Francisco Ayala, y aunque en circunstancias muy distintas— plantearía preguntándome, preguntándoles: ¿Para quién escribimos nosotros?
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* Gerardo Piña–Rosales, escritor, fotógrafo y editor, nació en La Línea de la Concepción (Cádiz) en 1948. Hizo estudios superiores en la Universidad de Granada y en la Universidad de Salamanca. Ya en Nueva York (donde reside desde 1973), se doctoró por el Centro de Estudios Graduados de esa misma universidad con una tesis sobre la literatura del exilio español de 1939. Desde 1981 ejerce como profesor de Literatura y Lengua españolas en la City University of New York. Es director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Algunas de sus publicaciones son: Narrativa breve de Manuel Andújar (1988), La obra narrativa de S. Serrano Poncela (1999), Acentos femeninos y marco estético del nuevo milenio (2000); 1898: entre el desencanto y la esperanza (1999); Presencia hispánica en los Estados Unidos (2003); España en las Américas (2004); Odón Betanzos Palacios o la integridad del árbol herido (2005); Hablando bien se entiende la gente; Gabriela Mistral y los Estados Unidos. El español de los Estados Unidos: E Pluribus Unum? (2013). Entre sus obras de creación destacan Desde esta cámara oscura (novela) y Don Quijote en Manhattan (novella). Próxima a aparecer: Los amores y desamores de Camila Candelaria (novela).