ALEF DE PECHO Y AIRE
Por Lourdes Vázquez*
En un salón de un centro de convenciones marcado por unas ventanillas altas muy difíciles de escalar, por ratos se escuchan grupos de mujeres entrando y saliendo. Es decir, después de cada sesión de trabajo, hay un intermedio que se refleja en la puerta a dos hojas de vidrio slap-slap de un lado para otro, los ecos de las voces de las mujeres y el ruido de las sillas y mesas en las losetas. Ella frente a mí:
¿Estás sola en la habitación?
???
Es que no hay habitaciones vacías. Las organizadoras me han informado que tú estás sola en una habitación doble. ¿Puedo compartir contigo? Soy Bibi.
¡Bueno!, fue mi respuesta. Un par de vampiros se acarician los colmillos. Dos botellas permanecen en una mesa. Es un juego de niños este asunto.
No es que estuviese totalmente convencida. Es que me vi presionada a compartir mi habitación con una «compañera.»
¿Y tu maleta?
No traje. Me quedaré solo dos días.
Dos días sin maletas o bolso, sin necessaire. ¡Qué extraño! Dos días en que presencié cómo lavaba a mano la blusa y la ropa interior para luego dejarla tendida en ganchos dentro de la bañera. De lo poco que me dijo me mencionó que había sido cantante, además de actriz y modelo. Así se movía por los pasillos de aquel hotel, con la seguridad de una actriz triunfante. Dos días sin maletas, sin necessaire. Tampoco dinero ni para una taza de café. Así que, un tanto a la colombiana, le colaboré en todo. Dinero. Ropa. Que dispusiera de mi necesssaire. ¡Todo! Un set de cartas del tarot abiertas a cualquier interpretación permanecían en una mesita en la esquina.
De esa experiencia quedó una gran amistad reflejada en una decena de cartas distribuidas a través de varios años. Una sola carta me causó una profunda impresión. Tanto que terminé tirándola a la basura.
Me asusté.
Me asusto ante la muerte.
Es inevitable.
Me toma desprevenida.
Bibi había perdido a su padre y sobre él me escribía. Quién fue, a qué se dedicó. Cómo la familia entera llegó a Brasil luego de huir de los Nazis. Cómo su padre y madre reorganizaron lo que quedaba de la familia en dos países: Brasil y Argentina. Su gran admiración por aquel viejo, sus dichos, sus trucos de vida, su fortaleza, su tesón y dedicación por y para la comunidad, de eso se trataba la carta. La pobre Bibi. Yo más pobre, por no haber entendido que era su ritual de duelo. El duelo de los judíos. Solo me asusté. Me acobardo ante los cadáveres que va tirando la vida. Por ejemplo, ayer recibí un email de mi oficina con un informe escueto sobre la muerte de Bárbara. ¿Cómo es posible?, me pregunté. Una chica joven, inteligente, dedicada a su trabajo. Anoche soñé con la palabra metástasis. Quemé la palabra en el aire, y cada letra desapareció, como se esfuman las serpientes encantadas.
Bibi escribió la historia de su padre en aquella carta para demostrar Kavod ha-met —Respeto—; entonces envió la carta a sus amistades más íntimas. También rasgó una de sus ropas. Keriah es el acto de rasgar un pedazo de la ropa ante la muerte de un ser querido. Por último hizo una llamada de larga distancia a Jerusalén. Un viernes alrededor de las seis de la tarde un hombre caminó por la Vía Dolorosa, junto a los rabinos ortodoxos, con barbas anchas, abrigos largos y sombreros tubulares. En el hombro cargaban el tallithos, la larga estola blanca. Todos agrupados en fila vertical de frente a la ruina del templo. El hombre sacó un papel del bolsillo y lo incrustó en los pequeños orificios que se han formado entre la roca de la pared. Allí incrustó un papelito con una oración de bienandanza para el fallecido.
Varios sobrevivientes del holocausto afirman que cuando eran fusilados en los campos de concentración uno de ellos era obligado a tocar un violín. Era parte del ritual de la muerte. Cuántos se habrán rasgado un pedazo de uniforme de prisión ante la muerte. Cuántos no tuvieron ni tan siquiera un uniforme de dónde rasgar. Si tuviéramos que escoger nuevamente. Si se nos diera una nueva oportunidad… Me imagino que durante el Shiva Bibi no pudo cortarse el pelo o las uñas, tampoco tomar un baño o lavar su ropa, pero cubrió todos los espejos y todos los retratos y entonces se sentó en la mesa del comedor y escribió la carta. Un hombre agarra eternamente una cafetera de mano. Alguien lee una cita de Girard.
En aquella conferencia, aquella en la cual el azar nos enfrentó, también me encontré a un grupo de prostitutas agarradas a una pancarta y a otro grupo de trabajadoras domésticas agarradas a otra. Las prostitutas recurrían al micrófono en varias ocasiones para hablar sobre el derecho al trabajo con una zona rosa iluminada, con servicios de salud preventiva, separada de bares y cantinas. En fin, demandando que se construyesen locales exclusivos para las trabajadoras sexuales. Un grupo de sirvientas de distintas provincias también manifestó: “Estamos aquí y hemos llegado desde muy lejos a pesar de no contar con los recursos económicos que ustedes nuestras delegadas tienen; pero la verdad es que les hemos cuidado a sus hijos y a sus maridos, a sus padres y madres, sus hogares enteros para que ustedes puedan llegarse a lugares como éste para hablar de los derechos de la mujer, del derecho de género. También nosotras somos parte del gremio. También nosotras.” Me vino a la mente la cantidad de amigas y no tan amigas que conozco arrimadas al asunto del género, con las cabezas y los corazones partidos, con las esperanzas estranguladas, bien vestidas y acicaladas, trepadas en las tribunas de la vida como pequeñas pirañitas del destierro.
El dia que recibi la carta de Bibi, entré a una de la tantas tiendas Anne Taylor. La que queda en Vandelbilt entre la calle cuarenta y dos y cuarenta y uno. Una mujer me vio, se eñagotó y se escondió detrás de unos percheros. Era CD la escritora. Se anda escondiendo CD, me dije. Sabra D. de qué, me dije. CD se sometió a la humillación de arrastrarse por detrás de los anaqueles y percheros de ropa para salir de la tienda sin ser vista. ¿Por quién?, ¿De qué? ¿Quién se ha creído que es la tal CD? ¿De qué rancia alcurnia ha salido? No se da cuenta que en esta ciudad todos somos anónimos. TODOS. Los hijos de los toreros, las marquesas, la jerarquía esclesiástica, los hijos de magnates, hasta los propios magnates y especialmente los que tienen sus nombres y apellidos estampados en las calles de cualquier paisito latinoamericano. Para construir una escoba siniestra coleccionamos matojos, con la idea de sucumbir al vuelo seguro de la mujer que fue confundida con una niña.
Al finalizar la conferencia Bibi me invitó por unos días a su apartamento en Buenos Aires. Fue su manera de agradecer. Acepté. Llegué a un apartamento construido en los años sesenta, de espacios amplios y techos altos. Cuatro habitaciones y dos baños, mas un baño de servicio. Todo decorado con gran gusto. Me invitó a acercarme a la nevera para tomar agua. La nevera era un hueco limpio, completamente vacío que alguien se encargaba de sacudir la suciedad con regularidad.
Bibi, toma dinero para que puedas hacer alguna comprita decente.
No hace falta, yo sé como arreglármelas.
Se equivocó el águila, quiso darle lecciones… Así que nos fuimos con el plan tradicional de Bibi. Aguárdabamos hasta muy tarde para llegarnos a la carnicería del barrio. Entonces Bibi buscaba la mejor oferta de lo que quedaba de carne Kosher. Nos retirábamos a su casa y asábamos la carne. También se asaban pedazos de manzanas. Una botella de vino barata nos ayudaba a llenar el estómago. Yo contribuía con un postre. También la vi todas esas noches a la Bibi lavar a mano unas sábanas y toallas raídas y percudidas y ponerlas a secar en el balcón. Debía cuidar de no maltratar mucho las sábanas porque se encontraban en tal mal estado que cualquier movimiento brusco podía acabar con las telas. Algo no cuadraba en aquel ambiente tan sofisticado. La mayor pobreza en la mayor de las riquezas. No pocos podían asumir una hipoteca de tremendo inmueble. No pocos poseer muebles de tal calidad. Una de esas noches, entre el asado y el postre le pregunté:
¿De qué vives?
Del teatro, del modelaje, de mi voz, de vez en cuando hago alguna película. Ultimamente no aparece nada. Es la crisis. No hay trabajo. Vivo también de unas regalías que mi madre me envía. Unos derechos de autor por el Diario de Ana Frank que se reparten entre toda la familia, apenas dan para mucho.
¿Qué tiene que ver Ana Frank contigo?
Mi familia publicó el diario en Amsterdam en el año 1944 y todavía se reciben regalías.
¿A qué más te dedicas? Porque por algo llegaste a aquella conferencia.
Al derecho de género. De muy pequeña mi padre y mi madre nos metieron en la cabeza la militancia. Es cosa de judíos. El mundo utópico. El mesianismo. Todos somos mesías, todos tenemos que trabajar por el mejoramiento de esta sociedad. También recibo algunas regalías de los discos que he grabado y de las fotos de modelaje.
Bibi, llegó a ser la modelo más fotografiada de Brasil y una de sus más cotizadas cantantes. En plena gira huyó de todo, una noche, y ahora lavaba lo que quedaba de aquellos trapos a mano. También Brigitte Bardot huyó…
No pude soportar ese ambiente. Me creó unas inseguridades del demonio.
¿Cómo? ¿Por qué?
Nunca entendí. Tampoco entendí como una niña pudo escribir un diario tan extraordinario en circunstancias tan dramáticas… Now our Secret Annex has truly become secret… Mr. Kugler thought it would be better to have a bookcase built in front of the entrance to our hiding place. It swings out on its hinges and opens like a door.
Ese escondite proveyó a la niña el nicho para escribir. A room of own one. Triste es la vida, muchas veces miserable. Es como si Dios se fuese de vacaciones de tanto en tanto. Siempre pensé que Anne Frank es una historia ajena, de esas historias del viejo continente. Nada que ver conmigo.
Bibi, mi bisabuelo era judío. Nunca supe nada sobre él, solo su nombre.
¿Cuál es?
Chernikov
¿Que significa?
Negro, oscuro.
Una niña paralítica nos mira. Lo que es de arriba es de abajo. Con sus dos ojos abiertos como lámparas de aceite. Dos ojos que se asoman por una orilla. Alguien rompe un plato de cerámica. Mil pedacitos de barro se expanden por el universo como el big-band… Bibi me escribió las más deliciosas y entretenidas cartas. Yo contestaba con unas tarjetas postales monosilábicas, pero ella enviaba hojas y hojas de un papel hecho a mano bellamente caligrafiado. Elaboraba en torno a su hija, su trabajo, sus afectos; nunca sobre amoríos. Siempre eran afectos universales: ser madre, ser militante. Un día las cartas cesaron y no fue hasta seis meses después que me percaté. Por tres años la busqué, pregunté entre amigos, la añoré, hasta que por fin di con su paradero. Había muerto.
Bibi dime, ¿cómo llegaron los judíos a Brasil?
Desde la época del descubrimiento y conquista, comenzando con Gaspar da Gama, que llegó junto al portugués Pedro Alvares Cabral han habido judíos en Brasil. Llegaron conversos, marranos o nuevos cristianos que secretamente practicaban el judaísmo. Entre los veinte y los setenta del siglo veinte llegaron unos treinta mil judíos.
Hace poco renuncié a mi puesto de profesora. No renuncié sino que me acogí a la jubilación. Me removí de ese ambiente insólito. La gente me ha preguntado ¿Por qué?, ¿por qué retirarse tan joven? Puedo decir: los profesores son productos permutables y por tanto aprovechables y las burocracias universitarias carentes de visión y absolutamente ineficientes. Puedo decir: la investigación es devaluada. Puedo decir: el poder, el prestigio, el státus están privilegiados por ende la facultad es sometida a la arrogancia o ineptitud de la administración. Mas digo: Me sentía asfixiada por el politically correctness, por las reuniones interminables, por el análisis inútil. No era mi utopía. Nunca lo fue. Mis colegas todavía se preguntan ¿Por qué? Entonces digo: Lo que yo hice fue salirme de ese ambiente. Me asfixiaba. Igual que Brigitte Bardot. Igual que Bibi. Me dije: Bibi, sé por qué huíste de aquella gira. Lo sé.
No estoy difamando, es que a las cosas hay que llamarlas por su nombre. El otro día estuve en una recepción de escritores y me vi solita, como un pajarito mojado en medio de toda aquella muchedumbre: escritores que a su vez son profesores universitarios. Todos conocidos. Todos amigos. Yo recién salgo de ese laberinto de las universidades y confieso que he permanecido virgen al mundo exterior. Solo la vida universitaria era lo que importaba. Allí, frente a todos ellos me sentí minoría inaceptable. Ahogada, estuve días sin dormir, manteniendo todo tipo de diálogos, monólogos y conversatorios conmigo misma; tratando de justificar mi decisión de jubilación temprana; pero en el fondo me preguntaba: ¿quién soy ahora? ¿dónde está mi identidad? Cansada caí rendida en mi cama, me imaginé un monstruo de lata, escombros, plásticos y deshechos de ciudad que se acercaba y acercaba hasta llegar a la altura de mis ojos. No vi un zootropo. Los zootropos poseen unas dimensiones tranquilas, estables, uniformes. Los vi a todos mis amigos apretados en aquella extraña configuración geométrica: aplastados, comprimidos. Me di la vuelta y caminé hacia las islas. El mar siempre me relaja. El sol es mi componente nutritivo. Supe en aquel momento lo que no quería continuar haciendo. Ahora estoy buscando lo que quiero ser.
Ha dicho Girard:
The qualities that lend violence its particular terrorrists brutality, the fundamental absurdity of its manifestations —have a reverse side. With these qualities goes the strange propensity to seize upon surrogate victims, to actually conspire with the enemy and at the right moment toss him a morsel that will serve to satisfy his raging hunger.
¿Porqué te me fuiste Bibi? ¿Cómo te busqué Bibi. Dejé señas con todos. Visité sinagogas, hablé con rabinos, recorrí salas de teatro en Madrid, Buenos Aires y Ciudad de México. Busqué a las feministas y me encontré un par de viejas hablando de glorias pasadas. Llegué a la conclusión de que te nos fuiste porque no entendimos. Me di a la tarea de estudiar judaísmo. Quería encontrar las claves. Me sobrecogía pensar que ya no recibiría tus cartas. Para colmo me sentí profundamente conmovida y culpable cuando finalmente comprendí el significado de la carta sobre su padre.
Tal vez porque ya era tiempo de acercarme a mi bisabuelo, a someterme a aquel misterio familiar del que nadie hablaba. Visité la Congregación Shearith Israel, una sinogoga sefardí con trescientos cincuenta años en el centro de Manhattan. Cuando los holandeses ganaron el control de Recife, los judíos del área partieron. Algunos se fueron a Amsterdam, otros se desparramaron por las islas: St Thomas, Jamaica, Surinam, Curacao. Un grupo de ellos —tal vez por accidente— llegó a la Nueva Amsterdam. Aún y a pesar de la continua búsqueda de Sefarad: de la constante huída, persecusión, frustración vital, soledad, desamparo, mil veces la muerte. Aún y a pesar del rechazo.
Era un asunto del conocimiento. Se traducía en libros, cómo esconder los libros que entrabas desde las distintas fronteras. Libros nuestros, libros de todos.
Entonces me dediqué a visitar tiendas de antiguedades y de segunda mano para ver si encontraba un candelabro y un mantel blanco para llevar a cabo mi primer Shabbat, pero solo encontré porta-retratos con imágenes de familias desconocidas, vajillas de porcelona china, figurines de los años cincuenta-que encantan acá a la gente- lámparas de aceite, ropa china para niños, mesas sin fondo, sillas de espaldares altísimos, un violín que perteneció a un músico judío muerto en un campo de concentración. Me dio con leer historias tristísimas del holocausto. De cientos de miles de judíos muertos, desparramados los vivos, lo que quedó de ellos y todo esto me trajo a la memoria una vez más a mi bisabuelo, a mi abuela, a mis tías-abuelas ocultando por tantos años el secreto. Me acordé del susurro de sus voces cuando hablaban de exilios y los silencios cuando los nietos se acercaban. Mucho más, se me ocurrió leer a Maimónides. Comprendí muy poco… La idea del laberinto: ¿cómo surge? Asombrada de mi propia fuerza me paré de frente al jardín sublime.
Me dio con pensar que lo que buscaba era una quimera. El gran poema. Aquel que puede desenvolverse sin enfado en un teatro. De forma simple. Así dice mi terapista que hay que tomar la vida: sin complicaciones. Entonces me dio por estudiar algunos capítulos del Zohar. Especialmente me impresionó:
Todos los mundos, el superior y el más bajo, están dentro del hombre. Todo lo que es creado en el mundo entero es para el hombre el cual lo motivó; y todo vive y se desarrolla debido al hombre.
Y la duda me conmovió. Bibi tal vez yo te inventé. No eres más que una ilusión. Sola estuve yo en aquel salón mientras te imaginaba de puro aburrimiento, por encontrarme en ese momento en una conferencia de género. De tener que forzosamente sentarme a escuchar aquellas mujeres apáticas a la sustancia de la vida, de tener que compartir con mujeres profesionales de ONG, universitarias con sus pelos pintados de rubio y profesionales de la ONU con sus turbantes de seda Hérmes alrededor del cuello. Mas tengo tus cartas. Tus cartas como prueba inapelable… La libertad es difícil de rastrear, una vez la tienes, la obtienes, más vale cuidarla.
¿Bibi, dónde estas?
Aquí va mi ultima carta. Te la escribí un día antes de partir. El cuerpo me dolía un montón. Pedí un té y galletitas, me incorporé en la cama y pedí también papel y bolígrafo. Esa noche me fui. ..
Dime, Bibi, ¿Dónde puedo encontrarte?
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El presente relato hace parte del libro La mujer, el pan y el pordiosero. México: Eón, 2010.
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* Lourdes Vázquez es poeta y narradora residente en Estados Unidos. Obtuvo el premio Juan Rulfo de Cuento. Ha colaborado con un grupo exquisito de artistas como el libro de Artista Salmos del cuerpo ardiente junto a la artista Consuelo Gotay (2007), los videos: Meche en doble luna llena (2006), dirigido por Adál Maldonado y Gato=Cat (2006) dirigido por Andrea Hasselager. Su novela Sin ti no soy yo forma parte de la guía «The New Essential Guide to Spanish Reading» (2012), compilado por la organización America Reads Spanish y su novela traducida al inglés Not Myself Without You (Bilingual Review Press, 2012) forma parte de la lista Top 10 New Latino Authors to Watch and Read. Su libro de poesía Bestiary: Selected Poems (Bilingual Review Press) recibió una Mención de Honor de la Revista Foreword Reviews Best Books of the Year Award. Entre sus últimos trabajos se encuentran los poemarios Appunti dalla Terra Frammentata (Venecia: EDIBOM, 2012), Le Extrait I. (2014) y Samandar: libro de viajes/ Book of Travels (Buenos Aires: Tsé Tsé, 2007). En narrativa: Adagio con fugas y ciertos afectos (Madrid: Verbum, 2013), La mujer, el pan y el pordiosero (Eón: México, 2010) y A Porcelain Doll with Violet Eyes Staring into Space…/ (Wheelhouse Press, 2009). Es también compiladora de la antología Cuando narradoras latinoamericanas narran en Estados Unidos (Argentina: Fundación A. Ross, 2009).