Escritora del Mes Cronopio

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Memory book cuentos de velorio

MEMORY BOOK (CUENTOS DE VELORIO)

Por Dina Piera Di Donato*

NEUS, 1993

Tan discreta al principio, se anima a confiarnos que tiene sangre de minera cuando nos ve en una foto metidos en el río con las bateas y los cedazos y en otra, poniendo cuernos con la v de la victoria frente al almacén del padrino de Ugarit, las minas del rey Salomón. Mientras elegimos si le pondremos un traje de su repertorio de commedia dell’arte a Daly, para el funeral, Neus se anima a contarnos un guión de telenovela que escribía desde su época de Asturias. Estoy segura de que el aroma ligeramente anisado de sus platillos logra que Daly recobre el conocimiento.

Imposible, asegura el especialista, por teléfono, con Daly muy despierto y nosotros como zombies corriendo por las ciudades aledañas buscando medicinas y sangre y nueces para Neus. Todos sus órganos habían colapsado.

Mejor que las delegadas de Acción Católica dieran la estampida apenas notan las mascarillas ofrecidas por Neus al lado de las tazas de café. Los de la casa no habíamos dormido en días, el estado comatoso de Daly nos estaba alcanzando.

Las manos de las visitas empiezan a temblar, beben apresuradamente, estornudan, se quejan de quemaduras y se precipitan a la salida en el preciso momento que Ugarit entra con una bandeja que vuela por toda la pieza obligando a Neus a hacer maromas para pescarla.

UGARIT

Daly grita a través de la persiana entreabierta —¡mis pastichos! Ugarit suelta aquella risa que tenía de niña, cuando complotamos para que no la casaran en Siria con un flacuchento musulmán presentado por carta y en una instantánea descolorida. Dientón, además, y en un marco idéntico a los peladeros de chivos. No imaginábamos que pudiera tratarse de arena rosada fenicia.

Lo de los pastichos quedó como una clave en el grupo desde que Ugarit a los once corrigiera incansablemente el cartel que colgaba en la ventana de su casa: Se vende pasticho, y cuando todo el mundo acudiría, para saborear la crema que usarían en un plato italiano los turcos recién llegados, se supo que en realidad se vendían semillas de pistacho sin descascarar y al por mayor. Ugarit reescribía sobre pasticho pistacho, pero el padre orgulloso de su español, cuando la niña daba media vuelta, mandaba de nuevo a pintar Se vende pasticho. Es Daly quien le cuenta estas cosas a Neus cuando el médico desde Caracas asegura que es imposible que pueda hablar.

Que lo del pistacho de amm Abdalla fuera un chiste de emigrante, vaya y pase, pero con lo del matrimonio concertado ya tuvimos que intervenir para que Ugarit se fugara con el chino Reyes.
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LA AGONÍA

Neus tomaba notas. Yo borraba notas. No sabía entonces que los enfermos de Uganda dejaban cuadernos de memorias artesanales para ser recordados. Memory Books llenos de trazos que solamente tenían sentido para su entorno. A medianoche Neus solía ofrecerme su casadiella y abría un cuaderno Caribe de rayas, parecido al mío. Apuntes para un culebrón, en el de ella. Páginas dañadas, en el mío, donde recorto figuras, pego boletos, cartas, el ensayo de una novela de amor de mujeres que terminan mal. No solamente Daly no tiene cura y perdió su trabajo de actor de calle y el chino ya no quiere a Ugarit. A veces la casadiella sale ligeramente amarga. En New York vive una escritora argentina que escribió una novela de escritoras enamoradas que como no se consigue tengo que imaginarle versiones.

La negra Neus, que se llamaba en realidad Celmira, se rebautizó en homenaje a la mejor época de su vida en Asturias. Intenta convencerme de que le escriba una carta a la autora de En breve cárcel. Ella misma conocía una novela del alma, que también hablaba de las mujeres encerradas, Reptil en el tiempo. Un personaje escritora, que hace el duelo del alma trasplantada a las genealogías masculinas, es el comentario que encuentro en una revista, pero no se sabe dónde está el libro y su autora llevaba al parecer una vida apostólica en Medellín. New York se prestaría para escribir de ciertas cosas, dijo Neus. Y para leerlas. Porque no es solamente de dónde sacamos para libros, sino de dónde sacamos esos libros. Aunque no estábamos en Uganda.

Empiezan las llamadas anónimas para ella, si sigue atendiendo a Daly nadie más le dará trabajo.

LA MUCHACHA Y LA MUERTE

Apenas me queda furia, cuando lo lanzan a la urna de mala gana, porque Daly muerto pesa más que yo, todavía unas horas antes yo lo llevaba en brazos. En la funeraria se niegan a tocarlo y nos exigen dinero extra para el contrato de otros cargadores. Alguien publica al día siguiente un artículo denunciando la falta de medidas sanitarias que permitía la atención de forasteros poniendo a la población en riesgo. En mala hora Daly me pide que lo lleve a morir donde habíamos nacido.

Ugarit, que había pasado un mes en Siria por un litigio de las tierras de amm Abdalla, trajo una historia que le habría gustado a Neus. El abogado resultó ser el mismo flacuchento de la polaroid borrosa que rechazó de niña. Se enloquecen. A los pocos días la presentó a la primera esposa, quien también se prenda de Ugarit. Como yo me quedo prendada de la primera viendo su imagen, mientras hablamos en la cocina, las últimas horas en que Daly se moría.

La primera tampoco es flacuchenta y a quién le importa que sea musulmana. Ugarit la acompaña a la peluquería porque la chica se antoja de su mismo tinte cobrizo, logrado únicamente con el agua de nuestro río; la primera era una rubia con extensiones y operada de la nariz y de otras cosas. Tampoco me importó. El hombre promete divorciar a Ugarit, ofreciéndole buena plata al chino. Le mudaría los hijos a Siria, los perros, los morrocoyes, los padres, los amigos, el agua local, lo que hiciera falta. A Daly y a mí, que andaba con moretones hasta en las pestañas.
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Le compuso un poema en español ayudado por un traductor de Neruda que vivía en Alepo y ¡ay!, fanático de Eternamente Yolanda. Ugarit nos muestra el plano del chalet con piscina y sala de cine que le haría al lado del de la primera, antena parabólica, internet y sauna, ya aquello no era la aldea borrosa de la que quisimos salvarla.

—¿Si hubieras sabido que el flacuchento aquel podría hacerte el amor así como te lo hizo ahora, te habrías casado con él hace veinte años, cuando te iban a mandar para allá obligada? Imagino a Neus, preguntando lo que nadie se atreve, mientras intento que me salga su receta de la casadiella, desesperadamente.

Ugarit esconde el desasosiego desfilando para Daly con las pulseras Cartier que el sirio le dio de recuerdo. El poema usaba giros tales como Si me faltaras eternamente Ugarit qué haría yo sin ti, ciudad de blancas colinas , mi soledad se quedaría sin compañía, eternamente Ugarit mía. Extendemos en su cama los cortes de telas brillantes y salta un collar de turquesas y oro blanco, son los obsequios de la primera. Las líneas del poema eran robos pero ¿acaso cuando se escribe en otra lengua no usamos la nueva como un botín? No es robo, dice Daly, este poema es un asesinato y se tapa los oídos. Ugarit nunca tuvo tan buen amante, ni un compañero tan feminista, pero no se adapta a la idea de ser la segunda y sus hijos adoran al chino. Le digo que acepte, pero a condición de que construya dos chalets más, porque llegaría a Alepo con una tercera, yo, bien dispuesta a convertirme en la reina de belleza Georgina Rizk de los sueños de la primera. No me quedaría nada mal el reflejo cobre del pelo de Ugarit, que nunca volvería a Siria.

El olor a anís mezclado al de los dulces de pistacho se expandía por toda la casa, aplazando el final, yo anotaba detalles, pero en eso escuchamos a Daly, también entre murmullos: —Ugarit, que se jodan el chino y la ex de Georgette, y no se coman mi pasticho que todavía no me he muerto.

GEORGETTE, 2013

Veinte años después cuando entra una solicitud de amistad en el Facebook, de una tal Alcira Mena pienso en aquel viejo cuaderno Caribe. Sé que Neus se va a alegrar porque terminé escribiéndole a la autora argentina de New York que como es lógico no me respondió. En Manhattan, tras muchos años, todavía no me atrevo a buscarla. Tengo al fin Reptil en el tiempo y En breve cárcel y tal vez Alcira me quiera contar de aquel día bueno de su vida cuando fue Neus. Y lo anotaré, para Daly y Ugarit, donde quiera que estén.

Y ahora voy a preparar los platillos que llevo a las reuniones del instituto donde enseño español. Nunca he aclarado que no, que las casadielles no son una variante venezolana de un postre típico árabe.
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* Dina Piera Di Donato Salazar (Venezuela, 1957) es escritora y vive en Manhattan desde el año 1999. Realizó estudios de licenciatura, maestría y DEA en estudios hispanoamericanos en París, Francia (1977-1984). Se instaló nuevamente en Venezuela a finales de 1986 donde se desempeñó como profesora de literatura y promotora literaria (1989-1999). Fue co-fundadora del Grupo de Estudios de Culturas y Literaturas Caribeñas de la Universidad de Oriente en Venezuela (1992-2000). En New York ha cursado estudios doctorales en The Graduate Center of CUNY, centrando sus investigaciones en la representación de los estereotipos de escritoras y sus contradicciones y transgresiones. Ha trabajado como profesora de lengua (español y francés) en diferentes Colleges de CUNY (Baruch College, City College y Hostos Community College). Desde su llegada a Manhattan ha participado en eventos literarios patrocinados por universidades de la ciudad (CUNY, NYU y COLUMBIA) e instituciones culturales (LART, Alianza Dominicana, Las Buenas Amigas -Lesbianas Latinas en Nueva York-, escuelas y librerías hispanas) leyendo sus textos ficcionales y dictando conferencias. En los últimos años ha escrito varios libros de poemas (Colaterales, Pasarelas de Mensajerías, La monja Sorda, Portal de las Dormiciones) y relatos. PUBLICACIONES Libros: Noche con nieve y amantes (relatos). Caracas. Fundarte. 1991, La sonrisa de Bernardo Atxaga (relatos). Upata. Fondo Editorial Predios. 1995, Desventuras del ocio (Libro de Rachid, Avenida Paul Doumer) (poesía). Cumaná. Fondo Editorial del Estado Sucre. 1996, La Sorda (poemas). Maturín. ICUM. 2011, Colaterales/Collateral. Akashic Books. 2013 (Premio del concurso Paz Poetry Prize de Estados Unidos, 2012).

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