Especial Cortazar Cronopio

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Por otra parte, resulta esclarecedor tratar de responder qué simbolizan los conejitos [9]. Se debe tener en cuenta, antes que nada, la visión de mundo muy particular que tiene el personaje del cuento, la cual se hace evidente dentro del propio espacio, el cual es «un orden cerrado, construido ya hasta en las más final mallas del aire» (p.137). Cuando el protagonista alega: «Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando de gorriones» (p.138), se entrevé que está en un aprieto continuo, consigo mismo y con su entorno.
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Es un hombre, con todas las características de un ser postmoderno, que no está dispuesto a sujetarse al orden y a la razón (de hecho, vomitar conejitos no es razonable), a una atmósfera caótica, hermética y quieta, en el departamento de su amiga Andrée, quien está lejos de casa, pero que ha dejado a su mucama, Sara, para que siga manteniendo ese orden aparentemente difícil de violentar y que, en el texto, puede palparse a través de la recurrencia de palabras que forman un símbolo cargado de sentido, como, por ejemplo, la palabra tacita, que es un constitutivo de esa disposición dogmática dentro del nuevo «topos» que empieza a habitar: «Cuán culpable tomar una tacita de metal y ponerla al otro extremo de la mesa», «Mover esa tacita vale por un horrible rojo inesperado en medio de una modulación de Ozenfant», «Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa» (p.137 y 138).

Los animalitos que el personaje vomita se hacen cargo de la tarea que el personaje no es capaz de operar, y es la de romper esa estructura racional y dogmática que ha creado Andrée en su apartamento, ubicado en Suipacha. Los conejitos son, consecuente con la crítica, una especie de redentores que trasgreden, que causan una ruptura a esa malla fina que oprime la existencia del hombre. De ahí que el mismo cuento nos revele que los animalitos: «han roído un poco los libros del anaquel más bajo, usted los encontrará disimulados para que Sara no se dé cuenta. ¿Quería usted mucho su lámpara con el vientre de porcelana lleno de mariposas y caballeros antiguos? El trizado apenas se advierte» (p.143). Pero, también, más acorde con nuestra disquisición, la figura de los conejos representa una especie de conciliación de esos dos mundos: el racional y el absurdo, pues el personaje ha estado intentando borrar esa línea, también fina, que marca su dualidad.

Independientemente a ese hecho de redención, el personaje llega a sentirse frustrado. Si bien, por una parte, resulta normal vomitar conejitos, por otra es complicado enfrentarlo ante los seres racionales: «Porque Sara nada sospecha, y el que no sospeche nada procede de mi horrible tarea que se lleva mis días y mis noches en un solo golpe de restrillo y me va calcinando por dentro y endureciendo como esa estrella de mar» (p.141) y añade más adelante: «No sé cómo resisto, Andrée. Usted recuerda que vine a descansar a su casa». (p.143). El protagonista hace el papel de referí entre ambos lados del ring, sólo que los bandos lo afectan directamente: por un lado, lo racional y, por el otro, lo inconcebible que es producto de lo fantástico. Esto también resultaría ser, recordando a Duchet, parte del co-texto, lo que revela la existencia de un «algo» antes de la escritura, es decir, el pre-texto, que no es más que el conjunto de significados o sistemas socioculturales: los discursos del escritor tanto en París como en Argentina.

Asimismo, en Carta a una señorita en París se muestra la afinidad del autor (en vista del personaje) por la cultura francesa cuando se mencionan los nombres de Ozenfant, Gide, Troyat y Giraudoux. De hecho, se conoce que Gide tuvo una fuerte influencia en la obra de Cortázar, de allí que se note una fuerte filiación en la frase: «(…) y mi Gide que se atrasa, Troyat que no he traducido» (p.144).

Además, existen otras referencias a personajes españoles o de origen español como Miguel de Unamuno y Augusto Torres y una a la tradición clásica, al mencionarse el busto de Antínoo que permite observar un contraste entre la belleza y la fealdad atribuida, en un principio, a los conejos: «(…) ya feos y naciéndoles el pelo largo, ya adolescentes y llenos de urgencias y caprichos, saltando sobre el busto de Antínoo» (p.144).

Definitivamente, las visiones de mundo en Carta a una señorita en París, permiten una actuación particular, tanto de la señorita Andrée, como del propio protagonista. Una lucha constante entre lo que parece absurdo o transgrede lo natural y lo que es puramente bello, organizado y racional. De manera que el hombre, de oficio traductor, quien ha venido a descansar al departamento lujoso de Suipacha, termina abrumado, enfrentando dos mundos que resultan incompatibles y divorciados de todo equilibrio, y que lo precipitan a lanzarse desde el balcón mientras raya el alba, no sin antes exterminar los once conejitos que una vez se movían como motas de algodón en la mano.

 

REFERENCIAS

[1] Guzmán, José Manuel. Sociocrítica de El luto humano. Tesis de postgrado para obtener el grado de Maestro en Letras. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Pág.18.

[2] Standish, Peter, Understanding Julio Cortázar. Columbia: South Carolina Press, 2001. Pág. 5. Traducción del inglés.

[3] Ibíd., p. 25.

[4] Cortázar, Julio. Carta a una señorita en París En: Cuentos completos / 1. Bogotá: Punto de lectura, 2011. Pág. 143.

[5] Stavans, Ilan, Julio Cortázar. A Study of the Short Fiction. New York, Twayne Publishers, 1996. Traducción del inglés.

[6] Guzmán, op. cit., pág. 38.

[7] Ibíd., p. 34.

[8] Huamán, Miguel y Mondoñedo, Marcos. Literatura y psicoanálisis En: Lecturas de teoría literaria II. Lima : UNMSM, Fondo Editorial, 2003. Pág. 158.

[9] Por ejemplo, Jaime Alazraki, uno de los estudiosos más dedicados a la obra de Cortázar, en su conocidísimo libro En busca del unicornio: los cuentos de Julio Cortázar. Elementos para una poética de lo neofantástico (1983), señala que «los conejos están ahí como una metáfora de obsesiones, tensiones, fobias, fatigas, confusión emocional, constricción intelectual y demás posibles efectos y causas de esa neurosis a la que alude Cortázar» (p.73).

 

BIBLIOGRAFÍA

1. CORPUS DE FICCIÓN

Cortázar, Julio. (2011) Carta a una señorita en París En: Cuentos completos / 1. Bogotá: Punto de lectura. Pág. 137-146.

2. ESTADO DEL ARTE

Filer, Malva E. (1970.) Los mundos de Julio Cortázar. New York, Las Américas.

3. MARCO TEÓRICO METODOLÓGICO

Cros, Edmon. Sociocrítica e interdisciplinariedad. En: Estudios sobre aspectos teóricos sociocríticos y disciplinares de Antonio Chicharro y Francisco Linares Alés. Instituto Internacional de Sociocrítica. Ediciones Dauro. 2010.

____________________. (1993) Sociología de la literatura de Angenot, M; Bessiere, J; Fokkema, D; Kushner, E. En: Teoría literaria. México: Siglo Veintiuno Editores, S.A.

Mancuso, Hugo R. La investigación literaria en el marco de una teoría semiótica de la cultura. Adversus, Año I, -N0 1 junio 2004. Buenos Aires.

4. CONTEXTUALIZACIÓN

Bermejo, Ernesto G. (1978) Conversaciones con Cortázar. Barcelona, Edhasa.

 

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* Jesús Armando Lúquez Fonseca es licenciado en lengua castellana e inglés de la Universidad Popular del Cesar. Candidato a Magister en Literatura Hispanoamericana y del Caribe de la Universidad del Atlántico. Autor de la serie de libros para primaria Pluma y Color, Más color, Pequeños artistas y Saber del lenguaje. Lector-evaluador de las diferentes versiones del Concurso Nacional de Cuentos RCN y Ministerio de Educación Nacional en Colombia y ponente en congresos nacionales e internacionales.