SUBJETIVIDAD, INDUSTRIA CULTURAL Y MEMORIA COLECTIVA
Por Blanca Muñoz*
En los siglos anteriores a la aparición de los Medios de Comunicación de Masas las representaciones colectivas provenían de las experiencias que los sujetos iban acumulando a lo largo de su vida. La existencia personal se socializaba dentro de unos marcos de referencia en los que la comunidad y el grupo familiar primario articulaban el conjunto de imágenes que orientaban a los individuos en las diferentes situaciones de la realidad. De esta forma, había una relación directa y activa entre lo personal y lo colectivo.
Las vivencias provenían de un universo en el que lo mitológico, lo simbólico y lo real se entremezclaban indiferenciadamente. Se podría considerar que valores, creencias, esperanzas, deseos… y, en general, las situaciones de la existencia venían definidas por un conocimiento que daba seguridad y estabilidad a las coordenadas vitales. En esta situación las subjetividades se conformaban en un proceso de interiorización en el que lo particular y propio de los individuos requería una introspección reflexiva con un tiempo caracterizado por la lentitud acorde con las fases históricas anteriores a la sociedad industrial.
En esta organización del espacio y del tiempo la memoria cumplía un lugar esencial y básico. Los recuerdos del pasado orientaban al presente. Los acontecimientos no eran sucesos sino, especialmente, hechos que recogían la trayectoria en la que los individuos se identificaban y reconocían. Por ello, con el nacimiento de la Modernidad ilustrada la Ciencia de la Historia, con la obra de Giambattista Vico, será una de sus principales contribuciones. El descubrimiento del continente de lo histórico va a significar un logro y una conquista tan importante como el reconocimiento del tiempo y de la existencia de la Historia.
La Ilustración no sólo será una transformación de las sociedades sino de los individuos (Cfr. Cassirer, E. Filosofía de la Ilustración). Del súbdito se pasa al ciudadano y del ciudadano se llega al habitante urbano de las enormes metrópolis del siglo XX. Hay una correspondencia entre los cambios políticos y las variaciones humanas y psicológicas. Por ello, si en la naciente sociedad industrial las clases sociales se enfrentan con intereses antagónicos, en la evolución del capitalismo la existencia se va a ver condicionada por las fuerzas que este mismo sistema político va a poner en la defensa radical de sus beneficios. Marx será el analista crucial de la estructura que se oculta bajo las leyes del mercado económico. Para el autor de «El Capital»: «el ser social determina la conciencia». La subjetividad viene condicionada por las relaciones sociales que el sujeto establezca con su medio y con sus condiciones sociales. En «La contribución a la crítica de la Economía Política» (Cfr. Contribución a la crítica de la economía política) Marx establece una teoría del conocimiento en la que la determinación de la conciencia es producto de las circunstancias en las que se desenvuelve la vida de los sujetos. Las clases sociales, por tanto, no sólo dependen del poder económico cuanto, sobre todo, de la capacidad que estas tienen para distribuir el poder y el privilegio social. Así, en una economía capitalista la distribución de los recursos no es simplemente una cuestión económica, cuanto a la par psicológica y simbólica. Economía y Psicología corren juntas en la organización de las sociedades y en el desarrollo de los individuos.
La «callosidad del dinero», como afirmó Marx, delimitaba la vida de los individuos y, especialmente, su concepción del mundo. A partir de esta afirmación se modifican las interpretaciones psicológicas sobre la constitución de las subjetividades y de sus procesos y características interpretativas. Se entra en una comprensión nueva del poder de las condiciones sociales en la formación de la conciencia y, en concreto, de la conciencia colectiva.
Coincide la creación teórica marxiana con el desarrollo de la Psicología científica de Wilhem Wundt (Ver: Beitrage zur Theorie der Sinneswahrnehmung). La aplicación de la metodología positivista al estudio de la subjetividad se hará notar en la descripción de los individuos a partir de criterios matemáticos y psicofísicos. El imperio de la razón instrumental se impone en las cuestiones relativas a la conciencia y al conocimiento. La razón instrumental, analizada en profundidad por Max Horkheimer, será aquella en la que los medios se superponen a las finalidades; es decir, será la racionalidad prototípica del capitalismo económico triunfante ya a lo largo de todo el Siglo XX (Ver: Horkheimer, M.: Crítica de la Razón Instrumental). Con este triunfo la psicología humana empieza a describirse más como una máquina que como un organismo compuesto de facultades y posibilidades. Es la adaptación de los individuos a las máquinas, y no al contrario: de las máquinas a los individuos. Pero en todo este proceso se va a jugar la adaptación de la psicología humana a la economía empresarial.
Para entender cómo se adaptará la psicología a la economía será imprescindible referirnos a otro de los acontecimientos que definen el siglo pasado: la aparición de los Medios de Comunicación de Masas. En su libro «Ciencia y técnica como ideología» Jürgen Habermas analiza uno de los fenómenos más característicos de nuestro tiempo: la utilización de la creación científica y técnica para fines ideológicos; esto es, para el uso de la creación de plusvalía adaptada a las imposiciones del mercado de apropiación privada y en esta apropiación la difusión de mensajes y de contenidos adaptados a la economía va a ser determinante. La ideología, entonces, se va a convertir en la gran industria del Siglo XX. La Industria Cultural o Industria de la Conciencia (Adorno, Th. W. y Morin, E.: La industria cultural) comienza a ejercer el predomino absoluto sobre los ciudadanos a partir de la introducción tecnológica que van a suponer el desarrollo y difusión de los Medios de Comunicación de Masas.
Los Medios de Comunicación de Masas van a cumplir unas funciones más cercanas a la psicología que a la tecnología. En efecto, y como muy bien estudiaron los teóricos de la Escuela de Frankfurt, el poder que desempeñan los mass media para alterar la construcción social de la realidad no tiene semejanza en tiempos anteriores. Ahora bien, para analizar este poder de modificación de la psicología colectiva será necesario acercarnos a algunos de los análisis de la Teoría Crítica y, en concreto, a la obra de Theodor W. Adorno. En el capítulo «La industria cultural» incluido en «La dialéctica de la Ilustración» Adorno comenta:
«Cuanto menos tiene la industria cultural que prometer, cuanto menos es capaz de mostrar la vida como llena de sentido, tanto más vacía se vuelve necesariamente la ideología que ella difunde. Incluso los abstractos ideales de la armonía y la bondad de la sociedad son, en la época de la publicidad universal, demasiado concretos. Pues se ha aprendido a identificar como publicidad justamente los conceptos abstractos. El lenguaje que se remite sólo a la verdad no hace sino suscitar la impaciencia de llegar rápidamente al fin comercial que se supone persigue en la práctica. La palabra que no es medio o instrumento aparece sin sentido; la otra, como ficción o mentira. Los juicios de valor son percibidos como anuncios publicitarios o como mera palabrería. Pero la ideología, llevada así a la vaguedad y a la falta de compromiso, no se hace por ello más transparente, ni tampoco más débil. Precisamente su vaguedad, su aversión casi científica a comprometerse con algo que no pueda ser verificado, sirve eficazmente de instrumento de dominio.»
La afirmación de Adorno según la cual la Industria de la Cultura es un instrumento esencial de dominación y control, resumirá la reflexión crítica sobre la interrelación entre poder, ideología y psicología social. En este sentido, la convicción según la cual a partir del funcionamiento de los Medios de Comunicación se entra en una nueva fase de construcción del yo, se va a convertir en uno de los temas centrales del análisis de la Teoría Crítica. La convergencia entre la definición de Marx de que el ser social determinaba la conciencia con la afirmación frankfurtiana según la cual la industria cultural sirve eficazmente de instrumento de dominio, nos lleva de manera directa a una nueva interpretación de la formación de la subjetividad de los ciudadanos.
Esta nueva reflexión requerirá una exposición detenida sobre cómo se articulan los procesos psicológicos que provienen de forma directa de la acción de la economía sobre las facultades humana. Mas, para desarrollar esta reflexión sobre la mediación de la Economía sobre la Psicología, los autores de la Teoría Crítica tendrán que introducir conjuntamente con la obra de Marx los trabajos de Freud sobre Psicología de las Masas (Ver: Psicología de Masa y análisis del yo). En este sentido, el estudio de la Subjetividad y sus organización en el Siglo XX va a requerir nuevos instrumentos metodológicos, temáticos y epistemológicos para explicar la complejidad que se requiere en el análisis contemporáneo sobre como se conforman los diversos niveles del conocimiento colectivo.
LA TECNOLOGIZACIÓN DE LA PSICOLOGÍA COLECTIVA
Como ya se ha comentado anteriormente se ha entrado en una etapa económica nueva y diferente de la economía capitalista. Si hacemos un repaso del itinerario que el Capitalismo ha experimentado desde el Siglo XIX hasta nuestros días, hay que establecer las siguientes fases: a) Capitalismo Industrial, b) Capitalismo de Masas, c) Capitalismo Post-Industrial y d) Capitalismo de la Globalización. Estas etapas conllevan a su vez unos ciclos internos en los que se resumen las distintas fases reseñadas. A continuación vamos a analizar las características que explican cada fase, subrayando al mismo tiempo como éstas afectan a la Psicología Social.
a) El Capitalismo Industrial puede fecharse aproximadamente entre 1815 y 1920. En este período de tiempo se puede afirmar que la vida colectiva gira sobre la fábrica, la economía de oferta requerirá una gran población trabajadora que va a formar parte del ejército de proletarios que llegan del campo a la ciudad en uno de los primeros movimientos migratorios que caracterizarán la economía capitalista en su conjunto. Como consecuencia de estas emigraciones rurales a las zonas urbanas se desarrollan las primeras ciudades de la burguesía industrial en las que subdividen en tres áreas metropolitanas su estructura. El centro, la semiperiferia y la periferia reflejan una ciudad en la que las clases sociales están separadas y segmentadas según sus niveles económicos. El centro para la burguesía. La semiperiferia para una clase de servicios y funcionarios y la periferia estará ocupada por una clase obrera que pasa casi la totalidad de su tiempo en el trabajo fabril y esclavo de la sociedad industrial.
Las dos clases enfrentadas, —burguesía y proletariado—, en donde mejor se describirán, será en la literatura Realista que evolucionará en su transformación hacia el Naturalismo. Honoré Balzac y Emilio Zolá dibujan mejor que cualquier tratado político o social las desigualdades que clasifican a los seres humanos en dos grupos absolutamente separados: quienes disponen del poder y el privilegio social, y quienes carecen de todo y sólo tienen la fuerza de su trabajo. Dos tipos, por tanto, de subjetividades se desarrollan y tienen su medio ambiente en esta organización social. La subjetividad de la clase dominante y la subjetividad de la clase dominada. A estos dos grupos se une un tercer grupo que es interclasista y con desigualdades diferentes y específicas: las mujeres.
Si se considera que el Siglo XIX fue el momento en el que nacen los movimientos obreros revolucionarios, no se puede olvidar asimismo que también aparecieron los movimientos Sufragistas. En Inglaterra las primeras mártires del Sufragismo se arrojarán a los raíles de los tranvías como reivindicación de sus derechos como personas racionales y que demandan una justicia social y política igual para todos. Madame Bovary en Francia, la Regenta de Clarín en España o Ana Karenina de Tolstoy en Rusia. De nuevo, en la Literatura Realista encontramos la lucha de las mujeres por vindicar su protagonismo en la Historia.
Pero de la misma forma que frente al movimiento obrero el control y la vigilancia estatal se agudizan, con el Sufragismo aparecerá una de las estrategias que se va a extender hasta nuestros días: la violencia patológica y la agresión como formas de dominación. La figura de Jack el Destripador, representando al psicópata asesino de mujeres que se mueven con libertad en la noche y en los recintos como tabernas y lugares que han sido prohibidos a las mujeres durante siglos, se muestra como uno de los mecanismos que más se van a utilizar contra las reivindicaciones de sus derechos por parte de las mujeres. Nos encontramos con una de las subjetividades que se van a hacer comunes durante el Siglo XX en sus iconografías mediáticas: la psicología patológica de los psicópatas y dementes. Como afirmará Michel Foucault en «Vigilar y castigar» los modos de vigilancia y control se irán haciendo cada vez más sofisticados, siendo la violencia simbólica y psíquica una de las formas más elaboradas de dominio social. Esta fase de Capitalismo Industrial se cierra con otra de las constantes capitalistas: la guerra. La Primera Guerra Mundial o Gran Guerra finalizan lo que quedaba del Siglo XIX, y da inicio a las contradicciones radicales del Siglo XX. Será el paso del primer modelo industrial al Capitalismo de Masas.
b) El Capitalismo de Masas es un período paradójico. Por un lado, se van a vivir los infortunios y efectos de la postguerra pero, por otro, comienza una época diferente del pasado reciente. La economía de oferta da lugar a una economía de demanda. Los «felices años veinte» resumen el estado psicológico en el que se encuentra el mundo. La necesidad de olvidar la guerra y sus miserias originará un deseo de entrar en un tiempo de diversión y hedonismo que pocos años después volverá a ser el preludio de otra Guerra Mundial. Sin embargo, este segundo capitalismo introduce una estructura novedosa y absolutamente diferente con el pasado: las Masas sociales.
El Capitalismo de Masas o, más bien para Masas, aparece como la lógica evolución del Capitalismo de Mercado. La producción serializada y en cadena va a ser la característica central de los años que van desde mil novecientos veinte hasta mil novecientos setenta y tres, o año de la primera crisis del petróleo. Si la fábrica fue el centro de las relaciones sociales del capitalismo industrial, en el capitalismo de Masas el almacén de consumo se va a constituir en el símbolo del cambio de capitalismo de demanda a capitalismo de oferta. Como consecuencia de esta etapa la sociedad de consumo de masas se edifica sobre el conocimiento de las necesidades colectivas. Pero más que necesidades la sociedad de consumo jugará con los deseos, planteándose que las necesidades son limitadas mientras que los deseos se harán en sus anhelos ilimitados.
Las superestructuras de las que hablaba Marx, se gestionarán como infraestructuras. La publicidad, el marketing y la ideología funcionarán dando origen a la formación de los Medios de Comunicación de Masas y, a su vez, estos crearán una cultura adecuada a este tipo de Capitalismo: la Cultura de Masas. La Sociedad de Consumo y su cultura elaborada con métodos tayloristas o fondistas requerirá la aparición de una Psicología que niegue la conciencia y las facultades superiores de la especie humana. El Conductismo frente a la conciencia reivindica la conducta. La obra de John B. Watson basándose en las reflexiones de Pavlov sobre los reflejos condicionados, identifica la conducta humana con la etiología o conducta animal. De este modo, el supermercado recuerda los laberintos de ratas y palomas que Watson utilizó en sus experimentos de laboratorio, minimizando los deseos humanos a la categoría de simples conductas y tropismos animales (Cfr. Watson, J.B. Psychology from the standpointof a behaviourist).
En estas circunstancias la subjetividad se convierte en un asunto político ya que con técnicas psicológicas se gestionarán las motivaciones de la colectividad. El «mundo feliz» de Aldous Huxley se hace realidad y todo queda supeditado a los intereses de la ideología dominante. La Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt frente al Conductismo psicológico y el Funcionalismo sociológico denunciará la unidimensionalidad a la que los individuos estarán sometidos y controlados, pero más adelante en nuestro estudio analizaremos con detalle los planteamientos frankfurtianos a este respecto.
El Capitalismo de Masas dará paso desde 1973 a la denominada por Alain Touraine y Daniel Bell como Sociedad Postindustrial (Véase su libro con el mismo título). Desde 1973 hasta 1989 año en el que se derrumba el Muro de Berlín, entramos, en terminología de Daniel Bell, «en el advenimiento de la sociedad post-industrial». Es el Capitalismo de las empresas multinacionales y de los trabajadores convertidos en trabajadores de «cuello blanco» (White collars) frente al «mono azul» del capitalismo industrial. Bancos y multinacionales gestionan el planeta. La sociedad de servicios sustituye a la Sociedad de Masas, creándose una doble estructura planetaria: sobrealienación ideológica a través de los mass-media en el Primer Mundo y sobreexplotación económica en el Tercer Mundo. En 1989 los Estados capitalistas aliados a los Estados Unidos vencerán a los países de la órbita soviética. Concluye la Guerra Fría y se inicia el, por ahora, cuarto modelo: el Capitalismo de la Globalización (Cfr. Amin, S. El Capitalismo en la era de la Globalización).
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