Filosofía Cronopio

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Cervantes

ENTRE EL DOLOR Y EL PLACER: HAY UN ESTRECHO DONDE CABEN MUCHAS COSAS

Por Sergio Cervantes*

«No es el sufrimiento en sí mismo el

que hace madurar al hombre, es

el hombre que da sentido al sufrimiento.»

(José Benigno Freire)

«De planear para el futuro una

estructura social rígida negaría la

mutabilidad de la búsqueda de la

verdad, los incesantes ajustes

que en toda sociedad viva

emergen como respuesta al

cambio de las situaciones humanas.»

(George Woodcock)

En una variedad inextricable de experiencias sensoriales y emocionales, derivadas del ser humano y su entorno, son el dolor y el placer los que de cierta manera conforman una base duradera en su presente y prehistoria. Pudieron ser gestadas en la interacción ambiental y en los sucesos que tendían a repetirse al descubrir qué pudiera causar placer. Por su parte se aprendía de las experiencias doloras para evitar el sufrimiento. Dos conceptos antípodas tienen un vínculo que no los separa por completo, las preguntas son: ¿Cómo se da la simbiosis entre ellos? ¿Cómo evolucionaron para formarse definiciones más complejas de los mismos?, e incluso ¿Cuál es la forma más sana de lidiar con ellos? Puesto que el dolor es inevitable en muchos aspectos de la vida, cuando se nos es impuesto y el placer evitable en muchas situaciones, cuando se presenta sin imponerse.

Su origen tiene factores físicos y conforme crece el individuo se transmuta en formas más complejas de manifestación, también evoluciona la forma en que tendemos a luchar contra los mismos. En los Diálogos de Platón la figura, cuasi mítica, de Sócrates realiza una analogía no tan lejana al esparcimiento y diferenciación entre estos dos conceptos arcaicos. Sus discípulos y amigos, concordaron visitarlo el día de su sentencia. En el aire se sentía una mezcla de dolor y placer, por ser la última vez en verlo con vida y por volver a tener un último contacto filosófico con su maestro. De aquí parte la dicotomía utilizada por Sócrates, donde él refiere que estos dos conceptos están ligados de alguna manera, mas sin embargo nunca se presentan al mismo tiempo. Les contó cómo los grilletes que lo tenían preso le causaron mucho dolor, pero ahora que lo habían liberado para discernir con sus allegados, sintió un gran placer al ser liberado de la pesadez que lo tenía cautivo. Lamentó que Esopo, no hubiera creado una fábula donde algún dios hubiera querido reconciliar a estas dos grandes enemistades, atándolas a través de alguna cadena eterna. Al final la conclusión recae en que es preciso aceptar al dolor como al placer, puesto que cuando uno llega el otro vendrá posteriormente. Después de esta síntesis, nimia y desvariada, podemos observarlo en los rompimientos amorosos, en la muerte de algún ser querido, en la pérdida, en todo cambio que represente inestabilidad. Primero hubo placer y después dolor, o viceversa. Es por ello que si nos aventuramos a fumar un cigarro, a entrar en una relación, a tomar decisiones importantes, aceptar alguna perdida significativa y muchas otras situaciones, es sano aceptar esta dicotomía susceptible a la percepción personal.

Sigmund Freud identificó esta relación en base a su experiencia clínica, desde el nacimiento y en el desarrollo de los niños hasta la adolescencia, e incluso clasificó las posibles formas de expresión a futuro, reflexionando sobre como regresar a etapas anteriores para poder detectar la experiencia germinal del problema. En el trabajo cotidiano investigó las posibles mutaciones que el ser humano le da a estas dos experiencias: sublimaciones artísticas, mecanismos de defensa, fijaciones, regresiones y la posible etiología de las neurosis de su época. Es evidente señalar que la vida del ser humano no gira en torno a estas sensaciones, pero sin embargo tienden a sesgar el camino en muchas situaciones y aspectos cotidianos. La búsqueda de la superación personal, el advenimiento de problemas personales y experiencias propias, también tienen repercusión en nuestra humanidad, y esta relación no se desliga de lo analizado.

Ahora surge una pregunta un tanto más obstaculizadora: ¿Qué sucede entre el sadismo y el masoquismo, o la fusión de los mismos? La respuesta está, como lo mencionábamos con anterioridad, en la transmutación que el ser humano necesita realizar para poder evadir en el transcurso de su vida el enfrentamiento con los dos. En esta susodicha transformación se conjugan el proceso de aceptación, provocación y negación del dolor como placer: sí es placentero el dolor entonces solo habrá satisfacción, consecutivo a ello, sí provoco dolor que no es mío evito mi propio dolor o el miedo a reconocerlo, y solo habrá placer. Así el ser humano repite el placer y niega el dolor, como un proceso en el que no se puede aprender del mismo, transformándolo en experiencias efímeras donde solo se consigue vivir en una niebla que no permite ver el bosque con claridad: viendo sus matices y texturas inexorablemente equívocas.

Erich Fromm, en su libro El dogma de Cristo, razona en los orígenes humildes de la religión y la explicación que necesitamos dar a nuestra existencia, nuestra disociación con la naturaleza. Es por ello que en una gran mayoría de religiones, la aceptación del dolor como camino hacia la catarsis espiritual es una forma de abnegación virtuosa y comprensión de la vida. Y la negación del placer como camino de autocontrol del cuerpo y sus pasiones, es una forma de concientización para no caer en las perversiones del ser humano.

Nietzsche, en la Genealogía de la Moral, pretende revalorar este proceso del nacimiento moral sobre cuál sea el origen histórico entre lo bueno y lo malo. Con proposiciones bastante revolucionarias para su tiempo, lo bueno vendría de lo útil, de las dinastías que predominaban en el origen de la historia y lo que es malo vendría desde abajo, de las castas inferiores. La memoria insertaría sentido a la verdad y el olvido registraría la inevitable aceptación de su origen. Ahora, ¿qué relación existe entre lo bueno y lo malo, con el placer y el dolor? Realmente ¿El placer es útil o bueno? Y ¿El dolor es malo o inútil, no tendrá alguna funcionalidad?

Figuras como Mohandas Karamchad Gandhi quien procreó la aceptación del sufrimiento y la reducción del placer como camino hacia la búsqueda de la verdad, la transformación radical del dominio sobre el cuerpo y su catarsis, que por ende en el transcurso de su manifestación llegó a liberar a su pueblo del subyugo político inglés. Incluso Viktor E. Frankl, quien aceptó dejar atrás un futuro prometedor en otro país para cuidar de su padres en los campos de concentración Nazis, donde lo perdió todo; incluso las ganas de seguir viviendo, pero que sin embargo posteriormente le dieron sentido a su vida, la aceptación del sufrimiento y el reconocimiento del placer en donde menos se encuentre. Incluyendo de nuevo a Sócrates, quien vivió en la búsqueda de la verdad a través del conocimiento, preparándose para la muerte y la continuación de la vida, reflexionando donde podemos prepararnos para el dolor y la evitación del placer como trascendencia del ser humano en la existencia misma.

Se puede continuar con ejemplos que trascendieron a la historia, no solo de hombres sino de mujeres también, que el tiempo no borrará tan fácil, solo con la extinción de la raza humana y aún así se tienen dudas. Pero el punto final de esta ejemplificación conlleva a saber que el placer buscado, en muchos medios (drogas, el acto sexual, el poder, el dinero, etc) no tiene una función útil como tal; todo va y viene, todo cambia y el ser humano también, el verse inmerso en una vida efímera retraída al placer es vivir tratando de frecuentar lo que no se repite si no es provocado, es ser dependiente y no tener conciencia propia de lo que se hace. Al encontrar el placer en las pequeñas cosas, también necesita ser reflexionado, qué tiene de útil para nuestra experiencia, cuál es el aprendizaje y su residuo intelectual-emocional en nuestra memoria.

Ahora el dolor no es buscado, cuando realmente se sufre, pero se presenta en muchas formas y muchas veces obligatoriamente. Se nos es útil disertarlo como algo que nos proporciona también un aprendizaje y una experiencia. Si le huimos tenderemos a no saber cómo reaccionar ante el mismo y volvernos por la misma senda en la que nos habíamos perdido tiempo atrás. La muerte, la separación, el cambio, la invalidez y sus consecuentes procesos nos traerán un camino difícil más no imposible de recorrer. Al pensar en alimentar el alma, también es importante para ella digerir lo que nos estamos tragando en muchas ocasiones, para así formarlo parte de ella y la nutra en muchos aspectos que a futuro servirán para enfrentar al dolor mismo.

Se dice que esta reciente generación globalizada en la que estamos viviendo, es una sociedad materialista, avara y ambiciosa, que no se llena ni con lo necesario y que crece a ritmos agigantados. Sin embargo ¿la raíz materialista no está fundada en qué somos una sociedad qué busca placer para evitar el dolor? Que al obtener un carro del año, el que le sigue tendrá el placer que necesitamos para presumirlo a la sociedad e indica que nos va bien, que somos placenteros. Que las grandes empresas buscan vender y vender para que unos cuantos poderosos busquen una vida más placentera, dándole placer efímero al que obtiene una laptop y en un año se vuelve «obsoleto» tenerla. O ¿Somos una sociedad, en su mayoría, sumergida en vicios que nos atan a su existencia? Vicios efímeros que solo evaden la realidad, que se van y necesitamos regresarlos, que llenan al cuerpo con desequilibrio y trastornos difíciles de remover. ¿No se vive en una sociedad globalizada constantemente comunicada por medios electrónicos qué transmiten el mensaje sobre el placer útil, cómo herramienta de la «buena» vida? Figuras famosas que son constantemente vigiladas por las cámaras, que ya ni si quiera son adultos; solo jovencitos que viven en las Bahamas gracias a su fama, cosas muy tentadoras para la juventud que tiende a imitar su ejemplo. Se transmite un mensaje continuo que bombardea sus oídos con la búsqueda del nuevo teléfono, con tan solo tres mejoras más y un adorno nuevo. Todas estas relaciones provocan la búsqueda del placer, algo superficial, pero que también contiene un mensaje que trata de evitar el dolor como algo inútil.

Pero para finalizar, si es que no hay enfado en lo que escribo o si es demasiado corto lo discernido, ¿no somos una sociedad llena de conocimientos que tienden puentes a la realización personal? Contamos con libros, ejemplos de vida, experiencias, comunicación constante, identificación con otros y otras cosas que nos permiten ver hacia un futuro prometedor. ¿No es el ser humano lo suficientemente inteligente para sobrepasar la moral establecida, para dudar de ella, revelarse y lidiar con la misma? ¿No se tienen las herramientas suficientes, como los medios de comunicación, la educación, la salud mental y muchas cosas útiles para sobresalir ante la dicotomía que surge entre estas dos enemistades: el dolor y el placer?

La respuesta está en quien quiera buscarlo y creo, como John Lennon lo compuso en su canción Imagine: que soy un soñador pero no soy el único; qué solo eso hace falta para despertar del sueño que tiende a separar el estrecho que hay entre el dolor y el placer. Ahí sí caben las disertaciones que construyen un puente que trasciende nuestra propia historia y humanidad, endeble a caer en la evitación de nuestro propio crecimiento personal.

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* Sergio Cervantes estudió Periodismo en la Universidad de Colima (México), actualmente se encuentra estudiando la licenciatura en psicología en la Universidad Vizcaya de las Américas. Trabajó como reportero gráfico en Milenio Colima, ha publicado poesía, artículos, fotografía y notas periodísticas en diversos medios colimenses tales como: Revista Mujer, el suplemento cultural Ágora, El Comentario, El diario Avanzada y Milenio Colima.

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