SOBRE SUJETO Y OBJETO EN THEODOR W. ADORNO
Por Luis Alberto García*
1 LAS DOS CABEZAS DE JANO
Hay un claro elemento vinculante en el Sujeto: la noción de individualidad. Pero al igual que el Sujeto necesita del individuo para cobrar pleno sentido, la operación contraria, la de pensar el individuo en su trascendencia como concepto universal («genérico», lo llama Adorno), despoja la noción de individuo de todo lo que tiene de particular. Definir el Sujeto y el Objeto es reducirlo a su condición de aporías, según Adorno. «Es que en cierto modo los conceptos de sujeto y objeto (o mejor, aquello a lo que atañen) tienen prioridad sobre cualquier definición» (Adorno: 1993: 143) [1]. Definir, en otras palabras, sería traducir de un estado de pura objetividad (donde no existe el concepto) a uno de pura subjetividad (el reino mismo del concepto). El concepto es pues, en la noción de Adorno, una suerte de inmersión de lo objetivo en lo subjetivo. ¿Pero cómo se reflexiona sobre el Sujeto y el Objeto sino es a través del proceso de subjetivarlos? ¿Y de dónde viene esa resistencia que menciona Adorno (como si fueran voluntades) del Sujeto y el Objeto «a dejarse definir»?
El galimatías adorniano puede plantearse de la siguiente manera: el Sujeto es lo cognoscente (el mundo etéreo de las ideas) y el Objeto lo conocido (la realidad). Sin embargo, el Sujeto en tanto ente universal o genérico puede ser a la vez Sujeto per se y Objeto. En la medida en que el Sujeto se reflexiona —acudiendo a la operación conceptual de definirse— se hace su propio Objeto, pues es como si Sujeto y Objeto —Jano en algún momento— tuvieran la desgracia de compartir dos rostros en una misma cabeza.
2 EL DISCURSO AUTÓGRAFO
Tan es así que la duplicidad Sujeto y Objeto (su cisma) tiene que ver con lo escindido de la condición humana. Es desde todo punto de vista, un proceso inevitable. Lo que de verdad mide la separación entre el Sujeto y el Objeto es la producción del discurso. Pero se trata de un discurso autófago pues a la vez devora al Sujeto (que olvida que ha devenido objeto dado que se reflexiona) y al Objeto. «Una vez separado el sujeto radicalmente del objeto, lo reduce así; el sujeto devora al objeto en el momento que olvida hasta qué punto él mismo es objeto» (p. 144).
La separación Sujeto Objeto deviene «en ideología» en su forma canónica, lo que nosotros llamamos en este pequeño ensayo producción de discurso. La única vía posible de conceptualizar que tiene el Sujeto es a través del discurso, pero ya el discurso representa como tal una separación, un distanciamiento epistemológico entre el Sujeto (lo cognoscente: que tiene la capacidad de producir el discurso) y el Objeto (lo conocido: sobre lo que hay que decir algo). Y no hay nunca que olvidar que este proceso lo hace el hombre concreto, real, enmarcado en condiciones específicas históricas y sociales, de ahí que la relación epistemológica esté sujeta a variaciones, y no se dé de una vez y por siempre.
3 EL SUJETO E IDEOLOGÍA
Adorno da en el clavo al indicar que el sujeto trascendente no es nada más ni nada menos que la «abstracción del hombre concreto y viviente». Es decir, el Sujeto es, en otras palabras, ideología. Y es necesario detenerse, así sea por un momento en Althusser, y la doble naturaleza que según él, asume la ideología. «La ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia», define el filósofo marxista su primera tesis. Pero una segunda tesis althusseriana precisa que la ideología además «tiene existencia material» (Althusser: 1989: 197, 198,200) [2]. La ideología por tanto interpela la categoría de Sujeto (que es constitutiva de toda ideología) y convierte a los individuos en sujetos reales. El hombre que se piensa como sujeto y su propia realidad (las condiciones reales de existencia) deviene en ideología. Esto quiere decir que aún el Sujeto trascendente aparece condicionado por la historia, y su reflexión se decanta a la vez en él mismo y su objeto. De ahí, explica Adorno, que hasta el mismo Kant se diera cuenta y estableciera una diferencia entre sujeto trascendental y sujeto empírico. Pero más importante aún resulta el hecho de que esta decantación del Sujeto trascendente que se historiza en el objeto, sólo puede ser posible mediante la alquimia trasformadora del discurso. Solo en el discurso se juntan el Sujeto y el Objeto y se separan a la vez.
4 METAMORFOSIS DEL SUJETO EN EL OBJETO
La conciencia (histórica) del Sujeto que reflexiona el Objeto (y en ese proceso autorreflexiona sobre sí mismo), cosifica el Sujeto, lo vuelve Objeto. «La primacía del objeto significa, antes bien, que el sujeto es a su vez objeto en un sentido cualitativamente distinto y más radical que el objeto, puesto que aquello que es conocido por la conciencia y sólo por ella también es sujeto» ( p 148).
Lo que Adorno establece es un tránsito en ambas direcciones (un episodio dialéctico, diríamos) entre el sujeto y el objeto. Tanto el sujeto como el objeto no son estados incorruptibles, antes por el contrario, el mismo sujeto al tener un «núcleo de objeto» hace que las «cualidades subjetivas del objeto» constituyan lo que Adorno llama «un momento de lo objetivo».
Más que categorías hipostasiadas, son complementarias. La una no puede existir sin la otra, pero a la vez, de manera no excluyente, la una puede convertirse en la otra.
NOTAS:
[1] Adorno, Theodor W. Consignas. Amorrortu editores. Buenos Aires., 1993. Todas las citas de ahora en adelante corresponden a este libro. Solo se citará la página.
[2] Althusser, Louis.»Ideología y aparatos ideológicos del Estado (Notas para una investigación)» En, Filosofía como arma de la revolución. 18º edición. México. Siglo XXI, 1989. Versión on line https://detemasytemas.files.wordpress.com/2012/01/althusser-1989-ideologc3ada.pdf
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* Luis Alberto García es profesor de español de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. Finalista Premio Nacional de Novela, Ministerio de Cultura 2006.