Fotógrafo del mes edición 94


GIGLIOLA ZULIANI ARANGO

Es Comunicadora Social con énfasis en Periodismo, especialista en Sociología de las Comunicaciones de La Sapienza, Roma. También tiene una especialización en Televisión de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Trabajó en el periódico El Mundo, en el Seguro Social, en la Asociación de Televisión Educativa Iberoamericana, ATEI, en el ICFES (Instituto colombiano para el fomento de la educación superior), en la Universidad Cooperativa de Colombia y actualmente en la Compañía de María, en la Provincia del Pacífico (Colombia, Estados Unidos y Perú).

CHINCHORRO, UNA TRADICIÓN NO SOLO CULTURAL, SOCIAL Y FAMILIAR, SINO TAMBIÉN EL SUSTENTO DIARIO DE UN PUEBLO

No es muy clara la hora en que se tira el chinchorro, una red grande que se avienta en ese pedazo de pacífico que es La Playa, a una hora de Tumaco. Muchas manos se ponen en la labor, hay que tener presente el estado de ánimo del mar, saber bien en qué parte habrá más y hasta donde se podrá extender para atrapar suficientes peces y hacer la pesca del día, que alcance para vender y para comer en familia. Unas veces se llena la red, otras, se vuelve con las manos vacías y no hay ni para el almuerzo.

Se corre la voz, de uno a uno, ya se va a recoger el chinchorro, vamos a «chiquitiar», o sea a coger los pescados pequeños que quedan después de haber seleccionado los mejores para la venta.

Es una tradición de siempre, de vida, de comunidad, una tradición que les permite compartir lo pescado, pero sobre todo trabajar juntos, jalando con fuerza y entre todos esa red que se tiró temprano en el mar y que ahora se recoge, entre la bulla de los gritos y de las aves que pelean por robarse un pedazo del botín.

Al final, todos se llevan algo, se comparte lo mucho o lo poco, y así se repite cada día, aunque algunas veces no porque el mar se vuelve oscuro y bravo y la lluvia no deja arrimar a nadie.

Un chinchorro, una comunidad, un pueblo, una pesca, un sustento.