GONZALO SOTO POSADA, DIOS SE DICE DE MUCHAS MANERAS
Por Revista Cronopio
Pausado y meditativo en el hablar, profundo y humano en el sentir, así es el profesor Gonzalo Soto Posada, uno de los más importantes medievalistas de nuestro país, con quien tuvimos el gusto de conversar acerca de la pervivencia y la importancia de conocer y estudiar el pensamiento y la cultura del Occidente medieval. Este hombre que irradia paz en su hablar y en sus ideas, durante su juventud tuvo un diálogo frontal con la Teología de la Liberación en los barrios populares de Medellín y, consecuente con sus ideales humanistas halló inconcebible la vía armada de militantes de dicha corriente tales como el padre Camilo Torres. Su postura crítica sobre la Teología de la Liberación no lo hizo renunciar a ella, sino revalorarla, al punto de tomar también una postura muy crítica frente al Concilio Vaticano II, tal como nos lo relata en la entrevista.
En una sociedad post-ilustrada en la que increíblemente conviven por igual el horóscopo y la astrofísica, o el cristianismo y el ateísmo, sorprende pensar que el tan denostado oscurantismo medieval parece serlo más en estos días —en que el conocimiento obliga— que entonces. ¿Tiene algún sentido, o alguna utilidad, más allá de la información histórica, conocer y estudiar la Edad Media en nuestros días? Ciertamente en los poco más de mil años que duró aquel período es imposible que las instituciones, las ciencias, las costumbres, las creencias y todo lo que define la cultura humana hayan permanecido inamovibles. Basta pensar con que, de haber sido así, jamás habría llegado el Renacimiento, pues los cambios no ocurren de la noche a la mañana, evidentemente. Luego, algo bueno, útil o interesante, y, sobre todo, significativo, tuvo que haber ocurrido en aquellos días.
A ojos vistas pareciera que la esencia del Medioevo es la comprensión del Dios judeocristiano; ciertamente tal búsqueda tenía un papel preponderante, pero allí hay algo más profundo y antiguo: el logos (la razón). La mente y su divina capacidad de traducir las percepciones en ideas fue algo que cautivó a los medievales con el mismo ímpetu que lo hizo con los griegos. Quizás las rupturas con el mundo clásico no eran tantas. En efecto, si algo ha de reconocérseles a los pensadores medievales, y más específicamente a los pensadores cristianos, es que no sólo conservaron a Platón y Aristóteles, sino que mantuvieron viva su filosofía al seguir pensando como ellos. No se trataba de una simple labor de copistas y repetidores, sino de personas auténticamente inquietas, sabedoras de las poderosísimas herramientas que les había legado la antigüedad precristiana.
Comprender la divinidad exigía tener claridad sobre los modos en que se predica el ser, como bien reza el comienzo de la Metafísica, de modo que, el campo de estudio por el que se accede al ser y a dios no es otro que el mismo logos, el lenguaje, la razón. A propósito de esta característica racional, recientemente Gonzalo Soto publicó, junto con otros autores, el libro «Dante Alighieri: 700 años de gloria». Su intervención en dicha obra se centra en una carta poco estudiada del poeta italiano donde descubrimos que ya el mismo Dante reconocía la polisemia de su obra, aspecto del lenguaje (la polisemia) que siempre ha interesado al doctor Soto, dadas sus implicaciones epistemológicas y, como acabamos de exponer, históricas.
Invitamos a nuestros lectores a cercarse a las diferentes publicaciones del doctor Gonzalo Soto y a descubrir que le debemos al Medioevo más de lo que a veces admitimos.