HUMANAS ESCRITURAS
Por Krzyszto Dyosz Daddho*
A Walt Whitman.
Hombre:
Yo también me celebro
y me canto, como
a ti mismo,
porque sé que nadie
podrá cantarme
mejor que yo.
Y eso tú
muy bien lo sabes
en el fondo
camarada.
* * *
Soy
el obrero insigne
de San Martirio
del Orbe
(pueblo bendito del hambre
en la plenitud
de los escombros).
El Habitante Intimista,
el héroe anónimo
de Chukumarca; o como tú
quieras llamarme,
niño, adulto o anciano.
Tú que habitas
cualquier latitud,
condición social, cultural
o económica,
sin distingo de país, ideología,
religión, raza o idioma.
Hoy
que por un instante
vas a leer
estos versos naturales llenos de calma.
No te asombres
por ninguna causa o efecto.
A los treinta y tres años
cumplidos
en esta Era de Acuario.
Hoy dieciocho
de julio de dos mil años y tantos,
en plena hecatombe
del siglo veintiuno,
después de haber muerto y
retornado a la vida
una y cientos de veces, inicio
este canto poético
para todas las naciones.
Cierto:
he habitado las barracas
y masticado hondamente
la miseria… Navegando
en las más remotas aguas virginales,
puestos a prueba de fuego el fulgor
de mi espíritu y mi cuerpo.
Por ello, no busco la luz
sino la oscuridad,
porque sé
que detrás de las tinieblas está el sol.
Y que el pobre corazón del hombre,
es apenas
un punto de quiebre
en la cuadratura azul des Galaxias.
Hoy quiero jugarme
el todo por el todo,
en este claro y tembloroso día, cual
un ser libre
que vive y piensa libremente;
diciéndole adiós
al dorado silencio y a mis cosas.
Pues a estas alturas de mi existencia
—no temo confesarlo—:
he bajado al cielo, lleno de esperanzas, y
a contra viento y marea
en un mar de tinieblas,
ha sido mi alma
atormentada sin ninguna compasión;
he subido al infierno también,
y ¡cuán feliz!,
he disfrutado de su enorme claridad.
Mas, preciso es que
ustedes sepan:
he jugado alternadamente
en el Tablero del Universo, ajedrez
con Jehová y con Luzbel.
¡Testigo es el guerrillero y buen Jesús!
Allá en mi sendero luminoso
y acá en la patria roja de mi vida.
Siempre dos a dos con mi multitud.
¡Oh! ¿Acaso no son
el cielo y el infierno,
Dios y el Diablo,
estigmas
que el humano se ha creado para sí?
¡Ay, fatuas esperanzas del hombre
para consolarse a sí mismo!,
al no encontrar explicación
de, cómo ni cuándo, ha aparecido
en este inefable Sistema de Cosas.
El árbol del Bien y del Mal habita
el pecho de cada hombre o mujer.
¡Tengan el Conocimiento suficiente
para comer de sus frutos! Y
cuando lo hayan logrado,
rómpanle al sol la cara con un palo.
En un día claro como hoy.
El profeta Nietzsche dijo:
«Allí donde crece el Árbol de la Sabiduría
se encuentra el Paraíso».
No temáis. Id a buscarlo por el mundo.
Hoy me siento hermosamente bello
en mi más íntimo elemento,
cual un Fauno herido
sin Dios,
sin Ley,
sin Patria.
En mi interior convergen
todas las maldades
del mundo, para que yo las purifique.
Ya he dicho en varios de mis escritos
a fuerza de repetirme a viva voz:
no he venido a salvar al mundo,
a Nada ni a Nadie.
He venido quién sabe a condenarlos y
a condenarme a mí mismo.
¡He aquí… mi mayor gratitud!
¿Ustedes, acaso, quieren algo mejor?
Pues, ¡soñad vuestros sueños!
Grande, estoy seguro, ha de ser
vuestro corazón
en nombre del polvo y la esperanza.
No se detengan y sean ustedes mismos
sin que nadie les provoque…
Toda creencia en un Ser Superior
atavía de locura mis sentimientos,
por ser ésta oscura metáfora
que debemos descifrar.
Hermanos y ciudadanos todos:
Cósmico es mi desencanto
hacia toda idea divina de salvación,
pues la considero un valle de lágrimas
para cualquier sensata inteligencia.
Hoy, mi mayor pesimismo
es tal vez mi menor optimismo.
En esta cruel podredumbre
no hay Dios
ni Hijo de Dios que nos salve un pito.
Todo depende
¡de ti y de mí!, hombre o mujer,
niño o niña. Depende
del fulgor y
de la unidad de nuestros corazones.
Por eso, escribo
para la mente
y también para el corazón,
mis execrables diatribas.
Mi Reino más que de este tiempo,
es de uno venidero: ¡pletórico de fe!
Vengo de un mundo diferente
y voy hacia otro
igualmente diferente.
No se asusten. Sólo soy un ave de paso.
¡Aprovechadme!
Yo Mismo mi Dios y mi Profeta,
nadie abajo ni encima de mí.
Mi corazón es el Universo:
habítalo tú
con la misma sincera intensidad
con la que lo habito yo.
Oh, habitantes
de este mundo, que lo destruyen
a cada rato por doquier.
Quién sabe sea éste
el punto de mi Creación.
La intensidad de mi ausencia.
La delgada línea blanca de mi ser,
la inmensa línea roja
de mi pensamiento.
Mi presencia lejana.
Mi sublime negación ante ustedes.
Por eso, permítanme
una vez más:
no escribo para el alma del hombre
sino enteramente
para el alma roída del mundo.
Mi canto
emerge de los tres reinos
de la Naturaleza, y raudo
se encamina
¡hacia todas las auroras!
Me es indiferente
si hay un solo individuo
o muchedumbres escuchándome.
Para gente sensible e inteligente
yo predico:
para ellos,
los humildes y desposeídos…
Cada día, de pie
hacia los cuatro vientos,
cual frutos prohibidos mis versos
expando.
Quién sabe, podrán decir
las malas lenguas:
«¡Somos bacanes.
Otra es nuestra onda!»
La verdad, no os preocupéis…
Soy un anónimo testigo
de nuestro tiempo
y un reportero audaz de la historia.
Por ello, hoy escribo
desde abajo
y quiero dejarles
un mensaje de paz y de esperanza,
de amor y de solidaridad,
a través
de estas Humanas Escrituras
que para ustedes
plenamente, despliega sus páginas.
Ténganlo por cierto
camaradas, cultos
o ignorantes; engrandecidos
o empequeñecidos;
ricos pobres o pobres ricos;
humildes o altivos;
libres de sí mismos o esclavos.
Habitantes
de los cuatro puntos cardinales.
Ha de ser siempre, estoy seguro:
mi excelsa figura
entre ustedes, cual una bandera
izada para el mundo,
flameando siempre
a contracorriente y junto al viento.
Ha de ser siempre, aquí
en mi camino eterno
de soleados sunchos y dorados trigales
o entre cactus florecidos,
como en este duro oficio
de luz y de tinieblas, espíritu
de mi hoz bravía y campesina
y de mi martillo férreo de obrero,
símbolos
de mi pueblo heroico
y
en los Andes redivivo.
* * *
El presente poema es el proemio del libro inédito «Humanas escrituras». San Pedro de los Aleros, 18 de julio de 2004
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* Krzyszto Dyosz Daddho (Santiago de Chuco-Perú). Escritor de formación autodidacta, cultiva el verso regular y el libre. Participa de forma constante en recitales literarios y en reuniones de escritores, tanto en Perú como en el extranjero. Ejerce el oficio de la palabra y la escritura desde muy niño. Viajero infatigable, ha recorrido varios países de Latinoamérica y residido en muchas ciudades del Perú; desde hace algunos años reside en la ciudad de Tumbes, lugar desde donde realiza sus viajes por el interior de su país para promover el Arte, la cultura nacional y regional y difundir sus creaciones. Ha estudiado docencia en la especialidad de Comunicación, Lengua y Literatura. Todavía su obra permanece inédita, sólo ha publicado poesías sueltas y cuentos breves en diversos medios, ganando así algunos lauros. Actualmente se desempeña como promotor y difusor cultural, dedicándole tiempo exclusivo a las Ciencias Sociales, la Literatura y el Arte. Es Presidente Ejecutivo-Fundador del Parlamento Mundial de Escritores (W.P.W.).
Dyosz Daddho: tu poesía es de una altura estética sorprendente. Mucho éxito, amigo poeta. Grande entre los grandes