Interludio Cronopio

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MÚSICA Y TECNOLOGÍA

Por Luisa Fernanda Pérez*

«En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la noción misma del arte». (Paul Valéry)

A lo largo de la historia de la música puede encontrarse una unión entre ésta y el desarrollo tecnológico, que ha permitido transformar la ejecución instrumental, la reproducción del sonido, la composición musical y el mercadeo de la música.

A lo largo del siglo XX, se desarrollaron tecnologías que fueron influyentes en la creación y modificación de instrumentos musicales electrónicos y que abrieron un nuevo campo de acción, en el cual los compositores se daban cuenta de que las posibilidades sonoras iban más allá de las recorridas por la música tradicional. Entonces se desarrolló una nueva forma de elaboración sonora en relación con la técnica electroacústica: la música electrónica y la música concreta, cuya diferenciación respondía al tipo de material desde el cual se trabajaba: la música electrónica con material producido por los aparatos electrónicos, mientras la música concreta trabajaba con sonidos preexistentes, grabados, que luego eran transformados en el laboratorio, especialmente por medio de la manipulación de la cinta, de la recién inventada grabadora magnetofónica.

Pero más allá de la experimentación sonora en dos corrientes y la creación de nuevos instrumentos, en las últimas décadas del siglo XX, la tecnología informática va a influir en la manera como se reproduce y se distribuye la música.

Actualmente, la experiencia musical se ha visto transformada por las innovaciones tecnológicas de los últimos años. Los electrodomésticos y aparatos electrónicos tienen incorporados sonidos que vienen siendo parte de nuestra vida cotidiana: son los «bips» de los celulares, relojes, microondas, etc. Todas estas señales, según Chion (1999) son «nuevos seres sonoros que interaccionan con nuestro cuerpo hasta ser casi una extensión del mismo».

Y a esto, George Yúdice en su texto Nuevas tecnologías, música y experiencia (2007), menciona que una de las consecuencias de dichas innovaciones es la ubicuidad de la música, siendo pocos los espacios en la que no se encuentre. Ésta nos acompaña en todo momento y conforma nuestras experiencias: desde el restaurante, el ascensor, los centros comerciales, el cine, los reproductores mp3, la espera en el teléfono y hasta los parqueaderos. O como diría Marshall McLuhan, se ha convertido en una prótesis o una extensión de nuestro cuerpo.

Si bien con la aparición del fonógrafo a fines del S. XIX, se cambió la necesidad de asistir a un concierto para poder escuchar una pieza musical, se sigue dando una sociabilidad relacionada con las reuniones en las salas de las casas, entorno doméstico que va a prevalecer con la radio y la televisión desde los años 50. Pero con el «walkman», se va a dar un paso más: de la esfera pública a la privada, permitiendo a cada individuo llevar consigo su propia «banda sonora». Ahora bien, en la actualidad, el walkman ha sido desplazado por los reproductores mp3, pero su función es la misma: ser una extensión de nuestro cuerpo. Lo que se tiene entonces es una experiencia privada en medio de un espacio público, sin que de ninguna manera se excluyan de las redes de socialización de la música.

Siguiendo a Yúdice, la tecnología también ha marcado nuevas maneras de interrelación social y de formas de interactividad, por medio de las redes sociales en donde las personas comparten música y hacen comentarios sobre ella. Constituye también la posibilidad de una mayor equidad a partir de la amplia difusión que permite la tecnología y la oportunidad de que el público, los usuarios y los participantes de la actividad musical puedan asumir un compromiso estético frente a lo que escuchan e, inclusive, subir sus propias canciones y videos musicales en las redes. Este es el momento en el que más música se comparte, difunde, produce, consume y comenta. Basta visitar páginas como YouTube, Facebook y MySpace para darse cuenta de este fenómeno. Ya no se trata sólo de ser consumidor, sino de ser un participante activo.

Las nuevas tecnologías de la información también han afectado la organización social: la capacidad de atraer millones de aficionados en pocos días mediante una plataforma interactiva era impensable hace algunos años. A esto hay que añadir la capacidad de canjear repertorio y las nuevas maneras de circulación de la música, formas que vienen siendo cuestionadas, por los grandes distribuidores de la música, es decir Sony, BMG, Warner, Universal y EMI, empresas que controlan más del 70% de la música que se vende en el mundo.

Por señalar algunos porcentajes significativos de la industria de difusión musical por medios digitales, hay que citar un estudio de la Billboard en el 2009, donde se proclamaba que iTunes era el mayor distribuidor de música para Estados Unidos con un 26.7% del total del mercado. Así mismo, el último informe de la IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica), menciona que 13 millones de canciones fueron licenciadas por compañías discográficas para ser digitalizadas; el crecimiento de ingresos por la música digital en el mundo fue del 6%, la proporción de ingresos de las compañías discográficas por medio de los canales digitales fue del 29% y el mercado de la música digital aumentó, entre el 2004 y el 2010, un 1000%.

Todos estos porcentajes hablan de una nueva manera de mercadeo de las compañías disqueras que están aprovechando los reducidos costos de las estructuras de almacenamiento, distribución y comercialización de la música digital. Esta industria también está fomentando otros sectores industriales, como es el caso de las compañías que producen los reproductores de música digital.

En el informe mencionado de la IFPI, también se habla de otras cifras: 17% menos de personas contratadas en la industria de la música en EE. UU desde 1999 hasta el 2009. La industria de la grabación discográfica ha decaído un 31% respecto a su valor desde el 2004 al 2010, y se proyecta un total de 1.2 millones de pérdidas de trabajo en las industrias creativas europeas debido a la piratería para el 2015.

Según la IFPI «la posibilidad de conseguir obras musicales sin dificultad alguna perjudicó notablemente el valor económico de la música ante los ojos del consumidor». Quienes compraban los álbumes no están dispuestos ahora a pagar por todo un álbum del que sólo quieren oír dos canciones, por lo que descargan sólo las que les interesa. De este modo la industria digital de la música no sólo generó nuevas oportunidades, sino también nuevos obstáculos, entre ellos el que acabamos de mencionar.

Este es el otro lado de la moneda del mercado de la música digital, del cual pocas veces se habla. ¿Qué está sucediendo con la música en vivo y los artistas? ¿Éstos deben seguir dependiendo de las grandes compañías disqueras o, por el contrario, encargarse ellos mismos de la difusión de su música vía redes sociales? y ¿de qué manera hay que aprovechar las nuevas posibilidades que ofrece la tecnología?

Este artículo sólo pretende dar un panorama general de algunos cambios en la música y su difusión a partir del S. XX como resultado de las nuevas tecnologías. De ninguna manera busca estigmatizar los avances tecnológicos, pero cuestiona la manera como la música, cada vez más, se está convirtiendo en un bien comercial del que muy pocos sacan partido, olvidándose de que, ante todo, es un arte del cual muchos viven y todos disfrutamos.

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La columna “Interludio” es auspiciada por el Departamento de Música de la Universidad Eafit. Luisa Fernanda Pérez S. realizó sus estudios de pregrado en la Universidad EAFIT, graduándose como músico con énfasis en flauta, en 2009. Desde el 2005 ha hecho parte de la Línea de Investigación en Musicología Histórica, desde la cual ha coordinado el Semillero de la línea y ha realizado ponencias en eventos nacionales de semilleros de Investigación. Actualmente cursa segundo semestre de Maestría en Musicología Histórica.

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