Invitado Cronopio

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El Tuerto encaja el bastonazo con acritud, lo de mamertos, quiero decir.

—Confunda pero no ofenda —se le agría la voz—. Primero muertos pero nunca mamertos.

—Perdón —se ríe Alarcón.

—Nosotros somos una institución monolítica —reniega el Tuerto—. Impajaritable.[3]

—Ver para creer —se burla Alarcón y tamborilea sobre el escritorio, cedro ha de ser la madera.

El Tuerto saca una calculadora, teclea varias veces y cabecea satisfecho:

—Con el respaldo de la militancia de la Fraternidá el rating de tu telenovela subiría, por lo menos, catorce o quince puntos. A la competecia le quedaría muy berraco reaccionar…

—He ahí el problema: la competencia —Alarcón se mesa los cabellos—. ¿Acaso la Gran Liga de Antioquia se va a quedar de brazos cruzados? Esos como son.

—A bastardo, bastardo y medio —replico con sequedad.

Alarcón se voltea curioso.

—¿Y como en qué estás pensando?

El pentecostés baila sardónico en mi cocorota.

—Pues que en Colombia en vez de tantos canales de televisión haya uno solo…

Veo que al Tuerto se le humedece el cuello de la camisa.

Alarcón se pone caviloso:

—¿Estás hablando de darle el monopolio de la televisión al Ateneo o qué?

—A buen entendedor, pocas palabras —asiento—. Ustedes se lo merecen. TeleAteneo sería un canal único y exclusivo.

—No es sino cantar y coser —dice el Tuerto, mientras trata de secarse el sudor de la camisa.
Alarcón se acomoda en la silla, se pasa la mano por la boca, se tapa los labios, obstrucción no parcial, bloqueo tajante, no quiere oír ni saber de qué estoy hablando.

—Le pondríamos otro nombre para evitar suspicacias —digo, y paladeo con fruición el extraño acrónimo que el pentecostés acaba de inventar para mí—. Oigan esto, damas y caballeros: ¡Cunexacol!

Las cejas del Tuerto se acentúan hacia arriba, la nariz se le arruga, la nuez de Adán parece un tumor bajo la piel tensa y brillante por el sudor, creo que va a estornudar o a escupir, no le miro los ojos, si es que aún los tiene dentro de sus órbitas.

—¿Cune qué? —dice Alarcón, perplejo.

—Cunexacol, Canal Único y Exclusivo del Ateneo Colombiano.

—¿Cunexacol? —Alarcón junta las sílabas con precariedad—. Suena a supositorio. Peor todavía, a purgante. Que vaina tan rebuscada.
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Hago un mohín despectivo, abanico los fuegos del pentecostés y me pongo a dictar cátedra sobre seudo toponimia y seudo topología y seudo toposofía y seudo topogonía. Una marca, si breve, dos veces buena, pontifico. Alarcón menea la cabeza, aún estupefacto.

—Una buena marca debe ser eufónica, o sea, que debe sonar bien. Sin connotaciones obscenas o antisociales. En lo posible, debe tener un significado concreto, algo real, y, sobre todo, debe ser fácil de pronunciar y recordar.

El Tuerto respira por la boca, bizcorneto, y se pasa un dedo por el cuello mojado de la camisa.

—Nestlé, por ejemplo —prosigo con pedantería—. ¿Qué quiere decir Nestlé? A ver ustedes que saben tanto… ¿díganme qué quiere decir Nestlé?

Alarcón y el Tuerto se encogen de hombros.

—Nestlé quiere decir nido de leche. ¿No han visto el logotipo, los pajaritos entre las pajitas? ¿La mamá que los alimenta? ¿Qué les pasa, cofrades? ¿Son ciegos? ¿Tuertos o qué? Y perdón por vos, Tuertico, nada personal. Nest es nido en inglés. Leche en francés se escribe lait, pero se pronuncia lé. Entonces Nest lé, Nestlé, nido de leche. En frenglish.

La baba se le chorrea al Tuerto. Alarcón se acuerda que él también es inventor.

—¿Pero nestle no significa acurrucarse? —me pregunta—. En inglés, quiero decir. Acurrucarse o enclavarse. Por ejemplo, the village nestles at the foot of the hill quiere decir el pueblo está enclavado al pie de la colina.

—Preciso —contesto sin inmutarme, a mí qué—. Acurrurcarse en el nido de leche.

—¡Impajaritable! —se le escapa al Tuerto, la carne se le ha vuelto de gallina.
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—Veamos un ejemplo más casero. Cadena Radial Colombiana, Caracol.

El Tuerto se recupera, cierra la boca, dilata las fosas nasales, coge aire, sin gracia, no ha aprendido (ni aprenderá) a lidiar con la lívida envidia:

—Que ahora es española…

—O Aerovías Nacionales de Colombia, Avianca…

—De Brasil querrás decir —vuelve y la caga el Tuerto—. El dueño de Avianca no es colombiano.
Me lo sacudo con displicencia:

—Canal Único y Exclusivo del Ateneo Colombiano, Cunexacol.

—Pero esa vaina no cumple ninguna de las condiciones de una buena marca —repara Alarcón, ya sin estupor—. No es breve, no suena bien, es berraquísimo de pronunciar y de memorizar, no quiere decir nada, es un acrónimo pendejo, muy tuyo, gran güevetas.

—En esta vida lo que cuenta es la repetición —le replico, enfático—. Cunexacol. Cunexacol. Cunexacol. Cunexacol.

—¿Cunexacol? —vuelve a vacilar Alarcón—. En gracia de discusión y pensando en voz alta, ¿no debería ser más bien Cunexacolteve? Digo, por lo de canal de televisión. ¿No hacen falta la te y la uve al final, Cunexacolteve?

—CNN. CBS. ABC. NBC. Al Jazeerah. BBC. Ninguna tiene ni te ni uve.

—Televisión Española, TeleAntioquia, TeleMedellín, City TV, TeleCaribe, TelePacífico RCN Televisión, Caracol Televisión, TeleEtcétera —riposta Alarcón.

No le hago caso y me empecino en lo mío.

—Menos es más. Cunexacol, Libardo, Cunexacol.

Hago una pausa brevísima.

—Bueno y si Cunexacol es mucho problema, pues lo dejamos TeleAteneo, y sanseacabó.

Las cejas del Tuerto se entiesan de incredulidad. Alarcón se pellizca y se rasca con las gafas debajo de una oreja.

—¿Y el tal Cunexacol ese sí sería legal? ¿Ustedes sí pueden concedernos el monopolio de la televisión?

—¿Somos o no somos un partido con voluntad de poder? —protesto, no sin cierto resabio—. Estamos hablando de macropolítica, no de mecánica de bicicletas, cofrade.[4]

Alarcón parece recapacitar. Tamborilea sobre los concept boards.

—¿Costaría mucho?

—No te preocupés por plata, hombe Libardo, que plata no hay —dice el Tuerto.

—¿Cunexacol?

—Cunexacol, Canal Único y Exclusivo del Ateneo Colombiano o TeleAteneo —digo, como si fuera una jaculatoria al Sagrado Corazón de Jesús, y bajo la voz—. Ningún otro canal al aire, ningún rival para las telenovelas del Ateneo… tus telenovelas, Libardo.
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Alarcón espabila, las gafas sobre el escritorio repleto de carpetas, papeles y revistas de farándula. Se despanzurra sobre la silla y piensa con morosidad, unos minutos para él, una eternidad para nosotros.

—No está mal —desata por fin, gerente que se respete es incapaz de decir las cosas como son—. No está mal.

—Un proyecto fascinante —irrumpe el Tuerto y se seca el sudor que le oscurece la camisa.

—¿Proyecto o promesa? —pregunta o susurra Alarcón.

—Promesa es promesa —me comprometo con dignidad—. La vaina se hace porque se hace. Y en esto hablo en nombre de… estoy autorizado a hablar en nombre de nuestro príncipe, el cofrade Jota Enrique Granados Roca.

—El hombre promete mientras mete —se me ríe Alarcón en la cara.

—Por esta cruz que redimió al mundo —me pongo no menos digno y juro en vano el santo nombre del redentor—. El Cunexacol se hace porque se hace.

Alarcón se contorsiona con el juramento.

—¿Entonces qué? —dice el Tuerto con melindre—. ¿Hablamos de economía?

Untado un dedo, untada la mano. No flaqueo y le doy otra vuelta a la tuerca.

—Lo que necesitamos es… —camuflo la voz, insidioso, y soplo una cifra efervescente.

—Ah, no más que eso —se mofa Alarcón.

Voltea el portátil, la pantalla es líquida, ilegible, demasiado new economy pa’ este cucho. Saco otro concept board, una preciosidad de impresión. Alarcón se embejuca y desprecia la cartulina con las tablas de presupuestos.

—En estas maricadas es que ustedes se gastan la plata… concept boards… mucho embeleco.

Celebramos con estrépito, sepulcros blanqueados, las risotadas rebotan en los aparatos de aire acondicionado, mustios e inútiles. Señalo los 10 dígitos con la punta de mi Montblanc, tengo uno, no vayan a creer que no, y me vuelvo estatua: a la espera de sus comentarios me es grato saludarlo, seguro y atento servidor. Alarcón suspira, como me imagino que suspiran los gorgojos.

—¿Pero ustedes qué se están creyendo? ¿Que el Ateneo Colombiano es una fábrica de billetes?

—Impajaritable —corroboro, y sonrío con beatitud.
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NOTAS

[1] «Los partidos pasan, los nombres permanecen.» Friedrich Engels. (N. de Juan Leónidas Posada)

[2] Hablo y no hablo. Entro y no entro. Confaloniero del Espíritu. Alférez de la anticipación. Paladín de la buenaventura. Jenízaro del aspaviento. Espigas de fuego me entumecen la coronilla: lengüetas incandescentes y feroces se bambolean como diademas de fuego. La cocorota me arde y el artilugio no se apaga, al contrario, relampaguea y crepita como zarza ardiente que no se agosta. El sofoco se me derrama por detrás de las orejas, hasta llegar a la cumbamba. La sin hueso me cosquillea, bendita sea, me jala y me jala hasta que se suelta, deslenguada, y ya no hay quien la pare. (N. de Lalito Grafía)

[3] Para entender qué es o qué puede ser la Fraternidad Ecléctica, el lector deberá (o debería) consultar dos opúsculos capitales, Uno en todo y La libertad sublime, ambos escritos por Humberto Escobar Jaramillo, fundador y líder del partido. Uno en todo, como su título lo indica, es una aproximación al paradigma esencial de la hipermodernidad. Con prosa clarividente, a veces enmarañada, se examinan las causas que han signado el retroceso del pensamiento en detrimento de la acción inane, la inanidad. En La libertad sublime, por su parte, se consignan las ilusiones de nuestro movimiento. Son textos para iniciados y de difícil alcance. El lector deberá (o debería) afanarse por escudriñar estas dos pequeñas joyas de la literatura política contemporánea. En principio, a lo mejor no las comprenda. Con cierto esfuerzo, logrará (o lograría) tal vez dilucidar el misterio de nuestro dogmatismo y el encanto de nuestra persistencia. (N. de Juan Leónidas Posada)

[4] Cofrade es un latinajo hermoso. Cumfrater. Cum, con, y frater, hermano. Mi diccionario dice que es un «hombre admitido en un pueblo, concejo o partido, o que es de él». Y en este país de cafres (zafios o rústicos), no hay más partido que la Fraternidá. (N. de Juan Leónidas Posada)

+Este es un fragmento de Hagan el favor de hacer silencio, publicada por Silaba Editores.
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* Esteban Carlos Mejía. Expublicista. Expresentador de televisión. Ex ghost writer. Novelista y columnista de prensa. Con el programa Especiales del Arte, del que era director y conductor, ganó en 1991 el Premio Simón Bolívar de Televisión, en Investigación Cultural. Su cuento Cuestión de Escrúpulos (Gaceta, 1979) fue llevado a escena, junto con textos de otros autores, por el Colectivo Teatral Matacandelas, entre 1982 y 1988. Mentirás al prójimo como a ti mismo, su opera prima, ganó el Premio Nacional de Novela Universidad de Antioquia 2000 (edición en 2001). I love you putamente (La otra orilla, Norma), primera novela de Trilogía de espaldas a Medellín, apareció en 2007. La segunda parte, Esos besos que te doy, está lista. Hoy en día trabaja en Los abismos de tu sexo, tercera novela de la utopía.

Hace una columna en El Espectador (Rabo de paja), un programa cultural en radio (La punta del iceberg, Cámara 89.9, Medellín) y una tertulia literaria (Mesita de noche, Universidad EAFIT, Medellín). Escribe un poco para vivir mucho más

+Hagan el favor de hacer silencio es una novela erótico—humorística—política, publicada por Sílaba Editores.

1 COMENTARIO

  1. Gracias por compartir. Por lo que pude apreciar es una novela rica en el uso del lenguaje y la imaginación. Felicitaciones y éxitos.

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