DOLOR AYANTEO
Por Nikólaos Chalavazis A.*
¡Canta, oh diosa, a través de mí, para mí, un relato de los dolores y padecimientos del Áyax Telamonio, fruto de la ilustre casa de Éaco! ¡Canta de qué modo padeció y cómo a través de una mujer halló a lo Dionysio femenino! ¡Poséeme, culmíname! Medio tuyo inmérito soy; a tu oda intentaré volcar en letras.
«De los hombres el mejor era con mucho Áyax
Telamonio mientras estaba encolerizado Aquiles;
el cual era muy superior.»
(Iíada: II, 668-669).
«¡Ah obscuridad, para mí luz! ¡Ah erebo,
para mí luminosísimo! Recibidme, recibidme como
habitante, recibidme. Ni a la estirpe de los dioses
ni a la de los efímeros seres humanos soy ya digno
de mirar esperando alguna ayuda.»
(Sófocles. Áyax. 395-401).
ÁYAX: Todo está turbio, tal como sucede luego de la intervención de demoníaca mano, como si hubiese venido yo de funda lobreguez.
¡Oh, sentimiento nocturno me aletarga!
¡Pero cuán bueno no recordar dónde estaba antes; inclusive, do aquélla lobreguez estaba! ¡Ax! Igualmente, ¡qué bueno sería que no remembrase quién ahora soy y quién en el pasado!
Si estoy aquí, empero, significa que en alguna parte me encontraba y que allende retorné.
¡Ay!, ¿por qué cuanto ha sido desacordado conducirlo no podemos a la superficie, ante los ojos, para verlo claramente, exactamente como acaece con los esquifes que a puerto llegan? ¿De tal modo, paulatinamente, permitiendo que el observador los detalles admire y perciba? ¿A los colores, al mástil, al velámen, y al final distinga, incluso, las voces de los nautas, los gayos, debido a que echan anclas?
¡Ax!, ¿y por qué aquellos asuntos que nos resultan desagradables y que no se van del corazón nos son imposibles de desmemoriar?
¿Pero, por qué yazgo acá abajo, encima del tapete? ¿Qué me bataneó?
Causante muy probable desta dolorosa obra acaso sea el hermano de Thánatos, el etéreo Hypnos, quien con sus leves manos sobrecubre a la mente privándola de la luz, aquélla que por natura le pertenece, cerrando los ojos del ya impotente, y sumergiéndolo en lugares ignotos y fuera de local; deviniendo entonces el adormecido amarillenta hoja bajo las aéreas y arbitrarias voliciones divinas.
¡Sólo allí, en esa trapisonda, hablan y exhortan personalmente los dioses!
¿Por qué, pregúntome, durmióme el genio? ¿Por qué tan pesadamente?
¡Oh, Helios que todo lo observas, tú, único que a la visión permites y que con el brillo disciernes a todos los seres recreando con tu suave calor a la Natura! ¡Oh, de la luz fuente! Dime, ¿qué sucedió?, ¿por qué cual cuerpo muerto so permanezco?
¡Oh, antiquísimo y eterno, tú quien desde el inicio de todo estuviste y que todos los sucesos con su orden vides, puesto que presente, porque aún estás y estarás! Dime, oh padre del relato, oh conocedor de todos los eventos acaecidos a través del tiempo, responde: ¿Cuál el motivo de mi situación? ¡Oh testigo, oh visión, oh cochero, socórreme!, ¡ilumíname!
Dime, ¿cómo yo, ahora el más célebre de todos los aqueos luego de la muerte de mi primo, yo el intrépido, el impasible, el indemne en la batalla, soy caído y aturdido?
¡Debe haberme escuchado! ¡Con lentitud todo muéstrase y perceptible vuélveseme!
¿Qué aquésto? ¿Acaso lo que veo mi tienda? ¡Sí, lo es! Pero, ¿qué toda esta desorganización?, ¿por qué todo está revuelto?, ¿cómo es que las cosas no se encuentran en su sitio?
¿Qué aquese líquido en el suelo regado?, ¿vino? ¿La sacra bebida desparramada? ¿Pero cómo?
¡No sólo uno sino todos los odres encuéntranse en tal condición! ¿Quién bebióse el sacro vino?, ¿quién, indiscriminadamente, derramólo?
¿Más allá, empero, qué hay? ¡Oh vista abominable, oh crudo suceso! ¿Qué aquesas cosas? ¡Animales muertos, afuera sus entrañas! ¡Ah! ¡No lo aguantan mis ojos! ¿Qué decir, pues, de mi suerte?
¡Terror frío a mi cuerpo recorre y a mi sensatez opaca! ¡ Espantosa consecuencia observo!
No son insignificantes animales los que miro aquí, desalmados. ¡Paréceme que preparados para exvoto eran! Decorados, pintadas sus pezuñas y cuernos.
¡Abominación y anatema! ¡Bueyes indecorosamente degollados!; ¡atadas sus patas y todos, sin excepción, plenos de estigmas, apuñalados y golpeados!
¿Obra de ser humano aquesta, o de un dios? Si divinal, no tenemos culpa; empero, si humana, estamos perdidos. ¿Quién emprendió acción semejante a sabiendas de que aquéllo ira diva traería? Ningún pío puede haberla acometido.
¡No, no! ¡Quienquiera que haya sido el factor, lo que sea que haya sido, debe tratarse de irracional creatura, necia, hundida en espeso extravío de espíritu y en desatino empatético!
¡Si trátase de un ser humano, ha de haber padecido seleniasmo! ¡Otra explicación no existe!
[…]
EPÍLOGO
Mientras en un diálogo cotidiano mínimo dos interlocutores defienden sus posturas, sus verdades, sus fedes y consistencias, en un diálogo trágico (lo que equivale a afirmar: En una actitud trágica), el amor a la verdad exige un empuje, un esfuerzo adicional. Si bien el responsable trágico inquiere la verdad, no se sostiene sólo en la aplacante y sosegadora en la que solía habitar, sino que, avanza al percatarse de que acaso su certeza es incompleta o incorrecta. Da el paso con fatal firmeza. Desde luego, su determinación lo afectará en lo más íntimo signándole su desintegración.
Con otros verbos, podría decirse que atestigua el trágico, tanto a lo insensato preexistente y fundamental como a su pasión por la mentira cada que se jactaba del amor por la verdad. Lo que por ahora denomino, de seguro impropiamente, amor por la mentira, resulta comprehensible puesto que esta asunción es pacifica y letífica. Pocos desean abandonar su ‘mentira’, sus fedes y certezas, porque presienten de inmediato la angustia consecuente, angustia ante la diálisis que implica desasimiento ante lo que se creía ser. Usualmente los amantes de la verdad, φιλαληθεῖς (philaletheis), aman realmente la comodidad en el sentido. ¿Quién puede reprochárselo?
El pavor, empero, no basta para arredrar al hombre trágico. El heroismo estriba en la prosecución de la verdad más allá de la comodidad, superando al pavor, a las indicaciones de la angustia. Heroismo: proseguir pese a la sensación de muerte de sí.
Una vez halla la persona esta verdad desastrosa e irremediable, puede optar por algunas destas decisiones, es decir, posturas: La sensación de que, al haber caído todo, ya nada vale la pena dando el último paso, la aniquilación. Seguir viviendo, por temor a morir o por miedo al dolor, mas suportando una funda melancolía constante, regodeándose de la insensatez de todo, del descubrimiento hecho, siendo esto una forma de mostrársele al otro y , por ello, de hacer lazo social; por último, la decisión de vivir, de hacer lazo social de otro modo, eligiendo una significación, una verdad semántica, estando advertido de que se trata de eso, de una mera verdad semántica.
El Telamonio, sujeto trágico, optó por lo primero.
DOLOR AYANTEO
«PRAOPHRON: ¡Ginecógeno lo ginecógeno! ¡Arsénico lo arsénico! No es propiedad nuestra ponderarlo ni ordinarlo. Parloteas, amicísimo mío, en el intento de ser lo que no eres, un imposible de ser. Fruto de ser humano somos, frutos humanos en este mundo dispersaremos… ¡De los dioses la responsabilidad tanto del ordinamiento nuestro como de la transmisión de nuestra natura! Resposabilidad nuestra: ¡Su aceptación, su suporte y la inmanencia!
ÁYAX: ¡No! ¡No es el ser humano un onagro para enjalmarlo! ¡Responsabilidad suya es entender su lastre justo para comprehender que él no es un asno! No se trata sólo de la aceptación y del suporte. ¡Prueba el gravamen! ¡Instigación es! Trátase de que nos libertemos para gritar: ‘¡Somos libres!’
Algunos cargan rocas, algunos otros montañas enteras. Nos, algo más grave: Culpas y voliciones de otros. Todos quienes son agravados: Condenados son, inutilizados.
Responsables somos de aventar lejos nuestras rocas, nuestras montañas, para salir de nuestro Tártaro.
PRAOPRHON: ¡Otra cosa no devendremos a no ser que los dioses diversos asuntos resuelvan y nos tornen, a lo sumo, semidioses!
ÁYAX: ¡Sólo los siervos suportan! ¡Sólo aquéllos las voliciones de los otros aceptan sometiéndose!
¡Mas, imperativo el gravamen, fundaméntanos! ¡Indispensables los golpes en el bronce para que devenga bellas y útiles armas en la lid! Empero, un primer paso es, a duras penas inicial! ¡No constituye la marcha entera! ¡Precisas las voliciones impropias, las montañas, las culpas, las amistades; incluso, hasta los impropios ajenos hilos!
Sábelo: ¡Divídense los seres humanos en cuantos en algún momento aceptan que los agraven y en cuantos, en algún momento, opónense!
…Decían verdad, pues, el guardia y Técmessa cuando declaraban que conversaba yo con Atenea, evento que todavía no remembro a razón de mi euforia; pero, ¿quién más, me pregunto, podría semejante entramado criminal producir? ¿Cuál otra, pues, sino Palas, la que al pillaje y a las artimañanas ama, la amante de los esclavos, quien todo lo urde y quien le dio a las mujeres el telar para coser, ejercitando de ese modo, con las fibras, el cómo deben obrar con las existencias de los demás?»
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