EL RELOJ DEL ABUELO
Por José Luis Najenson*
El reloj del abuelo era el objeto más raro de su casa, de por sí misteriosa: una antigua mansión venida a menos en el barrio del Once, con puertas de hierro tallado y ventanas ojivales. El esplendor y bullicio del Buenos Aires de aquellos días, ¡ay! tan lejanos, comenzaba recién a dos cuadras de allí, en la calle Corrientes. La manzana donde se alzaba la casona, compartida sólo por otras residencias similares, de paredes de piedra y patios ocultos por acacias centenarias, no parecía formar parte de la ciudad. Más bien remedaba una sinagoga de Safed [1], con sus balcones de rejas altas y techos abovedados. Un mirador señoreaba el paisaje junto a la cúpula central, desde el cual se habría divisado, antaño, el comienzo de la pampa.
En ese sitio, construido sobre las tejas rojas, al exterior de la bóveda de la biblioteca —el cuarto principal de la enorme vivienda— se hallaba el reloj. El mirador era como un ático irregular, con una sola ventana orientada hacia el oriente, valga la redundancia, y no contenía nada más. Sólo el reloj de pie, de caoba oscura, con letras hebreas en vez de números arábigos, y manecillas resplandecientes. Pero la rareza no estaba tanto en las letras cuadráticas, como en las cuatro agujas, persiguiéndose unas a otras por la soledad del tiempo. Mi abuelo, relojero y cabalista, había vivido de su oficio hereditario hasta jubilarse. Pero afirmaba que de la Cábala uno no se jubila nunca, y que se la sigue practicando en el Paraíso como si no se hubiera dejado el Pardés [2]. El mundo celeste es como un gran mecanismo de relojería, que se repite en el mundo terrenal —explicaba— «lo de arriba es igual a lo de abajo, y el hombre es la síntesis de todas las cosas» [3]. Dios es el dueño del reloj, —aclaró para que yo, niño aún, le comprendiese mejor— el hombre es el portador del reloj, y el cabalista es el relojero. La Humanidad está entre los dos mundos, o, mejor, tiene un poco de cada uno.
¿Por qué hay cuatro manecillas? —le pregunté un día que me permitió mirar el reloj de cerca, lo cual sucedía muy pocas veces.
Permaneció un rato en silencio, cual si dudara en contestarme, o bien estuviese pensando cómo decírmelo. Al fin, contemplando al reloj como si fuera la octava maravilla del mundo, me dijo:
Las dos agujas plateadas señalan, como en los demás relojes, los minutos y las horas. Las dos azules, iguales que las otras salvo en el color, marcan los años, siglos y milenios.
Durante mucho tiempo me quedé conforme con aquella explicación, habiendo decidido, con el sentido práctico de la niñez, que el extraño reloj era una especie de almanaque con letras hebreas; las cuales, como es sabido, tienen también adscrito un valor numérico. Así, el alef es uno, la bet dos, la guímel tres, etc., hasta la yod, que designa la decena; luego van subiendo según una escala de diez en diez y de cien en cien: la kaf, veinte, la lamed treinta, llegando finalmente a la tav, última letra del alfabeto, que representa el número ochocientos. De esta manera, y con la ayuda de un astuto recurso para no repetir la tav infinitamente, se puede contar la sucesión temporal sin mayores bemoles.
Pero un día, después de mi Bar Mitzvá [4] y poco antes de su presentida muerte, el abuelo me llamó a su lado.
—Es ya hora de que sepas el secreto del reloj. Perteneció a mi abuelo, un rabino de Esmirna, quien lo heredó también de su abuelo que vivía en Otranto, y éste del suyo que habitaba en Safed, la ciudad de los cabalistas, de donde proviene nuestra familia, los Vital, después del éxodo de Sefarad, o España; aunque al pasar por Italia el apellido se transformó en Vitale. El reloj lo mandó a construir el Rabí Isaac Luria, el León de Dios [5], a su discípulo preferido, nuestro antecesor Jaim Vital, quien, entre otras cosas, conocía también el arte de la relojería. El objetivo del reloj es anunciar cuándo vendrá el Mesías.
Y desde entonces hasta el momento de su paso a mejor vida, me enseñó el manejo del reloj y los rudimentos de la sabiduría oculta.
—Lo principal debes aprenderlo solo, buscando con el corazón lo que la cabeza no encuentre.
Y me guió por los recovecos de su insondable biblioteca, revelándome el sitio de los libros más luminosos, de los más audaces y los más arcanos.
—Desde ahora, serás tú el encargado de la custodia del reloj que, si no llega la hora, deberás legar a tu nieto. Recuerda, no a tu hijo sino a tu nieto mayor; porque siempre hay una generación intermedia, «la del desierto». Pero, según mis cálculos, el Ungido vendrá en tu tiempo.
—¿Y cómo lo sabré cuando llegue? —le pregunté, abrumado por la perspectiva de quedarme solo en aquella casa en sombras, sin la luz de su compañía que había protegido mi infancia.
—Las agujas se tornarán de oro, y las cuatro se detendrán en un punto; revelando el día, mes, año y siglo del advenimiento. Por eso debes observar diariamente el reloj, para no llegar tarde a la cita.
—¿Pero acaso vendrá aquí, a Buenos Aires?
—Irá a Jerusalén… Pero todas las ciudades se convertirán en la Jerusalén Celeste, y el mundo volverá a ser el Jardín de Edén.
—¿Y qué debo hacer si eso sucede?
El te lo dirá. Pero no debe sorprenderte dormido ni incrédulo, porque de ser así nos abandonará hasta otra, lejana generación, y otro linaje será custodio del reloj mesiánico. Si el propio descendiente de Jaim Vital, el relojero místico del Rabí Luria, no está presente o no lo cree, lo cual es lo mismo, es como si el Mesías no hubiera venido.
Dicho esto, se acostó como si fuera a dormirse y entregó el alma a su Creador.
Desde aquella noche pasaron otra vez muchos años, y la vida me envolvió en su vertiginoso torbellino. Pero las cuatro manecillas del reloj continuaban, como siempre, su silenciosa marcha por la noche del tiempo. Al principio estaba convencido de que, como decía el abuelo, los dos primeros milenios fueron de «Caos», hasta la llegada de Abraham, el Patriarca; los dos segundos de «Revelación», desde Moisés y la entrega de la Torá [6] en el Monte Sinaí, y los dos últimos serían de «Redención», a partir de la venida del Mesías. Pero, según los cálculos del abuelo, cuyas certezas y dudas heredé, ello debía ocurrir entre 5700 y 6000 del calendario hebreo, y estábamos en 5767, o 2006–7 del calendario universal. Lo más extraño del asunto, es que yo no había tenido nietos sino nietas, como si esto fuera un indicio de que la predicción del abuelo se cumpliría. Mas también podría significar lo contrario, es decir, que todo aquello no era sino una mera ilusión o un sinsentido. Y así, poco a poco, dejé de vigilar diariamente el reloj, e incluso me mudé de casa a otra más moderna y soleada, alquilando el caserón a un inquilino de provincias. Cierto es que cada tanto, cuando pasaba a cobrar el alquiler, le echaba un vistazo al reloj, que no había podido traer conmigo porque estaba enclavado en el piso del mirador, anverso del techo de la casa. Pero no era más que un descargo de conciencia; lentamente me fui convenciendo de que nada pasaría, dejé de alquilar la casa y de subir a verlo.
Ayer, a los cinco días lunares del mes de Yar, de 5767 (o 14 de mayo de 2007), un pavoroso incendio destruyó la casa de mi abuelo con todos sus tesoros. Sólo quedaba intacto el reloj. Al acercarme, vi que las cuatro agujas de oro se hallaban superpuestas, apuntando a la fecha señalada. El reloj se había detenido, el Mesías había llegado y partido nuevamente, porque nadie lo estaba esperando. Intenté ponerlo de nuevo en marcha, pero no respondió a mis afanes. Desde las ruinas de la biblioteca del abuelo me quedé mirando como alguien se lo llevaba, pero no pude divisar su rostro. De los estantes de libros carbonizados ni siquiera surgió la voz de mi abuelo para recriminarme, lo que al menos hubiera sido un consuelo.
NOTAS:
[1] Safed: ciudad de Galilea.
[2] Pardés: huerto, naranjal, eufemismo poético por el estudio de la Cábala y su misterio, en este mundo.
[3] Cita del Zohar, o «Libro del Esplendor».
[4] Bar Mitzvá: ceremonia ritual por la mayoría de edad del varón judío, a los trece años de edad.
[5] Rabí Isaac Luria (1534–1572) el fundador de la misteriosa, compleja y poética Cábala Luriánica, murió muy joven en Safed, legando al Rabí Jaim Vital la mayor parte de sus secretos esotéricos.
[6] Torá: el Pentateuco.
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* José Luis Najenson, nacido el 17 de Mayo de 1938, en Córdoba, Argentina. Es escritor y poeta, ha publicado los siguientes libros de literatura: Nocturnas —poesía— (Rosario, Argentina, 1959). Tiempo de arrojar piedras: cuentos de ficción política y religiosa (Ed. Universidad Autónoma del Estado de México, 1981). Cultura nacional, cultura subalterna — ensayo— (Ibid., México, 1980). Memorias de un Erotómano y otros cuentos (Ed. Monte Avila, Caracas, Venezuela, 1991). Pardés—Sefarad —poesía— Premio «Villa de Martorell» 1995. (Editorial Seuba, Colección «El juglar y la luna», Barcelona, 1995). Diario de un Voyeur —novela— (Ed. Trymar) Kékeres, Vigo, España, 2002. «El suspiro del moro» —cuentos— (Ed. Certeza, Zaragoza, España, 2003). «Licantropía y otros cuentos sublunares» (Editorial de los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2003). Premio Narradores y Poetas Contemporáneos 2003, convocado por dicha Editorial. El arrepentimiento del filósofo (Cuento. Ed. Hojas de Zenobia No. 3 —2ª Ëpoca— Diputación de Huelva, 2005). «El juego ha terminado» (novela que obtuvo la Recomendación para su publicación en el Primer Concurso Internacional de Literatura Juvenil, Editorial Libresa, Quito, Ecuador. Cuentos con el Otro Borges y otros escritos (E–Book) Ed. Casa Argentina en Israel Tierra Santa &The International Raoul Wallemberg Foundation, Buenos Aires, 2010. «Cuentos con el Otro Borges y otros escritos». (E–Book) Ed. Casa Argentina en Israel Tierra Santa (The International Raoul Wallemberg Foundation, Buenos Aires, 2010). El Secreto del General (novela) E–Book, Ed.Argerust, Madrid, 2010. El traje de novio embrujado (ganador del Premio I Certamen «Protocolo–Novios, 2009») Ed. Protocolo–Novios, Zaragoza, 2010. ¡Aquí hay gato encerrado! Y otros cuentos de horror y de coraje! (Kindle Book, Ed. EMOOBY, Portugal, 2011) Ha recibido más de 60 premios literarios, entre ellos: Primer Premio «Arturo Capdevilla» de Narrativa (Argentina, 1987); Primer Premio «Baeza» de Poesía (Baeza, España, 1996); Primer Premio Internacional de Poesía, «Ciudad del Che» (UNEAC, Santa Clara, Cuba, 1999); Primer Premio en la categoria de Poesía, del II Concurso Internacional de Relatos y Poesía de Temática Mitológica, de «La Revelación», (Madrid, 2008); Primer Premio Certamen de Relatos Breves «Bellver» (Diario de Mallorca, 2008). Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y Miembro Correspondiente en Israel de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. www.jlnajenson.com