LA ESPAÑA REAL SE ACERCA A LA ESPAÑA POSIBLE
Por Salustiano del Campo*
Tan pronto como la sociedad española ha podido disfrutar en su historia moderna de un período dilatado de estabilidad política, con una razonable integración social y plena apertura al exterior, se ha comprobado que la supuesta «excepcionalidad» de España era un mito y, en cierto grado, un subterfugio utilizado por los sectores nacionalistas arcaizantes como disculpa y coartada para mantener una situación de atraso y aislamiento insostenible, y para intentar perpetuar unos privilegios claramente incompatibles con el mundo moderno.
Por todo ello cabe afirmar que, en su proceso de modernización definitiva, España se ha abierto al mundo circundante y se ha dotado de un sistema político democrático integrador y consensuado, logrando para su sociedad un notable dinamismo en el desarrollo de sus potencialidades y acortando en poco tiempo las distancias que la separaban de los países avanzados de su entorno. En la primera década del siglo XXI, España ya no es una excepción en Europa ni en el mundo democrático y, si no se tuercen las cosas, podrá seguir avanzando hasta alcanzar nuevas metas y objetivos, como la mejora —y estabilización— del sistema educativo y de la investigación, la equiparación en gastos sociales con la media de los países europeos, la mayor cohesión territorial en cuanto a indicadores sociales y de calidad de vida y otros.
Gracias a todo esto, cuando se analizan los cambios en la estructura social, así como los económicos, políticos, científicos y de cualquier otro orden, se constata que en todos los terrenos España tiende a aproximarse a las sociedades desarrolladas de su entorno, es decir, converge con sus parámetros. Así ha sucedido en décadas recientes, si se observa la evolución real tanto de la sociedad española como de aquella o aquéllas con las que se compara.
En el caso de España, una sólida corriente de pensamiento ha venido sosteniendo que a lo largo de la historia ha dilapidado, una y otra vez, grandes oportunidades de modernización, que no se han alcanzado a pesar de que se podía. Una de ellas fue la que Marías califica como «la España posible en tiempos de Carlos III». De alguna manera, sin embargo, nos hemos acostumbrado tanto a esta peculiaridad de nuestra historia que hoy en día es posible establecer frente a ella como hipótesis que jamás hemos estado tan cerca de las máximas y mejores posibilidades existentes.
Los cambios mencionados no se han dado de un día para otro, a pesar de que universalmente se reconoce la rapidez con que se han experimentado por España y su autenticidad. La realidad es que se ha superado un conjunto de transiciones y hemos progresado en varias convergencias. Quizás pueda citarse algún caso en el que se haya corrido el riesgo de marchar en dirección opuesta, y es evidente que aún subsisten desfases y retrasos apreciables, como sucede con las necesarias reformas estructurales en economía, los déficits de calidad de la democracia española y las preferencias por una brumosa identidad de algunos españoles con su propio país, previendo incluso la secesión de alguna de sus partes.
La conciencia de que lo que se ha hecho se ha realizado bien, se refleja en la satisfacción de los españoles con la situación actual económica, política y personal desde la transición, lógicamente afectada en los últimos años por la incidencia de una importante crisis económica.
En un país donde históricamente ha sido tan difícil la coincidencia de opiniones entre individuos y entre grupos, resalta el amplio acuerdo existente acerca de que los años transcurridos desde la aprobación de la ley de Reforma Política en 1977 han sido los mejores en cuanto a bienestar de la historia española. Y no es así porque el causante de este gran éxito haya sido una España, la otra o una tercera, sino porque gracias al buen sentido de los españoles y la moderación de sus dirigentes actuales en el marco constitucional de la monarquía parlamentaria, se ha fraguado un amplísimo consenso que una gran mayoría considera digno de ser preservado.
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* Salustiano del Campo Urbano (La Línea de la Concepción, 14 de febrero de 1931) es un sociólogo español, ex-presidente del Instituto de España. Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Madrid, diplomado en el Instituto Social León XIII, completó su formación con una beca estadounidense en la Universidad de Chicago. A su regreso a España, se doctoró en Ciencias Políticas y comenzó trabajando como profesor adjunto y encargado en las cátedras de Historia de las Ideas y de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor visitante en la Western Reserve University en Cleveland, en la Universidad de Nueva York, en la de Wisconsin, en la Universidad de Rhode Island, en la Loyola University de New Orleans y en la Universidad de Chicago, y es doctor honoris causa en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y de la de Cádiz. Ha sido miembro de importantes instituciones nacionales e internacionales como la Academia Europea de las Ciencias, Artes y Humanidades de París, la Academia Europea de Ciencias y Artes de Salzburgo, el Centro Europeo de Coordinación y Documentación en Ciencias Sociales de Viena, la Asociación Española de Sociología, la Asociación Española de Ciencia Política, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y, desde 2003 a 2010, Presidente del Instituto de España. Destaca también en su faceta como redactor, impulsor o fundador de diversas publicaciones especializadas, entre las que cabe mencionar la Revista de Estudios Políticos, Anales de Sociología, Revista Española de la Opinión Pública y El Europeo, entre otras. Es miembro de diversos comités editoriales de revistas y publicaciones internacionales, y fue uno de los impulsores de la primera Facultad de Sociología de España. Abundan sus trabajos en las más importantes publicaciones especializadas del mundo, habiendo escrito un total de veintiséis libros y dirigido otros veintiocho sobre diversa temática, en especial análisis sobre la familia, la población, opinión pública, indicadores y tendencias sociales.