MINICUENTOS PARA ALCANZAR A LA TORTUGA DE ZENÓN
Por Paul Brito*
MINUCIAS
A medida que el espacio entre Aquiles y la tortuga se reduce, la carrera va cayendo en detalles mezquinos. La vida de Aquiles se gasta en cuestiones ínfimas y despreciables. Comienza a regatearle placeres a la vida, ya no los goces espirituales que aspiraba de joven, y que debían completar y darle sentido último a su existencia, sino anhelos mínimos al alcance de la mano, a mitad de camino.
RESTA
—La única manera de avanzar es a través de la resta —observa Aquiles—. Al dividir un grano de maná en varios pedazos, uno no termina comiendo más. Dividir no es un verbo de extensión, sino de intensidad. Multiplicar los pedazos es multiplicar su inercia, su quietud. Para avanzar, es necesario salir del grano, comerse otro.
—No está en mí darte esa capacidad —responde una voz—. Ese poder debe salir de ti, del hueco de tu alma. Tú eres la medida de tu hambre. Lo que quieras restarle al mundo depende de ti, de lo que quepa en tu alma. Si no puedes alcanzar a la tortuga, es porque en tu interior no hay espacio para ella, sino para el triunfo y la fama.
LA VOLUNTAD DE LA TORTUGA
La carrera de Aquiles se rige por una ciega necesidad; esa necesidad la siente una manzana cuando cae de un árbol o una fiera cuando hunde sus fauces en su presa. En ningún momento vemos a Aquiles reflexionar como lo haría un humano de verdad.
La tortuga, en cambio, reafirma una voluntad ajena a la causalidad de la naturaleza y más afín al espíritu del hombre y al reino sobrenatural de la gracia. Por medio de ella, la tortuga vence a ese terco animal que la persigue.
LIMITACIONES TÉCNICAS
La casa de títeres estaba presentando la obra «Aquiles y la tortuga». Con una mano, el titiritero manipulaba los hilos del muñeco que representaba a Aquiles, con la otra maniobraba las cuerdas que le daban vida a la tortuga.
La carrera dio inicio. La mano derecha se movió rápidamente hasta toparse con la izquierda. El titiritero pensó que la obra había finalizado, pero los dos muñecos, aunque muy juntos, estaban separados por un pequeño espacio insalvable.
Para tocarse, tendrían que colgar de la misma mano.
PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS
Aquiles buscó la palabra ‘tortuga’ en el diccionario. No la encontró. En su lugar, halló una igual de lenta e interminable: ‘tortura’.
SESIÓN ABIERTA
Aquiles fue acusado de asesinar a la tortuga. En el juicio Aquiles alegó que eso era absurdo, pues ni siquiera podía alcanzarla. Este argumento lo incriminó más, pues entonces aceptaba que la venía hostigando.
Zenón fue llamado a testificar. Apoyó a Aquiles afirmando que él ya había demostrado la imposibilidad del movimiento con sus aporías. El fiscal objetó que se estaba evaluando un asesinato real, que si el jurado se atenía a sofismas matemáticos, les iba a pasar lo mismo que la paradoja y nunca alcanzarían un veredicto.
Con esto prácticamente quedaba saldado el juicio. El jurado se retiró a deliberar. Volvieron tan rápido que fue como si nunca se hubieran movido. El veredicto señaló a Aquiles como autor material y, a Zenón, su cómplice intelectual.
Ambos fueron condenados a cadena perpetua. El juez remarcó la conclusión con un perentorio: «Se cierra la sesión» y lanzó un martillazo a la tapa de madera. Toda la audiencia fue testigo de que el martillo nunca tocó la mesa.
LA PRIMERA NOVELA MODERNA
La novela moderna acabó con las ínfulas de héroe de Aquiles. Lo parodió, lo ridiculizó. Zenón fue el primer novelista moderno, mucho antes que Cervantes. Su aporía fue una micronovela, un pequeño, pero igual de eterno, Quijote. Y al igual que éste, Aquiles no era un personaje enteramente ridículo, sino un héroe contenido con la capacidad latente de alcanzar la perfección.
En ese sentido, el griego nunca dejó de tener alas en los pies, ni dejó de elevarse hacia dentro: hacia la época en que no era un patético personaje correteando en vano una tortuga o un apaleado caballero andante persiguiendo un molino de viento, sino el protegido de los dioses y el absoluto héroe de la Ilíada.
DESFACE
Aquiles no sabe cómo llegar al corazón de la tortuga. Busca a tientas el lugar más blando del caparazón para poder entrar. Cuando al fin lo halla, la tortuga está fuera de sí.
NIVELACIÓN
Al despertar, Aquiles sintió un peso enorme que no lo dejaba levantar de su lecho. Su mamá lo zarandeó advirtiéndole que iba a llegar tarde, pero él se rió de lo que a todas luces parecía un chiste, pues hiciera lo que hiciera, madrugara lo que madrugara, sabía que no iba a alcanzar a la tortuga.
Aplastado por el desánimo, se volvió a dormir. Tetis volvió a llamarlo al día siguiente con el mismo sermón y el héroe esbozó una sonrisa irónica sin abrir siquiera los párpados.
La escena se repitió día tras día. Una mañana fue tan mínima la sonrisa de Aquiles que era como si al fin hubiera entrado al mundo infinitesimal de la tortuga.
LA RUEDA
El infinito está implícito en la rueda. Por medio de ella, Aquiles alcanza nuevos puntos que son el negativo de uno solo: el centro. Esos puntos le dan al héroe la sensación de avance, de progreso, cuando el punto esencial permanece fijo y equidistante.
FINAL LÓGICO
Según la paradoja de Zenón, el mismo Aquiles había decidido competir contra la tortuga, pero ¿cuáles eran los móviles de esa decisión? Que le hubiese dado ventaja era comprensible, pues Aquiles era el más veloz. Pero, entonces, ¿para qué competir, si la función de una competencia es conocer precisamente al más veloz?
La carrera comenzó con un absurdo; era lógico que terminara en una paradoja.
______________________
* Paul Brito estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Autónoma del Caribe, donde ganó consecutivamente tres concursos literarios. Con otro barranquillero, fundó en Barcelona Mundo Hispano, pionero de los periódicos latinoamericanos en España y defensor de los derechos de los inmigrantes en este país, trabajo que fue reconocido con el Premio Galatina 2007-2008 al mejor medio especializado. En España ganó el Concurso Internacional de Cuentos Noble Villa de Portugalete (Vizcaya, 2005). Entre sus libros está «Los intrusos», Premio Nacional de Libro de Cuentos (UIS, 2007). Actualmente colabora para diversos medios: El Malpensante, Arcadia, la revista española Clarín y el Dominical de El Heraldo, entre otros. Estos son algunos textos del nuevo libro de Paul Brito «El ideal de Aquiles, 101 minicuentos para alcanzar a la tortuga».