James Flint

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NAVEGANDO LOS OCÉANOS DE DULCE DE MERCURIO

Por José Antonio Gómez Di Vincenzo*

Tercera entrega. Lea las otras entregas pulsando aquí.

21. Hay un texto que el Capitán Flint escribió de puño y letra en sus viajes tempestuosos por los mares del sur del que se desprende directamente el Marmotes Chronicles. Ahí nuestro capitán describe la vida de unos personajes que a veces aparecían dibujados como hologramas, otras encarnados.

Dice la Marmotes Chronicle N° 5:

«La Edad Media estaba regida por la idea de Dios, el siglo XVIII por las ideas del contrato social, el siglo XIX era la idea del progreso y la lucha de clases y las bacterias, y el siglo XX fue la era de la inmunología».

La medicina sigue aportando metáforas que en la mente de algunos se tornan realidades concretas. En este páramo aún hay inmigrantes, pobres, homeless, excluidos, a los que muchos ven como un virus que hay que erradicar. O como en el lenguaje inmunológico se denomina: agentes patógenos.

El otro ya no puede ser pensado como un no. Así funciona el modelo hegemónico en este mundo que los capitanes queremos destrozar.

Pero por aquí, los marmotes atrasan un siglo. Si bien en el mundo actual cada vez hay menos sometimiento del tipo amo-esclavo en el que la lucha por el reconocimiento implica que el esclavo deseaba ser visto por el amo, y por eso se esfuerza buscando en el otro-amo, la mirada gratificante que correspondiera al esfuerzo, los minotes o marmotes, estos sujetos de poca monta, siguen buscando amos que los miren. No importa cómo o de qué ideología sean estos señores o señoras. Hasta los más impresentables amos pueden ser amos de los marmotes.

Los marmotes son los profetas que hablan de un pasado. Hojas marchitas en el suelo que ni siguiera devendrán humus para que nazca lo nuevo.

Los marmotes nunca van a pelear por una idea con sus jefes. Siempre van por el «está bien», el «muy lindo» o «está buenísimo». Son portadores de voces de otros pero incapaces de alzar una voz propia.

El marmote panqueque no ve en el pobre o el trabajador el tipo capaz de salir a romper todo y hacer una revolución, lo ve como alguien a quien llevarle la palabra del amo.

La palabra del amo es la palabra que vuelve dóciles los cuerpos para que sean capaces de ser asimilados. Asimilación e identificación, dicho de otra manera: volverte marmote lo antes posible.

Hace culto de la diferencia. Diferente no es igual a extraño y peligroso. El diferente debe ser asimilado. El diferente no es extraño. El extraño debe ser eliminado, el diferente asimilado. Mundo miniote, mundo feliz diría Aldous Huxley.

22. Se dice que una vez, irascible, dijo el Capitán Flint a su contramaestre: «He trabajado con idiotas e hijos de puta por igual. Siempre preferí al hijo de puta inteligente que al idiota hijo de re mil putas».

23. En sus viajes por los mares, Flint es indestructible. Navegando, vuela más que corta las olas en el Bolivian Liquidator. Pero en sus travesías por las pampas laberínticas, el capitán va a tientas. Lo investiga, lo registra todo con sumo detalle para la posteridad.

Cierta vez, Flint se adentró en el paraje de los reductores de cabezas. Estupor, fue lo que sintió. Todo quedó registrado en el Tomo III de las Navigator Chronicles N° 5, nuestra edición data del tragedio de 2869.

Un rodeo antes de seguir: todo el mundo sabe que Flint era un adicto irrecuperable por voluntad propia. Simpatizaba y solía repetir la frase que una de sus amantes más talentosas, expelía igual que la bella Amy: «¡qué aburrido sería todo esto sin las drogas!»

Pues bien, hecha la aclaración podemos proseguir… El lector entenderá el porqué de la disrupción y si no, no importa.

Narra la crónica que al arribar al páramo de los reductores, Flint sintió ganas de vomitar. Las náuseas no cesaban ante el espectáculo atroz de una tribu muy similar en sus formas de hacer, a la de aquellos dibujos que los habitantes de las urbes del río llamaban marmotes. Tal vez, descendientes de ellos, estos frenéticos reductores de cabezas también se deshacían por su amo. Lo llamaban Microscopical Head.

Head cargaba sobre sus hombros la doble tarea de guiar a los reductores y mantener las tradiciones orales y la sapiencia que permitía a la tribu deshacer hasta el mínimo posible todo tipo de cabezas, cerebros, incluidos pensamientos complejos y capacidades críticas. Por eso mandaba a sus discípulos de dos en dos, a llevar la palabra por los alrededores de la comarca, donde no florecían, pero podían florecer, herejías o pensamientos laterales.

Head y los reductores se decían a ellos mismos, portadores del mensaje preventor. Su comarca era sana, sin drogas. No había destilación de hongos posible, nada de herboristería prohibida, ninguna yerba para ser fumada. La permanente prevención había hecho real lo impensado. Nadie sabía de qué se hablaba en cuanto a drogas o sustancias adictivas se refiere. «Pureza total, abstención, abstención, abstención», repetía Microscopical Head.

Flint describe cómo era el trabajo: «Para evitar la curiosidad, se inhibía la exploración. Ningún reductor podía llevar su mente más lejos de las palabras que, como grandes diques, los sacerdotes preventivos ponían ante sus ojos y oídos desde niños».

El carmesí se aterrorizó al ver que estos fulanos, no sólo eran incapaces de drogarse, sino también de pensar con cierta dosis de creatividad. Al final todo se repetía. Escribió textualmente al final de la crónica: «No había drogas en el paraje de los reductores, existía ahí la peor adicción, la adicción a la repetición. No había creatividad, sólo la mera réplica de lo mismo, la pura tradición».

Hoy sabemos que las cabezas huecas halladas por el Dr. Viravente en la cueva de Montserrat, ahí cerca del cauce de lo que se sabe era un río ancho con hermosas ciudades en sus orillas (Banda oriental y occidental, dicen que se llamaban), pertenecían a los mismos tipos descritos por Flint. Ningún libro, ninguna saga, ninguna pintura. Sólo cabezas vacías y tablas, muchas tablas de datos.

Extracto del artículo presentado por el Dr. Dexter Marx, discípulo de Viravente, en la revista, Anales de la Historia de las Culturas de Antes o Mutantes Cualquiera, titulado: «El insólito país de los sanos», 3543.

24. Flint es un tipo serio, casi amargo, áspero. No pierde el tiempo pelotudeando, ni se deja llevar por rituales que son típicos de las personas que no tienen algo denso que decir. Huye despavorido de ese tipo de conversación estúpida, acerca del clima o la política regurgitada por medios y marmotes. Definitivamente odia a los boludos y a los vende humo. Cuando incursiona en ciudades casi siempre se encierra en los cuartos de hotel. Sale por las noches. Odia las conversaciones vacías de sentido.

Se dice que una vez vomitó varias veces al escuchar un violentamente trivial intercambio entre marmotes: resulta que uno alardeaba como machito erecto frente a una de ellas que no para de reírse por cualquier banalidad y tiene la asquerosa y poco sexy costumbre de expresar guturalmente pero bien a viva voz un «mua» rimbombante cuando besa la mejilla de cualquier idiota. El marmotito que se decía militante progresista genuflexo, rendía culto a esta idiota que se vanagloriaba de un brillante descubrimiento (creyéndoselo propio): que el todo es más que la suma de las partes.

En fin, vomito de Flint, pésimo augurio. «Un día más perdido sin encontrar inteligencia en este puerto» expresó fastidiado el capitán. Y agregó: «Y pensar que en el norte, unos idiotas científicos gastan fortunas en buscar vida inteligente en otros planetas… ¡Lo mío es una cruzada aquí pretendiendo encontrarla en estas tierras!»

De Las Notas sobre los Derroteros Fantásticos que hicimos con Flint Vol 2 del Señor Steward Cliff, Primer Oficial del Bolivian Liquidator, amigo del Capitán.

25. Una vez expresó el Capitán Flint: «El tema no es preguntarnos si estamos deshonrando la investidura del monarca, sino cuestionarnos cómo un pelotudo de poca monta pudo llegar a serlo».

Del Diario personal de Eloisa D’ Alzón, amante de Flint en las costas de Surinam.

26. El Capitán James Flint, en su último derrotero por los mares del sur, nos deja este hermoso relato en su diario de viajes, fechado allá por junio de 2566.

«Los lugareños llamaban cinema a unos sitios donde por vaya saber qué tipo de artilugio técnico, se proyectaban imágenes con movimiento y sonido en una pared. Todo en una sala oscura. Concurrían a este extraño rito con sus hijos, a veces, para ver dibujos en movimiento.

Hay un extraño carácter en estos residentes del lugar. No saben diferenciar bien lo fantástico de lo aparente o verosímilmente real.

Entonces, en esos lugares llamados cines ocasionalmente parecen ver el transcurso de sus vidas, plasmadas en dibujos en movimiento. A veces, en sus actividades cotidianas actúan como dibujados.

Extraña cosmovisión lugareña… en la que no existe mucha distancia entre lo real y lo virtual, entre actuar como dibujo o estar dibujado y dibujar».

Apuntes del diario del Capitán Flint, Sección Dícese de los Marmotes o algo así. Biblioteca Nacional de la Federación Andrómeda. Tercero de excelsion, 2768.

27. «El marmote: una forma de relacionarse y estar en el mundo. Siempre busca un amo. Tiene que ser un amo grande. El peor: marmote progre de escritorio. Es capaz de laburar a morir por su nuevo amo, amo pseudoliberal. Pero bueno, para algunos no hay redención ni transformación posible. Fueron militontos, serán marmotes para siempre».

Notas del diario del Capitán James Flint, junio de 2616, algunas millas náuticas al Oeste del Faro del Fin del Mundo, o lo que queda de él.

28. «Flint, qué hiciste, qué no. Todos aquí sabemos que no paras de ir más allá de todos los límites. No tenés ni un atisbo de razón. ¿No sería tiempo ya de recluirte a las montañas y pensar?»

Extracto de la quinta carta de Mercedes Towers a Flint según las Sagas Austrálidas Mayores.

Traducción de Corina Gómez.

29. «Solamente una espesa tiniebla. Tenebrosa bruma. Fantasmagórica luz que desdibuja una luna demasiado menguante. El trueno del glorioso cañón cuántico que hace vibrar el hueso y estallar el cráneo. La carrera de las ratas. La carcajada de la calavera. El eslalon de las serpientes. El llanto de la mariposa. ¡Qué se incendie el mundo si cabe! No hay piedad. No más. El pacificador ha muerto. Sólo la mirada carmesí se agita en esta atmósfera sombría. Su voz. Su canto. Ahí donde la destrucción desvanece la calma es donde Flint, el capitán carmesí, reina. Y todo muere y nadie vive al fin».

De las Sagas Austrálidas Mayores. Traducción Vanesa Kirck. Museo de La Plata. Surcualido Patagonian Australida.

30. El historificador y arquehumaólogo Boston Cliford dice poseer una serie de discos planos esmerilados que contienen extractos certeros de alocuciones dejadas en vida por el propio capitán carmesí, todas recogidas en lo que se conocen como las Sagas Autrálidas Mayores. A ciencia cierta es difícil precisar el dato. Hay pilas de discusiones en la academia paleohumana. Es difícil triangular la información, hallar certezas. Lo cierto es que Cliford ha abierto todo un campo de investigación. Pilas de estudiosos se han lanzado por lo que queda del ancho cielo en la búsqueda de las reliquias que den cuenta de lo que las sagas relatan. Tal vez, el más comedido de ellos haya sido ella, la quincuagésima quinta nieta de Albistur Teoclides, Magno Ciprióride del Templo de las Flores del Mal. Corina Gómez descubrió en la vieja ciudad de Conoplia una esquela dorada que dice:

«Carmesí me consagran a los dioses cuyo sino sigo. Llevo el fuego eterno de la destrucción a cualquiera que se atreva a traicionar la idea. Luz para los propios. Fuego para los traidores. En el tablero, las fichas pugnan por su posición. Sin hilos se pretenden libres. Desde lo alto fijo el derrotero, muevo la intriga y decido vida y muerte. ¿Un dios? Para nada. Un hombre libre».

* * *

La presente es la tercera entrega de la novela corta «James Flint… Navegando los océanos de dulce de mercurio», del escritor argentino José Antonio Gómez Di Vincenzo. Espere los otros once capítulos en los próximos números de Revista Cronopio.

 

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*José Antonio Gómez Di Vincenzo es docente e investigador del Centro Babini, Escuela de Humanidades, UNSAM, Argentina. Se graduó como Licenciado en Educación en la UNSAM. Cursó sus estudios de posgrado en la UNTREF, obteniendo el título de Dr. en Epistemología e Historia de la Ciencia con la tesis doctoral «Estudio sobre la relación entre ciencias biomédicas, tecnologías y orden social. Biotipología, educación, orientación profesional y selección de personal en Argentina entre 1930 y 1943». Ha participado en numerosos congresos como expositor y tiene publicados una serie de artículos en revistas académicas y libros de texto tratando diferentes problemáticas propias del campo de la Filosofía y la Historia de la Ciencia y la Tecnología. Desde 2007 es investigador del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica «José Babini» y docente en la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

 

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