Diario de un cronopio salvaje

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Julio 6

Por Santiago Andrés Gómez Sánchez*

Los domingos trato de hacer silencio. Piensa uno, cree antes, y luego reconoce, que ese silencio será bueno, será sano. Pero no es fácil, y en el momento de enfrentarlo se va haciendo poco a poco enloquecedor. Por lo tanto, es una prueba, y si uno luego lo agradece es, entre otras cosas, porque le permite a uno conocerse a sí mismo. Creo que lo esencial sigue siendo la razón por la cual uno quiere buscar el silencio antes, y es cierta paz que, si no es absoluta, termina por ser tan profunda como cuando uno se obliga a descansar sin querer hacerlo. Simplemente, algo real. La meta debe ser convertir al silencio dominical en una actividad que se depure. Que cada vez más pueda acceder al silencio absoluto, a ese silencio realmente imposible y que, sin embargo, uno puede sentir, vivir.

Julio 8

Algo me tiene muy afectado y no sé dónde está, cómo es, qué es lo que hace, cómo neutralizarlo. Tratemos de respondérnoslo.

Tratemos de decir dónde está eso que me afecta. Ante todo: ¿afuera o adentro? Pensémoslo a lo largo de varios días.

Julio 13

Parece que está afuera. Pero, ¿solo parece? Por una parte, es el momento de huir de todo lo que busque ser revancha o ataque del otro, y eso implica también huir o al menos tratar de huir de todo lo que pueda volverse para el otro una aparente revancha o ataque de uno. Como uno no puede determinar fácilmente qué de su actitud propia busca ser revancha o qué de su actitud parece ser revancha para el otro, eso que me afecta y de lo que hay que huir está igual de adentro que afuera. Puede ser que busque trabajo en tal o cual cosa para ganar calma, y esa calma supondría un alivio frente a retos implícitos, o sea que la búsqueda de compensación supondría también una de revancha frente a insatisfacciones del pasado por las que se puede responsabilizar a una fractura con cierta gente como causa. En cualquier caso, la correcta interpretación particular de esa compensación como algo distinto a la revancha sería sobre todo la tarea interior de alejarme del sentimiento de superioridad que haya adentro de mí frente al otro. De igual modo, el otro puede seguir viendo cualquier gesto de alivio mío, por ejemplo una inocente celebración notoria (digamos en redes), como notificación consciente dirigida a él y otros de un triunfo sobre todas aquellas cosas que él representa. En ese sentido, casi debería huir de lo que el otro pueda interpretar, o sea, huir de un efecto que no me compete, un efecto que es inevitable, e incluso también se trata de que habría que huir de toda reacción involuntaria o gesto inmediato mío por su repercusión. Lo que me afecta estaría tan afuera, o quiero decir: tan presente afuera, que no habría cómo huir realmente. Puede ser que el rebote de la reacción del otro me culpe o haga sentir culpable de una voluntad latente, persistente, de celebrar —eso que a tantos les molesta—. Esto significa que lo me afecta está del todo afuera. Ten humildad ante la muerte.

Ahora bien, ¿cómo es eso que me afecta, cómo es esa reacción herida del otro y esa paranoia mía, que ya veo corresponden del todo al afuera?

Julio 23

Sí, humildad ante la muerte. Pero no olvidar, desde luego, ni la lentitud ni la desconfianza. Es decir, advertir que justamente, el hecho cierto es que, por el momento, estamos vivos, y la reacción herida del otro es: a) impredecible, b) inexorable. Allí está, y no sabes lo que implica cada acto visible para su ser, para ese ser del otro. O sea, es además: c) inescrutable. No solo ignoras qué conlleva, ignoras qué es. Casi es lo esencial deseado, y en ese sentido es: d) indescriptible. Por eso mismo hay que tener un cuidado extremo, y tal vez hasta miedo de ello. Decir hasta miedo es que tampoco tiene que ser eso del todo. Tú también lo encarnas. Es una especie de atributo también tuyo y del cual su primera consecuencia temible la sufres de tu parte, porque tampoco sabes interpretarte jamás, ni interpretar a nadie. En tu pensamiento hay una máscara puesta encima, tapa de cofre mordelona ella, y cofre mordelón él por ella, solo por ella. Ten humildad ante la muerte.

Julio 25

¿Qué es lo que hace en mí esa reacción paranoica de todos y esa herida mía impredecibles, inexorables, inescrutables e indescriptibles? Pues bien, hoy me desperté a las dos y cuarenta de la mañana luego de una pesadilla en la que algo se rompía, y en la tarde soñé que mi reciente hernia se me salía. Me levanté entonces en la madrugada, estuve atendiendo a los consejos del neurólogo especialista en el sueño que me trató hace unos años, el doctor Franco. Hace años, y durante mucho tiempo, tuve un sueño de bebé, casi como papá, Diego o Adri, que se duermen cuando quieren hasta en un camión andando, pero a partir de cierto momento en la vida, sobre todo cuando me di cuenta de que no es invento que entre el sistema y yo hay una relación como la del agua y el aceite, una falta de asimilación absoluta, me empecé a desvelar en la hora del tránsito espiritual, la hora del lobo, a las tres o cuatro de la mañana.

A veces aprovechaba y me levantaba a trabajar, hasta que supe que debo descansar, así sea hilando madejas en la cama hasta que sea una hora adecuada para levantarse, cinco y media, o seis. Así que hoy, luego de unos veinte minutos sin dormir, cuando uno, según el neurólogo, empieza a tejer narrativas, me levanté y estuve sentado en la sala un rato, esperando a que el cansancio surtiera su efecto, pero la imagen de una fibra ósea, o una caña que se rompía desde adentro de lo real, esa imagen que me había despertado agitado, me tuvo en vela un rato largo.

Me puse en la posición del cadáver que recomienda el yogui, acostado en el suelo cuan largo soy, sobre la colchoneta. Eso fue bueno. Me hice los masajes de cuello que recomienda el excelente canal de Fisioterapia Online al que estoy suscrito en YouTube. Eso fue bueno. Hice un poco de yoga, dos ciclos del saludo al sol, que también recomiendan el neurólogo y el mismo Jorge Vega Bravo, mi médico taoísta. Al fin me devolví a la cama (había pasado ya hora y media) y estuve acostado desde las cuatro hasta las cinco, sin dormir. ¿En qué pensaba? Pensaba en una serie de publicaciones que tengo pendientes. Un libro sobre cine antioqueño, un libro de crónicas, todo con Leo, en Deliberar (que ya se llama Pluriverso Narrativo), un libro de manifiestos salvajes, tal vez la gran novela que estoy armando. Y más cosas. A las cinco me levanté deseoso, ansioso de leer a Paradiso.

Recordé que para Lezama la medianoche es la hora de actividad del poeta, esa misma que, sin embargo, el taoísmo tan amado por el cubano recomienda solo para dormir, por lo que mi tesis se llamaría Medianoche con Dios, que es una expresión que Lezama prescribe para toda Latinoamérica como algo necesario de vivir, de conocer. La experiencia de la lectura de esa novela central en mi vida fue, de nuevo, única. Algo de esta enésima relectura de Paradiso (la séptima u octava, tal vez la última por mucho tiempo, pero no sé) se está yendo ahora hasta el fondo de mí mismo. Descubre uno una nueva obra, cada vez más profunda. Fue bello hace poco ver que el narrador describe la relación entre el padre y la madre de Cemí como un amor harto «entrelazado», que no daba lugar a creer que de ahí viniera el enfermizo niño. Eso de entrelazado se me hizo sorprendente. O sea, me deslumbró la frase, como si uno fuera un lazo y se diera cuenta de los lazos de los otros, de algo que es y no es de uno. Hoy la sorpresa vino del fragmento del castigo de Alberto en los baños del colegio, su encuentro con Angra Mainyu y su sueño con Cotzbalam, seguido como un continuo de un «vestir su sombra», algo así. Descubrí un profundo sentido en lo que antes se me hacía como una simple laguna o una visión de delirio.

Vi un ataque frontal a las lógicas escolares y un hallazgo radical en el universo de los sueños. Luego me puse a trabajar en el armazón del libro de cine antioqueño: en eso se me fueron más de tres horas, y el texto está como de doscientas cincuenta páginas y más. Sería necesario trabajar mucho si lo que queremos es un libro actualizado y conforme a las mínimas exigencias académicas, tal como hemos tratado de hacer con los dos volúmenes de Régimen de criterios. La posibilidad intermedia sería asumir este texto como testimonio de diversos momentos. El hecho es que durante el resto del día estuve, como decían los salvajes, gato.

Más tarde hablé con Andrés y me propuso que fuera editor de nuestro proyecto, La Criba. Eso me conmovió enormemente. La amistad de Leonardo y de Andrés Arango me llena de orgullo y de gratitud. Y en un momento dado vi que soy enormemente feliz, que la vida con Adriana es de una tranquilidad que no me soñé nunca, que he recuperado todo lo que perdí, pero trato de hacer mil cosas a la vez como si algo esencial fuera a desaparecer de un momento a otro, a romperse, o que se me van a salir las tripas, como soñé en la tarde, porque además estoy con una hernia umbilical que se me complicó. Creo que algo amenaza en el mundo, que no me merezco ante otros lo que tengo, o ante mí mismo. Entonces quiero trabajar sin parar en el doctorado, casi sin dormir, cumplir ya de modo enfermizo con un horario que tasa hasta los minutos de regalo. Eso es lo que hacen, entonces, la paranoia y la herida en mí, como se advierte fácilmente, eso es lo que me afecta tanto, desde un afuera absoluto impredecible como un infarto, inexorable como un temblor de tierra, indescriptible como la muerte, inescrutable como el amor. ¿Vale decir, de nuevo: ten humildad ante la muerte? Por lo pronto quiero responderme: ¿cómo neutralizar este efecto euforizante y culposo a la vez?

Agosto 31

Me he demorado en encontrar unas respuestas posibles. No esperar nada de nadie, ni prometer demasiado. Solo debo temer, realmente, a mí mismo. Recuerda que nada es todo. Aquí, en este templo al que he vuelto luego de tanto para reencontrar una armonía perdida desde la adolescencia, luego de casi dejar el pellejo en varias cosas tenaces que demandaba el destino, para oír a mi alma contarme estas cosas, aquí, adentro de todo, solo mando yo, en la noche de la noche.

Octubre 2

Caramba, ya octubre. Y escribir cuando me digo, cansancio, cansancio, a veces mucho cansancio. Cansancio también de la mayúscula debacle que ya sabía y he previsto que se nos sigue y seguirá viniendo encima. Mayúscula es incomparable con nada que se haya visto antes.

Octubre 9

Mandato de los más y los menos grandes es el sigilo. Siempre hay una excepción. Mataron a Campo Elías Galindo, profesor de la Universidad Nacional y de la Universidad de Antioquia, historiador, que acababa de publicar un afilado texto en su blog sobre la complicada situación del uribismo y el GEA (Grupo Empresarial Antioqueño) en la ciudad por el caso de Hidroituango en manos del alcalde Quintero, y sobre su cadáver le quemaron en el pecho un libro. La Fiesta del Libro, que comienza en los mismos días de su muerte, no se ha pronunciado. Le escribo a Pascual Gaviria, a Pedro Adrián Zuluaga, a Miguel Rivas, que van a hablar en un evento, para que se haga un manifiesto por parte de los intelectuales. Ninguno me responde y no hacen nada. Esta tarde yo lanzaré mi libro más reciente. Propuse también a los organizadores que hiciéramos un minuto de silencio. Ni una palabra.

Octubre 11

No justificar. Tampoco (casi) celebrar. Son muchas cosas por las que decir que sientes una satisfacción merecida: las felicitaciones que has cosechado por el lanzamiento del libro, por el capítulo 4 de tu tesis, tu felicidad por cumplir con un plazo que te habías puesto para declararte vencedor de la droga, quince años de feliz sobriedad. Pero ni tienes que avergonzarte de tu bendición en tiempos de horror ni es extraño el que coseches los frutos de un trabajo serio. Pasado mañana cumpliré quince años no solo de haber dejado la droga sino de haber iniciado un camino que ahora llega a un remanso pasmoso, a un decir date cuenta, mira alrededor, piensa bien en lo que te rodea, lo que te acompaña, mira en que otra cosa te has convertido.

Octubre 24

Recibe lo mejor del ser. Nada que temer por lo que has dicho en tribunas amplias de esta ciudad amaestrada en las doctrinas del productivismo. Es cierto que estamos llamados al decrecimiento económico, a mirar de otro modo la industria audiovisual, a hacer menos. No dije más, y, sin embargo, sé que eso es escandaloso. También, en la conferencia sobre las músicas en el video ensayo, comenté que cuando te dicen en clase que todo entra por el oído, que es más importante el sonido que la imagen, entonces el relato clásico vale verga y lo que importa es la música (quise decir, el estilo). Igual: escandaloso en la ciudad en la que educan al cineasta como acompañamiento de las crispetas y el perro caliente del Cinemark.

Octubre 25

Solo oír lo que ya había. Solo ver lo que apenas ahora aparece. Buscar y encontrar como una misma cosa, o como lo opuesto: buscar como ya no buscar, encontrar como aún no encontrar.

Octubre 28

Regreso de mi cirugía de hernia umbilical con una tranquilidad desconocida en mi vida. Lo que ha terminado por volverse usual, en cambio, ha sido que cada día sienta una nueva y mayor tranquilidad. Que afronte más y más paz, con todo y cierta tristeza, en la felicidad profunda que conlleva el sosiego, no sin el asombro agradecido por simple y milagrosamente sobrevivir. En este caso puntual se trata de la seguridad que me da el haber trabajado con método y conciencia en la tesis hasta casi acabarla antes de la forzosa pausa que me pide, Dios mío, esa fuente de energía que se vincula con mis entrañas por el ombligo, que los griegos veían como un centro visionario. Sí, la diosa madre me impone la pausa desde algo muy semejante al destino. Yo la he oído, yo he sabido obedecer. Desde mi remota cocción o latencia la hernia estaba siempre avisando y es justo en días en que la atmósfera exterior se hace del todo turbulenta, ya inocultablemente castigadora, cuando me veo en la disyuntiva: o abandonarme a la ciencia del mundo y poner lo intocable bajo su cuidado, o empezar un desmoronamiento que no habría de ser sino, más bien, afianzamiento en el ser conquistado, en la tierra y el tiempo conquistados, en lo que he construido, no sin ayuda. Algo callo ahora que representa mi más íntimo y desnudo poder, una energía profunda que se adensa y proyecta en el árbol de la diosa madre. Un sello se ha levantado y otro se ha puesto. He transformado el Sahara, diría Borges de nuevo, dejando caer otra arena de su puño.

Octubre 31

Lo mío es viajar hacia la iluminación. El viaje puede ser, tal vez, al centro del tiempo.

Noviembre 4

Creo que es importante el hacer conciencia sobre el nivel de vigilancia al que estamos sometidos. Libera lo simultáneo y disfruta lo unitario. Todo queda empezado y lo importante es meditar.

Noviembre 5

De pronto, una certidumbre. Gente como Trump no cederá ni un centímetro.

Noviembre 8

El presidente será Biden, pero sigo creyendo que Trump no ha retrocedido ni un milímetro. O bueno, lo que él encarna. Ayer murió Solanas y no sé por qué pensé en Maradona, que también estuvo recluido en una clínica esta semana. Pensé en el amor de Maradona por los futbolistas, por sus colegas. Cuando Maradona cuenta cómo participó en el gol de Caniggia a Brasil en el Mundial de Italia en 1990, y Quique Wolff, su entrevistador, se ríe un poco por una expresión del Diego, algo así como «yo sentí una flecha», para significar que de reojo vio pasar a Caniggia por un lado, Maradona hace una pausa veloz y dice: te reís, vos sabés de que hablo, y esto lo dice porque Wolff también fue futbolista (fue defensa, o defensor, como se dice, jugó en Boca y River). Ese «vos sabés de que hablo» es hermoso, como es hermosa la risa corta de Wolff, en ambas cosas se ve una complicidad que Diego hace explícita, la de haber vivido la experiencia del fútbol desde adentro de la cancha. Pocas cosas tan bonitas se pueden ver como esa, y claro, ver después toda la jugada (yo recuerdo haber visto el gol en directo, y haberlo lamentado) es aleccionador. Lo digo porque yo me siento cómplice de los creadores, aun así jamás haya sido un profesional en ningún arte. Yo no vivo de la escritura, aunque tengo incontables publicaciones y más de un librito por ahí, y tampoco vivo del audiovisual, aunque hay unas dos docenas de producciones en las que, como decía el bueno de Mauro en Santa Fe de Antioquia presentando Andar la palabra, lo he hecho todo a conciencia, y cualquiera que sepa de mi trabajo sabe que, como se lo dice un profesor al protagonista de uno de mis cuentos, en todo dejo el alma. Creo que eso no es una exclusividad mía, creo que los creadores dejan el alma en su obra, sea como sea. Es como me lo dijo Luis Ospina cuando me envió el corte definitivo de Todo comenzó por el fin, antes de su estreno en Toronto: tratalo con cariño, que es mi cuerpecito. Solanas sabía que esto de la vida pública y del cine entendido como política es una batalla. Yo a veces trato de decir que lo importante es el diálogo, con la aceptación de que en ocasiones los diálogos de sordos se quedan así, truncos, y que el silencio también puede significar. Poner en distancia ese acto de dejar el alma en lo que uno hace es también fundamental, pero para entender que el otro es una flecha, un contrincante a veces enceguecido, que ni eso sabe ni respeta el juego limpio. Maradona ha defendido numerosas veces a los jugadores de las decisiones de la FIFA y con eso se ha echado a colegas encima. También ha atacado a colegas que lo atacan hipócritamente, como Pasarella, y que creen que por decir algunos que Diego es un drogo desquiciado entonces ya no son válidos sus argumentos contra la FIFA, y que así logran descalificarlo en un medio fanático y moralista (a mí me han pasado cosas parecidas). Ni que decir de lo burro que ha sido Diego, como lo he sido yo. Así cualquiera queda como un caballero, cuando muchas veces no lo es. Y la FIFA queda como una entidad que representa a los jugadores en general (se les llama «plataformas válidas»), cuando los somete, los condiciona verticalmente. También Solanas peleó duro en la arena política porque creía en la representación, sabía de la necesidad de unas reglas generales (Leviatán son las reglas), el hombre fue senador y su apoyo a la lucha feminista por la legalización del aborto, por ejemplo, es algo que excede, digamos, lo estético, en cierto punto incluso lo discursivo. El aporte de Solanas a la historia del cine es magno, pero no es a la historia del cine, es entendiendo al cine como herramienta, y en eso hay una especie de manipulación que todavía hay algunos que creen es posible de evitar. Mera flecha, mejor dicho. Yo admiro el trabajo que hizo más allá de que pueda ser objetado o no o de que sea más o menos efectivo o más o menos útil. Y en ese sentido valoro la creación de algunos de quienes llegaron o aún llegan a demeritarlo, por ejemplo Luis Alberto Álvarez o el propio Luis Ospina, que podían despachar a una obra tan vasta como La hora de los hornos por panfletaria, y punto. Al respecto el tomar partido es algo un tanto distinto de considerar la humanidad del enunciado, una humanidad laboriosa, enigmática, difícil, precaria, chispeante, beligerante, limitada, valiosa. Siento lo mismo al respecto de Leni Riefenstahl, y en ese sentido termino por recibir tomates de todas partes. Por supuesto, estoy del lado de Solanas. «La historia que nos han contado es falsa», dice uno de los rótulos iniciales de La hora de los hornos. Lo que conviene recordar es que a la historia solo la podemos rehacer diariamente, y que solo deja de ser falsa la historia que se reconoce como virtual, como versión. Viva el Diego, el loco, el colega.

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La presente columna, Diario de un cronopio salvaje, son tajadas de vida, como llamaba el gran cineasta Louis Feuillade al cine, son estas páginas extraídas del diario de un crítico solitario, narrador alucinado, estudiante eterno de literatura, cine y música.

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*Santiago Andrés Gómez Sánchez (Medellín, 1973) es periodista de la Universidad del Valle, magíster en literatura de la Universidad de Antioquia. Ha publicado los libros Madera Salvaje (novela, Ediciones B, 2009), El cine en busca de sentido (crítica, Universidad de Antioquia, 2010), Los deberes (cuentos, Universidad de Antioquia, 2012), Todas las huellas. Tres novelas breves (novela, Universidad de Antioquia, 2013), La caminata (cuentos, EAFIT, 2015), El cuarto asesino (novela, Universidad de Antioquia, 2016), Certeza de lo imborrable. El cine en busca de sentido, vol. 2 (crítica, Universidad de Antioquia, 2017), La Musa asesinada. ‘Conversación en la Catedral’, de Vargas Llosa: novela marxista (crítica, Universidad de Antioquia, 2018), Régimen de criterios. Cines y cineastas colombianos (crítica, Editorial Deliberar, 2019) y Diálogo de raíces (cuentos, EAFIT, 2019). Entre 1992 y 2011 fue crítico de la revista Kinetoscopio y del diario El Colombiano, de Medellín. En 1994 fundó la Corporación Cultural de Video Independiente Madera Salvaje, con la cual ha realizado 28 obras audiovisuales de corto y largometraje en los géneros de documental, ficción y experimental. En 1996 recibió el Premio Nacional de Video Documental por Diario de viaje, considerada una obra pionera en el cine de ensayo en Colombia. En 2014 fue merecedor de una beca a la creación del Municipio de Medellín para la escritura de su libro La caminata. Ha sido profesor de historia del cine, apreciación cinematográfica, lenguaje audiovisual y teoría del cine en EAFIT, la Universidad de Antioquia y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. También ha sido jurado en la convocatorias del Ministerio de Cultura, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, IBERMEDIA y la selección de la película colombiana para los premios Oscar, Goya y Ariel. Actualmente es candidato al Doctorado en Literatura de la Universidad de Antioquia. Como músico, grabó el disco Savia con el grupo Los Dados y persiste en ser rockero de tiempo completo.

 

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