Kronopeas

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LA GRAN MISERIA HUMANA: UNA VINDICACIÓN

Por Leo Castillo*

Las numerosas versiones del mayor poema, inapropiadamente denominado «fúnebre» (el adjetivo extendido sobre este tremendo monumento de la poesía latinoamericana no solo no le hace justicia, sino que de paso ignora la confrontación dialéctica Eros/Tánatos que exalta su sombrío brío imperecedero), las versiones, digo, que cursan en texto impreso o digital en la Red del mayor poema compuesto sobre el tema de la perpetua tragedia del fracaso de amor cantado en este país, igual el más tremendo alegato de la victoriosa muerte ante la vanidad de la belleza física, la fortuna o el talento, y la más sabia elocución contra el desdén de amor, así como un intento apasionado, aunque no necesariamente exitoso, del amante despreciado ante su enemiga, son imperfectas en distinto modo:

desde la ignara y abusiva adulteración del texto, introduciendo un falaz nombre femenino que el poeta pudoroso jamás empleó (donde el autor escribe «la aurina palma», cierto zafio incurre en la incuria de infligir «Laurina Palma»), hasta la imposición de mayúsculas iniciales a cada verso, pasando por la más absurda puntuación con el consecuente abuso de comas y demás; se alteran versos, etc. He recurrido a la revisión de todas las versiones asequibles y, atenido al sentido común y al respeto u observancia de la maestría del poeta doloroso —ya todos saben la repulsión y exclusión, el aislamiento que padeció desde que apareció la lepra en el breve horizonte de su vida— creo haber conseguido fijar aquí el texto cabal de los trescientos versos creados por el raro poeta del Caribe colombiano. Quiera su sombra, furtiva ya en vida, evasiva del recuerdo y de todo registro visual —no hay una solo foto suya—, auspiciar este esfuerzo y conservar para siempre esta versión lo más esmerada posible para esta y ulteriores generaciones y, si la suerte que desconoció al autor en vida quiere y alcanza la mezquina ahora a compensar tanto dolor, fuente de estas treinta décimas de amor y profundo descenso existencial. A tu querida memoria, Gabriel Escorcia Gravini (Soledad, Atlántico, Colombia, 1892–1920), consagro el celo de esta labor.

LA GRAN MISERIA HUMANA

Una noche de misterio
estando el mundo dormido
buscando un amor perdido
pasé por el cementerio…
desde el azul hemisferio
la luna su luz ponía
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía.

La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía
y pulsaba el aura umbría
el arpa de los cipreses
y en aquellas lobregueces,
de mi corazón hermanas,
me inspiraron y con ganas
de interrogar a la Parca
entré a la glacial comarca
de las miserias humanas.

Acompañado del cierzo
los difuntos visité
y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso.
¿Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos;
fui a perturbar los cautivos
en sus sepulcros desiertos?
Me fui a buscar a los muertos
por tener miedo a los vivos.

La noche estaba muy bella
y el aire muy sonoro
y una dalia de oro
semejaba cada estrella
y la brisa si querella
por ser voluble y ser vana
en esa mansión arcana
corría llena de embelesos
poniendo sus frescos besos
en la gran miseria humana.

La luna seguía brillando
en el azul de los cielos
y las nubes con sus velos
sin miedo la iban tapando
y en procesiones pasando
por la inmensidad secreta
iban… y la brisa inquieta
retozaba en el saúz
que emperlaba con su luz
Diana, la novia del poeta.

La luna que Diana es
en aquella hermosa noche
se abrió como áureo broche
de una flor de esplendidez.
Sentí vacilar mis pies
en tan lúgubre mansión
con la lira en una mano
y lleno de emoción
como un revuelto océano
temblaba mi corazón.

Bajo un ciprés sombrío
y verde cual la esperanza
con su fúnebre asechanza
estaba un cráneo vacío
y sentí pavor y frío
al mirar la calavera
pareciéndome en su esfera
que se reía de mí
y yo de ella me reí
viéndola tan calva y fiera.

Dime humana calavera:
¿Qué se hizo la carne aquella
que te dio hermosura bella
cual lirio de primavera;
qué se hizo tu cabellera
tan frágil y tan liviana
dorada cual la mañana
de la aurora al nacimiento;
qué se hizo tu pensamiento?
Responde, miseria humana.

Calavera sin pasiones,
di: ¿qué se hicieron tus ojos
con que mataste de hinojos
a idílicos corazones,
que repletos de ilusiones
te amaron con soberana
pasión que no era villana
y en esas horas tranquilas
qué se hicieron tus pupilas?
Contesta, miseria humana.

Aquí donde no hay tropel
calavera sin resabios
di: ¿qué se hicieron tus labios
tan rojos como el clavel
y dulces como la miel
de la campiña romana
esos tus labios de grana
llenos de pasión mentida,
qué se hicieron en la vida?
responde, miseria humana.

Calavera a quien feliz
besa la luna de plata,
di: ¿por qué te encuentras chata
si era larga tu nariz;
dónde está la masa gris
de tu cerebro pensante
donde tu bello semblante
y tus mejillas rosadas
que a besos en noche helada
quiso comerse un amante?

Aquí donde todo es calma,
contesta cráneo vacío,
¿qué se hizo aquel poderío
qué de la aurina palma
y del placer de tu vida
que te dio el amor un día
tu altivez, tu bizarría,
tus sonrisas que mintieron
dime, dime, ¿qué se hicieron,
oh calavera sombría?

A mis interrogantes
el cráneo blanco callaba
la luna alumbraba
sarcófagos y panteones
y dije sin aflicciones:
si eres el cráneo de aquella
que en la vida sin querella
me despreció con desdén
despréciame ahora también
¡eclipsa otra vez mi estrella!

Estamos en la mansión
de la austera realidad
¿qué se hizo la liviandad
que tenía tu corazón?
No respondes, mudos son
tus labios que pronunciaron
cosas que ya se tornaron
en pálidas flores muertas
cosas que no fueron ciertas
y mi pobre alma mataron.

Aquí en esta soledad
que solo cruza el cocuyo
dime: ¿qué se hizo tu orgullo,
tu amor y tu vanidad?
¿Qué se hizo tu potestad
de persona soberana
y mentirosa y galana
que ostentó tanta belleza?
Dime: ¿qué se hizo tu grandeza?
Responde: ¡oh miseria humana!

Vanidad de vanidades,
solamente son tus galas
oh, mariposas sin alas,
llorando tus liviandades:
las áticas realidades
te circundan con profundo
marasmo donde infecundo
es el amor que ilumina
aquí es donde terminan
las vanidades del mundo.

Aquí en este camposanto
se terminan los amores,
las alegrías, los dolores,
el poderío y el encanto
cesa en los ojos el llanto
y el mundo vivo suspira;
aquí no llega la ira
de la muchedumbre inquieta
aquí termina el poeta
y se enmudece la lira.

En este mundo hedonista
de egoísmo y de censura
tan sólo la sepultura
es la que no es egoísta
ella recibe humanista
al santo y al condenado,
al pobre y al acusado,
al perverso, al bueno, al caco,
al honrado, al gordo, al flaco,
al bruto y al ilustrado.

Al rodar el ataúd
en la hueca sepultura
se igualan en línea oscura
el criminal y la virtud,
y en eterna laxitud
queda todo movimiento:
lanza gemidos el viento
y la soledad aterra
y ruedan sobre la tierra
los cráneos sin pensamiento.

Aquí en este triste erial
donde sucumbir es ley
el esqueleto de un rey
al de un esclavo es igual;
aquí el toque funeral
de la sonora campana
queda la cabeza cana
como la de negro pelo
y ñata dando recelo
es la calavera humana.

Aquí en este entristecido
y lúgubre camposanto
termina del vate el canto
músico el sonido
del pintor el colorido
y de su cerebro el foco
se consume sin sofoco
y solo queda el recuerdo
aquí tanto vale un cuerdo,
como lo que vale un loco.

Todo corazón se aterra
al llegar a esta mansión
viendo clavar el cajón
que se comerá la tierra
cuando una tumba se cierra
el alma gime asustada
y esa humana bandada
que a otro hoy viene a sepultar
mañana en este lugar
será polvo, ¡será nada!

En esta mansión glacial
donde lo fatuo refleja,
se pudre la carne vieja
como la carne jovial;
aquí el necio se hace igual
al urbano de ilustrada
sociedad civilizada
aquí la diosa riqueza
es igual a la pobreza
¡todo aquí es polvo y es nada!

Y dijo la calavera;
¡aquí en este camposanto
se perdió todo mi encanto
con que vanidosa era;
se acabó mi cabellera
que un tiempo fue enflorada
y mi mejilla rosada
como gasa de arrebol
mis ojos que envidió el sol
aquí se volvieron nada!

Tan sólo el dolor es fuerte
la vida es vano capullo
yo vi acabarse mi orgullo
bajo el peso de la muerte
ya todo es materia inerte,
en este triste lugar
se tiene que terminar
el genio que esplendor tiene
y melancólico viene
las tumbas a visitar.

Llorar en estos desiertos
es una cosa muy vaga
porque el llanto nada paga,
ni resucita a los muertos
que de paños recubiertos
están en la loza fría
aquí en un tétrico día
cae el que peca, el que no peca
así, haciendo horrible mueca,
la calavera decía:

Aquí está la realidad
que sobre el orgullo pesa
aquí la gentil belleza
es igual a la fealdad
aquí acaba la maldad
y la bondad apreciada
aquí la mujer casada
es igual a la soltera
me decía la calavera
con una voz apagada.

Yo soy el cráneo de aquella
a quien le cantaste un día
poemas que no merecía
porque no era así tan bella
como la primera estrella
del oriente o el tulipán
al que las auras le dan
el rocío que se deslíe
aquí el que de mí se ríe
de él mañana se reirán.

Yo escuchaba aquella cosa
y lleno de horrible espanto,
salí de aquel camposanto
como veloz mariposa
la luna pura y radiosa
vertió su lumbre fugaz
y la calavera audaz
dijo al mirarme correr:
¡aquí tienes que volver
y calavera serás!

Ante razón tan sencilla
sentí por el cuerpo mío
un extraño escalofrío
casi perdiendo la vida
con el alma entristecida
volví a mi celda cristiana
meditando que mañana
por firme ley de la parca
debo habitar la comarca
de la gran miseria humana.

___________

*Leo Castillo es un reconocido escritor y cronista colombiano. Ha publicado los libros: Convite (Cuentos), Ediciones Luna y Sol, Barranquilla, 1992 Historia de un hombrecito que vendía palabras (Fábula ilustrada), Ib., Barranquilla, 1993. El otro huésped (Poesía), Editorial Antillas, Barranquilla, 1998. Al alimón Caribe (Cuentos), Cartagena de Indias, 1998. De la acera y sus aceros (Poesía), Ediciones Instituto Distrital de Cultura, Barranquilla, 2007. Labor de taracea (Novela, 2013). Tu vuelo tornasolado (Poesía, 2014). Los malditos amantes (Poesía, publicado por Sanatorio, Perú, 2014). Instrucciones para complicarme la vida (Poesía, 2015). Documental sobre Leo Castillo: https://www.youtube.com/watch?v=Ec_H6WMsU-c Colaborador de El Magazín El Espectador; El Heraldo y otros diarios del Caribe colombiano. Colaborador revistas Actual, Vía cuarenta (Barranquilla); Viceversa Magazine, Revista Baquiana (USA); copioso material en sitios Web. Correo: leocastillo@yandex.com.

 

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