LA HISTORIA DEL GUERRILLERO MÁS PEQUEÑO
Por Karen Dayanna Barrera Londoño
Estudiante de Derecho de la Universidad de la Amazonia
«Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección
de su propio país,
nadie va a venir a salvárselo»
(Jaime Garzón).
Al escuchar el nombre de «Operación Normandía», la verdad, en principio no me produjo nada, pensé que sería una más de las tantas operaciones donde el ejército comete errores y finalmente la Nación resulta condenada; pero todo cambió: poco a poco los vellos de mi piel se fueron erizando, se me hizo un nudo en la garganta, mis ojos se mojaron un poco y un sentimiento que no puedo describir se fue apoderando de mí.
Si pudiera tomar una frase que describiera lo que escuché ese día esta sería: «la historia del falso positivo más cínico e inhumano» y creo que quien lea mi escrito se preguntará por qué en dicha frase hay un toque de rabia y nostalgia.
Pues bien, empezaré por contextualizar con base en lo narrado el día 20 de abril del año en curso, en las instalaciones del Auditorio de la Universidad de la Amazonia[*], ponencia a cargo de Ángela Silva Fajardo, quien fue la juez que dictó el fallo operacional Normandía en el año 2012. ¿En qué consistió dicha operación?
Los hechos ocurrieron en una vereda de la jurisdicción de Zabaleta, municipio de San José del Fragua, hacia el año 2003, cuando se encontraban unos campesinos (2 adultos, un menor de 11 meses y otro de 4 años) en su casa. Estos se dan cuenta que el ejército llega a la región y por miedo, comenzaron a desplazarse hacia lo más alto de la vereda.
Llegaron allá y encontraron a dos personas que eran guerrilleras (durante el proceso se pudo constatar que sí eran guerrilleras) y eran las encargadas de cuidar la torre de comunicaciones de la guerrilla.
El ejército empieza la operación Normandía, y quienes conformaban esta operación eran el grupo de contraguerrilla del Batallón Juanambú adscrito a la Brigada 12 y a la columna Móvil N°6. Ellos por información de uno de los desmovilizados o reinsertados del frente 49 de las FARC, tenían información de la ubicación de ese sitio y la operación estaba dirigida a desmantelar esa organización y la torre de comunicaciones.
El ejército comenzó la avanzada. En la vereda, uno de los campesinos les informa mediante radio a las guerrilleras acerca de la presencia del ejército. De inmediato las guerrilleras le informan a su comandante la situación y este les dice que deben irse de allí y llegar al lugar donde ellos tienen el campamento.
Al llegar el ejército al objeto de la operación comienza el ataque. Dentro de las pruebas no se evidenció que el ejército hiciera la proclama (primer paso que debe dar el ejército antes de atacar), sino que, por el contrario, empezaron a disparar de manera indiscriminada.
El menor de 11 meses se encontraba encima del cargamento siendo este el sitio donde pudieron ubicarlo, este menor recibe 7 impactos de bala, lo que ocasiona su muerte; el otro niño de 4 años también es lesionado, pero de manera milagrosa resulta simplemente herido; de igual forma los 2 adultos que se encontraban allí resultan muertos. Las guerrilleras por su experiencia o manejo del terreno se tiran por un abismo y logran escapar.
El ejército, luego del ataque, se percata que han sido dadas de baja 3 personas civiles y se asustan al darse cuenta que dentro de estas personas está un menor de edad (menor de 11 meses), pero no bastándoles con esto, de manera inhumana entierran el menor y lo hacen metiendo sus restos en bolsas y lanzándolo al lugar donde las guerrilleras hacían sus necesidades fisiológicas.
Estos hechos parecen sacados de un cuento de terror, es casi imposible creer la inhumanidad con que actuaron estos soldados frente a este caso. Cuanto más escuchaba el relato más me inundaba ese sentimiento inexplicable con palabras. Comparto la opinión de la ponente al explicar que quizás el ejército por mostrar resultados se afana en hacer las cosas y producto de ese afán saltan los protocolos previstos y cometen errores.
Pero, a mi manera de ver, una cosa es cometer un error y otra muy distinta tomar una decisión tan cínica como lo hicieron estos soldados. Primero al declarar la baja de este menor como la baja de un guerrillero. Nada justifica esta actuación. Y segundo, el ser tan inhumano y tratar de ocultar el cuerpo del menor enterrándolo de la forma más infame que he escuchado. Ambas actuaciones fueron decisiones tomadas luego de haber cometido el error (no hacer la proclama), por lo que en mi concepto, ninguna de ellas es justificable.
No sé qué pasaba por la mente de esos soldados en ese momento y mucho menos por su corazón, pero desde mi forma de ver actuaron de la misma manera en como lo hacen los criminales que ellos persiguen.
Esta historia me marcó, me dejó pensando la manera en que el conflicto arrebata vidas inocentes y en definitiva me llevó a hacerme varias preguntas, ¿Qué pasa con la protección de los derechos humanos de las personas vulnerables en conflictos armados? Algunos dirán que ya todo está regulado, que para eso está la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que de igual manera el Estado Colombiano está en la obligación de protegerle estos derechos a sus ciudadanos.
Y claro, todos los que opinan esto tienen razón, pero ¿y qué hacer cuando es una organización de tu propio Estado la que te vulnera estos derechos? Ante esta pregunta la solución posible es demandar la Nación y esperar una posible indemnización por los daños causados, además de una sanción que puede aplicar la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero eso no devuelve los millones de luces inocentes que fueron apagadas por una guerra que no era de ellas. ¿Qué sentido tiene que se condene al Estado si la violación a estos derechos se sigue dando? Hay que cortar el problema de raíz.
En la historia de Colombia, día a día se han culpado exclusivamente a los diferentes grupos armados por cada una de las muertes, atentados, genocidios y tragedias ocurridas en nuestro territorio, pero ¿no será que el propio Estado Colombiano es el que ha perpetrado un gran número de homicidios? ¿No será que necesitamos pegarnos una revisadita y ver en que la estamos embarrando?
Queda la inquietud.
NOTA:
[*] Coloquio Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, Semillero de Investigación Yaré –Licenciatura De Ciencias Sociales, Universidad de la Amazonia.
* * *
PROFESORA, YO NO VOY A CONTAR MI HISTORIA
Era temprano ese día de clase, iniciando semestre y ya habíamos pasado por las sesiones en las que se expone la metodología, se concerta el acuerdo pedagógico y estábamos justo en el momento de nuestro círculo de palabra para iniciar la lectura en voz alta de los relatos de los jóvenes del segundo semestre. Observaba a una jovencita que lloraba mucho y al terminar la clase se me acercó a solas y me dijo «profesora, yo no voy a contar mi historia». «No es necesario contarla, es importante que lograste recordarla y eso es suficiente». No podía ni siquiera imaginar su historia pero la escuchaba desde su silencio y desde sus lágrimas.
Aprendí que esta metodología debe considerar estas historias, o sea, las historias no contadas, las historias que se cuentan desde el silencio, las que no lograrán emerger a la memoria, las que se quedarán en el olvido, que serán muchas de estas historias de la guerra y de esa manera debemos aceptarlas y de esta manera reconocer a los sobrevivientes a los cuales su dolor no permite si quiera mencionar lo ocurrido. Tal será la tragedia, tal será ese dolor presente, tal será la magnitud del horror de lo vivido que es inenarrable y desde allí debemos aprender a escuchar y contar.
Me preguntaba cómo lograr hacer procesos de memoria histórica desde el lugar, desde lo no narrado por sobrevivientes. ¿Cuáles serán todos los recursos que debemos poner a disposición para esa escucha? ¿Cómo hablarán nuestros lenguajes desde lo no narrado?
Es realmente un desafío lograr incluir esas historias en las narrativas, por lo que dejamos estas páginas en blanco, para usted amiga lectora, amigo lector, para que en ellas, a lo mejor usted pueda imaginar desde ellas una historia no contada, una historia que a lo mejor, jamás se escribirá. En estas páginas estarán estas historias no contadas más no olvidadas de lo sucedido en la guerra en el Caquetá y en Colombia.
[En el original siguen tres páginas en blanco. N. del e.]
EL PERDÓN DE LAS FARC
Acto de perdón a los estudiantes de la Universidad de la Amazonia en memoria histórica, en homenaje al 8 de marzo Día Internacional de la Mujer.
«Hemos participado en un proceso de lucha social por más de medio siglo, donde las causas siguen ocultas y sus efectos están a la vista, desde 1964. Fuimos empinados a una confrontación que hoy podemos hablar con resultados aciagos: son 8 millones doscientos mil víctimas según la Comisión de la Memoria Histórica del Conflicto.
+
Las y los excombatientes de las FARC EP, hoy Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), PEDIMOS PERDÓN a las víctimas que de forma directa o indirecta le hayamos causado dolor o pérdida de bienes. En este proceso a los padres, hermanos, hijos, tíos y demás vínculos familiares.
PEDIMOS PERDÓN
Y que sea una palabra mágica que hará fortalecer el verdadero espíritu de tolerancia, comprender y convivir con quienes piensan diferente. Fortaleciendo lazos de tolerancia y cohesión para encontrarnos en el amor y el corazón.
También los y las excombatientes somos víctimas en muchas manifestaciones, como lo pudieron expresar las mujeres que hicieron su intervención. Por eso se hace necesario establecer la paz, sobre bases firmes para que sea estable y duradera.
«La paz no puede surgir del desorden, de la guerra, sin cuartel. Del crimen organizado de las estructuras caducas, de la economía sin rumbos, de la injusticia social, del abandono de la ética. Con evidente cinismo se ha tendido una vil cortina de humo sobre el punto vital: La miseria y pobreza absoluta, la dependencia del exterior y la no auto determinación al interior. Todo ello amparado por la tremenda inmoralidad e impunidad reinantes» (Eduardo Umaña Mendoza, humanista y defensor de los derechos humanos en Colombia).
Todas y todos los aquí presentes reciban un abrazo de perdón, reconciliación y amor».
Muchas gracias.
Estas fueron las palabras expresadas por Olmedo Vega Londoño, excombatiente de las FARC, en la conmemoraciòn del Día de la Mujer, el 8 de Marzo de 2018 en el Espacio Transitorio de Capacitación y Reincorporación Héctor Ramírez, ubicada en el municipio de La Montañita, Vereda Agua Bonita, en el Departamento del Caquetá. Olmedo, como popularmente es conocido, proviene del proceso de paz suscrito entre el Gobierno Nacional y esa organización el 24 de noviembre del año 2016.
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La columna Cicatrices de Guerra Cronopio recoge relatos de jóvenes sobrevivientes del conflicto armado colombiano, estudiantes de la Universidad de la Amazonia y de lideresas del movimiento de víctimas, construidos desde el Semillero Inti Wayra, la Oficina de Paz y la Cátedra de Sociología Jurídica de la misma universidad. Estos relatos hacen parte del libro «Huellas de una historia, voces que no se olvidan».