Literatura Cronopio

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Considerado como uno de los más conmovedores del poeta, este canto a la solidaridad humana presenta, sin embargo, un requisito férreo: el que todos los hombres se acerquen al caído, al muerto «que siguió muriendo» y lo rodeen. La dignificación humana no ha de ser una proeza individual: habremos de dignificarnos todos sin que quede nadie a la zaga. Los mendigos se mostrarán también ricos en prodigalidad, en su valor de ser unos para todos:

Los mendigos pelean por España,
Mendigando en París, en Roma, en Praga,
Y refrenando así, con mano gótica, rogante,
Los pies de los Apóstoles, en Londres, en New York, en Méjico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente a Dios por Santander,
La lid en que ya nadie es derrotado.
Al sufrimiento antiguo
Danse, encarnízanse en llorar a plomo social
Al pie del individuo
Y atacan a gemidos, los mendigos,
Matando con tan solo ser mendigos.
.

(Primera estrofa de «Los mendigos pelean por España» de España aparta de mi éste cáliz).

Son los mendigos el ejército por excelencia del dolor humano. Los primeros desposeídos, exilados de todo lugar en el mundo. Su quintaesencia de marginación, de ser los últimos entre los últimos, los coloca precisamente a la vanguardia de una sensibilidad futura en la que «atacan a gemidos». Los más humildes entre los humildes son la perfecta encarnación de un Cristo nuevo, de una nueva humanidad que se abraza entre sí y es matada por los mendigos «con tan solo ser mendigos».

El lenguaje articulado fue siempre una estrategia de poder. Los años de infancia y primera juventud de Vallejo en la sierra norte le hicieron ver el precio que debían pagar los campesinos enganchados o aquellos culíes de las islas guaneras frente a las costas liberteñas por ser analfabetas. El entorno letrado del gamonal, del contador, del juez de paz o el prefecto los libraba del extremo más ignominioso de la explotación. He aseverado en un ensayo previo, que la culpa vallejiana se debía en mucho al privilegio de haber sido un hombre educado [10]. Tanto él como algunos de sus parientes cercanos tuvieron el privilegio de acceder a una educación superior. Su familia de clase media modesta lo libraría del hambre. En la psiquis del poeta, lenguaje y dominio conformaban una sola instancia. Vallejo emprende así una progresiva lucha contra el lenguaje que iría desarticulando, quebrándolo en sus coyunturas y sus sintagmas, y rastreando cada vocablo para hurgar en sus fonemas y sus posibilidades semántico asociativas. Los experimentos de audacia lingüística en Trilce cederán en intensidad explorativa a nivel del significante en sus dos poemarios posteriores: Poemas Humanos y España, aparte de mí este cáliz de su período europeo. Sin embargo, en estos dos últimos, la urgencia de su viaje poético se hará más explícita en los marcos escénicos más definidos de la exploración de tipos urbanos de las urbes, sus frustraciones y sus asociaciones entrañables comunitarias, y la exposición de las vicisitudes de la última gran guerra romántica en pleno siglo XX: la de la guerra civil española.

Para cuando escribe estos últimos poemarios, Vallejo ya habrá tenido una larga experiencia como cronista y periodista y ya habrá visitado tres veces Rusia entre (1929 y 1931). Sus imágenes se hacen concretas, de una referencialidad menos esquiva que en Trilce. Si en este último poemario, se exploraba la vivencia interior de un hombre solo encarnado en un niño en espera de los adultos, o en la evocación poemática de los espacios cerrados de un traspatio, algún guardarropía o una celda, el imaginario de los dos últimos abarcará multitudes, hombres que luchan juntos, obreros que marchan, ejércitos de mendigos. Niños que han salido a buscar a la madre patria que cayó:

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
en su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera, aquella de la trenza;
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aun
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!…

(«España, aparta de mí este cáliz» de España).

La madre es corporeidad pura, es «el vientre a cuestas». Es la maestra con «sus férulas». Estas son, o bien las palmetas con que se golpeaban a los estudiantes en las palmas, o bien, las tablillas con que se reparaban las fracturas del hueso al ajustarlas al miembro dañado (muy acorde a la visión vallejiana de la madre: dolor y cura alternados). Los rasgos lingüísticos que sostiene y eluden a la vez, al lexema, la unidad de significación por excelencia, son enumerados: el canto de las sílabas, los palotes del diptongo, la letra, el alfabeto. Los lápices que acometen grafía, el delito del letrado, están quebrados. Un corderillo está convenientemente atado al tintero. El verso «Si no veis a nadie» es el eco de otro poema donde unos niños aguardaban, en la oscuridad, la llegada de los adultos. Poema escritos dos poemarios más atrás y después de mucha vida vivida. Eco de su apacible Santiago de Chuco nativo en el fragor de una guerra civil en otro océano y en otro Vallejo.

El lenguaje escrito hecho libro se tematiza:

Un libro quedó al borde de su cintura muerta,
un libro retoñaba de su cadáver muerto.
Se llevaron al héroe,
y corpórea y aciaga entró su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el ombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos seguían;
también sudaba de tristeza el muerto.
Y un libro en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver.

Poesía del pómulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón.
Quedóse el libro y nada más, que no hay
insectos en la tumba,
y quedó al borde de su manga, el aire remojándose
y haciéndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el ombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoñó el cadáver ex abrupto.

(«Pequeño responso a un héroe de la República», de España).

El libro del poema recoge la sintaxis del cuerpo, depósito de todo lo que la razón no puede aprender. Es el libro futuro del cuerpo caído de un republicano. En ese muerto que «sudaba de tristeza» arribamos (sin llegar nunca del todo) a ese paraje de muchos libros que no leeremos («un libro, atrás un libro, arriba un libro»). Vallejo recogería con igual solemnidad una línea no suya pero suya a la vez: «Abisa a los compañeros» encontrado en un papelito en el forro de un soldado ejecutado por las falanges franquistas. Un papelito que los asesinos no se dignaron a recoger (a diferencia de otras pertenencias de valor de otros muertos). Solo un poeta peruano lo recogió en la ternura y la urgencia de sus versos:

Solía escribir con sus dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

(«Pedro Rojas» de España).

Los elementos del proceso lexicográfico: papel, pluma, se hacen «papel de viento» y «pluma de carne»: es así que un cuerpo caído los dignifica. El dedo grande, de hombre y de animal que somos (o que tendremos el privilegio de ser), solía escribir en el aire, en un instante previo a la culpa de plasmar lenguaje escrito en el papel: «¡Viban los compañeros! Pedro Rojas!» La agrafía es galardón en una poética que ha desconfiado de los laudos del discurso y el proceso letrado de orden y de muerte a la vez.

El lenguaje racional, aquel precursor de lo jerárquico y de la sujeción del desvalido por omisión o ataque franco, precisa del tiempo lineal. Conceptualizamos el mundo a través de un sintagma lineal, a través de la captación sucesivas de palabras y conceptos. La historia de la poesía, sobre todo en los tiempos contemporáneos, buscó romper esa linealidad. Muchos vanguardistas de los años veinte recreaban el espacio en blanco en sus tipógrafos; la lectura propuesta no era necesariamente aquella que iba de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha (la norma en grafías de lenguas europeas). Expresaban por igual, desde la experimentación simbolista de Mallarmé, el referente esquivo. César Vallejo haría hincapié como nadie en esas nuevas maneras de expresión sin renunciar a la emotividad (emotividad que fue recibida con pasmo por sus coetáneos, recordemos la recepción de Trilce en Lima).

Según su biógrafo, Juan Espejo Astuzirraga, César niño le diría a su madre, después de que esta lo descubriera con unos panes sacados del horno de la casa escondidos en la cama de aquel: «estaba soñando que comía el pan amasado esta mañana» (Espejo Astuzirraga: 25). Este incidente le sería referido al biógrafo por el propio Vallejo; al margen de que esta sentencia haya sido cierta o no, el hecho de que se lo haya referido así a Espejo habla de una inquietud incipiente por el transcurrir lógico temporal. La imagen de un niño que sueña el pan que comerá al día siguiente se hace manifiesta de una manera solapada en otras imágenes de aberración temporal en el Vallejo adulto:

«Moriré en París en aguacero
un día del cual tengo ya el recuerdo». («Piedra negra sobre piedra blanca» de Poemas humanos).

«El traje que vestí mañana». (Trilce VI)

Como nos recuerda Samuel Yurkievich, las marcas temporales son insistentes en sus poemas: Nos dice el crítico:

El de Vallejo no es un tiempo vertical; no es el momento fecundo, de inspirado éxtasis, el punto de fusión de todas las antinomias, el que conecta con los universales, el instante en que se acoplan lo celestial con lo terreno, en que la plenitud parece eterna; no es el tiempo del idealismo romántico, de la estética trascendental ni del surrealismo. El tiempo de Vallejo es tiempo horizontal, no de instantes elegidos, sino el más cotidiano, aquél en que se sucede nuestra existencia toda, donde alternan lo nimio y lo excelso sin discriminación jerárquica; no es un tiempo místico, sino una duración que tiene mensura, que se registra objetivamente en el calendario y el reloj:

«Quemadas pólvoras, altos de a 1921». (Trilce VII).

«Diciembre con sus 31 pieles rotas». (Trilce XXI).

«Haciendo / la cuenta de que hoy es jueves». (Trilce XXXVI).

«Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
a las dos de la tarde inmortal». (Trilce XXX).

(Versos citados por Yurkievich: 45).

Vallejo desecha la posibilidad de un tiempo divino, aquel escapista del éxtasis. El poeta peruano es poeta de lo inconmensurable del ahora y del aquí. No cree en el tiempo vertical de lo divino sino en la oportunidad de la hazaña de vivir en el terrenal. Su expansión tanto espacial como temporal es horizontal. Cita ciudades y muchedumbres (como lo hiciera otro poeta vitalista yanqui: Walt Whitman). Recrea a soldados y mendigos que cercan territorios imaginados o de una realidad factual pasmosa. Los niños del mundo, en España, rescatarán a la madre patria que cae. La invitación al contraste con la poética de Jorge Luis Borges es tentadora: Borges es expansivo en sus bibliotecas inacabables, en sus laberintos y desiertos y sus argumentos de resolución abierta. Se afirma en el lenguaje racional para realzar lo vertiginoso de su referente primigenio: el mundo. La expansión de Vallejo es la de un mundo reglado por un nuevo lenguaje: el del cuerpo y la solidaridad, el del dolor y la destitución. El mundo brota de ese nuevo decir a la manera de un libro sobre un cadáver, y su resolución es futura. En Borges, el mundo siempre precederá al lenguaje y a este último le corresponderá iluminarlo en sus laberintos, en sus interminables corredores que prometen salidas que no llegan. El hombre de Borges es una pieza en su ajedrez de lo especulativo, el hombre de Vallejo es carne y grito que resuena en el laberinto derruido del lenguaje. Para ambos la cópula es aberración expresa, pero para el argentino la cópula es incorpórea, ella manifiesta el mismo terror de un espejo. Para el peruano, la cópula es sexualidad pura que engendra la posibilidad de un niño sin cobijo, un niño huérfano de mundo. Borges insinúa en sus parábolas un tiempo circular sin trascendencia, y nos recrea a sus lectores en magníficas pesadillas metafísicas. Vallejo también reniega del tiempo circular pero para él, la trascendencia se agazapa en el lenguaje lineal que reniega de sí. Habrá que escarbar duro en ese lenguaje para que brote de él un mundo solidario. La perfecta comunión de hombres y mujeres se delineará en ese nuevo decir y decirnos.

Vallejo tuvo una fuerte inclinación por la dialéctica hegeliana; no solo la asimiló intelectivamente, ella constituyó su piedra de toque anímica. Las antítesis inundan sus poemas, la lucha frontal contra el lenguaje que él usa e invoca y usa una y otra vez, e inundan por igual el testimonio directo que brindan las crónicas de Rusia en 1931, donde afirma que la masa no es nada sin el movimiento (donde la masa no puede ser otras cosa que movimiento dada su inevitable interacción con el tiempo). Masa como movimiento, se entiende, es masa trabajando. Julio Vélez nos recuerda de un título que quiso dar Vallejo a una serie de poemas en proyecto (algunos de ellos, incluidos en Poemas humanos): Instituto nacional del Trabajo, título confesado en una entrevista que el poeta diera en Madrid en 1931 [11]. En Rusia en 1931: «¿Qué vemos y sentimos en el fondo de estas formas del proceso social? El trabajo, el gran recreador del mundo, el esfuerzo de los esfuerzos, el acto de los actos» (De Rusia. Citado por Vélez: 36).

El trabajo de una comunidad socialista estará expurgado de la administración del capitalista y sus afanes de lucro. El trabajo magnifica los recursos naturales y dignifica a la persona que los modifica y trabaja para su colectividad. El capital (que quería excluirse dentro de las máximas más puras del bolchevismo) es el medio sempiterno en donde se encuentran la fuerza del trabajo, la del obrero (sea manual o intelectual) y la promesa siempre pospuesta que ofrecía el dinero. El capital es valor nominado y no de cambio, es posposición de la concreción natural entre la relación entre dos personas, entre la justa calibración de lo que es un servicio o un bien que el obrero brinda y la promesa del capitalista que entrega dinero por ello.

La familia extendida socialista afirmará el «parentesco» entre sus miembros mediante la evaluación justa del que ofrece un trabajo y de lo que se le da a cambio por este. No será así más un intercambio entre el trabajador y el capitalista que acumula dinero, sino entre trabajador y trabajador, entre hermano y hermano. El tiempo lineal que afirma Vallejo es el de la inmediatez, no el de la posposición a futuro de una compensación. El tiempo de Vallejo es el de los ahoras sucesivos, no es el de una posteridad irresuelta por el dinero. El trabajo (socialista) nos acerca más a la honestidad del ahora, del tiempo lineal que no pocas veces genera tedio (y horror metafísico insinuado en Trilce II). El capital en el régimen burgués caduco, tenía analogías con un viejo Dios: se nos prometían cosas que no necesariamente vendrían. La aniquilación del dinero y del dios de evasión eliminarían tanto una compensación material elusiva como un cielo ultramontano, pero brindaría una serie de compensaciones inmediatas en la larga aventura de forjar un nosotros en el trabajo. El trabajo, la fuerza laboral que enlaza a un trabajador con otro y que excluye al capitalista, acompasaría el devenir de la naturaleza, de la materia inexorable que modificamos. La imagen caricaturesca de hombres máquinas trabajando en fábricas (capitalistas), pensemos en Metropolis de 1929 y Tiempos modernos de 1936, se entiende; excluiría al obrero socialista involucrado directamente en la administración de «su» fábrica. No es pieza deshumanizada a la que habría que embrutecer con la ingesta de alcohol y la intensificación de las horas de trabajo, sin derecho a horas de ocio y de recreación. El trabajo dignificaría el tedio del tiempo lineal, haría improcedente toda esperanza por una compensación de dinero o por un dios emparentado indirectamente con este.

Vallejo hablará de «la estética del trabajo» en el cine de Eisenstein (Rusia) . Arte y trabajo social serán análogos para Vallejo. Podremos incluir como triada la aventura poemática del mismo bardo. La labor de hurgar en el fonema, en el significante rico en recursos, corre paralela a la labor del minero en la cantera o a la del fabricante de ladrillos con la arcilla que procesa. Materia de la tierra es materia también del significante que suena y que Vallejo transcribe en el papel. La labor del poeta es eliminar paulatinamente el tedio de la escritura y encontrar un sentido a los despuntes de su fiebre. Labor de desmontaje lingüístico es la del poeta. Sufrir como es debido, tal como dicta «El alma que sufrió de ser su cuerpo» (Poemas humanos):

«¿Qué no? ¿Qué sí, pero que no?
¡Pobre mono!… ¡Dame la pata!… No. La mano, he
dicho.
¡Salud! ¡Y sufre!»

* * *

El presente ensayo es una adaptación de un capítulo del libro Estantes oscuros: El mal como estética en el Modernismo y la literatura fantástica en Latinoamérica (siglos XIX y XX) (Lima, 2017: Fondo editorial del Congreso del Perú). El capítulo referido es el último de la colección y sirvió de contrapunto a los anteriores que aludían y trataban a escritores subsumidos (brillantemente) en una estética del mal. César Vallejo conformaría, de manera opuesta, una estética de lo solidario; y el alcance de esa estética fue en su caso, sabemos, universal.

NOTAS

[1] Franco: 10. De Jean Franco: César Vallejo, The dialectics

[2] Fló: 26. De su «Estudio preliminar» en César Vallejo, Los autógrafos olvidados

[3] Störig: 535. De Hans Joachim Störig (2013). Historia universal de la filosofía. Madrid: Anaya / Trad. Antonio Gómez Ramos.

[4] Este volumen incluiría las crónicas de sus dos visitas a Rusia entre 1929 y 1930 aparecidas en la revista madrileña Mundial, en El Comercio de Lima y posteriormente, en la revista Bolívar de Madrid. Algunas de ellas, como otras posteriores, serán reunidas en un solo volumen, Rusia de 1931, que publicaría «Ulises» en junio de 1931. De Manuel Miguel Priego, de su «Estudio preliminar» (pp. XV, XVI) de César Vallejo: Ensayos y reportajes…

[5] Colección de artículos y ensayos escritos entre 1920 y 1930 que se publicarían póstumamente junto con otra colección de ensayos: Contra el secreto profesional en 1973 en Lima bajo la supervisión de Mosca Azul editores.

[6] Poemas escritos entre 1923 y 1938, publicados póstumamente en París en 1939.

[7] Poemas escritos entre 1936 y 1938, y publicados al año siguiente de su muerte, con el prólogo de Juan Larrea y con el dibujo ya famoso de portada de Pablo Picasso.

[8] Aparecería a mediados de ese año a pesar de que en la primera aparición se imprime con el año de 1918. De la presentación de Ricardo Silva Santiesteban : César Vallejo (1997) Poesía completa. Lima: PUCP, t.1 /Edicion de Ricardo Silva Santiesteban.

[9] Franco: 586. De Jean Franco: «La temática de HN a PP»…

[10] BRUCE MARTICORENA, Enrique. Género, poética…

[11] Vélez: 34. De su Introducción a César Vallejo: Poemas en prosa…

REFERENTES BIBLIOGRÁFICOS:

BERMAN, Marshall (1988). Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. Madrid: Siglo XXI / Trad. Andrea Morales Vidal

BRUCE MARTICORENA (2013), Enrique. Madre y muerta inmortal: Género, poética y política desde los textos de César Vallejo. Lima: Fondo editorial de la Universidad San Ignacio de Loyola

ESPEJO ASTUZIRRAGA, Juan (1989). César Vallejo: itinerario del hombre 1892 – 1923. Lima: Seglusa editores.

FRANCO, Jean. César Vallejo, The Dialectics of Poetry and Silence. Cambridge

University Press, 1976. Buenos Aires: Sudamericana, 1984.

— «La temática de HN a PP», César Vallejo: Obra poética. París:

Archivos ALLCA XXe, 1988. Edición de Américo Ferrari.

VALLEJO, César. Trilce. Madrid: Cátedra, 1998. Edición de Julio Ortega.

— Poemas en prosa, Poemas humanos, España, aparta de mí este

cáliz. Madrid: Cátedra, 2000. Edición de Julio Vélez.

— Poesía Completa. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú,

1997. Edición de Ricardo González Vigil.

— Ensayos y reportajes completos. Lima: Pontificia Universidad

Católica del Perú, 2002. Edición y estudio preliminar de

Manuel Miguel del Priego.

— Autógrafos olvidados. Lima: Pontificia Universidad Católica /

Támesis, 2003. Edición de Juan Fló y Stephen Hart.

YURKIEVICH, Saúl. «En torno a Trilce ». César Vallejo. Madrid: Taurus, 1975.

Edición de Julio Ortega.

__________

* Enrique Bruce Marticorena (Lima, 1963) se doctoró en Literaturas Hispano y Luso Brasileras en el Centro de Graduados de CUNY en el 2005. Ganador del Lane Cooper de Humanidades por su tesis sobre César Vallejo (Nueva York, 2003). Ha publicado un libro de cuentos Ángeles en las puertas de Brandenburgo (1994) y otros dos de poesía y prosa poética, Puerto (1992) y Jardines (2013), además de una serie de artículos y ensayos en revistas del Perú y los EE:UU. Es autor del ensayo Madre y muerta inmortal: género, poética y política desde los textos de César Vallejo (Lima: Universidad San Ignacio de Loyola, 2014). Ha participado en diversos congresos y ponencias sobre temas de análisis literarios. Fue invitado a la Feria del Libro en la Universidad veracruzana (Xalapa, 2015), al Festival internacional de poesía de Lima (Lima, 2016) y al Festival de poesía latinoamericana del Museo Nacional de Argentina (Buenos Aires, 2016). Maneja dos blogs: «Andando de paso» de lamula.pe sobre cultura y sociedad, y enriquebruce.blogspot.pe sobre ficción y ensayo. Ejerce la docencia universitaria en Lima. Su email: embruma@gmail.com

 

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