Escritor invitado

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LA SIRENA DE SU CATÓLICA MAJESTAD

Por Homero Quezada Pacheco*

Poco antes de promediar el siglo XVI, gracias a los artificios del peje reverso ―utilizado en la pesca por los indígenas taínos que aún sobrevivían―, se logró dar captura a una sirena en las costas de Jaragua, al suroeste de La Española.

Tanto nativos como peninsulares quedaron pasmados ante la gallardía de la criatura: su talle de reloj de arena se integraba con armonía a una espléndida cauda de pez cuyas escamas despedían destellos tornasolados bajo la luz de la mañana; su rostro era altivo y agraciado, de vago perfil sarraceno; y de su cabello, oscuro y ondulado, le brotaba cerca de la frente un mechón blanco que le confería un aire de pitonisa.

La Audiencia de Santo Domingo, a solicitud expresa del gobernador, realizó las gestiones oportunas para trasladar a la cautiva hasta Europa, con el propósito de ofrecerla como dádiva al príncipe Felipe de Habsburgo, futuro rey de España, a quien sus súbditos aclamarían como «el Prudente».

Durante la travesía por el Atlántico, la tripulación de la nao se fue habituando a la extraordinaria prisionera que, sumergida hasta la cintura en una honda pileta elaborada con duelas de guayacán, algunas madrugadas de luna, solía enfrascarse en dibujar minuciosamente otras sirenas (el capitán le había procurado un cálamo y le suministraba papel y tinta luego de que, una vez, la descubrió trazando con el dedo esbozos de agua sobre la madera del habitáculo donde iba recluida).

En Barcelona, Felipe y la nutrida corte que lo escoltaba ―gentileshombres, estadistas, sabios, militares, religiosos―, así como su séquito de servicio en pleno, admiraron con regocijo el ser prodigioso traído desde las Indias remotas. De inmediato, el príncipe determinó sumar a la sirena a la comitiva imperial ―como insólito laurel de esplendor y poderío― para consumar la «gran vuelta»: un viaje a través de Italia, el Sacro Imperio Romano y los Países Bajos, con miras a que el inminente heredero al trono conociera las provincias que regiría y a foguearse en política y diplomacia.

La primera escala del periplo se realizó en Génova. Después de una multitudinaria recepción, Felipe fue conducido al Palacio Doria, donde sería hospedado. La sirena, asegurada en una especie de amplia barrica, había sido llevada directamente desde el muelle hasta la recámara designada a Su Alteza. Felipe, ahíto de expectación, tenía previsto mostrar a la confinada al príncipe de Ascoli, que arribaría a la ciudad hacia el amanecer. El aposento, guarnecido con esteras, obras de arte y objetos emblemáticos, lucía en sus muros una serie de tapices de lana en los cuales se recreaba la navegación de Eneas.

Esa noche, agotado por el trajín de la jornada, el príncipe durmió profundamente, acaso arrullado por el leve rumor que hacía la sirena al dibujar en la penumbra, con su inseparable cálamo, sobre una hoja de papel de algodón.

Al día siguiente, desde su lecho, lo primero que Felipe notó fue la ausencia de la sirena. En efecto, la barrica estaba vacía; alrededor, en el piso, únicamente había goterones esparcidos. A punto de reclamar la presencia del camarero mayor, el príncipe advirtió con progresivo asombro que también había desaparecido el primer tapiz de la serie (donde Eneas extendía los brazos al cielo, suplicante, para clamar el auxilio de Venus, su madre); en su lugar, un tejido de seda representaba a una sirena sin brazos; el cabello y la cola, cuyo extremo semejaba la cabeza de una serpiente, se unían por encima del torso arqueado: en conjunto, la figura formaba un círculo perfecto.

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El cronista Marco Guazzo, en la última edición de su Historie di tutte le cose degne di memoria (1552), afirmó que en Génova, además de la sirena, el príncipe Felipe llevaba consigo tres sátiros, asimismo provenientes de las Indias. El historiador y folclorista peruano José Durand, sin embargo, estaba convencido de que estos últimos no eran más que simples monos.

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* Homero Quezada Pacheco. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas y Maestro en Estudios Latinoamericanos (Literatura) por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), institución en la cual se desempeña como editor. Ha sido redactor en publicaciones periódicas de la editorial Fondo de Cultura Económica. Ha colaborado con reseñas bibliográficas y notas en suplementos mexicanos como Hoja por hoja, La Jornada Semanal y Laberinto [Milenio Diario]. Ha publicado, por otra parte, artículos de investigación literaria en revistas arbitradas como Tema y variaciones de literatura, Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos y La Colmena. Cuentos suyos se han publicado en antologías del género y en revistas electrónicas como Narrativas (España) y Cuadrivio (México).

 

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