LAS LÁGRIMAS DE INOCENTES A CAUSA DEL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA
«Lo increíble de la guerra es que cada jefe de asesinos
hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente
a Dios antes de lanzarse
a exterminar a su prójimo».
(Voltaire).
Esta es una historia vivida por una de las tantas, miles, de víctimas del Conflicto Armado:
A continuación les voy a narrar uno de los sucesos más difíciles que tuve que afrontar en mi niñez y que hoy, al pasar de los años, siendo una persona adulta, me imagino como hubiera sido de diferente mi futuro, el de mis hermanas y mi madre, si no hubiera sido víctima del conflicto armado, de manera directa y hubiera crecido en una familia unida, feliz, contando con el apoyo de mi padre, el cual era una persona trabajadora, cariñosa, responsable, que luchaba día a día por nosotras, pero que un día, por causa de unos desgraciados que solo les gustaba sembrar el terror en la zona para que los vieran como los más fuertes, asesinaron, secuestraron, hurtaron, torturaron y enterraron en fosas comunes a muchas personas, incluido mi padre, aprovechándose de personas inocentes que sólo querían tener una vida tranquila.
Todo inició en 1989. Vivíamos en Milán, Caquetá, en la vereda La Libertad, lugar en donde teníamos una parcela en la que mi padre trabajaba con mi madre, cultivando hortalizas para consumo interno y para vender en el pueblito, para satisfacer necesidades básicas. Nosotras éramos sólo unas niñas empezando a vivir y sólo pensábamos en jugar y asistir a la escuela. Mis hermanas de 12 y 9 años y yo que tenía 6, nos tocaba madrugar para alistarnos e irnos en un caballo a la escuela, la cual quedaba como a 20 minutos de la parcela.
Esa zona estaba en poder de la guerrilla y ellos sembraban el terror. Un día, siendo las dos de la tarde veníamos de la escuela y había un grupo de esos desgraciados y comenzaron a molestarnos y nos dijeron que le avisáramos a mi padre que a las 5 se iba a realizar una reunión en la escuela, entonces que por favor no faltara, porque se iban a tratar temas de interés para la comunidad.
Desafortunadamente, cuando llegamos a casa, mi papá estaba trabajando donde un amigo, en otra vereda y llegó cansado a las 5:30 p.m., le dimos la razón y dijo que ya era tarde, que ya no iba. Al otro día, a las 5 de la mañana, llegaron unos hombres armados a la casa y llamaron a mi padre y lo insultaron diciéndole que «qué era lo que él se creía, que por qué no había asistido ayer a la reunión», él les explicó la causa, pero esto no es importó y desde ahí lo comenzaron a tildar como un colaborador de los paracos. [*]
Ya en el año 2000 tuvieron un enfrentamiento entre paracos y guerrilleros y dicho enfrentamiento se dio muy cerca de la parcela donde vivíamos y un paraco llegó con fusil en mano y dijo que necesitaba el caballo para llevarle agua a los hombres que estaban luchando. Mi padre cabizbajo le dijo «llénvenlo». El comandante le respondió «llénvenlo no, valla cójalo y me lo alista». Mi papá corrió y le alistó el caballo y se lo llevaron.
Desafortunadamente, esos grupos obligan a personas inocentes a hacer cosas que los adversarios van a pensar que uno pertenece a ellos y termina sucediendo lo que a mi familia le pasó. Esta situación fue muy dura para nosotras, escuchar ráfagas de ametralladora, bombas, granadas, un ruido tremendo que ya casi nos reventaban los tímpanos y nos causaba mucho terror pensar a qué horas íbamos a volar en pedazos.
Terminado el combate y siendo vencedores los guerrilleros sentimos un descanso porque afortunadamente todos estábamos bien. Pero, no sabíamos lo que iba suceder al otro día. Nos acostamos felices, tranquilos porque ya no había más fuego cruzado. Mi padre era un hombre trabajador y a las cinco de la mañana se levantó y encontró una orden donde nos daban doce horas para que desocupáramos la parcela. De una vez se desesperó, nos despertó a todos y nos comunicó la noticia y yo con tan sólo seis años. Aún no logro borrar de mi mente cómo mi padre y mi madre lloraban preguntándose qué habían hecho mal.
A las cinco y media de la mañana, que ya aclaró, mi padre miró como a 50 metros de la casa, al caballo muerto. Ahí supo que era un mal entendido y que seguramente lo estaban tildando de paraco y por eso lo estaban desplazando de su parcela, que con el sudor de su frente había conseguido.
Mi padre no se resignaba a dejar todo botado. Nos hizo empacar solo la ropita, el resto lo dejó bajo llave y nos fuimos para Milán, donde un amigo que tenía. El señor, muy amable, nos dejó quedar en su casa unos días. Transcurridos los días, mi padre no pudo conseguir trabajo y el amigo de mi padre era tan bajo de recursos como nosotros y nos dijo que era mejor que nos fuéramos para Florencia, que allí era más fácil conseguir trabajo y empezáramos una nueva vida, porque la poca comida que había allí, se había agotado.
Mi padre le decía que no, que el no iba a dejar su parcela botada y nos comunicó que al otro día iba a hablar con el comandante de la guerrilla para explicarle las cosas. En medio del desespero le decíamos que no lo hiciera y que nos fuéramos para Florencia. Él, no nos escuchaba y decía que eso era lo que iba a hacer y si no se podía solucionar entonces se irían para San Vicente.
Al otro día madrugamos, oramos y luego nos despedimos como presintiendo que todo iba a salir bien y mi padre se fue en busca del comandante de la guerrilla. Lo esperamos todo el día y nunca regresó.
Al otro día salimos a buscarlo a un lugar cercano en donde los vecinos nos indicaron, con mucho temor de que a nosotros nos pasará lo mismo… Bajo esta circunstancia, lo primero que se le viene a uno a la mente es lo peor, pero nadie nos dio razón exacta. Fue muy duro para nosotros afrontar esta situación, de estar las cuatro solas, sin mi padre que era todo para nosotras. De haber sabido que mi padre nunca iba a regresar, me le hubiera aferrado a los pies y no lo dejo marchar.
Nos radicamos unos meses en Milán, esperando que mi padre regresara. Mi madre logró encontrar un trabajo de cocinera en un restaurante y con eso pagábamos la pieza donde vivíamos las cuatro. Pero esa espera terminó cuando un día, un compadre de mi papá, que vivía cerca de la parcela, le comentó a mi mamá que un guerrillero amigo de él le había contado que al compadre lo habían tildado de ser colaborador de los paracos y se lo habían cobrado, torturándolo y posteriormente, asesinándolo. Le habían arrancado las uñas, lo habían cortado en varias partes con una motosierra, hasta morir. Luego, lo habían llevado con otros cadáveres para una montaña y los habían enterrado en una fosa común.
Es increíble que por unos hombres que quieren tomarse el poder por la fuerza, sucedan tantas cosas a las familias en un país como el nuestro.
De la familia unida y feliz que éramos, nada quedó. Mi madre tuvo que separarnos, a mí, por ejemplo, me envió para donde mi abuela a que me acabara de criar y a mis hermanas donde unas tías.
Eso fue muy difícil, ya que a los 9 años comencé a trabajar para mí y para mi abuela que ya estaba de edad y no hacía sino sacarme todo en cara y despacharme para que la dejara vivir sola como a ella en realidad le gustaba. Igual suerte tuvieron mis hermanas. No les cuento más de mi pasado, porque las lágrimas no me dejan.
Lo único que sí tengo claro, es que si no hubiera sido por esos desgraciados que acabaron con mi familia, asesinando a mi padre y desplazándonos de la parcela que con tanto esfuerzo había conseguido, en la que todos los días madrugaba con mi madre a trabajar para que nada nos faltara, nuestras vidas hubieran sido muy diferentes y que gracias a ellos nunca tuve lo que siempre soñaba: llegar a viejita al lado de mi padre y mi madre.
«La guerra terminaría si los muertos pudieran regresar» (James Baldwin).
Wilfer Fernando Figueroa Carvajal (recopilador)
Programa de Derecho
Universidad de la Amazonia
* * *
HISTORIA FAMILIAR Y PERSONAL
Mi nombre es Adriana Orozco Quintero. Nací en el año 1989, el 22 de abril, en el municipio de Páez, Belalcázar, conocido como Tierradentro, ubicado en el Departamento del Cauca. Mis padres son Gabriel Orozco Campo y mi madre Rosa María Quintero Gaona.
En Páez viví año y medio y nos mudamos a Iquira, municipio ubicado en el Departamento del Huila, [con] mis familiares maternos, mi Abuelo Jorge Quintero y Rosa María Gaona, debido a que mi padre iba a trabajar en la finca de mi abuelo recolectando café. En Iquira fue donde inicié mis estudios, realicé el kínder y medio año del grado primero.
En junio del 1995 volvimos a vivir a Páez, porque mi papá quería estar cerca de mis abuelos paternos, ya que hacía un año se había dado la tragedia que enlutó al municipio con el terremoto del 6 de junio de 1994, en el que se produjeron deslizamientos y represamientos en el río Páez. Cerca de 1.200 personas fallecieron y miles de parcelas quedaron sepultadas bajo el lodo. Según relatos de la comunidad «los habitantes de Belalcázar se refieren al hecho como la reacción del Nevado del Huila ante los desmanes de los paeces que se estaban volviendo violentos y borrachos». Lo que aclaran algunos, es que «no se trató de un castigo, sino de un remedio para la zona que estaba afectada por esa enfermedad de cultivos ilícitos, ya que antes de 1994 la población estaba incursionando mucho en minería ilegal y en cultivos de uso ilícito (coca, marihuana, amapola) y dicen los mayores que la reacción del nevado (del Huila) fue en defensa del territorio por todas las afectaciones que estaba sufriendo. De esa forma se subsana el daño. Hoy no hay cultivos de uso ilícito» [1].
Mis padres me matricularon en la Institución Educativa Normal Superior Enrique Vallejo De Tierradentro, para que realizara el otro medio año de grado de primero.
Fue muy difícil para mí adaptarme, pero gracias a una profesora que me motivaba, pude seguir adelante. En esta institución realicé la primaria y el bachillerato, el cual terminé en el año 2005.
Como ya había terminado mis estudios, tenía que decidir qué iba hacer, si continuaba estudiando en la Normal el Ciclo Complementario o iniciaba los estudios universitarios; y eran decisiones muy difíciles, porque si optaba por la universidad tendría que separarme de mis padres. Lo duro era por ser hija única.
Realicé el procedimiento de inscribirme en varias universidades y una de ellas fue en la Universidad de la Amazonia, en la cual fui admitida para iniciar la carrera de Contaduría Pública y como ya tenía el cupo, me tocó en enero del 2006 alistar maletas y viajar a Florencia, Caquetá. En ese momento tenía muchos sentimientos encontrados, de tristeza porque dejaba a mis padres para comenzar otra etapa de mi vida y feliz porque iniciaría mis estudios superiores.
Fueron cinco años de la carrera universitaria y en febrero de 2011 obtuve el título de Contadora Pública. Ya siendo profesional tenía una relación de noviazgo con una persona muy especial, con la cual conformamos una familia y el día más hermoso fue el 25 de julio de 2012, cuando nació mi hija Jhamni Issavella Chavarro, feliz y agradecida con Dios por tan hermoso regalo.
En el año 2014, decidí continuar con mis estudios, donde obtuve el título de Especialista en Evaluación y Formulación de Proyectos, fue otro logro para mi vida tanto profesional como académica. Desde que nació mi hija he estado trabajando con mi compañero permanente en la oficina que él tiene de abogado. Por ello, me pareció muy interesante estudiar derecho. Fueron varias las veces que me inscribí para ingresar a la Universidad a la Amazonia. En el segundo periodo del 2016 decidí que sería el último intento que haría y me inscribí. Cuando un día me llega el mensaje al correo: «usted fue admitida para Derecho», fue una alegría inmensa el recibir esa noticia.
En esos días me empecé a sentir con mucho malestar, decaimiento y era porque, adentro de mí había otro regalo de Dios, entonces en el año 2017, iniciamos con mi bebé, el primer semestre de Derecho. Gracias a Dios se dieron todas las cosas porque el nacimiento de David Santiago fue el 19 de junio. Ya estaba en vacaciones de la universidad.
Actualmente estoy realizando el segundo semestre y estoy viendo la materia de Sociología Jurídica, materia en la cual la docente Dennis, nos encomendó realizar un escrito o relato de si hemos sido afectados directa o indirectamente por el conflicto armado en Colombia. Es por ello que en la parte inicial de este texto, relato mi historia personal y familiar, que no está completa como uno quisiera y en la segunda parte del documento daré a conocer el contexto de mi municipio y antecedentes del conflicto. En la tercera parte compartiré unos cortos relatos de mis amigos y familiares en los que expongo como indirectamente también me afectó el conflicto.
EL CONFLICTO ARMADO
RESEÑA HISTÓRICA
El municipio de Páez, fue constituido mediante Decreto No. 1510 de diciembre 13 de 1907, firmado por el señor Presidente de la República, General Rafael Reyes Prieto. Está ubicado en la zona nororiental del departamento del Cauca, en las estribaciones de la cordillera central, en límites con los departamentos de Huila y Tolima. Posee una extensión aproximada de 185.204,4 ha. Su división político–administrativa consta de la cabecera municipal Belalcázar, corregimientos Riochiquito e Itaibe y quince (15) resguardos indígenas. Forma parte del área territorial conocida como Tierradentro.
La población del municipio es de 40.643 habitantes y una característica especial es la de ser un municipio pluriétnico: encontramos indígenas paeces, negros y mestizos. Se considera el segundo pueblo indígena de Colombia en cuanto al tamaño de su población: 138.501 personas [2].
ANTECEDENTES DEL CONFLICTO
Para el año 1985, unos 60 mil indígenas paeces, coconucos, guambianos y puracés tuvieron dificultades para subsistir por las constantes amenazas y asesinatos de los que eran víctimas por grupos subversivos. El 5 de octubre de 1985, el Frente 6 de las FARC ingresó al resguardo indígena de Vitoncó, en el municipio de Páez, Cauca, y asesinó con varios impactos de bala a cuatro nativos. Dos personas más desaparecieron.
Las víctimas eran indígenas paeces. El Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), protestó por la matanza y denunció que varios de sus miembros habían recibido amenazas de muerte por parte de las FARC, por lo que se vieron obligados a salir huyendo. Días antes de la masacre, el Frente 6 de las FARC asesinó a otros indígenas de la comunidad.
Años antes, las FARC apoyaron a los indígenas del departamento en su lucha por recuperar la tierra que terratenientes les habían quitado, pero en la década de los ochenta, los guerrilleros empezaron a tener confrontaciones con los indígenas por diferencias políticas [3]. Para el año 1993, el Frente 6 pasó a formar parte del Comando Conjunto Occidental, que integró en ese año a varios frentes de las FARC como un bloque [4]. Para el 21 de octubre de 2002, 70 guerrilleros de la columna Jacobo Arenas y del frente 8 de las FARC habrían muerto, cuando fueron destruidos dos camiones cargados con cilindros y dinamita, los cuales fueron impactados en la vereda Guadualejo, a 20 minutos de la cabecera municipal, por parte de aviones de la Fuerza Aérea, tras huir, luego de intentar tomarse el municipio de Páez–Belalcázar, en el oriente del Cauca.
Los combates empezaron a las 10 de la mañana cuando cuatro helicópteros artillados, el avión fantasma y miembros de la Policía y el Ejército, repelieron el ataque. Los agentes Ángel Andrés Caicedo y José Antonio Ramiro Velázquez, pertenecientes a la estación de Policía del municipio, fueron fusilados por los guerrilleros a pesar de que ellos se habían entregado. Igualmente un indígena, no identificado, que se opuso al ajusticiamiento, también fue asesinado. En los combates realizados en el casco urbano de Páez–Belálcazar murieron un soldado y tres subversivos. Dos miembros de la Policía están desaparecidos.
Para el 4 de abril de 2008, en el resguardo de Wila, se presentó una dificultad: el conflicto armado. En la zona, de influencia guerrillera y a donde llegó el Ejército en enero del 2008, los constantes enfrentamientos y el temor en sus habitantes dificultan las labores de prevención y atención de los organismos de socorro [5].
Para el 26 de febrero de 2011, la guerrilla ataca de nuevo, esta vez en el nororiente caucano, en una zona no muy diferente donde habitan los indígenas Nasa. Un helicóptero que llevaba dinero con destino al Banco Agrario fue asaltado en tierra, dejando cuatro policías y dos civiles muertos.
Para el 15 de septiembre de 2011, dos confrontaciones armadas entre el Ejército y la guerrilla se presentan en la cabecera municipal de Páez–Belalcázar en el nororiente caucano. La guerrilla intentó ingresar a la localidad de Páez, ubicada en límites de los departamentos de Cauca y Huila. Inicialmente, los subversivos lanzaron tatucos [**] contra la estación de Policía. Una de las cargas explosivas cayó en una vivienda en cuyo interior, por fortuna, no se encontraba ninguna persona [6].
Para el 16 de septiembre de 2011 los habitantes del municipio de Páez–Belalcázar vivieron momentos de angustia por los ataques que se presentaron por parte de la guerrilla de las FARC.
De acuerdo con la información, un fuerte hostigamiento se presentó cuando guerrilleros lanzaron cargas explosivas contra la población. La situación se tornó más dramática porque en ese momento los estudiantes de la institución educativa ubicada en el casco urbano, salían de la institución y una de las cargas cayó muy cerca de la sede en la que estudian los alumnos de preescolar.
Afortunadamente los estudiantes ya conocen cuales son las medidas que deben adoptarse para protegerse de los ataques y todos acudieron al aula máxima de la institución. Los combates se volvieron más fuertes cuando los helicópteros llegaron a la zona y empezaron a disparar desde el aire. Cerca de las cuatro de la tarde regresó la normalidad a la localidad en donde aún permanece la Fuerza Pública [7].
Para el 28 de febrero de 2012, un fuerte hostigamiento entre las Farc y el Ejército se presenta ahora en el municipio de Belalcázar. El hostigamiento, que duró casi 45 minutos, no dejó personas heridas, pese a que la comunidad que estaba reunida en la plaza principal estaba cobrando los subsidios de familias en acción y quedaron en medio del fuego. La guerrilla envió «tatucos» y lanzó explosivos al perímetro urbano, pero no se registraron tampoco daños. La Policía y el Ejército respondieron efectivamente y lograron que los subversivos se retiraran del lugar. La comunidad se encontraba resguardada en la iglesia, ante la imposibilidad de regresar a sus hogares [8].
Para el 22 de marzo de 2012 presuntos guerrilleros de las FARC atacaron en la mañana el poblado de Belalcázar, ubicado en la cabecera municipal de Páez, y dispararon contra la estación de la Policía y una base militar [9].
Para el 19 de abril de 2012, el grupo denominado Águilas Negras Rastrojos reparte clandestinamente, y debajo de las puertas de las viviendas de algunos resguardos de la zona, un comunicado a la opinión pública en donde mencionan su pertenencia a las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) y amenazan de muerte a los líderes indígenas acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla y del narcotráfico, advirtiendo su presencia en la zona y su labor de «limpieza».
En días posteriores al Resguardo de Mosoco llegan amenazas a los dirigentes acusándolos de tener nexos con la guerrilla, en donde mencionan el riesgo que corren cada una de sus familias y les advierten de las acciones de venganza que vienen por las supuestas muertes de soldados en la zona.
Para el 16 de julio de 2012, en la vereda Quiguanas, en la vía que conduce de Páez a Inzá, es interceptado el vehículo de la Alcaldía Municipal por cuatro hombres armados con fusiles, vestidos con prendas y calzado militar y cubriendo sus cabezas con capuchas. Preguntaron por el alcalde municipal y por algunos líderes de las organizaciones indígenas con nombre propio.
Dentro del vehículo solo se encontraba el conductor y comunero indígena, quien fue bajado a la fuerza del carro, tirado al piso, arrastrado y sometido en el suelo; los sujetos dijeron que la próxima vez no se escapaban las personas que buscaban y luego de esta advertencia quemaron el carro.
Para el 31 de diciembre de 2012, en la zona se presentaron fuertes combates. Doce subversivos muertos, la incineración de vehículos militares y el desplazamiento masivo de comunidades indígenas y campesinas del municipio de Páez–Belalcázar, es el resultado de los combates que sostienen las tropas de la Brigada Novena con subversivos de las FARC.
La situación de orden público en la zona es muy delicada y fue generada por la búsqueda de la Fuerza Pública del cabecilla guerrillero conocido como «Macho Man», quien estaría en esta región del departamento. Como resultado de las operaciones por tierra y aire, al menos tres vehículos del Ejército fueron destruidos por los insurgentes entre los caseríos de Cohetando y Guadualejo.
Las tropas respondieron y en los enfrentamientos murieron doce guerrilleros de la columna móvil Jacobo Arenas y otros quince milicianos resultaron heridos. Además, los habitantes de la zona se desplazaron a raíz de los combates y se encuentran en colegios y escuelas del sitio conocido como El Cabuyo… [10]
Para el año 2014, se enfrentaron los guerrilleros de las FARC, contra una base del Ejército que estaba localizada en el cerro La Muralla, vereda cerca al casco urbano, donde resultaron heridos tres militares, que fueron atacados con ráfagas de fusil y «tatucos» durante aproximadamente una hora. Tres de los artefactos impactaron las trincheras donde estaban los uniformados [11].
Para el 28 de febrero de 2015, Miembros del Gaula Militar del Huila fueron víctimas de un atentado en el municipio de Páez, Cauca, por miembros del Frente Sexto de las Farc, al mando de alias «Duván», jefe de la comisión de finanzas de este grupo.
Según un comunicado que dio a conocer la Novena Brigada del Ejército, Unidades del Gaula Militar se trasladaron a la zona donde se registró un fuerte enfrentamiento con integrantes de la guerrilla. Cuando los soldados regresaban, fueron atacados con ráfagas de fusil y granadas de mano, en el sector conocido como Talaga, jurisdicción de Páez, Cauca.
El acto dejó como saldo un suboficial y un soldado levemente heridos, que fueron trasladados a la ciudad de Neiva para ser atendidos» [12].
RELATOS DE FAMILIARES Y DE AMIGOS
PRIMER RELATO
Mi nombre es María, fui docente en una vereda del Municipio de Páez, Cauca, víctima de desplazamiento forzoso por amenazas debido a que mi pareja y padre de mi hijo, pertenencia a las fuerzas militares, era soldado profesional. Mi historia es larga, pero contaré algo de ella, me sentí afectada emocional, social y culturalmente de todas las formas posibles, porque a raíz de eso perdí el trabajo, perdí mi familia, me alejé totalmente de mi familia, que es lo que uno más quiere, con la que crecí, con la que conviví muchas cosas. De un momento a otro se acabó ese lazo familiar y me ha sido difícil afrontar esa situación.
Con respecto a mi hogar, se acabó totalmente todo [sic]. Con respecto al trabajo, en cuanto a la educación, también me separé de la comunidad donde trabajaba, fue duro y el saber que uno queda sin un trabajo, es difícil, me costaron muchas lágrimas y al final de todo doy gracias a Dios que ya eso pasó, porque estoy muy bien gracias a Dios, no he aguantado hambre y así no tenga todo lo necesario tengo salud y vida, además que estoy con mis dos hijos en Popayán.
Esta situación me ha afectado emocionalmente porque uno no sabe en qué momento le va a pasar algo a los hijos o a uno, que reciba una llamada negativa. Eso infunde mucho miedo, un temor al salir y cuando uno no ha hecho nada malo, pues no tiene porque, yo decía «si yo no le he hecho nada malo, no le he causado daños a nadie, no tengo porque correr y huir», la situación es porque el padre de mi hijo trabaja en el ejército y una persona muy amiga, una supuestamente amiga, compañera de trabajo hizo todo. En la investigación salió todo a la luz pública: me llamó la policía, me comentaron todo como fue, se aclaró la situación, entendí por qué y me tocó pagar con lágrimas y con el destierro de mi pueblo.
Acá en Popayán tuve una experiencia muy bonita porque recién llegué, me vinculé a la Secretaría de Educación y ahí estuve dos años y medio, en los cuales aprendí muchas cosas con respecto a la gestión administrativa en la entidad, en la que pasé por varias oficina y aprendí de todo, con gente muy bonita, que me ayudó mucho, me orientaban y eso es algo que le agradezco a Dios: que conocí gente que hasta ahora, cuando necesito algo o una explicación ahí están para ayudarme.
La gente de la gobernación me ayudó mucho también, era como consentida porque sabían que era de Páez y que era un conflicto armado terrible, madre cabeza de familia, con un hijo tan pequeño, con una mamá mayor de edad y enferma, que no tenía donde vivir. Entonces me ayudaron mucho y le agradezco a Dios, porque las cosas pasan porque así tienen que ser, allá se me cerró una puerta en Páez y acá en Popayán se me abrieron muchas, tengo mi trabajo y no me quiero regresar.
De Bogotá me llamaron de Acción Social y me dijeron que si me quería devolver para Páez, no lo pensé dos veces y les dije no, no quiero, porque el futuro de mis hijos esta acá, si yo salí por circunstancias difíciles pues las afronto. Cuando yo recibí una amenaza de parte de un grupo subversivo, el Sexto Frente de la FARC, fue muy duro. Inicialmente no creía y todo se fue dando y como en esos días habían pasado tantas cosas, tan difíciles, en Belalcázar, por la muerte de varias personas por parte de ese grupo, sentí muchísimo miedo. Fui a la policía, comenté el caso, eso fue el sábado, esperé hasta el lunes, el martes me acerqué a la Alcaldía, no encontré al alcalde, también fui a la policía, tampoco, no me solucionaron nada y me dirigí a la Fiscalía.
Cuando en ese momento eran las 9 de la mañana, iba con mi madre cuando hubo una toma guerrillera, creí que ese era mi último día, me habían anunciado que si volvía al trabajo me iban a quitar la vida, entonces me asusté horrible. De todos modos nos abrieron una puerta y nos quedamos hasta que llegó mi hermano y después nos fuimos para la casa con mi mamá.
En esa toma entró una bala a la casa de mi hermano, cayó a la cama, dando gracias a Dios que los niños no estaban ahí. Estaban en la cocina donde había una terraza pequeña. Es difícil porque uno no sabe en qué momento le pueden arrebatar la vida, así sea un familiar, un amigo, o un vecino, es muy duro, esos días eran críticos en Páez, por que sonaban las balas durante todo el día hasta llegar la noche y para mí era muy difícil tener que estar escondida encerrada sin saber que iba a pasar.
Me hicieron una advertencia, un funcionario de la Alcaldía, me dijo, es correcto, si es cierto que de parte de ellos corre sobre usted una amenaza y es mejor que usted se vaya de este pueblo, porque ya pasó con un señor de apellido Valencia. Asimismo cuando ellos se ensañan con cualquier persona y lo hacen hasta que salga y lo suyo es porque su esposo trabaja en el ejército, entonces ellos no comparten eso. Así hacían ellos salir a varias personas, iban ya tres profesoras que habían hecho salir de Páez, porque a los familiares, les habían quitado la vida el mismo grupo subversivo, entonces era muy difícil en Páez.
El pueblo estaba pasando por una situación muy difícil, situación conflictiva terrible y más para la parte norte del pueblo, eso era a diario que uno tenía que encontrárselos. No pasaba nada. Solamente me los encontraba y nada más, pero cuando ya me hicieron esa advertencia, sí tuve mucha precaución, estuve al borde de la muerte a una ocasión, pero gracias a Dios no pasó a mayores y aquí estoy para contar la historia. Muchas [personas] perdieron la vida por allá, no me acuerdo los nombres, por parte de ese grupo armado, fue terrible.
Por eso en la Unidad de Víctimas me dieron un papel, una Resolución donde ya me declaran como una víctima más del conflicto armado de Colombia, porque en Páez eso era lo que se vivía a diario, eso era cada ocho o cada quince días, cualquier día de la semana. Entonces, eso me ayudó bastante, porque eso que estaba pasando era correcto, era verídico y a mí por eso me dieron la salida más rápido, porque allá no se podía vivir tranquilamente. Ahora es que ha cambiado la situación, incluso voy al pueblo porque nada debo y no le he causado daño a nadie.
SEGUNDO RELATO
Mi nombre es Juan, nací en Belalcázar–Páez, Cauca. Igual que mi familia, mi madre, mis hermanas y mis abuelos maternos, nací y estudié toda la primaria y todo el bachillerato en Belalcázar–Páez; y después del bachillerato, me fui del pueblo. Realmente en el tiempo que viví allá, más o menos entre 1988 y 2005, fue el periodo entre la primaria y el bachillerato.
En esa época digamos, realmente era un conflicto en este sector Caucano que estaba regido por la guerrilla, principalmente la guerrilla de las FARC y en especial en la cabecera municipal que era Belalcázar donde yo vivía. Era un pueblo que de manera muy reiterada, era hostigado subversivamente por la guerrilla de las FARC. El pueblo tenia una estación de policía, realmente típica estación de un pueblo con unos pocos policías que no daban abasto para un enfrentamiento armado de este tipo. Realmente no me acuerdo por cuántos hostigamientos pude haber pasado cuando vivía allá, pero sí fueron bastantes, en los cuales los subversivos ingresaban al pueblo, los alcanzaba a mirar, en las calles del pueblo, y veía también como dieron de baja a muchos policías y a civiles que, por encontrarse en medio del enfrentamiento, los daban de baja.
En mi familia, caso específico, gracias a Dios, nunca hubo pues, de forma directa, una afectación de los grupos armados, nunca se dio. Es decir, no hubo ningún heridos por parte de mi familia o alguien que le hubieran disparado o de pronto que se hubiera encontrado muerto o desaparecido, pues eso pasaba mucho en ese entonces y pasa mucho todavía. Entonces no nos pasaba tan cerca, o uno no se da cuenta.
De todas maneras, si hubo una época que se recrudeció mucho el tema de los hostigamientos y obviamente siempre existía pues la incertidumbre de que uno estuviera en la calle y en ese justo momento se entraba la guerrilla, y de hecho así nos pasó muchas veces y tocaba que [sic] correr hacia las casas a buscar refugio o en las madrugadas la angustia de la familia de buscar un sitio dentro de la misma casa, porque igual habían balas perdidas que podían entrar fácilmente por las cubiertas. Entonces uno trataba de buscar los sitios más seguros de la casa. Siempre había esa incertidumbre y uno no podía estar tranquilo el 100% del tiempo estudiando, en la calle o en la misma casa, porque podía entrar en cualquier momento la guerrilla.
Sin duda, en mi caso particular no hubo una afectación tan directa, aparte de lo que comento por la incertidumbre de no poder vivir tranquilo, porque en cualquier momento se podía entrar la guerrilla y demás podían atacar con cilindros, que era algo muy común. Eso también creo que a muchas familias las obligó al desplazamiento, que si se vieron afectadas más directamente por el conflicto armado. En mi caso, pues, terminé el bachillerato y fue realmente una opción porque una siempre busca, digamos, un crecimiento. En cuanto a la educación superior y de educación superior allá casi nada, por no decir otra cosa. Esa opción es muy restringida, prácticamente casi nada y uno buscaría esa oportunidad para que sea una seguridad para la familia.
TERCER RELATO
Mi nombre es Francy, soy del municipio de Páez Belalcázar en el departamento del Cauca. En cuanto a la pregunta, si he sido afectada por el conflicto armado, es muy triste lo que uno ha vivido a raíz de la guerra. Mi historia es y me recuerda mucho, cuando la primera vez fui trabajar como docente en la inspección de Rio Chiquito del mismo municipio y me correspondía trabajar en una vereda llamada San Rafael.
Ese primer día me desplacé con mucha alegría a trabajar como docente, los niños me esperaban a la orilla de la carretera y empezamos a ascender la montaña y estaba todo lleno de ejército, entonces le preguntaba a los niños que si pasaba algo y ellos decían que no. Cuando llegué a la escuela, mi sorpresa fue muy grande porque estaba llena de ejército y tenían amarrados a dos personas y pues esas personas eran guerrilleros que habían cogido.
Cuando empecé hablar con el señor representante de la junta de la vereda, el señor me decía que «tranquila profe, que no pasa nada», entonces la posición mía era que primero que todo tenían que sacar a esas personas de la escuela porque no es permitido que ellos estén en esta zona pública y más que habían niños.
Cuando estas personas empezaron a salir y estaban esperando que llegara el helicóptero para desplazarse y llevarse a las dos personas, empezó un tiroteo desde la montaña, empecé a llorar y gritar. Para mí fue muy triste, ya que había visto muchos combates en Belalcázar. Ese primer día lloré bastante, los papitos me decían «profe tírese al piso no se vaya a parar de ahí, hagámonos en este rincón»; y pues yo, muy asustada, hasta que por fin se terminó el hostigamiento y se pudieron llevar esas personas.
Básicamente, no pude completar mi año ahí por qué me enfermé, a raíz de muchos nervios. Gracias a Dios no perdí a ningún ser querido en esa situación porque yo me estaba desplazando a trabajar allá. No pude terminar mi año escolar, me tocó renunciar debido a que las enfermedades no me permitieron seguir ahí, en especial los nervios, el estar sola, porque era una escuela muy aislada del pueblo y aparte de eso en malas condiciones, no había energía, mejor dicho no había nada.
MI RELATO
Gran parte de mi vida la viví en Páez–Belalcázar, pueblo que históricamente ha sido afectado por el conflicto armado, por los diferentes grupos subversivos que han sido creados en Colombia. Es un territorio donde predominan la comunidad indígena Páez o Nasa. Mis abuelos cuentan que a ellos les tocaba vivir situaciones difíciles para la época de la chusma, que tenían que huir y estar escondidos para no ser reclutados por esos grupos. La violencia era muy sangrienta y despiadada, a esos grupos no les importaban acabar con familias enteras. Cada vez que se creaba un nuevo grupo o mejor si cambiaban de nombre, el miedo y la incertidumbre crecía con el temor de que les quitaran la vida a ellos o a sus familiares.
Mi papá cuenta que en el pueblo siempre se vivió con el miedo de las tomas guerrilleras, tenían que aprender a resguardase en sitios seguros para no ser afectados por los enfrentamientos que se daban entre grupos subversivos o entre subversivos y fuerza pública. Las comunidades indígenas siempre han sido afectadas por la guerra, debido a que les han matado muchos líderes y comuneros de los diferentes resguardos.
En el tiempo que viví en mi pueblo me tocó presenciar bastantes hostigamientos. El que más recuerdo fue un domingo que iba a misa como de costumbre, a las 9 de la mañana, día en que el sacerdote la hacía para todos los niños y los jóvenes. Mi casa queda siempre lejos de la iglesia. Cuando ya iba a llegar al parque, un señor me dijo: «niña devuélvase para su casa que la guerrilla se va a entrar». En ese momento me asusté muchísimo, porque estaba sola y siempre retirada de mi casa, entonces corrí hasta mi casa.
Cuando ya estaba llegando, empezó el tiroteo y las explosiones. Mis padres se asustaron mucho de oír el hostigamiento y en eso mi papá me fue a buscar, cuando nos encontramos, corrimos para la casa. Durante un buen tiempo sonaban los tiros y las explosiones, cuando de pronto llegó el avión fantasma que llegó disparando por todas partes sin importar que las balas entraran en las casas. Ese hostigamiento duró casi hasta las 4 de la tarde; ese día pasamos sin almuerzo, porque mi padre nos había metido debajo de una mesa con muchos colchones encima de la mesa para protegernos de las balas perdidas del avión fantasma, ya que en nuestra casa el techo era de zinc.
Cuando ya terminó todo, a un vecino lo habían herido con una bala del avión, que entró en el techo de su casa y lo llevaron de urgencias al hospital. No lo podían llevar antes porque el hospital está ubicado al frente de la estación de policía, donde estaban atacando los guerrilleros con cilindros y tatucos. Ese día gran parte de la estación fue destruida y varios policías fueron heridos.
Los hostigamientos se daban cualquier día, a cualquier hora y siempre vivíamos con la zozobra de correr a refugiarnos para no ser objetos de las balas perdidas. Otra situación triste que viví fue cuando a un amigo con el que compartíamos mucho, el cual su familia vivía en una vereda cerca de la cabecera municipal, donde los guerrilleros permanecían constantemente, de un momento para otro empezó a cambiar su forma de ser, ya poco compartía con nosotros, vivía más bien encerrado en la casa de su abuela, hasta que un día nos contó que la guerrilla lo amenazaba que si no se unía al grupo le matan o se llevaban a sus dos hermanos. El no tuvo otra opción sino dejar sus sueños y planes para hacer parte de ese grupo y desde entonces no lo volvimos a ver, porque se lo habían llevado para otra parte del país.
A primera vista es difícil percibir que el pueblo fue atacado varias veces por la guerrilla, que parte de su población tuvo que salir desplazada, que otros tantos fueron asesinados y que muchos niños y jóvenes se fueron a engrosar las filas de las FARC. Lo que sí se ve a simple vista es la marca que dejó la avalancha del río Páez que siempre ha generado miedo en la población Páez.
«La comunidad indígena Nasa históricamente es un pueblo de lucha por la reivindicación de derechos, por la autonomía y pervivencia del pueblo en su territorio, y así como lo han hecho hasta ahora con medidas pacíficas y creyendo firmemente en la posibilidad de un país diferente donde esta lucha no esté enmarcada en una estrategia armada, seguiremos adelante por la defensa de los principios naturales en los que creemos.
Nosotros manifestamos que somos víctimas de una guerra que no queremos vivir, queremos vivir en paz, en armonía, acorde a las tradiciones de nuestro pueblo. Queremos seguir dedicando nuestras vidas y nuestros esfuerzos a construir un territorio, no ha destruirlo. No queremos más violencia, inseguridad, muerte y desplazamiento. Queremos vivir en paz» [13].
Relatos y textos recogidos por:
Adriana Orozco Quintero
Programa de Derecho
Universidad de la Amazonia
NOTAS:
[1] Relato, Marco Albeiro Gutiérrez
[2] https://www.todacolombia.com/etnias-de-colombia/grupos-indigenas/paez.html
[3] https://rutasdelconflicto.com/interna.php?masacre=342
[4] https://rutasdelconflicto.com/interna.php?masacre=342
[5] https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4075672
[6] https://www.nasakiwe.gov.co/bitacora.det.php?idBit=55
[7] https://www.nasakiwe.gov.co/bitacora.det.php?idBit=55
[9] https://www.elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=193744
[12] https://www.eluniversal.com.co/colombia/las-farc-atentaron-contra-militares-en-el-cauca-186264
[13] Asociación de Cabildos Indígenas Nasa Çxhãçxha, Comunicado
[*] Término despectivo para paramilitar. N. del e.
[**] Cilindros bomba. N. del e.
BIBLIOGRAFÍA
https://www.elespectador.com/noticias/nacional/guerra-el-cauca-articulo-254684
Mi pueblo que siempre querre por que corre por mis venas pura sangre paez
https://www.nasakiwe.gov.co/bitacora.det.php?idBit=55
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1359713
https://www.eluniversal.com.co/colombia/las-farc-atentaron-contra-militares-en-el-cauca-186264
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4075672
Asociación de Cabildos Indígenas Nasa Çxhãçxha
https://www.elespectador.com/noticias/nacional/guerra-el-cauca-articulo-254684
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La columna Cicatrices de Guerra Cronopio recoge relatos de jóvenes sobrevivientes del conflicto armado colombiano, estudiantes de la Universidad de la Amazonia y de lideresas del movimiento de víctimas, construidos desde el Semillero Inti Wayra, la Oficina de Paz y la Cátedra de Sociología Jurídica de la misma universidad. Estos relatos hacen parte del libro «Huellas de una historia, voces que no se olvidan».
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