Acronopismos y otras delicatesen Cronopio

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Solo yo, sé preparar cada taza con una pizca de amor y una molécula de canela y dos o tres de cardamomo y nuez moscada y un poco de menta y el licor adecuado si alguien lo requiere… y seguía agregando ingredientes sin parar y no me quitaba los ojos de encima como si yo fuera el único cliente, de aquel día hecho a la medida de su perfección, de sus mejores días de pescador, los mejores granos de siempre, y las tazas y el café en la cafetera que parecía no agotarse y que se multiplicaba como un milagro ante la mirada insistente de un dios avaro que no conoce los limites de su apetito y su delirio… que se multiplicaba peligrosamente en mis pupilas que empezaban a nublarse como si amenazaran una tormenta inesperada…

Y callaba por momentos como si buscara la respiración y entre mas callaba mas hablaba y el liquido tinto seguía abundando en la cafetera y los aromas y sabores invadían los alrededores como una cosa enamorada que de repente se contaminaba y apestaba como los miasmas de un pantano aterido por el odio y el miedo…

No sé cuantas tazas de café me tomé ese tan desafortunado para mi… creo que las suficientes para sobrevivir a tanta desdicha… fueron tantas las palabras y tanta la mirada que no me di cuenta… solo recuerdo una pila de vasos vacíos y llenos de moscas que el viento solicito arrastraba y perdía en las calles, en las playas, en los teatros en los prostíbulos… en lo más recóndito de mi propia memoria y mis propios sueños…

De repente, dejó de mirarme a los ojos y vi que ahora el objeto de su insistencia, de su delirio, de su gramática visual, eran mis pies… ese día iba descalzo, y solo porque estábamos en la playa y porque me habían robado mis sandalias… sin levantar un solo instante los ojos y sin que tuviera que articular una sola palabra, escuché que me decía como a través de un hueco sin fondo, como si el silencio hablara, como si callar fuera decir, articular con suma claridad… me dijo: y por qué hoy no llevas las sandalias? Le contesté que mientras me zambullía un poco en el agua para refrescarme, alguien se había cargado mis sandalias, se las había robado… y entonces mientras el continuaba todavía con su mirada pegada a mis pies descalzos, como si estuviera buscando un punto vulnerable, algo así como el talón de Aquiles, escuché el eco de su voz que se revolcaba y se golpeaba contra las paredes de la nada y que me decía, “si alguien te robó tus sandalias es porque las necesitaba mas que tú. Esas sandalias nunca fueron tuyas, -me dijo-, aunque fueran tuyas, -me dijo-… si no, no te las hubieran robado,” -me dijo-…

Y entonces fue cuando yo, como si me hubiera despertado de un sueño que no era mi sueño, un sueño donde el único personaje que faltaba era yo, sin proponérmelo le tiré encima la taza de café caliente que me estaba tomando y sin pensarlo dos veces y como obedeciendo a un mandato secreto, a una misión que se me había encomendado hace mucho tiempo, lo golpeé en la cabeza repetidamente con fuerza hasta que perdió el conocimiento… lo golpeé con cierto odio y fastidio, tengo que decirlo… y rápidamente, antes que alguien se pudiera enterar de los hechos y llamar a la policía, le robé la cafetera y eché a correr… y corrí sin apenas darme cuenta que corría, corrí todo cuanto pude y es como si siguiera corriendo hasta el día de hoy, mientras escribo estas líneas y como si correr, escapar, largarme cuanto antes del lugar de los hechos, fuera mi único destino, mi destino final…

Definitivamente no creo que el mejor pescador de la región, hubiera tenido otro cliente que hubiera disfrutado tanto como yo de su café… soy adicto al café desde niño… mi madre en vez de darnos una taza de leche al desayuno, siempre nos servía una taza de café caliente sin leche y sin azúcar y sin nada… y también, como él, ella siempre se las ingeniaba, para hacerse con los mejores granos de la comarca, los más aromáticos, los granos perfectos… así que a pesar de que fui criado y amamantado con café, tengo que reconocer sin apelaciones ni dudas de ningún tipo, que nunca había sentido la necesidad de tomar café, ni lo había disfrutado tanto, como aquel día cuando dejé las sandalias en la playa mientras me refrescaba un poco en el mar y alguien se las robó, porque las necesitaba mas que yo…

La moneda

A veces no toma mucho tiempo mirar con claridad cuando estamos dentro de la luz o fuera de ella…

No hay nada que separe al señor NN número 1, del señor NN número 2, -alguien que yo no conocía me dijo, sin que se lo preguntara-. Su temperamento es el mismo, su odio es el mismo, su ego es el mismo, su resentimiento es el mismo y su delirio de poder también es el mismo… un dicho popular lo aclara todo con más eficacia y creo que no viene mal en este caso: “se trata de la misma perra, pero con distinto lazo y collar”, -también me dijo-.

 

Uno mataba todos los días a balazos, secuestros, bombazos… el otro todos los días con la calumnia, la mentira, la desidia… Uno mandaba flores a sus victimas para informarles que ya estaban muertos antes de matarlos, el otro un TRINO a las suyas, antes de declararles su muerte política y moral…

Alguien alguna vez me susurró al oído, sin que yo se lo pidiera: “ esos dos , sin duda alguna, son las dos caras de la misma moneda, la moneda perfecta, la moneda ideal, la moneda por excelencia, la primera moneda que se acuñó para celebrar nuestra patria, nuestra gloria tantas veces cantada y venerada, la gramática de nuestra sangre podrida, el agujero sin fondo de nuestro destino”… -recuerdo que me lo dijo con lagrimas en los ojos-… y por primera vez sentí miedo de que sus lágrimas fueran las mías…

Alguien mas, si no estoy mal, un poco mas tarde, el mismo día, me habló de geografías perversas, de pueblos elegidos caídos en desgracia, inteligencias superiores que se pudren de odio, ideales que se hacen mierda en la psicosis… este segundo susurro, sin embargo, no aparece en el epitafio de la tumba, el epitafio de la gloria, el epitafio de la eternidad… no debería aparecer. Nada tiene que ver el lugar donde hemos nacido, ni esa cosa monstruosa que llamamos carácter de los pueblos, con nuestro destino, nuestro amor por el odio, la cuchillada fácil, el balazo fácil, la envidia que se nos hincha y se nos rompe en los bolsillos. Si no se puede ser “yo y las circunstancias”, mucho menos las circunstancias y yo…

El uno sin que todavía haya pasado mucho tiempo de su muerte, ya hace milagros, se ha convertido en un santo… el primer Robín Hood con una aureola de luz que sigue iluminando a sus tantos, a los suyos, a los que saborearon y siguen deleitándose con los frutos deliciosos cultivados con la sangre de tanto inocente, tanto horror… Pronto no tendremos tres santos, sino cinco (-dos mas ya vienen de camino-) en nuestro santoral nacional… así los asesinos podrán dividir el peso de sus mandados y encomiendas y diversificar el ritual y la formula para que su misión llegue sin ningún accidente y mas eficacia a buen termino final… siempre es bueno tener dos o más elegidos que lo cuiden a “uno” cuando tiene que enfrentar una misión difícil, un mandado infame, una razón sin ninguna razón…

El otro, aún con vida, también ha sido tocado por los artificios de la santidad… el salvador de la patria lo llaman, el ciudadano por excelencia, el colombiano ideal… y se pasea a sus anchas por los salones del odio allende los mares y los ríos y las quebradas, con su sequito de monstruosos inquisidores promocionando y vendiendo y firmando su diccionario exquisito de la pos-verdad.

Esperemos que su santidad el papa Francisco en su viaje a su tan amada Colombia, no se le de por canonizarlos antes de tiempo, porque entonces si que ya no quedaría ninguna esperanza, ni una sola grieta por donde entre la luz, ni una sola mano que se nos tienda a la hora del precipicio… tendríamos que seguir pagando nuestras deudas, las contraídas y las aún no contraídas, y las deudas de los otros en las mismas y con las mismas, con la misma moneda de siempre, la única moneda, la moneda perfecta, la moneda ideal, la moneda del odio que hemos acuñado con tanto amor, desde siempre, desde antes, desde nunca, desde nuestra propia intimidad…

* Manuel Cortés Castañeda, nacido en Colombia, es licenciado en Español y Literatura de la Universidad Nacional Pedagógica (Bogotá), director y actor de teatro. Cursó estudios de doctorado en la universidad Complutense (Madrid). Enseña español y literatura del siglo XX en Eastern Kentucky University. Ha publicado seis libros de poesía: Trazos al margen. Madrid, España: Ediciones Clown, 1990; Prohibido fijar avisos. Madrid, España: Editorial Betania, 1991; Caja de iniquidades. Valparaíso, Chile: Editorial Vertiente, 1995; El espejo del otro. París, Francia: Editions Ellgé, 1998. Aperitivos, Xalapa, México: Editorial Graffiti, 2004; Clic. Puebla, México: Editorial Lunareada, 2005. Dos antologías de su trabajo literario han aparecido recientemente: Delitos menores, Cali, Colombia: Programa editorial Universidad del Valle. Colección Escala de Jacob, 2006; y Oglinda Celuilalt, Cluj-Napoca, Rumania: Casa Cărţii de Ştiinţă, 2006. Ha sido incluido en antologías tales como Trayecto contiguo. Madrid, España: Editorial Betania, 1993; Los pasajeros del arca. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1994. Libro de bitácora. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1996. Donde mora el amor. La Plata, Buenos Aires, Argentina: El Editor Interamericano, 1997. Raíces latinas, narradores y poetas inmigrantes, Perú, 2012. Además, escribe sobre poesía, cuento y cine. Actualmente está traduciendo al español textos de poetas norteamericanos de las últimas décadas: Charles Bernstein, Leslie Scalapino, Andrei Codrescu, Susan Howe y Janine Canan, entre otros.

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