«LOS ADIOSES» DE JUAN CARLOS ONETTI
Por Antonio Arenas Berrio*
“Trabajamos en las tinieblas —hacemos lo que podemos— damos lo que tenemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión, nuestra tarea. Lo demás es locura del arte”
A Martha y Alfredo.
No sé porqué dicen que Juan Carlos Onetti es un escritor hermético, a veces oscuro y difícil de entender. Con él siempre nos asalta la duda y la idea de interpretar. Onetti no poseía formación universitaria, sólo decía que su arte consistía en leer y escribir. Sus temas, historias son como el límite de lo impensado. Enfermedades como: el cáncer, la locura, y la tuberculosis lo atraían y representaban la autenticidad de la existencia humana.
Cualquier relato suyo, aún sea por discreción, procura disimularse, vagar el contorno, la espesura, la vacilación y la especulación. “Los Adioses” (1954) es una narración contada a la mejor manera de Henry James por un narrador exterior, donde el lenguaje de la ambigüedad o el punto de vista juegan un papel fundamental en la historia y el desarrollo del tema.
La ficción de los Adioses es moderna, con técnicas actuales, convirtiendo a Onetti, en un excelente escritor contemporáneo. Cuando se lee los Adioses, lo primero que como lectores nos preguntamos es: ¿Cuál es el tema?, ¿De qué habla ésta ficción? La narración es misteriosa, llena de dudas y se puede “creer” que es una novela de amor, con trama policial, con la diferencia de que no existe un crimen, ni inspector alguno que lo investigue. Hay un muerto y un sargento de policía que finalmente pasan desapercibidos.
Lo definitivo del relato se centra en el almacenero–narrador quien inventa e imagina develar el enigma a través de dos cartas y se ve imposibilitado de contar la verdad. La historia se va volviendo un montón de conjeturas, rumores que sustituyen las circunstancias cotidianas de un hombre enfermo que se ha sacrificado. ¿Pero cual es el enigma?, ¿Qué es lo que realmente ocurrió? Un hombre enfermo tiene una relación con dos mujeres, es la comidilla del pueblo. Chisme va chisme viene. Horror moral. ¿Por qué murió? Acaso porque su enfermedad no tenía cura. Fue por su imposibilidad de amar o es simplemente por la falta de voluntad para vivir. Estar no es más que subsistir y este hombre no desea persistir.
Onetti en la novela los Adioses lo que trata de crear es un lector partícipe. Un lector que imagine el tema. Un lector que conjeture sobre un hombre solitario, narciso, que ha elaborado un triángulo amoroso con dos mujeres. Hay un hijo; pero no se sabe bien, si una de las mujeres es su esposa, la otra su hija–amante o simplemente recuerdos amorosos de un ayer glorioso y eufórico por un deporte como el baloncesto. El hombre salía en páginas de la revista el Gráfico, era famoso.
En los Adioses siempre existirá un lector cómplice, que a la mejor manera del arte se ve involucrado en la narración y cree distinguir lo que el almacenero le relata. El sentido artístico de los Adioses puede ser la representación de la vida cotidiana de un pueblo. Un hombre sin atributos, mórbido, donde la enfermedad es el punto de conexión principal y el elemento que sirve para reflexionar y profundizar la existencia. Todo lector deberá meterse en la historia, descifrar los gestos del hombre, las mujeres, el enfermero, la mucama, los mirones. Traducir, darle sentido a todo. Las dos cartas olvidadas por el almacenero. Merodear, deducir. El lector es el cómplice de la muerte y del incesto del hombre.
Lo obsceno del relato está en que, un hombre enfermo mantiene relaciones con dos mujeres, una es su hija, la otra tiene un niño y la gente del medio no soporta está situación.
Los Adioses describe la condición humana, la de derrota y agonía. El final trágico como despedida. Un hombre se encuentra en la cuerda floja entre la vida y la muerte. “Está desahuciado, aunque claro, nunca se lo dijeron”. El no hace nada para curarse. El tratamiento al que se somete en la última etapa en el sanatorio es irrisorio. Cuando el hombre se da cuenta de todo ya es basura, desperdicio, tribulación. Una vida que se escapa y nada se puede hacer. La nada.
La novela los Adioses es espectacular, porque plasma la vida cotidiana y la manera como se comporta psicológicamente un enfermo. No es un estudio de su carácter lo que le interesa a Onetti. No es la variedad psicológica de los personajes, sino el tema el que interesa. No son esos momentos rápidos del hombre donde se manifiesta la consciencia, su “yo” interior, su destino, la enfermedad. El tema. Es el tema lo que interesa. Es la ruptura de las condiciones reales de existencia para crear una agonía. El hombre enfermo miente o se miente a sí mismo y con esto logra mantener la comunicación con el mundo exterior y las dos mujeres. La enfermedad no lo hace lúcido; le produce incertidumbre y ambigüedad afectiva. El narrador testigo es el que interpreta su interior.
El lector de los Adioses ve con asombro tres adioses. Un adiós a su mujer e hijo, otro adiós a la hija–amante y un tercer adiós definitivo a una vida de sufrimientos suprimida por medio de la muerte. La ambigüedad, el punto de vista del narrador, disimulan el desastre del hombre. La enfermedad falsea el secreto del amor. “La perversión del incesto es la clave única del relato”. Onetti ha logrado despistarnos y meter al lector en la historia como un personaje más.
Ahora bien, un crítico como Emir Rodríguez Monegal ha insistido en que la novela es: “una historia de amor y no de sexo… lo que une a los personajes, en verdad esencial es el amor”. Luego de esta aseveración, sintetiza la historia así: “Un hombre llega a una ciudad de las sierras, donde hacen su cura los tuberculosos. Pasiva, pero firmemente, se niega a asimilarse a esa vida de sanatorio, de adelantada esperanza, que contamina toda la ciudad. Es taciturno, no acepta. Vive sólo para dos cartas (el sobre manuscrito, el dactilografiado en la máquina de dos tipos gastados) que llegan regularmente y que son la vía por la que continúa comunicado con el mundo exterior. Un día llega la mujer, autora de una serie de cartas… Otro día distinto, llega la de las cartas a máquina: es una muchacha fuerte, indestructible, viva: para ella, el hombre ha alquilado un chalet”.
Con estas afirmaciones del crítico uruguayo ya se tendría el tema y la historia, pero no. No dice que la muchacha sea su hija, no señala el incesto. Da pistas de su fuerza: ella es indestructible y su potencia va a determinar la condición del hombre. Pero no creo que el tema, sea mencionado por el crítico uruguayo de una manera determinante. El tema es “el arte de merodear del escritor”, su lenguaje de la simulación y el despiste. El tema es todo, no importan los efectos de superficie, ni la fuerza y vivacidad de la muchacha o los rodeos en la escritura fragmentada por Onetti. La duda es la pasión y la pasión la tarea del escritor.
Toda novela con un tema bien definido, es una obra misteriosa y sorprendentemente bella y su belleza sería el fondo. El tema se identifica por el rigor de la intriga, el poder fascinante de sus motivos, la capacidad de emoción y la solidez para entretener al lector. La novela los Adioses posee un antecedente fabuloso: “La Vuelta de Tuerca” de Henry James.
Este vivió obsesionado con el tema al punto de afirmar que: “el tema es todo”. “La Vuelta de Tuerca” tiene la audacia de plantear el tema por medio de un narrador exterior. Es la aya la que pervierte a los niños y los hace ver una historia fantasmal y que el mal esté en los niños. Henry James se plantea la técnica desde el punto de vista ¿Qué ve el lector?… “Ella no se limita a ver los fantasmas, que tal vez habiten en los niños, sino que es ella quien habla de ellos, atrayéndolos en el espacio indeciso de la narración, en ese más allá irreal donde todo se convierte en fantasma, todo se hace escurridizo, fugitivo, presente y ausente, símbolo del mal”.
Henry James dice además que la historia deberá contarla con suficiente verosimilitud un espectador desde afuera. El narrador es un ser insólito. Un testigo excluido que se impone por la violencia y fantasea el relato. Lo inventa, lo descubre, le da fuerza. Nos revela sólo la ambigüedad. Lo cual puede decir que el tema de las novelas “Los Adioses” y “La Vuelta de Tuerca”, son simplemente el arte del escritor.
El modo de merodear siempre es un secreto que, según el lector, podría ser revelado o escapar a toda revelación.
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*Escritor, cuentista, ensayista y filósofo. antonioarebe1@hotmail.com
Gracias por su respuesta. Ahora los lectores podrán hacerse una opinión más informada y es posible que muchos de ellos se decidan a leer «Los adioses».
Cordial saludo.
Cordial saludo
He leido el comentario de Gustavo, en la revista Cronopio, donde, él cree, que «yo» tengo un malentendido, sobre la novela Los Adioses de Onetti.Que veo cosas oscuras y no hay una página en la novela que sustente el incesto.Pienso que la interpretacion literaria permite muchas cosas y darle sentido a lo que leemos.Hay que leer el incesto cifrado en el texto.
Veamos el primer espejo: hay dos sobres con letra ancha y azul que no se le entregaron al hombre cuando llegó en el verano.La carta, no tiene importancia habla del amor,de la desesperación, del sentido adivinado o impuesto a frases o actos pasados, de esperas largamente mantenidas.
La segunda carta es distinta el parráfo que cuenta dice: «Y qué puedo hacer yo, menos ahora que nunca,considerando que al fin y al cabo ella es tu sangre y quiere gastarse generosa su dinero para devolverte la salud. No me animaría a decir que es una intrusa porque BIEN MIRADO SOY YO LA QUE SE INTERPONE ENTRE USTEDES. Y no puedo creer que vos digas de corazón que tu hija es la INTRUSA siendo que yo poco te he dado y he sido más bien un Estorbo». Páginas 95 Y 95, Cinco Novelas Cortas Monte Avila editores, 1968. Caracas Venezuela.
Hay un segundo espejo y dice su reflejo lo siguiente: el propio Onetti ha comentado con lucidez el punto de vista de los dioses :»Toda la óptica de la novela está teñida, entonces por los prejuicios, por la mediocridad, por los temores y por las fobias del bolichero. Ese individuo, que tambien es un personaje, nos oliga aceptar, nos impone su punto de vista y al mis mo tiempo nos aconseja, muy a la sordina, que desonfiemos de lo que nos cuenta.PERO EL LECTOR NO TIENE OTRO CAMINO QUE ACEPTAR SU VERSION. Y jugar al descarte. el lector tiene que meterse en la historia, tiene que participar, como se dice ahora, y nunca estará seguro de nada, salvo de los hechos primarios. Pero ¿qué significan los hechos en su crudeza total, en su DESNUDEZ?Nada.Simples gestos que es preciso TRADUCIR,DESCIFRAR, DARLES SENTIDO. no hay ninguna trampa en la novela. El lector se convierte en complice». Onetti, Ahora, 3 de junio de 1973.
Va el tercer espejo oscuro:Wolfgang Luchting ,conjetura que la muchacha no es la hija del hombre,qué éste le había mentido a su mujer para mantener amores con las dos». Léase Marcha,# 1497, 12 de junio de 1970.
Onetti prefiere leer entre líneas sórdidas y sugiere que la: » vuelta de tuerca» que falta para aproximarse a la «verdad» es otra.
El espejo turbio final «hija y amante, a la vez dice Jorge Ruffinelli en su diálogo con Onetti. Véase creación y muerte en Santa Maria» 1974.
A nuestro bien, informado crítico Gustavo ,le recomiendo la lectura, de la intrusa de Borges. Y dejo abierta la discusion del incesto.Tal vez no sea OCIOSO recordar que la perversión del incesto es parte también del mito de Narciso, quien se había enamorado de su hermana.
El ensayo sobre Onetti abre la posibilidad ,de darle un sentido. a una de las bellas novelas de la narrativa latinoamericana y a a un gran escritor.
Atentamente,
ANTONIO
Una de las maravillas de Onetti es su capacidad para convertir sus textos en espejos que reflejan los lados más oscuros del lector. Este artículo es un buen ejemplo. Me pregunto en qué -que no sea su propio lado oscuro-, en cuál línea, en cuál pasaje concreto de la obra se apoya el autor de esta nota para insistir en que hay una relación incestuosa en Los adioses. A quién cita, cuando dice entre comillas para aligerar su responsabilidad, que “La perversión del incesto es la clave única del relato”. Chesterton decía que una característica de los grandes hombres era la de ser malentendido por sus detractores; la segunda es la de ser tergiversado por sus admiradores. Este es un claro ejemplo de lo segundo.