Literaruta Cronopio

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Luego de que las luces se encendieran en el Gin, la reconocida pareja caminó por la avenida séptima hasta llegar a una tienda, Manuel compró una paca de cerveza y juntos se sentaron en un andén cercano a la casa de Luciana, en Rosales. Hablaron hasta las 6:00 a.m. sin dejar de mirarse. Justo cuando el claro de la mañana los sorprendió, el hechizo terminó de momento y el cansancio hizo recordar que cada uno tenía obligaciones qué hacer.

Desde ese entonces la compleja historia del actor de reparto y la puta fina se unió como se entrelaza la maleza, que no se quiere pero se necesita y al revés, pero no al mismo tiempo.

ELLA Y EL

Un choque de truenos comenzaba a gestarse, una sola carga, seca y destructora. ¡Pum, hijueputa!

Luciana y Manuel siguieron concurriéndose, como dos predadores que beben en el mismo estanque, que se aman sin saber que luego se van a temer, distantes y desconfiados, libres pero ansiosos.

Luciana estudiaba psicología en la jornada diurna, sus clases las había escogido según los horarios de la mañana, siempre después de once, debido a que, eventualmente, y en cualquier día de la semana, trabajaba clandestinamente como acompañante y puta refinada. Generalmente sus clientes eran potentados extranjeros que venían por negocios en el día y diversión en las noches; ella brindaba sus servicios cuatro o cinco veces al mes, trabajo suficiente para pagarse el semestre de universidad y satisfacer sus lujos y vanidades, cancelar cuentas de peluquería, comprarse blusas y botas, emborracharse y bailar los jueves y sábados sin falta en el Gin, y de un tiempo para acá, consentir a su nueva ilusión. Asistía a la universidad casi sin falta y cumplía con los trabajos que le dejaban con esmero desde su casa.

En los primeros quince días Luci no aceptó la invitación que los japoneses le habían extendido luego de sus correrías por Sur América; y es que los achinados siempre llegaban primero a Colombia y bajaban país por país hasta la pampa, luego entonces subían de nuevo con el pretexto de ajustar algún negocio que debió dar espera y se quedaban tres días más en una suite atestada de putas élite, güisqui, vallenato y caviar chileno, con proxenetas de las mejores casas de prepagos de la capital y tres o cuatro amigos, todos gerentes de importantes marcas de electrodomésticos. También iban a burdeles prestigiosos a las afueras de la ciudad que no eran otra cosa que casas de campo del más renombrado presentador de televisión, un solapado putete cocainómano que se ufanaba de su puritanismo y su esmerado afán por las buenas causas sociales, esas mismas que a Dios tanto le complacen.

En esas dos semanas iniciales, intentó rehacer su vida, pensó en mermar sus lujos y salir adelante como una estudiante más. Quería cambiar para él, esquivó todo aquello que le recordara lo que era en las noches y madrugadas, y no hubo un solo momento en que no pensara en su nuevo amor.

Manuel entretanto debía cumplir con las grabaciones en el canal. El seriado, aunque malogrado, ya había comenzado a salir al aire en las horas de la tarde y con un aceptable rating de audiencia, por lo que el ritmo de trabajo se había incrementado tanto que muchas veces prefería quedarse dormido en el estudio de grabación antes que ir a su casa y descansar tres horas. Siempre estaba extenuado, con los ojos a media asta y en espera de su escena, sin embargo no había un solo instante de su vida, despierto o inconsciente, en el que su mente no le mostrara la sonrisa de ella. La mujer de mis sueños, decía para sí. Lo mantenía vivo la dosis de mensajes de texto que recibía en su celular en respuesta de los suyos. Hoy me levanté más enamorado que ayer ¿será porque hoy seguro recibiré más besos? No sólo por eso, recuerda que hoy voy a quedarme en tu casa y prometiste hacerme pasta en la noche. Respondía ilusionada ella.

El aspirante a actor se levantaba de noche y se acostaba de noche. Sus ojos se abrían entre semana a eso de las 4:40 a.m. pues tenía llamado a las 6:00 a.m. en el canal, pero antes se había prometido pegarle en la ventana de su amada un clavel blanco todas las mañanas. Para ello perdía media hora de sueño pero en ecompensa al sacrificio recibía, a eso de las 8:00 a.m., la primera llamada o mensaje de texto en agradecimiento por quien fuera la beneficiaria de la flor. Hoy me levanté más enamorada que ayer, pues ya tengo media docena de claveles secos en mi florero nuevo. Ah sí, y ¿quién es el bobo enamorado que le está llenando de matas la habitación? contestaba él desde las nubes.

Lo siento Úrsula pero hoy no puedo ir, tengo que estudiar para parcial mañana, dile a Mao Ching que muchas gracias pero que en otra oportunidad será. Mentía Luciana intentando a toda costa no serle infiel a su nuevo amor. Me dice el Sr Ching que te dobla la oferta y que sólo quiere que estés con él de 6 p.m. a 10 p.m. Úrsula, ya te llamo. Manuel hacía una escena dramática en la cual se enteraba de la enfermedad terminal de su padre, cuando sonó por primera vez su teléfono; dos horas después lo miró y vio con asombro 12 llamadas perdidas, 10 de ella, 2 de su mamá y 3 mensajes de voz. Llamó enseguida a su buzón y oyó que el primer mensaje era de su madre. Jovencito comuníquese con su mamá que la tiene abandonada, tenemos que hablar de un par de cosas referentes a la herencia, un beso y no sea ingrato. Manuel esperó con ansias los otros dos mensajes. Hola amor, te tengo malas noticias, debo ir a casa de mi tío a cuidar a mi sobrina, es un favor que no pude negarme, siento que no podamos vernos hoy, mañana te juro que me reivindico, un beso para ti precioso. El mensaje le bajó la moral, verla en la noche era la fuerza que lo mantenía de pie repitiendo frases mal hechas e interpretando a un hombre que no era él; respiró profundo y oyó el último mensaje. Amor no tengo pila y no encuentro el cargador, te llamo cuando llegue de nuevo a la casa, siento pena por no verte hoy pero mañana no despegamos los labios. El segundo mensaje de ella lo dejó más desinflado aun, como si el último respiro se le hubiera escondido en la espalda; al principio sintió molestia, quería verla, era lo único que de hecho lo motivaba ese día, sin embargo respiró profundo una vez más y se la imaginó yendo en un taxi hacia donde su tío, entrando a una casa de dos pisos y haciéndole un cereal a su sobrina mientras la veía de reojo sentada frente al televisor; qué ternura, no tiene nada de malo ser familiar, por el contrario qué lindo gesto, no tengo por qué molestarme, sé que quiere estar conmigo, pero tuvo que cumplir con un favor que no se podía negar. Está todo bien, mañana la veré con más ganas.

Luciana tomó un taxi luego de abrocharse el corsé preferido de Mao Ching, esparcirse escarcha por sus tetas perfectas y cerrase un abrigo que sólo dejaba ver que llevaba botas puestas. Parecía una ejecutiva saliendo del trabajo, ni una gota de maquillaje, segundo requisito del viejo oriental al que le gustaba pintarse de geisha para que ella lo viera. Ella Respiró profundo en el mismo instante en que él la imaginaba haciéndole de comer a su pequeña sobrina, y un destello de amargura puso a palpitar más fuerte su corazón.
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* Said Chamie es escritor de medios. Se desempeña actualmente en la creación de contenidos para todas las plataformas de comunicación. Está escribiendo su primer guión para largometraje. Autor también del libro electrónico «El Libro Azul».

El presente texto hace parte de su novela, sin publicar aún y en búsqueda de editorial, Los Hijos de la Noche. Correo-e: logancitarra@hotmail.com

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