CUANDO TRUMAN CAPOTE FUE UN LOLITO
Por Andrés Delgado*
Truman Capote no había publicado su primer novela «Otras Voces, Otros Ámbitos» cuando salió en la portada de la revista «Life» en 1.947. Varios contemporáneos opinaban que era un pseudoescritor, oportunista y trepador. Sin duda, estos comentarios eran motivados por la rivalidad y la envidia, pero también disparaban sin escrúpulo en contra del romance que Capote tuvo por entonces con Newton Arvin, uno de los críticos literarios más importantes de Estados Unidos en el siglo pasado.
Newton Arvin fue el primer novio oficial que tuvo Capote. Arvin se doctoró en Harvard con la máxima calificación, escribió las más autorizadas biografías de Whitman y Melville, ganando con esta última el «National Book Award» de 1.951, uno de los premios más prestigiosos en las letras norteamericanas. Luego de graduarse en Harvard, fue profesor en el «Smith College» por 38 años. Newton Arvin era un homosexual profundamente avergonzado, e intentó camuflarse contrayendo matrimonio con una alumna a los 32 años. Su matrimonio fue un fiasco y muy pronto se divorció. Fuera de sus libros no se hallaba, e intentó suicidarse por lo menos tres veces.
Ya maduro y sofocado por la vida de la ciudad, Arvin frecuentaba en las vacaciones veraniegas del «College» la colonia de «Yaddo», un asentamiento campestre de artistas y escritores. En Yaddo, los participantes seguían una estricta rutina. En la mañana y las primeras horas de la tarde era prohibido salir de los cuartos y cada participante del retiro se concentraba en su trabajo. Sólo hasta la hora de la cena, podían hacer vida social.
Corría el mes de junio de 1946, cuando Truman Capote estaba desesperado en su casa en Nueva York porque no lograba dar término a «Otras voces, Otros ámbitos». Para lograr concentrarse y a la vez evitar las peleas con su madre alcohólica, dormía durante las horas del día y en la noche, cuando todos estaban dormidos, escribía sentado en la cama de su cuarto. En este difícil periodo productivo es invitado a participar de una estadía en Yaddo. Para Capote fue un grandioso regalo. Por fin, podía tener el espacio y el tiempo para terminar su novela. Fue allí donde conocería a su primer amor.
Sometiéndose al horario de Yaddo con tanta determinación como los demás, Truman escribía como un poseso. Durante las otras horas, las de ocio, Truman se convirtió, como cabía de esperar, en el centro de atención —En la película «Capote» (2005) del director Bennet Miller, se puede apreciar el buen humor que siempre tuvo Truman—. En Yaddo ocurrió lo mismo. Fue el líder del entretenimiento con su conversación, sus ocurrencias, sus burlas y payasadas.
En la tranquilidad de la colonia, Newton Arvin también quedó seducido por su encanto. Truman tenía 22 años y Newton 46. Gerald Clarke, el más documentado biógrafo de Capote, cita la carta donde Newton Arvin le comenta a un amigo las sensaciones de la primera vez que hizo el amor con Truman: «No puedo reprimir el deseo de decirte, escribió Newton y decírtelo solo a ti, cuan mágicamente los poderes de la naturaleza se concitaron de manera tan plena para propiciar esa cosa, ese medium, que no cabe esperar más que una o dos veces a lo largo de toda mi vida». Y a su vez, Clarke cita a Capote: «Newton era una persona encantadora, era como un prisma al que uno podía estar dándole vueltas en cualquier sentido sin que dejasen de aparecer los más hermosos colores». Con tales sentimientos, no fue necesario cortejo alguno y durante el mes siguiente los nuevos amantes disfrutaron del equivalente a una luna de miel.
En vista de que Newton no había leído ninguno de los relatos de Truman, enseguida se aplicó a ello en Yaddo. Fue así como leyó: «Un árbol de Noche», «Miriam» y «La jarra de Plata», cuentos con los que Capote ganó fama en el circuito intelectual neoyorkino. Newton le escribió: «Te respeto enormemente por escribirlos. Son estupendos, aterradores, y puros y tiernos».
Al finalizar el mes de Julio, Truman tuvo que dejar la colonia y volver a los tormentos de su casa para escribir un encargo de la revista «Harper´s Bazaar». En adelante siguió el romance, los encuentros los fines de semana, los anhelos y las cartas.
Para Newton, que había tenido otros romances con hombres más jóvenes, ninguno le había afectado tanto como Truman, quien le hacía sentirse más joven. Y para Truman, Newton fue el cincel que terminó de pulir su arte. Newton, que lo había leído todo, era el mejor guía. De nuevo el infalible timón de Truman lo había llevado hacia la persona que más podía ayudarle en el momento que más lo necesitaba. Bromeando acerca de Newton, Truman dijo en una ocasión: «Lee griego durante el desayuno». Y no bromeaba cuando reconocía: «Newton es mi Harvard». No es gratuito que un libro tan importante en la literatura universal, como «Otras Voces, Otros Ámbitos», en la primera hoja esté una dedicatoria: A Newton Arvin.
A lo largo de su romance, Truman asistió a las clases de Arvin, se sentaba en las últimas filas, y comenzó a leer a Proust y a los clásicos americanos del siglo XIX. A Newton le enorgullecía ser su guía y, lejos de sentirse utilizado, ansiaba transmitir tantos conocimientos como podía.
Por otro lado, Newton siguió sintiendo su complejo de culpabilidad por ser homosexual y se sentía incómodo con Truman cuando había gente. Sin embargo, Truman le pedía que fuera más abierto y no perdía oportunidad para actuar con malicia y cada que podía le cogía la mano. Finalmente, Newton decidió quitarse el disfraz, por lo menos con unos cuantos amigos y presentó a su joven amante a varios notables del estamento literario. Por entonces Truman escribió: «Creo que para aquella gente yo debía de parecer algo así como un Lolito».
Cuando la prestigiosa editorial Random House publicó Otras voces, Otros ámbitos, Truman tenía 23 años y el éxito de la novela fue rotundo. Se imprimieron 10 mil ejemplares, que fueron barridos en las librerías. Once editores británicos y tres editores franceses solicitaron comprar los derechos. El primer contrato con la Random House fue por mil doscientos dólares, un adelanto por la novela en 1945. Una situación sin precedentes para el autor de una primera novela. Truman fue un genio en todo el sentido de la palabra. Escapó a la estadística, fue un fenómeno, un evento improbable. Las obras literarias que a lo largo de la historia han derrotado al tiempo, las grandes novelas, han sido escritas durante la edad madura de los escritores. ¿Cuántas novelas del siglo pasado, escritas por menores de 30 años, recordamos hoy? Tal vez el más famoso sea Truman Capote. Con menos de 25 años, había descubierto un estilo propio y una voz única. Con menos de 25 años, ya era famoso y se había ganado un puesto en el ámbito literario estaudinense. ¡Con menos de 25 años!
Luego del éxito que tuvo en Estados Unidos, Truman tuvo que dejar a su querido Newton para viajar a Europa y entrevistarse con las grandes figuras de la literatura inglesa y francesa. En el viejo continente conoció a varias personalidades como Cecil Beaton, E.M. Foster, el novelista vivo a quien Truman más admiraba. También conoció a Albert Camus, con quien aseguró haber tenido una breve relación amorosa. Más tarde trabó amistad con Denham Fouts, figura mítica y legendaria de los círculos homosexuales internacionales. Truman inmortalizó a Fouts caracterizándolo en su libro «Plegarias Atendidas», a través del personaje llamado Denny, un sujeto adinerado, apuesto y sumamente decepcionado de la vida, que llevó sus últimos días al borde del precipicio. Capote decía que la biografía de Fouts ya había sido escrita por Oscar Wilde: «Denny era Dorian Gray» —escribió Truman.
A su regreso a los EEUU, el romance con Newton Arvin había concluido. Newton contaba con cuarenta y ocho años y Capote con veinticuatro. La distancia y las mutuas infidelidades desembocaron en la ruptura. De inmediato, Capote estaba enredado en otra relación. El sustituto de Newton fue alguien totalmente opuesto en casi todos los aspectos. Se llamaba Jack Dunphy. Newton era viejo y anticuado, Jack por el contrario tenía 34 años, era vigoroso y bien parecido. Había sido bailarín, aunque su ambición era llegar a ser escritor. Tenía esposa e hijos y Truman, perdidamente enamorado, se encargó de hechizarlo y sacarlo de su hogar. Aunque en su vida Truman tuvo varios amores, Jack fue la pareja más estable que tuvo y convivieron más de 30 años juntos.
Por su parte Arvin Newton obtuvo el Premio Nacional del Libro en 1951, con su biografía sobre Melville. Nunca más tuvo otra relación amorosa y comenzó a coleccionar e intercambiar objetos eróticos (relatos, desnudos y fotografías pornográficas). Por entonces, la posesión de semejante material era ilegal y peligrosa. En septiembre de 1960, basándose en la información recibida por las librerías que vendían pornografía, la policía allanó su casa y encontró más de mil pruebas. Newton, que fue una persona elegante y respetada en el «College» donde enseñaba, fue arrestado, humillado y acusado de indecente y pornógrafo. Para su defensa legal, Truman puso a la orden un dinero ahorrado. Lo que salvó a Newton de ir a la cárcel fue su propia cobardía. Convertido en delator, le dio a la policía nombres de por lo menos otros quince coleccionistas de pornografía, incluyendo a dos colegas de la facultad.
Newton renunció al College y más adelante, con 63 años, se le descubrió un cáncer. Truman habló con él poco antes de que muriese. Para entonces, Capote ya no era el lolito que acompañaba a su viejo amante. Ya había publicado la colección de cuentos «Un árbol de noche», la obra de teatro «El arpa de hierba», su reportaje en Rusia «Se oyen las musas» y la novela «Desayuno en Tiffany’s». En 1.963 cuando murió Arvin Newton, Truman Capote era un escritor de culto y trabajaba en las llanuras de Kansas, reconstruyendo el salvaje asesinato de la familia Clutter, para escribir lo que sería su gran novela de no ficcion «A sangre fría».
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* Andrés Delgado ha sido soldado, panadero, ingeniero, vago y periodista. La proporción de libros que lee y olvidada —tiene una memoria espantosa— es de 4, 2 y 1. Cuatro que presta, compra dos y roba uno. Está enamorado, cayendo en picada, bailando salsa y llevando a sus hijas, —ya son 3— a la ciclovía los domingos por la mañana.
Ay, Capote, ay, ay, ay….. si te hubiera conocido….. ¡ ay, ay , ay … ¡truhan ¡
Muy curiosa la historia.
No sabìa que truman fueran tan fiel. Con sus romances, normal, pero fiel a su pareja.
Truman C. era un excelente conversador y chismoso, dicen que hizo del chisme un arte. Me gustó eso de Truáncapote. jajaja!
Me encanta Andrés!