Literatura Cronopio

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El miedo y la desolación comienzan a trepar por tus pies como enredaderas, y sientes cómo te aprisionan. Se hacen fuertes sobre tu creciente debilidad, tus parpados se hielan, tanto como tu mirada. Ya no lloras porque no tienes más lágrimas dentro de ti, tus huesos sobresalen sobre tu piel escamosa y arrugada, tus órganos también comienzan a perder humedad, el cerebro piensa cada latido antes de poder latirlo, tu corazón perdió la alegría y las últimas gotas escarlatas.

Sigues postrado en el mismo sitio, comienzas a dudar si algún día fuiste feliz, ni siquiera te crees capaz de definir esa palabra, «felicidad». Has olvidado el camino y la deliciosa miel y el fresco rocío, tu mirada se estrecha, más y más aumentan las tinieblas.

Alguien se acerca, es el sujeto sin boca que se planta erguido, alto y fuerte frente a ti, ambos se contemplan una vez más, sin pensarlo más, él se toma con ambas manos el lugar donde debería de tener boca y comienza a estirar su vacío, algo se desgarra en su rostro, sus uñas cortan, sangra profusamente, logra abrir un agujero, una boca, tose un par de veces escupiendo sangre con saliva, se inclina hacia ti y entre sonidos guturales comprendes lo que te dice.

—Nunca ha existido Ciudad Esmeralda… yo soy un mago… no hay camino y nunca ha existido nada…

El sujeto se da media vuelta y se pierde entre la bruma que poco a poco comienza a abrasarte… Ya no piensas, ya no puedes dar gracias por tu vida ni por todas las demás… dejas que ese abrazo oscuro te consuma lentamente, ni siquiera un grito, ni un lamento, ni siquiera polvo sobre el polvo…

«Sigue el camino amarillo, sigue el camino amarillo
Siempre, siempre, siempre, siempre sigue el camino amarillo
Siempre el ladrillo, siempre el ladrillo, siempre el ladrillo amarillo».

NOSTALGIAS DE UNA ÚLTIMA NOCHE

—¡Eh! Taxi —grita y luego chifla con una mano en alto, va de prisa unos metros, corre. Sube al taxi.

— Buenas, ¿a dónde lo llevo, jovenazo?

—A la vejez por favor —el auto se pone en marcha.

—Espero que no le tome mucho tiempo… necesito llegar antes de mi muerte, no sé si sea eso posible.

—Claro, claro, haremos lo posible —un par de minutos en silencio.

—Y disculpe que me entrometa… ¿por qué tanta prisa? digo, está usted muy chamaco.

Desde el asiento trasero observa los ojos del taxista en el retrovisor, el hombre está cansado, también lo mira esperando una respuesta, como todos; después mira el reloj en su muñeca, baja la ventanilla del taxi y asoma el rostro un poco, apenas lo suficiente. Afuera hace un poco de viento fresco que mitiga el calor de tantos días, la luna se ha pintado con una gran sonrisa en lo más alto. La vida se abre como un par de bellas y largas piernas para ser disfrutada, al menos por una noche más.

—Tiene usted razón, tómese su tiempo, hoy hace buena noche… y espero que no le moleste, lo digo con todo respeto, quisiera guardar silencio en el trayecto.

—Claro, jovenazo, faltaba más —sonríen los ojos del retrovisor.

—Gracias, qué amable.

MAPAS SOBRE TU PIEL

A veces, durante las madrugadas de mas calor, cuando instintivamente arrojas las sábanas al suelo y te quedas desnudita a mi lado, así tan impúdica —cual la virgen que siempre serás para mi— y te extiendes por toda la cama como olvidando por el sopor el hermoso recato que siempre te cubre, yo aprovecho para dibujar sobre toda tu piel pegostosita un mapa para nosotros dos, con valles, montes, llanuras, grutas, cavernas, guaridas húmedas y tupidos pastizales… y lo recorro una y otra vez incansable en mi labor, hasta que descubro un leve rubor que se pinta de a poco por sobre algunos montes, entonces me aparto o te abrazo.

Despiertas entonces casi siempre con una sonrisa, yo me hago el que estoy despertando también y tú cierras tus piernitas estirándote, te colocas mirándome de perfil sobre la cama y con tus brazos te tapas un poco como si quisieras hacerme creer que deseas cubrir algún rincón de tu alma que aún desconozco. Sonríes una vez más, esta vez más despierta e irradiando una luz en todo tu rostro como recordando que hiciste algunas travesuras en tus sueños.

Yo te perdono todas tus posibles diabluras, te doy un beso discreto y te veo alejarte al baño, de donde 10 minutos después sales completamente despierta, fresca y sin mapa alguno sobre la piel. Sonrío, te contemplo con la ternura de quien contempla su futuro y estoy dispuesto a vivir otro día.

Normalmente no me importa que salgas cada mañana sin el mapa que tanto me esforcé por trazar sobre tu piel para nosotros dos. Se que en la siguiente oportunidad estaré sobre ti con la misma dedicación que la primera, y descubriré nuevos montes que llevarán tu nombre, el mío o el de ambos, me perderé en las guaridas húmedas que llevas sobre ti para mí, correré por las llanuras acurrucándome para descansar entre tu hierbabuena.

Sin embargo, tengo que reconocer que de manera obligada, hay otros días un poco menos felices, casi completamente catastróficos, en los que te imagino en otros lugares, sola o con alguien, pero cada vez más distante de mi y mis manos que te moldean hermosa, y yo a penas sobreviviendo sin la posibilidad de dibujar en tu piel nuestras vidas juntos. Eso es tan triste que a veces comienzo a sentir el mar en mis ojos y quiero salir a buscarte, correr a encontrarte para abrazarte tan fuerte que en una explosión de pasión ardamos ambos y nos fundamos en un mismo ser… Pero cuando comienzo a preocuparme poniéndome nervioso por tu lejanía y nuestro olvido, decido dejar de escribir.

CON UNO ES SUFICIENTE

Ella disfrutaba mucho calentándome los sesos y por ende todo mi cuerpecito, y le encantaba hacerlo con palabras y también cuando me mostraba su cuerpo, se mostraba para mí de a poco o de a mucha, siempre sin llegar a ser ofensiva, únicamente lo indispensable… que para mí era más que suficiente.

—¡¿Y qué te ganas con ver únicamente?! —me cuestionaba cuando yo me ponía feliz como pollito que mira el enorme gallinero, cuando me advertía que no tenía tiempo de quedarse, que sólo había pasado a quitarse las medias y a cambiarse de bragas y bra para irse al gym, o al trabajo, o a casa de sus padres, o a dar sus clases, o a cualquier cosa, el pretexto era lo de menos.

—¿Puedo cambiarme en tu casa? —y yo de inmediato movía la colita como perro y le abría las puertas de mi paroxismo y también las de mi casa, entonces ella pasaba para hacer lo que tenía que hacer. Y yo lo transformaba todo en un ritual, porque atenuaba la luz de mi recámara, encendía cientos de velas imaginarias, encendía la fuente artificial y dejaba que ella escogiera la música, luego me recostaba sobre la alfombra y ella se encargaba de lo demás. Unas veces como si yo no estuviera ahí, otras tantas dedicándome una miradita coqueta por aquí, otra pora allá, —¿te gusto? —a veces decía apenas como un susurro, por eso no sé si me estaba preguntando o afirmando.

Ese rito tan hermosamente orgásmico no podía durar más de cinco minutos, ocho tal vez cuando ella se preocupaba por extenderse, aunque era muy puntual la muy bendita y era raro cuando llegaba siquiera a los siete minutos. Aún así, el tiempo al igual que los pretextos de sus visitas, era lo de menos, ese se transformaba sin duda en el mejor momento de mi día, de toda mi jodida existencia.

Entonces terminaba y normalmente sin decir palabra alguna se marchaba, y yo ahí me quedaba como quien aún tiene en su cerebro residuos de buena hierba y está planeando el aterrizaje sin muchas ganas de bajar.

Yo nunca le respondí a su pregunta de «qué me gano solamente con mirarla», aunque siempre fue una mujer extraña y hasta cierto punto predecible. Cuando se trataba de ser egoísta se ponía seria, aún así siempre cuando cerraba la puerta y escuchaba sus pasitos alejarse, le decía ahí, tirado aún sobre la alfombra: mirarte, querida, es sólo el primer paso de una de las mil millones de maneras para detonar mi imaginación, después de verte puedes quedarte y acompañarme, disfrutando los dos de un placer compartido, o puedes marcharte, como siempre lo haces. Al final, conmigo es suficiente…
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* Mateo Ramón García Pérez es licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID), Morelia, Michoacán, México. Partició en el 1er. Concurso Nacional de cuento y novela Negros «Belascoarán Shayne» (2005), obteniendo Mención Honorífica. Algunos microrrelatos suyos han sido publicados en «Desde el Yacuzzi», libro que recoge las obras ganadoras del Primer Concurso Internacional de Microrrelatos 2011, organizado por Latin Heritage Foundation. Otros microrrelatos publicados en el libro «Al este del arcoiris» (2011). Participó en el concurso de relato «Cosecha Eñe 2011» (por la revista Eñe. Revista para leer), donde el relato «El ego mata de una manera deliciosa» ha sido seleccionado como uno de los finalista de dicha convocatoria. Actualmente colabora como coordinador y guionista en la producción de una serie audiovisual independiente.

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