EL HOMBRE DE ANAXIMANDRO Y OTROS RELATOS
Por Marcelo Pezzotta*
El sol fue secando las abundantes aguas en que ellos vivían. Al cabo de un tiempo inmenso en los extensos charcos y en la agrietada tierra, los monstruos que entonces no eran horribles, pues no había quien así los considerase, balbucían ruidos, arrodillados o medio erguidos. Conocieron entonces la sed y se lamieron el cuerpo acuoso para saciarla. Pronto sus caparazones comenzaron a endurecerse y sus miembros se entumecieron. No se preguntaron nada, ni se asombraron, ni pensaron en nada, no podían hacer ninguna de esas cosas.
Sus partes más superficiales fueron cayendo de a poco sobre el suelo ya muy seco y algo parecido ligeramente a la conciencia les hizo percibir con alguna mínima sorpresa aquellas pérdidas. Entonces unos a otros empezaron a mirarse, a notar con un vaguísimo entendimiento que los otros se rompían extrañamente.
No existía quien pudiera medir el tiempo en que aquello terminó de suceder. Lo cierto es que al final, del interior de esos cuerpos, quizá escamados, quizá verdosos y enormes, fueron saliendo, como carozos de una fruta, hombres y mujeres. ¿Hacia dónde habrán dirigido sus primeros pasos?
Alguno de esos hombres miró a una mujer, sintió arder sus entrañas, una precaria felicidad y una incomprensible angustia. Ella sintió, tal vez, algo similar. Fueron los primeros amantes.
NO PENSAR
El avión se pierde tras un edificio y yo lo miro desde mi ventana. Avión, edificio, ventana.
Frente a mí, un hombre y una mujer fuman en un balcón. Hombre, mujer, balcón.
Cierro los ojos para descansar. Abro los ojos para no pensar.
Miro hacia atrás, hacia el interior de mi departamento. Hago un gol imaginario entre las patas de la mesa.
¿Qué es lo que no puedo pensar?
Hombre, mujer, balcón, un abrazo y un beso.
Vuelvo a mirar adentro, sobre la mesa un libro abierto. Lo tomo.
Está frente a mis ojos pero yo estoy mirando más allá, la tapa de otro libro que quedó sobre la mesa. Leo sin leer.
El sol sobre la pared me lleva a algún tiempo remoto, infantil. ¿Qué será? Busco en la memoria.
Vuelvo al libro, vuelvo a la ventana.
Otro gol.
La mujer y el hombre se han ido.
Tengo cosas que hacer, no sé por dónde empezar.
Un poco de sosiego.
Avión, ventana, edificio, hombre, mujer, libro, gol.
No puedo pensar…
CIRCUNSTANCIA
Las luces y el griterío
y el color rojo en los puños y en el pantalón del adversario;
alguien espera en una humilde casa
la radio impersonal lleva noticias;
algunos se exponen solo con las palabras
otros, con el cuerpo.
Las luces dan vueltas, los gritos se hacen lejanos.
Los chicos del barrio, los del gimnasio
la madre, la novia, el padre muerto,
el dinero, el honor.
Se levanta…
BREVES
I
Éramos cuatro o cinco
sentados en medio del puente
miramos desvanecerse la noche
sin querer
nada nos apuraba
ni a la vida…
II
Árbol del viento, llama de la tarde
ilusión descolgada desde el cielo
temblorosa guitarra de lamento
ave al ocaso, alas, horizonte…
III
La moneda cayó en la fuente
y luego la luna emergió siete veces
y tantas otras el sol la precedía.
Y en medio de sus brillos y sus sombras
hubo esperanza, incertidumbre, tiempo.
Y nada más que eso…
Sin embargo, la moneda pertinaz
una y otra vez cayó en la fuente.
IV
Relámpago, contorno de las sierras,
repiqueteo, trémulas ventanas,
río de asfalto,
danza de los árboles.
La misma noche
que acuna y que da miedo.
_________
* Marcelo Pezzotta nació en Cruz del Eje, provincia de Córdoba, Argentina. Es Licenciado en Comunicación Social de la UNC. Docente de Lengua y Literatura en colegios secundarios. Su blog: www.va-pensiero.blogspot.com