UN VIEJO YONQUI EN LIMA
Por Stefano De Marzo*
William Burroughs y su travesía por el Perú en busca de ayahuasca
William S. Burroughs llegó finalmente al Perú, destino último de su segundo viaje por tierras latinoamericanas en busca del yagé o ayahuasca. Escribió el 5 de mayo de 1953 una carta a su amigo, editor y ex pareja Allen Ginsberg contándole lo bien que se sentía en una ciudad como Lima. En opinión de Burroughs, esta guardaba semejanzas con Ciudad de México, uno de los lugares donde se sentía más cómodo en el mundo.
Ya por el mes de junio de 1951 había visitado Ecuador junto a un joven de veintiún años llamado Lewis Marker, un estudiante americano de la Mexico City College por el que se sentía muy atraído. Decepcionados por no haber encontrado ayahuasca y exhaustos por el arduo viaje, regresaron por separado a Ciudad de México. Fue de regreso en la capital azteca cuando en un confuso episodio, el viejo Bill mató a su esposa Joan Vollmer de un disparo en la cabeza.
Aquella primera carta desde tierras peruanas fue escrita desde el número 930 de la avenida José Leal, en el distrito de Lince. Hoy, dicha avenida constituye un largo corredor repleto de comercios y la antaño guarida de Burroughs en Lima se ubica entre una vidriería y una tienda de abarrotes. Nadie en la vieja quinta, la cual posee un pasillo muy angosto hasta llegar a los tres diminutos departamentos que ostenta, ha escuchado hablar nunca del viejo yonqui.
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Tenía 39 años y estaba a punto de publicar su primer libro. «Yonqui» aparecería en Estados Unidos con el seudónimo de William Lee, por el apellido de su madre, y para evitar el escándalo familiar. El libro describía la sórdida búsqueda de drogas por parte de un homosexual que vivía entre Nueva York, Nueva Orleans y otras ciudades americanas. De claro sesgo autobiográfico, Burroughs optó también por el seudónimo debido a la fuerte censura que existía por esos años en Norteamérica.
En una carta escrita a Ginsberg el 23 de diciembre de 1952 desde Palm Beach, Florida, expresa su deseo de volver a Sudamérica, específicamente a la región del Putumayo, ya que había recibido información confiable de que en ese lugar encontraría ayahuasca. Se encontraba pasando la navidad con su familia, luego de huir de México tras la muerte de su esposa
Sus padres, burgueses acaudalados de St. Louis, Missouri, quienes lo mantenían mediante una asignación mensual de doscientos dólares, accedieron a financiar su viaje a Sudamérica creyendo que su hijo se iba a Colombia a hacer investigaciones de campo. En enero de 1953, Burroughs inicia su viaje en Ciudad de Panamá e irá enrumbando hacia el sur pasando por Bogotá, Pasto, Quito y, finalmente, Lima. A través de sus contactos en Harvard, universidad en la que había estudiado literatura inglesa, conoció a Richard Evans Schultes, un etnobotánico americano que lo asistió en su búsqueda del ayahuasca.
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El 12 de mayo, desde el Hotel Bolívar en el centro de Lima, escribe a Ginsberg preguntándole si «Yonqui» ya estaba vendiéndose en las calles. Necesitaba dinero para comprar una máquina de escribir de segunda mano, para pasar en limpio los textos que andaba escribiendo sobre el ayahuasca. También hace referencia a los chicos que por ese entonces vagaban alrededor de los bares del Mercado Central. Fácilmente accedían a estar con él al divisar su porte de gringo y sus dólares en la billetera. Asimismo, siempre intentarían robarle luego de tener sexo con él.
Burroughs señala que Lima es la tierra prometida de los chicos y que no había visto nada igual desde que estuvo en Viena en 1936. Luego de terminar sus estudios en Harvard, emprendió un viaje a lo largo de Europa del Este donde presenció la homosexualidad abierta que se vivió durante los años de la República de Weimar en Austria y Hungría. Desde allí, pudo apreciar el ascenso del régimen nazi al poder y hasta se casó con una judía alemana llamada Ilse Herzfeld Klapper, a quien había conocido en un viaje a Dubrovnik, para que pudiera huir a Estados Unidos.
Burroughs describe Lima como una ciudad de buenos restaurantes, clima agradable y vida barata que cuenta con un barrio chino extenso. Señala que no le molestaría quedarse a vivir ahí y sospecha que podría conseguir algo de heroína. Asimismo, se muestra sorprendido por lo violentos y sangrientos que pueden llegar a ser los bares limeños, donde reventarle una botella en la cabeza a alguien era una práctica común entre los parroquianos.
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Por ese entonces, Burroughs era un adicto que se encontraba desenganchado de las drogas. Sin embargo, había consumido durante muchos años desde heroína hasta marihuana, pasando por codeína, bencedrina y morfina. Quizás el origen de estas adicciones recaiga en una experiencia infantil del viejo Bill. Tras sufrir un accidente realizando un experimento químico, sufrió de quemaduras que fueron aliviadas por un doctor con una dosis adulta de morfina. Años más tarde, Burroughs recordaría que de pequeño sufría de pesadillas y, debido a que escuchó a una enfermera decir que el opio te daba sueños placenteros, decidió que fumaría aquella droga cuando creciera.
Los gallinazos que giran en círculos sobre la ciudad llaman su atención y el cielo violeta de los atardeceres de invierno cautivan su mirada. Burroughs expresa en una carta a Ginsberg del 6 de junio de 1953 su visión de la capital peruana:
«Lima es una ciudad de espacios abiertos, mierda desparramada
en las calles y grandes parques, buitres pululando en el cielo
violeta y niños pequeños escupiendo sangre en las calles».
En los días siguientes, los chicos que llevaba a su habitación de hotel para mantener relaciones sexuales le robaron hasta lo impensable. Llego al punto de renegar sobre el Perú, exclamando su indignación por los constantes hurtos a los que era sometido, que incluían relojes averiados, navajas de afeitar, anteojos, cuchillos y cheques de viajero. En una carta a Ginsberg del 24 de mayo expresa su desazón:
«Ésta es una nación de cleptómanos. En toda mi experiencia
como homosexual nunca había sido víctima de robos tan idiotas
por artículos de tan poco valor y uso para nadie».
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A finales de mayo de 1953, Burroughs ya se encuentra acostumbrado a la dinámica de la ciudad. Tras haber investigado dónde encontrar la ansiada ayahuasca, pone fecha a su viaje a Pucallpa, ciudad que se ubica en la selva central del país. Esperará hasta recuperarse de una neuritis de pisco, licor que en su opinión es un veneno. Además, molestias respiratorias y un ano en decadencia, luego de un encuentro sexual con un tipo en Panamá meses atrás, lo mantenían en la costa. El viejo Bill tenía la sensación de ser una enciclopedia viva de enfermedades.
Antes de emprender el viaje a la selva peruana, recordará sus días de ladrón de poca monta en el Nueva York de su juventud. Quizás inducido a la memoria por ser víctima de ladronzuelos de barrio, rememoró sus días más oscuros de joven yonqui. Fue durante su juventud cuando se sintió fascinado por las historias de gángsters y vagabundos en un submundo plagado de armas de fuego. Debido a ello, vivió una vida lumpen en el Nueva York de la década del 40, robando a ebrios dormidos en el metro de la ciudad junto a su amigo Bill Gains.
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Burroughs escribe una carta a Ginsberg el 18 de junio de 1953 describiendo la sesión de ayahuasca a la que se sometió junto a seis indígenas en Pucallpa. En ella da cuenta de sus impresiones:
«Experimenté primero una sensación de serena sabiduría.
Lo que siguió a continuación fue indescriptible. Estuve como
poseído por un espíritu azul. Al mismo tiempo, fuertes espasmos
sexuales me invadieron.»
Cuando sus mandíbulas se endurecieron y empezó a sentir temblores en los brazos y las piernas, se administró diez gramos de phenobarbital y tres de codeína que lo calmaron. Finalizada la sesión, señalaría que lo sentido fue tan indescriptible que sería difícil de describir. Sin embargo, podría explicarlo pintando. Burroughs consideraba que la pintura llevaba cincuenta años de ventaja a la literatura al momento de plasmar ideas y sensaciones.
Tomaría de nuevo ayahuasca junto a un danés, estando estancados en Pucallpa por las lluvias. Los caminos de regreso a Lima habían quedado inutilizables. El danés vomitó de manera violenta al ingerir la sustancia y no quiso acercarse más a él. Pensó que había querido envenenarlo. Camino de regreso, pasaría dos días en la ciudad de Huánuco, en la sierra central peruana. Burroughs describe el lugar como un horrendo basurero. Pasó el tiempo deambulando mientras tomaba fotografías del paisaje, de parques con estatuas de generales e indígenas masticando coca.
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Tras varios meses en territorio peruano, Burroughs expone en sus cartas a Ginsberg del 8 y el 10 de julio, sus reflexiones finales sobre la ayahuasca y el Perú. Describe la fase inicial del trance del ayahuasca como un vértigo de viaje por el espacio y el tiempo, similar al descrito por H. G. Wells en su obra «La Máquina del Tiempo». Enfatiza que la sensación no se parece a ninguna otra que haya experimentado con otras sustancias. Esta es una suerte de violación a sus sentidos que lo supera. Para intentar explicar el estado inducido al que se sometió, señaló que todo en la vida pareciera que empieza a tener el movimiento furtivo de las pinturas de Van Gogh.
No obstante, se decepciona al apreciar que la sustancia no es transportable. La preparación no tenía el mismo efecto cuando la tomabas luego de unos días. El ayahuasca necesita hervirse y prepararse con raíces frescas y hierbas que solo es posible encontrar en la selva.
Sostiene que algo positivo de Latinoamérica es que puedes ser homosexual o drogadicto sin perder tu posición social. Mientras no expongas tu condición con efusividad y mantengas buenos modales no habría problema. Del mismo modo, resalta la forma en que la policía trata a los criminales o a los prisioneros. Le llama mucho la atención la forma en que las fuerzas del orden confraternizan con sus subordinados y delincuentes comunes.
Asimismo, lamenta la situación nutricional de la gente en el país, señalando que si no se satisfacen las necesidades más primarias como la alimentación, es difícil pensar en otras cuestiones más importantes. Burroughs se sentía en el Perú como el personaje de la obra de H. G. Wells «El País de los Ciegos», en el que sólo un hombre podía ver en una nación donde la ceguera total reinaba entre la gente desde hace muchas generaciones.
Además, hace una descripción del típico chiquillo no homosexual que se prostituye por dinero. Sorprendido por la capacidad de los chicos para expresar un afecto sin inhibiciones, así como por su falta de pudor a la hora de evacuar y orinar en cualquier parte, a Burroughs le impresiona la forma de tener sexo, y aparentemente disfrutarlo también, de aquellos jóvenes heterosexuales. Esto lo llevará a concluir que la homosexualidad es parte del potencial humano que todos tenemos. Además, considera a los sudamericanos una mezcla de indígena con blanco que ha sido reprimido durante años por la cultura española y la Iglesia Católica.
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Si bien ya había experimentado con ayahuasca en Colombia, antes de pasar por Ecuador y llegar al Perú, la experiencia peruana fue la más intensa que tuvo. No dio con los supuestos poderes telepáticos que él creía que proporcionaba la ingesta de este alucinógeno. Esto lo llevó a consagrarse con más dedicación a la literatura. Sus procesos de escritura en el futuro se volverían desesperados intentos de desengancharse del consumo de drogas.
La experiencia multisensorial con la ayahuasca le serviría a Burroughs para desarrollar un estilo en su obra literaria que se vería plasmado en un principio en «El Almuerzo Desnudo», donde expuso su técnica de narración no líneal que llegaría a su clímax en los cut-ups que desarrollaría en el futuro en la trilogía de las novas. A diferencia de Ginsberg o Kerouac, él no estaba interesado en la continuidad de la ficción tradicional y la experiencia con ayahuasca le señaló un camino a seguir.
Luego de su periplo por la selva peruana, enrumbaría a la ciudad norteña de Talara, donde estaría unos días, y luego continuaría su trayecto de regreso a través de Panamá, Guatemala y finalmente Ciudad de México, para después pasarse casi veinticinco años entre Tangier, París y Londres antes de volver a su St Louis natal.
“BURROUGHS Commissioner of sewers http”. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=EmIbqTBc9uU[/youtube]
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* Stefano De Marzo es estudiante de Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), de Lima. Además ha colaborado con revistas peruanas como Cosas, G de Gestión y Arte Manifiesto Mag.
Me agrado mucho el artículo escrito por Stefano De Marzo. Se deberían difundir más estos tipos de textos. Muy interesante y descrito con gracia y profesionalismo.