Literatura Cronopio

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Maria

LA SOMBRA DE LA ENFERMEDAD EN MARÍA: LA EPILEPSIA

Por Jesús Antonio Arenas Berrio* y Fernando Suárez Giraldo**

«La enfermedad era un modo de volver “interesante” a
la gente —que es la definición original de
‘romántico’—» (Susan Sontag)

«La Epilepsia es una marca decisiva para quien la
padece y afecta esencialmente la raíz de su existencia.
Lo más singular es la excepción del epiléptico capaz
de integrar su enfermedad con el conjunto de su
existencia» (Segundo Serrano Poncela)

I. LA TRAMA DE MARÍA.

Indagar por la enfermedad de María en la novela de Jorge Isaacs no es labor fácil. Esta muere y Efraín no llega a tiempo para ver sus últimos instantes. Pero ¿cuál es la enfermedad de María? ¿El amor? Nadie muere de amor, excepto en las novelas románticas. María sucumbe producto de un problema nervioso, perece víctima del «gran mal». Sin embargo, hablemos un poco de la trama de la novela.

María fue publicada en Bogotá en el año de 1867 y sus impresiones se reprodujeron rápidamente, al punto de que hoy serían casi incontables. La crítica ha sido generosa y complaciente con la idea de un amor romántico y eterno. Los críticos han pensado que se trata de una novela típicamente sentimental, local y realista. José María Vergara y Vergara expresa en su Juicio crítico que: «María es un idilio, un canto del hogar; una crónica casera, un conjunto de escenas dichosas y tristes, hábilmente descritas» (Vergara, 2012: 12). Consideró preciosa la novela, pero no dijo absolutamente nada de la enfermedad de María. Empero, el argumento de la novela se considera simple: Efraín se va para Bogotá siendo un adolescente, se aparta de María y de su familia profesando por su prima un recóndito amor. Seis años después vuelve de Bogotá a su hogar y renace su amor por María, pero sabe que su padre desea que viaje a Europa para que estudie medicina. Efraín y María perciben que sólo el amor los puede unir perpetuamente, el alejamiento y la distancia producen un amor casi perfecto y secreto, que sólo cuenta con la connivencia de su hermana Emma. Todo se complica cuando María enferma y Carlos, el amigo de Efraín, procura el amor de aquella. Carlos realiza una visita a su casa, junto a su padre, para solicitar la mano de María. Después de sortear este obstáculo, el padre de Efraín cae enfermo por el fiasco en sus negocios.

Luego se cumple el temido viaje y se consuma la indeseada separación: Efraín viaja a Londres. A partir de ese momento Efraín siempre rememora los días al lado de María, el campo, la tierra y el Valle del Cauca con su paisaje y belleza. En Londres recibe algunas cartas de María y posteriormente se le comunica que esta ha sufrido una fuerte recaída en su enfermedad. Enfermedad que ha matado a su madre y representa un gran espanto para su familia. Esto obliga a Efraín a regresar a casa. María manifiesta que su única esperanza de mejoría, y único anhelo, es tener a Efraín a su lado. Este regresa de Londres cruzando el mar y con un sinnúmero de sucesos, lo cual le impide llegar a tiempo para salvar a su amada de la muerte. María ha muerto, Efraín es notificado de tan terrible noticia y trata de escapar de su tormento; pero llora amargamente, asido a la tumba de su amada. Un ave negra reemplaza a Efraín en la cruz y la desolación aparece borrando toda señal de felicidad.
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Este cándido amor romántico ha sido el tema de la novela por mucho tiempo. Primer amor, amor puro y espontáneo, amor que es eterno, puesto que regulariza la totalidad de la vida de los dos amantes. Amor que todo lo puede, excepto en la enfermedad y la muerte. El tema del amor ocupará la generalidad de la novela opacando otros temas como la esclavitud, el paisaje, la muerte y la enfermedad. Creemos que la enfermedad debería ser uno de los temas fundamentales de la novela.

En los primeros capítulos la enfermedad va apareciendo con las crisis y la tristeza de María, le duele la cabeza, no se alimenta adecuadamente y sufre de temblores. La primera crisis se hace evidente cuando Efraín declara: «Mi hermana me refirió que María había sufrido un ataque nervioso; y al agregar que estaba aun sin sentido, procuró calmar cuando le fue posible mi dolorosa ansiedad». (Isaacs, 2012: 37). El síntoma es claro:

«Estaba como dormida: su rostro, cubierto de palidez
mortal, se veía medio oculto por la cabellera descompuesta,
en la cual se descubrían estrujadas las flores que yo le había
dado en la mañana: la frente contraída revelaba un padecimiento
insoportable, y un ligero sudor le humedecía las sienes: de
los ojos cerrados habían tratado de brotar lágrimas que brillaban
detenidas en las pestañas». (Isaacs, 2012: 37).

La anterior cita constituye una de las mejores descripciones de la enfermedad de la epilepsia en la novela de Jorge Isaacs.

II. EL GRAN MAL.

Ni el médico de la familia de Efraín, el doctor Mayn, parece poder descubrir la cura para el mal que padece María a pesar de haber ordenado una dieta adecuada:

«En la tarde del mismo día se despidió de nosotros el
doctor, después de dejar casi completamente restablecida
a María y de haberle prescrito un régimen para evitar la
repetición del acceso, aunque prometió visitar a la
enferma con frecuencia. Yo sentía un alivio indecible
al oírle asegurar que no había peligro alguno, y por
él, doble cariño que hasta entonces le había profesado,
solamente porque tan pronta reposición pronosticaba
a María». (Isaacs, 2012: 42).

La epilepsia, «el gran mal» o «mal sagrado» ha sido pensada, desde los tiempos remotos, como fruto del morbus astralis o morbus demoniacus (en Roma y el Medioevo). De acuerdo con Segundo Serrano Poncela:

«La epilepsia es una importante perturbación nerviosa, aferrada
en las aguas de la vida; hereditaria en ocasiones. Afección
constitucional, por tanto familiar, lo que no explica su etiología.
O bien producto de ciertas intoxicaciones; acaso veneno que
elabora el organismo a causa de trastornos metabólicos (exceso
de amoníaco, calcio, insulina, o ciertos alcaloides). O un impacto
anafiláctico en el sistema vegetativo. O insuficiencia de secreción
en la paratiroides» (Serrano Poncela, 1968: 28).
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Esto es la epilepsia como resultado de trastornos psicológicos, o exteriorización del instinto sexual, como dirían los psicoanalistas. El enfermo siente cómo se devasta su entendimiento y cómo la enfermedad lo puede conducir a la estupidez; pero en la novela, María muere consciente, ella pronuncia estas terribles palabras: «Es que no saben que voy a morirme…» (Isaacs, 2012: 297). Y Emma, la hermana de Efraín responde: «¡Morirte! ¿Morirte cuando Efraín va a llegar?» (Isaacs, 2012: 297). A lo que la enferma concluye:

«Oye: quiero dejarte cuanto yo poseo y le ha sido amable.
Pondrás en el cofrecito en que tengo sus cartas y las flores
secas, este guardapelo donde están sus cabellos y los de mi
madre; esta sortija que me puso en vísperas de su viaje; y
en mi delantal envolverás mis trenzas… No te aflijas así
continuó —acercando su mejilla fría a la de mi
hermana—; yo no podría ya ser su esposa… Dios quiera
librarlo del dolor de hallarme como estoy, del trance
de verme expirar. ¡Ay!, yo podría morirme conforme,
dándole mi último adiós. Estréchalo por mí en tus
brazos y dile que en vano luché por no abandonarlo… que
me espantaba más su soledad que la muerte misma, y… María
dejó de hablar y temblaba en los brazos de Emma; cubrióla ésta
de besos y sus labios la hallaron yerta; llamóla y no respondió;
dio voces y corrieron en su auxilio» (Isaacs, 2012: 297).

María murió… La epilepsia se la llevó. Es de anotar que un afanado crítico colombiano como Álvaro Pineda Botero subraya la enfermedad en su análisis de la novela María. Leamos en su texto La fábula y el desastre, lo siguiente:

«Poco después de la visita del ave [negra] se manifestaron
en María los síntomas de una extraña enfermedad, que
luego es diagnosticada como epilepsia y que obliga al padre
[de Efraín] a revelar un terrible secreto: se trata del mismo
mal que llevó a la madre de María a la tumba. Efraín
dolorido, reacciona: ‘María será mía o de la muerte’».
(Pineda Botero, 1999: 203).

Y luego manifiesta muy certeramente que:

«Por lo menos en dos ocasiones, figuras de autoridad
dentro de la obra intensifican en Efraín la sensación [de
angustia]: cuando surgen los síntomas de la epilepsia,
el médico Mayn afirma que ‘las emociones intensas, nuevas
para ella’ [que Efraín le hacía sentir], son las que han
hecho aparecer los síntomas de la enfermedad»
(Pineda Botero, 1999: 207).
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III. UNA ENFERMEDAD «ROMÁNTICA» E INNOMBRABLE.

El recorrido inicial por la trama de la novela, así como la caracterización que de la epilepsia nos ofrece el crítico venezolano Segundo Serrano Poncela, constituyen dos referencias que permiten remarcar los momentos en los cuales Jorge Isaacs describe los primeros accesos y ataques febriles de María, al tiempo que deja ver cómo el mal de la protagonista será un elemento relevante en la historia. Una propuesta analítica de esta raigambre puede parecer, a priori, un tanto atrevida por cuanto pretende poner de relieve un aspecto (la enfermedad) que históricamente ha estado al margen —o por lo menos ha sido relegado a un segundo o tercer plano— de los análisis críticos que se han hecho sobre María. Bien es sabido que esta novela, desde su primera publicación en 1867, ha suscitado diversas lecturas no sólo en Colombia sino también en diferentes lugares del mundo (especialmente en América Latina). Los tópicos advertidos en María, y posteriormente analizados y discutidos por cientos —tal vez miles— de académicos, han pasado principalmente por el estudio del amor «romántico», la pasión, el afecto, la naturaleza, los paisajes, el costumbrismo, el paternalismo, las relaciones jerárquicas, etc. En resumidas cuentas, es posible advertir que muy pocos análisis se han detenido lo suficiente en la enfermedad como uno de los temas trascendentes en María.

Ya hemos mencionado los apuntes que al respecto ha hecho Álvaro Pineda Botero, miremos ahora algunas apreciaciones que sobre el particular ha realizado el escritor William Ospina. Según este autor: «[María] es también una novela sobre la enfermedad, esa acechanza de la muerte, sobre el arduo acumularse de las ilusiones y el modo brusco e implacable como la muerte puede derrumbarlas» (Ospina. 2012: 64). Añade, además, el escritor colombiano:

«[…] el tema de María, que es la sencilla y conmovida
narración del amor entre un joven señor y su prima de 15
años, de la radiante realidad del Valle en que viven, de
la enfermedad que amenaza su amor, de los deberes que
los apartan, de la muerte que trunca para siempre sus
sueños» (Ospina. 2012: 64).

Lo que pretendemos hacer notar mediante los anteriores comentarios y referencias es que, a pesar de que el tema de la enfermedad en María ha sido advertido y mencionado por algunos críticos y estudiosos de la literatura, como parte de esta novela, es posible proponer una línea de sentido que vaya más allá de la simple mención de la enfermedad como un hecho circunstancial que determina algunos pasajes específicos de la historia.

Ya ha sido mencionada y descrita en este análisis la enfermedad de María, y a pesar de constituir una obviedad, valga recordar que dicho mal tiene nombre propio: la epilepsia. Es el mismísimo Efraín quien se encarga de nombrar por primera vez la infausta y temida enfermedad, luego de contemplar estupefacto un primer «ataque nervioso» de su amada:

«Permanecí inmóvil contemplándola [a María], sin
atreverme a averiguar cuál era su mal […] Medía toda
mi desgracia: era el mismo mal de su madre, que
había muerto muy joven atacada por una epilepsia
incurable. Esta idea se adueñó de todo mi ser para
quebrantarlo» (Isaacs, 2012: 37).
(Continua página 2 – link más abajo)

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