Literatura Cronopio

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Para el imaginario k’iche’ —según Schele— las cuevas son las moradas de «los mundos», de los señores de la tierra, de los que permiten matar animales y perturbar la tierra sembrando el maíz. Para lograr el agrado de «los mundos», es fundamental el Kexol o «sustituto», quien servirá de intercambio. El kexol puede ser el sacrificio de una gallina o los Itz, las ofrendas que sustentan a los dioses. Y sólo dentro de esta gnosis [2] o sistema de conocimiento es posible la circunstancia que nos presenta Ak’abal en «Lengua amarrada»: la cueva/medicina, la presencia allá, dentro de la cueva, de «alguien» que le desata la lengua al niño, y la confianza de la madre en esas presencias que habitan la cueva de la boca grande.

Además, para los k’iche’, las cuevas y las piedras son también la morada de las placentas de los niños (ver «Último sol», 2002: 21) y, al mismo tiempo, de las «almas» de los antepasados. Allí, nos dice Schele: «Las almas de muchos, muchos chuchkahawob [3] moran en la cueva y sus proximidades, dispuestas a ayudar a sus sucesores en su labor. Para los quichés la cueva rebosa de vida gracias a las más poderosas energías del Otro Mundo» (2001,184).

Así mismo ocurre con las piedras. En «Tum ab’aj» leemos:

En mi pueblo hay una piedra grande,
se llama Tum ab’aj.

El sol y la luna la cuidan.

No es una piedra muda,
es un tambor de piedra.

La cubre una pelusa
que nosotros llamamos caca de sapo.

Un camino, un río
y la piedra en medio.

Los que no la conocen
pasan de largo sin hacerle caso.

Los viejos no:
ellos se detienen,
le queman copal, incienso,
candela y miel.

Cuando llueve, la piedra suena:
tum, tum, tum, tum…     (1998:47)

En este poema Ak’abal no traduce el título; el lector puede sospechar que lo hace a propósito… Ab’aj significa Piedra (Ajpacaja, 2). Tum ab’aj es la piedra que hace Tum como tambor, la piedra que habla. Su nombre es k’iche’, no español. El escenario está dado; el lector llega hasta donde puede llegar. El juego con las onomatopeyas propias de la lengua k’iche’ retumba en su lectura, otra vez el diálogo de la naturaleza con los abuelos desconcierta: ellos conocen la fuerza de las piedras. Esa piedra es mucho más que una simple piedra; esa piedra algo esconde, algo guarda, algo cuida. Y por eso el copal, el incienso, la miel y la candela (Itz), tributo y alimento para los dioses, para los nawales, para los «mundos».

Freidel explica mejor la seriedad con que se debe tomar la trascendencia de las piedras para el mundo maya. Como arqueólogo, comenzando las excavaciones en Yaxuná (tierras mayas de Yucatán, pueblo de Don Pablo), tuvo que enfrentar un problema inesperado: de pronto la comunidad se sintió altamente preocupada por la extracción de las piedras labradas de las ruinas. Dice Freidel:

No me resultaba nada fácil comprender su ansiedad. Les expliqué
que, en ocasiones, se tenían que sacar objetos para analizarlos,
pero que se devolverían puntualmente cuando se construyera un
almacén seguro para ellos. El asunto tenía tal importancia
para la gente que Don Pablo, acabó echándose a cuestas la
responsabilidad de asegurar que no se retirara ninguna piedra
esculpida del sitio (…) Las piedras de Yaxuná siguen allí, bajo
la mirada vigilante de los habitantes, pero ahora sé por qué el
asunto pareció exagerarse tanto: es probable que aquellas piedras
fueran k’an che’, asiento de seres sobrenaturales. (2001:176)
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Ak’abal lo sabe, y entre la risa, la anécdota y la seriedad, nos sugiere la magia. En «La huida» somos testigos de lo sobrenatural:

Se escondió
detrás de la piedra
que estaba en el patio.

Él temblaba de miedo
porque lo buscaban
para descuajarle la cabeza.

La abuela dice
que la piedra creció
y ocultó a Juan.

Él pudo huir,
y al otro día
la piedra también se había ido. (2002:29)

Fuerzas insospechadas guardan las piedras. Como umbrales para ingresar a otros mundos, pueblan el territorio maya de rezos y esperanzas. En su presencia, los Chuchkahaw son los mediadores de las peticiones y ofrendas de los campesinos, quienes piden por sus familias, por sus milpas, por sus negocios. Incluso algunas de estas piedras —como nos lo cuenta en otro relato Schele— son parte del ajuar de los adivinos, de los Ah qij. El relato de Schele ocurre muy cerca de la plaza de Chichicastenango. Así relata:

Sus piedras mágicas eran de muchas formas y clases diferentes,
en su mayoría oscuras, pero con unas cuantas cristalinas.
Algunas tenían formas especiales que de suyo podían prestarse
para que uno viera en ellas rostros o animales. También reconocí
fragmentos de hachas prehispánicas (…) Las piedras y dijes
diversos de aquella colección eran los qabawilob que Panjoj había
reunido en un trabajo de toda la vida como Chuchkahaw (…) Muchas
de las piedras eran del tipo que los mayas identifican con el rayo y lo
ayudaban a concentrar el rayo en su sangre durante la labor de
adivinación. (2001:224)
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Piedras, adivinos, tiempo, rayos… Como en el mito, todos los temas se van tejiendo. Pero en el rayo nos vamos a detener más adelante…

Humberto Ak´ Abal. Cortesía del V Festival de Poesía «Las Lenguas de América Carlos Montemayor» 11/10/2012. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=xliaueQPxLA[/youtube]

NOTAS

[1] Recipiente, calabaza, vasija de barro.

[2] En contraposición a episteme, Walter Mignolo encuentra en la categoría de gnosis una alternativa para nombrar esos otros saberes al margen del «sistema–mundo moderno/colonial». (Mignolo, 2003)

[3] Chamanes en K’iche’.
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* Juan Guillermo Sánchez Martínez es profesional en Estudios Literarios y Magíster en Literatura de la Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Ha publicado Sueños e Historias de los Jóvenes Wayuu en Bogotá, proyecto ganador de la convocatoria Bogotá un libro abierto (Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, Bogotá, 2007); Letras del Sur, antología de jóvenes escritores del barrio Paraíso (Fundación Bellaflor, Ciudad Bolívar, Bogotá, 2009); y el libro de poesía Río (Edición de autor, Bogotá, 2010). Es editor y colaborador de la revista virtual Letras Sueltas: www.felipe-quetzalcoatl.com/editorial/ Actualmente es estudiante de doctorado en la Universidad de Western Ontario (London-Canadá). Blog de crítica literaria: www.juanlunes.blogspot.com

El presente texto hace parte de su libro Memoria e invención en la poesía de Humberto Ak’abal, publicado por Editorial Abya Yala:
https://www.abyayala.org/informacion.php?CODLIBRO=2009&FAC_CODIGO=

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