ESTO NO ES EL FIN DEL MUNDO… PERO ES UN CAOS
Por Sandra Raquel Ávila*
CHICOS GUAPOS
Tenía dieciséis o diecisiete cuando descubrí que el canillita del barrio de Colegiales vendía revistas sobre sexo. Comprar este tipo de revistas significaba matar curiosidades, despejar dudas. La revista ofrecía direcciones de solos y solas con ligeras descripciones físicas. Había una hoja que estaba dedicada exclusivamente a lectores que escribían y contaban sus anécdotas sexuales, todas historias raras para mí, yo una virgen novata por ese entonces. En una de ellas se decía: «Cuando mi marido se ausentó de casa por trabajo llamé por teléfono a unos chicos musculosos y bonitos que salían en un diario, tenía curiosidad. Los llamé. Combinamos horarios y vinieron a mi casa, eran tres. Eran más guapos personalmente. Cobraron por anticipado. Ese día viví la peor pesadilla. Los chicos lindos me ataron de pies y de manos a la cama, primero pensé que había sido parte de un simulacro, un juego, después me di cuenta que no. Tuve miedo. No hubo sexo carnal. Se masturbaron delante de mí, me embadurnaron el cuerpo y la cara con semen, hacían bromas entre ellos, me humillaban y golpeaban con un cinturón de cuero que agarraron de un cajón, me llamaron gorda. No conforme con esto, me robaron dinero, electrodomésticos. Me vaciaron la casa por completo, se llevaron todo lo que tuvieron a su alcance, inclusive mi cachorro cocker: Brandy. Me destruyeron el departamento, rompieron todo. Antes de irse abrieron sus braguetas y me orinaron la cama. Uno de ellos defecó cerca de donde yo estaba. Al día siguiente llegó mi esposo. Me encontró inmovilizada a la cama, el departamento en terribles condiciones. Fui sincera con él y le conté lo sucedido, escuchó atentamente cada palabra, lo noté afligido y preocupado. Llamó a su abogado, inició los trámites de divorcio. La misma tarde abandonó el departamento».
DULCES QUINCE AÑOS
La carne estaba lista, el pollo también, las ensaladas, la torta, la ceremonia de las velas, el carnaval carioca, un DJ copado, listo y lo que no podía faltar eran las cervezas para los pibes. Eran muchos invitados no pude invitar a todos, tuve que tachar a muchos de la lista e invitar solo a los más conocidos, todos querían venir a mi fiesta. Estaba ansiosa, toda mi vida esperando este momento. Con la cantidad de cabello la estilista me citó a las seis de la tarde, mi padrino me pasó a buscar en un remis, el Torino estaba chocado, no podíamos asarlo más, todavía está tirado en el patio. No sé cuándo vamos a poder arreglarlo, creo que ya no sirve para nada. A las 20:00 salimos para Jesse James, era de noche, en la ruta me saludaban, dicen que saludar a una novia o a una quinceañera trae suerte. Le pedí a Roy, el chico que va pasar música, que no se olvidara de pasar los temas de Gilda. Espero que no se olvide, debí anotárselo en un papel. Estábamos cerca, pero el semáforo cortaba muy rápido. Me apretaban un poco los zapatos, eran nuevos. Desde mañana todos me verán más grande, quizás pronto pierda la virginidad, eso pensé aquella noche, soñando con un príncipe azul. Cuando llegué a mi fiesta todos me estaban esperando, no probé bocado de los nervios, la foto del brindis, la torta, después de todo aquello las chicas y chicos salieron a bailar. Todo era perfecto tal como lo había soñado, no sé exactamente pero en un momento me quité los zapatos y seguí bailando descalza. Algunos salimos afuera a tomar aire y de repente los pibes del otro barrio se amontonaron para querer entrar, estaban con un par de copas encima querían hacer bardo, los pibes de mi fiesta y los que no habían sido invitados se agarraron a trompadas, enseguida corrió el rumor, los invitados no tardaron en presenciar el bochornoso espectáculo. Los pibes que estaban borrachos estaban armados y empezaron los tiros. No hubo lesionados graves. Entramos en pánico. Fue ahí cuando la fiesta terminó.
ROSAS BLANCAS ARTIFICIALES
Hable con él a las catorce horas desde un teléfono semi-público. Me dijo que no vendría. Supe por mi tía que él se quedaría de casero. Más tarde estuve ocupada con los preparativos de mi fiesta. Estuvo todo tan hermosísimo, más de lo planeado, la fiesta duró hasta las siete de la mañana, nos divertimos mucho, recibí regalos y tarjetas con brillitos y purpurina. Mis padrinos se quedaron hasta lo último, bailaron el vals, cortamos la torta y todo lo típico de las fiestas por los quince años. Ellos llevaron a mi abuela a su casa y luego se fueron, tuvieron un largo viaje hasta su domicilio. A las trece horas recibimos un llamado telefónico. Malas noticias. ¿Qué sucedió cuando mis padrinos llegaron a su casa? La escena de un horror sacado de una película. La mesa estaba puesta para dos, velas que se consumieron en la velada, una cena especial, un pacto específico. ¿O un suicidio? Los encontraron en el cuarto de baño a él y a su novia, estaban desnudos: uno de ellos yacía en el suelo y el otro dentro de la bañadera. Ambos tenían la marca de un pinchazo de aguja, los dos en el brazo derecho. No hubo signos de golpes ni otro rastro que indicaran un homicidio por un tercero. Había algo sospechoso: en la pérdida del termo tanque instalado dentro del baño ¿tal vez había habido una pérdida? Tal vez esto si fue un homicidio ¿Quién podría planear semejante delito? ¿Por qué? ¿Qué relación había entre las marcas de los brazos y el escape de gas? ¿Fue un pacto de amor? ¿Quizás alguno de ellos no era bien recibido en la familia del otro y les prohibían tal unión? ¿Por qué querría un estudiante de arquitectura de dieciséis años quitarse la vida? ¿Cuáles eran la pistas? Muchas preguntas, demasiados interrogantes. Una carta, una carta, los suicidas y quienes planean su muerte dejan una nota, una esquela, una mínima explicación, todo ser humano siente la necesidad de despedirse de los que ama. Nunca encontraron nada. ¿Fue planeado? ¿O habrían consumido alguna sustancia que desató este trágico final? El funeral duró hasta el día siguiente, mi familia completa asistió, a mi no me dejaron ir. Los enterraron en la misma tumba, un cajón arriba del otro. Cuando mi madre llegó a la sala donde lo estaban velando, el adolescente rubio tenía entre sus manos una rosa blanca artificial con gotitas de agua, su novia también aún conservaba los hilos dorados con la diminuta tarjeta de «recuerdo de mis quince años». En el momento de la sepultura encimaron un cajón con otro.
MADE IN TAIWÁN
Me había presentado temprano a una entrevista, estaba desilusionada porque había rebotado en muchas, y había gastado el poco dinero que me quedaba, mas el dinero que había pedido prestado para salir a buscar trabajo. La fila de postulantes era larguísima, muchos de ellos salían a fuera con cajas, cosa que en ese momento pasé por alto. La sala de espera que funcionaba también como oficina estaba completa. Porque estaba allí, no lo sé, el aviso del diario no especificaba muy bien. Solo sé que tendría una entrevista. Se escuchaba bastante barullo, por momentos sospeché que el jefe no se encontraba y adentro estaban de farra, supuse que se trataba de una secta, por la forma en que gritaban, saltaban y se escuchaban cánticos. Algunas personas que también esperaban en la sala para ser entrevistadas salían despavoridos al escuchar el griterío. Yo me quedé, ya estaba allí, si ellos se van más posibilidades tengo de ocupar el puesto, pensé. Estaba por leer una revista y me llamaron, después de la entrevista con unos empresarios mexicanos pasé a otra sala, un poco más grande, donde un muchacho morocho vestido de traje con un extraño acento me solicitó que lo acompañase. Salimos con unas cajas grandes y nos dirigimos al ascensor, enseguida sacó unas hojas de coca del bolsillo y empezó a masticar, tenía los dientes verdes ¿a dónde vamos? Estamos haciendo un estudio de mercado por la zona, me dijo que era mexicano, después supe que era mentira, salimos a la calle y muchos de ellos aún estaban intentando convencer a otros del entrenamiento, lo acompañé. Solo debía observar, me pareció extraño pero pensé que esa sería mi forma de aprender, dos horas más tardes yo también estaba vendiendo productos Made in Taiwán a cualquier individuo que se me cruzaba por la calle. El sistema de venta americano no tenía fallas, se basaba en visitar la mayor cantidad de personas, revertir la negativa porque decían, el no ya lo teníamos, y con ese sistema inteligente podíamos vender piedras, sonrisa en la cara, contacto visual. Comprobé que era cierto, a la gente con la que me cruzaba en la calle le hacía el speech y la estadística: diez de cada ocho me compraban, creo que todavía algo de dinero la gente tenía, todavía no había llegado la crisis, a pesar de que esos productos truchos podían adquirirse en los negocios de todo por dos pesos, la gente era macanuda y nos compraba. A las seis de la tarde estábamos otra vez de vuelta rindiendo cuentas con la recepcionista, que esta vez hacía de despachante y nos cobraba los productos. Una vez un policía de civil me detuvo en Barracas porque no tenía las boletas, me llevaron a la comisaría, pero esa es otra historia.
BUENA COSECHA
Nosotros somos una familia longeva, somos una raza pura, mis padres eran de España. La costumbre se perdió pero nosotros, va… Mi familia siempre se dedicó a elaborar productos artesanales para consumo propio. La conserva de tomate, la grapa, morcilla, los chorizos y el pescado. Pero en el barrio había una familia de italianos que tenían su propia cosecha de uvas. Y cuando era chico una vez le pregunté cual era el secreto para obtener un buen vino. El buen hombre me contó una pequeña historia que a continuación yo se las contaré a ustedes:
—En una época fue el mejor vino. ¡Siempre hay que tener un negro! ¿Cómo es eso? Le pregunté. El anciano me explicó que retiraban una muestra de los barriles cada tanto. Y que en el campo había un negro mulato que trabajaba con ellos, que había desaparecido y no volvieron a verlo más. Nunca supieron que le había ocurrido exactamente. El anciano afligido me contó que cuando vaciaron los barriles para lavarlos encontraron el esqueleto de aquel hombre desaparecido. Y solo había una explicación posible. Cuando el negro abrió la tapa para retirar la muestra se mareó con el alcohol y cayó dentro del barril.
*Estos relatos hacen parte de su libro «Esto no es el fin del mundo… pero es un caos».
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* Sandra Raquel Ávila (Buenos Aires, 1980) comenzó a escribir cuentos y poesías a mediados del 98. Sus primeros Cuentos Cortos encontraron una amplia audiencia gracias a la difusión en algunas Antologías de selecciones nacionales. Desde entonces sus obras han sido leídas por muchos lectores. Ha publicado en Antologías de obras inéditas Latinoamericanas de habla Hispana. En 2010 se unió como colaboradora en el blog español de literatura: Libros, nocturnidad y alevosía en el que publico: La vida de Juana, 3 gatillos y un disparo, y Vidas contadas en la que el ilustrador Isidoro Reta Duarte. Ha realizado ilustraciones para acompañar Chica exquisita y El escape. En noviembre de 2012 Sandra Ávila publicó su primer libro Artesanal que consta de 33 Cuentos cortos de ficción titulado Cuentos urbanos. En la misma fecha público también su primer libro de poemas «Alma Desnuda» y su segundo libro de poemas «Limbo». A mediados de marzo de 2013 publicó «Esto no es el fin del mundo… pero es un caos», del cual hacen parte los presentes relatos. Colabora en diversas revistas y blogs. Correo–e: sandratextosavila@gmail.com